No
contentos con la lista Tascón y la lista Maisanta, ahora el
oficialismo anda amenazando a ciudadanos venezolanos con una
nueva lista, la de Eva Golinger, abogada de origen
estadounidense muy afecta a la "bolivarera revolución" y muy
identificada con La Habana, que ha resuelto erigirse junto a
su camarada Mario Silva, el mismo del programa y el
semanario "La Hojilla", en una especie de inquisidora de
periodistas criollos en nombre de la soberanía tricolor.
La excusa del asunto es que varios reporteros del patio
aceptaron invitaciones de instituciones públicas y privadas
de Estados Unidos para asistir a seminarios y talleres
académicos, con pago de viáticos y pasajes, y eso, según
alguna ley gringa, los clasificaría como supuestos empleados
del "Uncle Sam". Una verdadera reducción al absurdo que la
licenciada Golinger quiere aprovechar para mostrar su
dominio de cierta legislación de EEUU y de ese modo hacer
valer su relevancia abogadil dentro de la "nomenklatura"
gobiernera.
Y el propósito del asunto, además, es sembrar la cizaña de
que esos periodistas viajeros habrían sido reclutados por el
gobierno de Washington para desestabilizar al régimen de
Chávez, lo que sería demostrable por el periodismo crítico
que se empeñan en hacer, desconociendo los infinitos logros
de la "revolución". La acusación de traidores a la patria,
entonces, estaría a la vuelta de la esquina. De hecho, ya ha
sido deslizada de manera oficiosa y en diversos portales del
aparato propagandístico del Estado se encargan de justificar
la pretendida inculpación.
Una faceta más, por tanto del manoseado guión que busca
equivaler la denuncia y la critica al régimen de Chávez con
una campaña de desprestigio y derrocamiento fabricada en los
sótanos de Langley, cual película de suspenso de Hollywood,
de esas que le dejan buena plata, entre otros, a Danny
Glover y Sean Penn. Así las cosas, más de 30 conocidos
periodistas del país serían casi que fichas no tan
encubiertas del imperio yanquiŠ.
Semejante tirada de pelo sólo es concebible en personas de
entendederas tan foráneas como malasangrosas. Después de
todo, ¿cuál es el problema en aceptar invitaciones pagas
para eventos profesionales o académicos de Estados Unidos,
España, Cuba, la China comunista, la nacionalista o
Tayikistán? Eventos nada secretos o clandestinos porque
hasta en la prensa suelen ser publicitados, antes, durante y
después de su celebración. En los países escandinavos, por
ejemplo, los Gobierno estimulan a los profesores
universitarios a aprovechar este tipo de oportunidades e
incluso les dan facilidades impositivas.
En la Venezuela que apenas conoce la licenciada Golinger, el
aprovechar las invitaciones internacionales ha sido una
costumbre desde hace décadas, sin que nadie se haya puesto a
urdir teorías conspirativas de quinta categoría, y mucho
menos que las mismas sirvieran de pretexto para
"investigaciones parlamentarias" y "sanciones judiciales".
Hasta la diputada Desirée Santos Amaral, vieja reportera y
novel guardiana de la revolución, no puede ocultar la pena
ajena ante tamaño desmán.
Sin ir muy lejos, quien escribe fue a un seminario
politológico en La Habana, por allá en 1991, y jamás se me
habría pasado por la mente que aquello podría hacerme
sospechoso de ser espía del G-2. De acuerdo a los vericuetos
intelectuales de Eva Golinger, yo sería prácticamente
culpable y sin mucho derecho a pataleo. ¡Por favor!
Ahora bien, lo que en apariencia es una pachotada más o
menos enfermiza, en realidad podría transformarse en una
causa de carácter penal, con Fiscalía de por medio, libelos
acusatorios, citaciones, y mucho pero mucho vituperio
personal y profesional a periodistas de reconocida
trayectoria. El propio señor Chávez acaba de reiterar desde
Montevideo que uno de los principales problemas de la
humanidad son los medios de comunicación social.
Inclusive, de no llegarse a activar los mecanismos de
hostigamiento judicial en contra de los periodistas
"enlistados", el objetivo de intimidar no cesaría ni mucho
menos, pues del insulto retórico a la agresión material hay,
como en el refrán del dicho al hecho, muy poco trecho. Al
parecer, en una página web asociada a la narcoguerrilla
colombiana aparece la "lista de Eva" como el inventario de
los periodistas venezolanos que son agentes de la CIA. En
dicho contexto esas no son palabras menores.
Las satrapías son duchas en este tipo de tinglados, y en
especial la fidelista que los ha perfeccionado al máximo.
Inclusive en el país de origen de mísis Golinger, la
persecución "macartista" al mundo intelectual a mediados de
los años 50, en nombre de la lucha contra el comunismo, pasó
a los anales de la infamia y la vergüenza.
No deja ser irónico, por tanto, que una letrada del norte
quiera revivir el macartismo en nuestro caribeño país,
aunque ahora con la boinacolorá y el acento igualito al de
Mr. Bush.
flegana@movistar.net
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |