El
señor Chávez se ha embarcado, por enésima vez, en una
reyerta entre militares y en un ataque infame a los obispos
de Venezuela, lo que retrata la patética decadencia de esta
"revolución bolivarera", más no "bolivariana", que aún
nadando en petrodólares tiene al país enchiquerado.
Es obvio que el mandamás de Miraflores está de acuerdo con
el general Alberto Muller Rojas en el afán de partidizar al
máximo posible a las Fuerzas Armadas, pero le molesta que el
ahora doble-retirado lo proclame por su cuenta en los medios
de prensa, nacionales e internacionales, sin ningún tipo de
vaselina, y por tanto le dé argumentos a los adversarios del
"proceso" dentro y fuera de los cuarteles.
El ufano comandante en jefe tiene su propia estrategia para
hacer de las FAN el verdadero PSUV y se indispone cuando
personajes incontinentes, tipo Muller, le enredan el
propósito desde la supuesta autoridad de pertenecer al
"Estado Mayor" de jarroncitos chinos que estableció la nueva
ley castrense. El objetivo es el mismo, pero el despotismo
habilidoso que práctica el señor Chávez tiene su ritmo y sus
tiempos.
El sainete de marras dejó mal parado al general Baduel y a
tantos otros jerarcas cuyo lenguaje oficial se había cuidado
de matizar la agresiva politización que caracteriza a las
arengas "revolucionarias" en el dominio militar. Una vez
pasados a retiro, sin pena ni gloria por cierto, el
mandatario se esforzará en seguir imponiendo su peculiar
"proyecto socialista" a la estructura de las FAN a punta de
consignas, acentos cubanos, y mucho pero mucho dinero. El
notorio "patria, socialismo o muerte" versión cuartelera y
millardaria.
Sin embargo, la reyerta pública sobre el partidismo militar,
o sea sobre la violación expresa y directa de cualquier
valor asociado a lo institucional, comenzando por la
doctrina establecida en la Constitución de 1999, debe
aumentar de manera considerable la zozobra y la
incertidumbre interna con respecto a la viabilidad de unas
Fuerzas Armadas profesionales en el reino rojo-rojito. El
nuevo ministro de la Defensa, Gustavo Rangel Briceño, además
ascendido al rango de General en Jefe, no llega al cargo,
precisamente, por méritos de carrera sino por la probada
ansiedad en obedecer lo que al señor Chávez se le ocurra.
Viene de encabezar el denominado "Comando de la Reserva y
Movilización Nacional", que es el pomposo nombre del
"quinto" componente de las FAN, es decir del intento de
crear una organización armada paralela de corte
estrictamente político-partidista. Al parecer, el general
Rangel Briceño se esmeró en su encomienda y por ende recibe
el premio principal de la escala militar. Es de conocimiento
general que dicho nombramiento no ha sido bienvenido entre
el grueso de la oficialidad que todavía le concede valor a
los cánones institucionales.
Quizá por tantas contrariedades en el campo verde-oliva, es
que se catalizó la más reciente andanada en contra de los
purpurados de la Iglesia Católica. Bastante estrepitosa, por
cierto, incluso para los estándares de matonería verbal que
caracterizan al señor Chávez.
Los obispos venezolanos reunidos en la LXXXVIII Asamblea
Ordinaria Plenaria de la Conferencia Episcopal, emitieron un
documento o "Exhortación Pastoral", el pasado 7 de julio, en
el que consideran el tema de la "Reforma Constitucional" en
ciernes, y en el que expresan "serias dudas sobre el talante
democrático de la reforma".
Señalan los obispos que "diferentes decisiones oficiales y
declaraciones del Presidente y de voceros del gobierno hacen
suponer que esta reforma se dirige hacia el establecimiento
de un sistema socialista fundado en la teoría y la praxis
del marxismo-leninismo". Una declaración de suma
importancia, no sólo por las verdades que envuelve, sino
porque es la primera vez que tal advertencia se plantea, con
todas sus letras, en un texto oficial de la Iglesia
venezolana.
Para una nación de cultura democrática, se trata de una
preocupación más que natural, obligada y grave, y no sólo
para los representantes de la Iglesia Católica sino para el
conjunto del país. Preocupación que no cae del cielo sino de
las evidencias cada vez más numerosas de las propias
ejecutorias retóricas y fácticas del régimen de boinacolorá.
El señor Chávez primero, y sus capitostes después, no
dejaron pasar ni un minuto antes de prender el ventilador de
las pretendidas descalificaciones personales. De allí que
los insultos fueran parejos e indiscriminados para todos los
miembros de la Conferencia Episcopal, incluyendo a monseñor
Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal y tenido como
simpatizante del "proceso", quién, además, recibió su
agravio particular por aquello "del que calla otorga". En
ningún país de América Latina y, probablemente del mundo, se
da el lamentable espectáculo de un jefe de Estado
vociferando vituperios a los obispos, arzobispos y
cardenales de la Iglesia nacional.
Semejantes desmanes, juntos a tantos otros igualmente
impresentables, van pintando un panorama de postrimería
moral para esta "revolución bolivarera", como la llamaría
Manuel Caballero, que acercándose a la década de poder
ininterrumpido, cada vez esconde menos su verdadera faz de
adinerada satrapía.
flegana@movistar.net
* |
Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |