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Entre sotanas y charreteras
por Fernando Luis Egaña
lunes, 16 julio 2007


El señor Chávez se ha embarcado, por enésima vez, en una reyerta entre militares y en un ataque infame a los obispos de Venezuela, lo que retrata la patética decadencia de esta "revolución bolivarera", más no "bolivariana", que aún nadando en petrodólares tiene al país enchiquerado.

Es obvio que el mandamás de Miraflores está de acuerdo con el general Alberto Muller Rojas en el afán de partidizar al máximo posible a las Fuerzas Armadas, pero le molesta que el ahora doble-retirado lo proclame por su cuenta en los medios de prensa, nacionales e internacionales, sin ningún tipo de vaselina, y por tanto le dé argumentos a los adversarios del "proceso" dentro y fuera de los cuarteles.

El ufano comandante en jefe tiene su propia estrategia para hacer de las FAN el verdadero PSUV y se indispone cuando personajes incontinentes, tipo Muller, le enredan el propósito desde la supuesta autoridad de pertenecer al "Estado Mayor" de jarroncitos chinos que estableció la nueva ley castrense. El objetivo es el mismo, pero el despotismo habilidoso que práctica el señor Chávez tiene su ritmo y sus tiempos.

El sainete de marras dejó mal parado al general Baduel y a tantos otros jerarcas cuyo lenguaje oficial se había cuidado de matizar la agresiva politización que caracteriza a las arengas "revolucionarias" en el dominio militar. Una vez pasados a retiro, sin pena ni gloria por cierto, el mandatario se esforzará en seguir imponiendo su peculiar "proyecto socialista" a la estructura de las FAN a punta de consignas, acentos cubanos, y mucho pero mucho dinero. El notorio "patria, socialismo o muerte" versión cuartelera y millardaria.

Sin embargo, la reyerta pública sobre el partidismo militar, o sea sobre la violación expresa y directa de cualquier valor asociado a lo institucional, comenzando por la doctrina establecida en la Constitución de 1999, debe aumentar de manera considerable la zozobra y la incertidumbre interna con respecto a la viabilidad de unas Fuerzas Armadas profesionales en el reino rojo-rojito. El nuevo ministro de la Defensa, Gustavo Rangel Briceño, además ascendido al rango de General en Jefe, no llega al cargo, precisamente, por méritos de carrera sino por la probada ansiedad en obedecer lo que al señor Chávez se le ocurra.

Viene de encabezar el denominado "Comando de la Reserva y Movilización Nacional", que es el pomposo nombre del "quinto" componente de las FAN, es decir del intento de crear una organización armada paralela de corte estrictamente político-partidista. Al parecer, el general Rangel Briceño se esmeró en su encomienda y por ende recibe el premio principal de la escala militar. Es de conocimiento general que dicho nombramiento no ha sido bienvenido entre el grueso de la oficialidad que todavía le concede valor a los cánones institucionales.

Quizá por tantas contrariedades en el campo verde-oliva, es que se catalizó la más reciente andanada en contra de los purpurados de la Iglesia Católica. Bastante estrepitosa, por cierto, incluso para los estándares de matonería verbal que caracterizan al señor Chávez.

Los obispos venezolanos reunidos en la LXXXVIII Asamblea Ordinaria Plenaria de la Conferencia Episcopal, emitieron un documento o "Exhortación Pastoral", el pasado 7 de julio, en el que consideran el tema de la "Reforma Constitucional" en ciernes, y en el que expresan "serias dudas sobre el talante democrático de la reforma".

Señalan los obispos que "diferentes decisiones oficiales y declaraciones del Presidente y de voceros del gobierno hacen suponer que esta reforma se dirige hacia el establecimiento de un sistema socialista fundado en la teoría y la praxis del marxismo-leninismo". Una declaración de suma importancia, no sólo por las verdades que envuelve, sino porque es la primera vez que tal advertencia se plantea, con todas sus letras, en un texto oficial de la Iglesia venezolana.

Para una nación de cultura democrática, se trata de una preocupación más que natural, obligada y grave, y no sólo para los representantes de la Iglesia Católica sino para el conjunto del país. Preocupación que no cae del cielo sino de las evidencias cada vez más numerosas de las propias ejecutorias retóricas y fácticas del régimen de boinacolorá.

El señor Chávez primero, y sus capitostes después, no dejaron pasar ni un minuto antes de prender el ventilador de las pretendidas descalificaciones personales. De allí que los insultos fueran parejos e indiscriminados para todos los miembros de la Conferencia Episcopal, incluyendo a monseñor Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal y tenido como simpatizante del "proceso", quién, además, recibió su agravio particular por aquello "del que calla otorga". En ningún país de América Latina y, probablemente del mundo, se da el lamentable espectáculo de un jefe de Estado vociferando vituperios a los obispos, arzobispos y cardenales de la Iglesia nacional.

Semejantes desmanes, juntos a tantos otros igualmente impresentables, van pintando un panorama de postrimería moral para esta "revolución bolivarera", como la llamaría Manuel Caballero, que acercándose a la década de poder ininterrumpido, cada vez esconde menos su verdadera faz de adinerada satrapía.

flegana@movistar.net

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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