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¿Reforma reencauchada?
por Fernando Luis Egaña
viernes, 14 diciembre 2007


     En sus habilidosas palabras de aceptación de la victoria del "no" en el referendo del 2-D, el presidente Chávez insistió en que no le quitaría ni una coma al proyecto de Reforma Constitucional que la mayoría de los votantes había rechazado. Es decir, reconoce el resultado pero no reconoce sus efectos. Ello equivaldría a un gobernante que pierde los comicios de reelección, reconoce la victoria del que ganó y luego no le quiere entregar el poder. Pero como los deseos no empreñan, para hacer valer ese propósito a plazo inmediato tendría que apelar sin descanso a la amplia delegación legislativa que aún conserva, desde luego que, hasta el presente, la "legalidad emergente" de la revolución bolivariana ha dado para casi todo, incluso para revestir "de derecho" las actuaciones "de hecho".

 

      En cuanto a volver a presentar una reforma similar por iniciativa legislativa o popular, se trataría de una violación tan grotesca de la Constitución que sus implicaciones políticas serían impredecibles. Al fin y al cabo, su artículo 345 establece lo siguiente: "La iniciativa de reforma constitucional que no sea aprobada, no podrá presentarse de nuevo en un mismo período constitucional a la Asamblea Nacional".

 

      Ahora bien, el camino habilitante todavía abierto no sería la "autopista despejada" de la que antes hablaba José Vicente Rangel. Toda derrota política de significación tiene consecuencias y el caso que nos ocupa no es, ni mucho menos, una excepción. Además, la reelección indefinida no puede imponerse sino modificando el texto de la Constitución.

 

      La instauración el llamado "socialismo de siglo XXI" de seguro que seguirá siendo el objetivo fundamental de Chávez, y tratará de sustentarlo en el control miraflorino sobre los poderes públicos. Sin embargo, en la medida que la ansiada reelección esté fuera de la Constitución, la fuerza de Miraflores también  se erosionará.

 

       En el expediente habilitante habría que distinguir entre los aspectos del proyecto de reforma que no eran incompatibles con la Constitución de 1999, como la disminución de la jornada laboral, y aquellos que suponían un cambio radical de la letra, espíritu, propósito y razón de la Carta Magna vigente, como la forzada recentralización o la restricción de la autonomía universitaria.

 

      Por otra parte, no son pocas las "realidades" que se buscaban "constitucionalizar" con la reforma, es decir situaciones o procesos que ya existían inclusive sin asidero o en contravía al orden constitucional. ¿Ahora se podrán "legalizar" sin mayores dificultades?  Al revisar algunas de las principales propuestas de la reforma rechazada, se podrá apreciar el margen de maniobra del Estado bolivariano.

 

     Por ejemplo, la modificación sustancial del artículo 318 de la Constitución a fin de eliminar la autonomía del BCV y otorgarle al Presidente la administración y dirección de las reservas internacionales, en verdad pretendía formalizar y ampliar un "modus operandi" ya impuesto por el Ejecutivo al Banco Central. Ello no variará en lo inmediato, pero la definitiva anulación del BCV no parece un evento inexorable.

 

    La disminución de la jornada de trabajo fue uno de los denominados "caramelitos" para mercadear la reforma. El artículo 90 de la actual Constitución no sólo lo permite sino que lo favorece. Bastaría un cambio puntual en la Ley Orgánica del Trabajo, mediante un correspondiente decreto-ley, para llevarla a efecto. Debe recordarse que Chávez pronto cumplirá 9 años anunciando la reforma laboral.

 

     La extensión de la seguridad social a los trabajadores no-dependientes, otro de los "caramelitos" de la reforma, ya formaba parte de los proyectos legislativos que desde hace tiempo estaban en el congelador de la agenda "revolucionaria". Su reactivación luce inminente y las instancias sociales involucradas tendrán mucho más ánimo para hacerse escuchar.

 

     La creación del Poder Popular en tanto poder público del Estado y, además, depositario de la soberanía popular, no podría proceder bajo ningún respecto jurídico en la habilitante.  La "revolución" ya no podrá convocar a sus partidarios en el Poliedro y presentar la asamblea como la máxima instancia del Poder Popular, cuyas decisiones serían soberanas y por ende vinculantes en la máxima expresión.

 

    Lo que no significa que no se vaya a reforzar la figura de los concejos comunales en su dimensión política, administrativa y financiera, pero sin que ello conduzca, como procuraba la reforma,  a la absorción de las municipalidades y entidades regionales. El propósito de sustituir la descentralización con la estructura comunal se hace muy cuesta arriba.

 

     La transformación del régimen de propiedad no queda descartado con la desaprobación de la reforma. Su alcance se limita, es cierto, y la intensa discusión que provocó el artículo 115 sobre las restricciones a la propiedad privada, también sería un factor de contrapeso para un eventual relanzamiento de la propuesta mediante el mecanismo habilitante, tanto por leyes especiales como por la modificación de códigos y leyes vigentes.

 

     Los principios de la economía socialista en cuanto a rango constitucional permanecerán en el papel, pero es largo el inventario de instrumentos para avanzarlos en un contexto de concentración de poder y de altos precios petroleros. La contienda pública es la dimensión que puede determinar sus grados de maduración.

 

    La doctrina militar de la Constitución de 1999 seguirá en pie, y por tanto la Milicia Nacional Bolivariana no adquirirá la condición de quinto componente de la FAN. No obstante, ello no necesariamente detendrá el proceso de politización de la Fuerza Armada, a pesar de las contenciones que se deben derivar del primer revés electoral del comandante en Jefe.

 

     El tinglado de la nueva geometría del poder con su enrevesada enumeración de provincias, territorios, regiones, distritos y entidades supeditadas a la voluntad presidencial, ya no tendrá amparo en el orden constitucional. Replantear esta complicada configuración a través de una ley de división político-territorial sería igualmente lioso, en particular en un año de elecciones de gobernadores y alcaldes.

 

     La restricción de las garantías constitucionales de información y debido proceso durante el estado de excepción no podrá formalizarse de derecho, aunque en la práctica se encuentren severamente quebrantadas por el desempeño gubernativo y judicial.

 

     La modificación regresiva del régimen de autonomía universitaria no sólo sería contraria a la Constitución vigente, sino que acarrearía conflictos de gran magnitud entre el Estado "revolucionario" y el movimiento estudiantil, repotenciado como protagonista político y social luego del 2-D.

 

    La columna vertebral de la reforma, o sea la reelección indefinida o continua del jefe del Estado, y el sucedáneo de alargar el período presidencial de 6 a 7 años, no pueden establecerse por la vía legal, sea la extraordinaria de la habilitante o la ordinaria de la Asamblea. Inventar otra iniciativa de reforma constitucional para que cumpla ese cometido, implicaría una bofetada al conjunto de los venezolanos que han revalorizado sus valores de cultura democrática.

 

    Sería necesaria una Asamblea Nacional Constituyente para consagrar el reeleccionismo ilimitado, y semejante iniciativa supondría un desafío político e institucional de marca mayor. Ojalá y los sectores opositores no le brinden esa arena al oficialismo.

 

      La posibilidad de reelección presidencial, todos los sabemos, no es accesoria sino esencial para la "revolución bolivariana". Cuando en las referidas palabras de reconocimiento de la derrota del "sí", el señor Chávez repetía que no le quitaría ni una coma a la reforma, lo que en verdad quería decir es que no cesaría en su empeño por abrir esa puerta hacia la continuidad del mando, mucho más allá del año 2012.

 

      Al menos "por ahora" esa puerta ha sido cerrada por la sabiduría democrática del pueblo venezolano. Pero en ello se le va la vida a la consigna de "patria, socialismo o muerte". 

flegana@movistar.net.ve

 

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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