El
anunciado Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) o
"PUS" como ya le llaman en la calle, es una consecuencia
lógica del proyecto de dominación nacional que marcha sobre
el país.
Distintas aunque parecidas son las razones que impulsan al
PSUV. La primera de ellas, obviamente, es la máxima
concentración de poder en manos del presidente Chávez,
quien, de seguro, también será el comandante único de su
propio partido. De hecho, la fundación del MVR en 1997, que
a su vez unificó en plataforma electoral al archipiélago
chavista de entonces, es un precedente de esta iniciativa
partidaria que se terminará de formalizar a comienzos del
2007.
Al pasado con toda esa "sopa de letras" (Chávez dixit) que
hasta ahora conformaban el espectro oficialista. Incluyendo
a partidos de tradición histórica como el PCV y el MEP, a
toldas sin masas derivadas de partidos de amplia
trayectoria, a grupos modestos de intensa beligerancia, a
claques de avispados con largo kilometraje, y al mismo MVR
que nunca satisfizo las exigencias de su jefe supremo.
El partido único soy yo
En adelante, un solo aparato,
una sola dirección y una sola voluntad marcará el frente del
movimiento boinacolorá. En la realidad personalista o
caudillesca de la "revolución bolivariana" es de suyo
natural que sea así, porque si el Estado nacional con todo y
sus cinco poderes públicos, está bajo la batuta exclusiva
del presidente-reelecto, sin contrapesos efectivos al
principio rector del "ordene mi Comandante", con mucha más
razón debe estarlo el partido político que le representa.
Encima, si en los hechos las cosas ya venían funcionando de
esa manera, a pesar de la heterogeneidad formal --recuérdese
la frase de Lina Ron: "Chávez locuta, causa finita"--, no
hay motivos de peso para dejar de agarrar el toro por los
cachos y adaptar la teoría a la práctica. Al fin y al cabo,
es una verdad con pocos esguinces que los votos son de
Chávez y no de los emblemas o franquicias a través de los
cuales se expresan.
Y en última instancia, esa es la percepción de Miraflores,
la que de verdad cuenta a la hora de tomar decisiones. Bien
lo ha dicho el columnista Orlando Viera-Blanco: "el partido
único soy yo".
La hora de las purgas
Otra razón conexa es que el PSUV
será la excusa para las purgas. No hay revolución que se
respete sin éstas, sostendrán algunos de los intelectuales
de la "gauche caviar" que frecuentan los entornos del poder
criollo, y la bolivariana no debe ser menos que las demásŠ
Sobre todo comparada con la revolución cubana tan prolija en
purgatorios sucesivos. Nada más idóneo para el cobro de
deudas pendientes, o para decantar lo innecesario que la
simpleza de un único instrumento proselitista.
En el caso venezolano, la "depuración" parece apuntar hacia
el conjunto de dirigentes políticos de grupos como Podemos,
PPT, y también del MVR, que son ajenos a la experiencia
militar, que tienen curriculum de figuración o activismo en
épocas previas al inicio de la "revolución", y que se han
preciado de contar con fuerza propia, bien regional o local.
Son lo que integran el elenco de los "desconfiables".
Compañeros de ruta hasta ahora, es cierto, pero sin la
fiabilidad indispensable para la nueva etapa.
Personajes como Ismael García, José Albornoz, Eduardo Manuit
o Didalco Bolívar, entre muchos otros, calzan en el
"genotipo" antes descrito. Ellos lo saben mejor que nadie y
estarán tomando sus previsiones. Otras figuras del mundo
oficialista, de miltancia harto conocida en el MVR, también
podrían ser incorporados a las listas negras del nuevo
partido. Sería una ironía insuperable que, por ejemplo, el
diputado Luis Tascón pasará a engrosar la "lista de Tascón"
del PSUV.
Tampoco se descarta que José Vicente Rangel, cuya aureola de
poder detrás del trono se viene difuminando, no consiga
pasar el examen de méritos. Y como él no son pocos los que
puedan sentirse al borde del precipicio. Es probable, sin
embargo, que muchos de los potenciales tachados logren una
posición en el organigrama oficial del PSUV, pero con muy
poco que ver en materia de vocería real, operación política,
o comando de maquinaria.
Hacia el partido militar
Las purgas, desde luego, también
son una oportunidad singular para los que permanecen. Para
los verdaderos fieles que son los elegidos del proceso. En
su mayor parte, no hay duda, provenientes de la "cuna de la
revolución bolivariana", es decir de la Academia Militar en
aquellos tiempos en que Chávez organizaba sus conspiraciones
y suscitaba la adhesión de jóvenes oficiales que le
reconocían como líder. "Sus muchachos", pues, para usar los
términos de la moda imperante.
En el PSUV serán elevados, con preferencia variable, los que
saluden con la mano en la frente y el taconazo de rigor.
Léase Diosdado Cabello, Jesse Chacón, José Gregorio Vielma
Mora, Ronald Blanco La Cruz, Eliécer Otaiza, Pedro Carreño,
Edgar Hernández Behrens, Wilmar Castro Soteldo y, en fin,
los denominados "comacates" de Chávez. Que tampoco forman
una unidad monolítica porque bastantes querellas han
generado entre sí, pero que después de todo los hermana la
lealtad disciplinada hacia el superior jerárquico y
absoluto.
Los pares de Chávez en el dominio castrense o sus compañeros
de promoción, en líneas generales y acaso con excepciones
puntuales como la del general Baduel, no deberán tener una
cabida privilegiada en la vanguardia del partido único, ni
en el ajedrez electoral para la selección de gobernadores y
alcaldes. Contados jerarcas del ámbito civil serán incluidos
en el nuevo olimpo, por lo menos en el círculo destinado a
llevar las riendas del poder delegado.
En cierto modo, el PSUV vendría a ser la realización del
antiguo anhelo de un partido militar. La expresión política
definitiva del movimiento que fue incubándose en los
cuarteles desde mediados de los años 70 hasta la irrupción
en la escena nacional el 4 de febrero de 1992. En el plano
ideológico, la orientación explícita es el nebuloso
"socialismo de siglo XXI", pero el propósito esencial es
restablecer la tradicional hegemonía de sectores
militaristas de la sociedad, o lo que el ex-presidente Ramón
J. Velásquez ha llamado el predominio del "factor
permanente" de la República.
Un partido de Estado
Todo lo cual conduce a otra
razón destacada: dotar al petro-Estado bolivariano de un
partido de Estado. No sería el PSUV una mera parcialidad,
así sea suprema, en el marco de la diversidad o pluralidad
política, sino más bien la representación partidaria del
"nuevo" Estado revolucionario y rentista.
Ello no implicaría, necesariamente, la prohibición formal de
fuerzas o grupos de oposición, pero si la entronización de
una asimetría brutal: en el centro el partido de la
República Bolivariana, y en los márgenes lo demás. La
avisada reforma constitucional que se aprobará sin
demasiados dimes y diretes en el 2007, se encargará de
sancionar la identidad indivisible entre el PSUV y la
"democracia revolucionaria".
La noción de un Estado con un partido "constitucional"
cuenta, en estos tiempos, con el extraordinario sustento que
proporcionan los ingresos fiscales del boom internacional de
los precios del petróleo. Porque ningún análisis, por más
somero o parcial, del desenvolvimiento exitoso de este
proyecto de dominación que es la revolución bolivariana,
debería de subestimar que el chorro de petrodólares se ha
quintuplicado en 8 años, cortesía del dinamismo capitalista
de las grandes economías emergentes e industrializadas.
El culto a la personalidad
Por otra parte, la cultura "manu
militari" del partido único ha quedado expuesta de sobra en
el curioso "debate" sobre su organización. En unos cuantos
discursos, el presidente Chávez informó lo conducente, le
puso el nombre al partido, esbozó sus objetivos, fijó los
plazos para finiquitar el asunto, y advirtió a los que no
estuvieran plenamente de acuerdo que se quedarían, como la
guayabera, por fuera. Y no sólo por fuera del PSUV sino de
cualquier hilacha que los conectase con las mieles del
proceso revolucionario.
De inmediato los voceros de la bautizada "sopa de letras" se
atropellaron en manifestar su conformidad: unos de manera
entusiasta y otros con el oportunismo de siempre. Unos,
pensando que el único partido les permitirá mantener cuotas
particulares de privilegios presupuestarios, y otros
haciendo de tripas corazón en aras de la supervivencia
política.
Al respecto, la coyuntura ha sido propicia para una gran
cantidad de declaraciones que extreman sin un ápice de
pundonor el culto a la personalidad. Apenas si el viejo
Partido Comunista de Venezuela, quizá para salvar las
apariencias, optó por afirmar su protocolar individualidad y
convocar un Congreso especial para darle curso estatutario
al mandato presidencial.
El afán totalitario
¿El partido único es un paso de
avance en lo que Antonio Pasquali denomina la "vocación
totalitaria" del régimen de Chávez? Los elementos en
cuestión indican que sí. La existencia de un proyecto
político único: la revolución bolivariana; con una supuesta
doctrina o pensamiento único: el socialismo de siglo XXI;
con un formación partidista única en el plano del Estado
rojo-rojito: el PSUV; y en suma, con una fuente de poder
única en la persona del jefe del Estado, muestran un camino
que ni es de democracia pluralista, ni tampoco de mera
silueta autoritaria. Es mucho más.
La ofensiva en contra de la televisión independiente, que
ahora se intensifica con el caso RCTV, también se inscribe
en el despliegue de ese proyecto de dominación nacional, que
aunque tiene numerosas etiquetas, no puede ocultar su santo
y seña. Sería groseramente injusto acusar a Chávez de que le
falta ambición de poder total. Y esa es la clave que resume
las razones del PSUV.
flegana@movistar.net
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |