La
mejor evidencia del peor fracaso de la revolución
bolivarista, es que luego de casi 10 años en el poder se
empeñe en re-contra-militarizar el país para no perder la
vertical. El que dude puede preguntarle al general Raúl
Isaías Baduel, recién salido del olimpo oficial y nueva
víctima de la iracundia de boinacolorá.
Se hace obvio que el nerviosismo está haciendo de las suyas
en los más connotados círculos del oficialismo, y de allí la
obsesión por utilizar la Fuerza Armada a diestra y
siniestra. Amén del sicariato para-militar, seguramente
conectado con algún cuerpo de la llamada "milicia popular",
como bien se puede apreciar en los ataques armados y
reiterados a las protestas estudiantiles a lo largo y ancho
del territorio nacional.
Ya se sabe, por ejemplo, que algunos de los sicarios que le
dispararon a la marcha que regresaba a la UCV, tienen una
estrecha vinculación con las "autoridades" de alcaldías
"revolucionarias" de la "Reina del Warairarepano".
De allí que el "mantenimiento del orden público", lo que en
lenguaje rojo-rojito quiere decir la defensa de la
revolución, ya prácticamente no descanse en el sector
policial formal o profesional, sino en el militar y su
sucedáneo "miliciano". Y luego de la notoria orden del señor
Chávez en contra de las marchas de los estudiantes, más
todavía.
Al parecer Pedro Carreño y Tareck El Aissami serán
sustituidos de manera efectiva y definitiva por el general
Jesús Morao Gardona, comandante de la Tercera División de
Infantería, que abarca la región capital, y así en las demás
plazas principales. Oficial divisionario no tanto por sus
méritos de carrera sino por su alineación probada a las
instrucciones de su Comandante en Jefe, sean dentro o fuera
de la ley.
Además, grupos variopintos de encapuchados con carnet de
organismos del Estado también desempeñan la siniestra
función del trabajo sucio en materia represiva. A estas
alturas del "proceso revolucionario" sería de una ingenuidad
escandalosa imaginar que andan por cuenta propia, alejados
de las líneas de mando que tienen su punto de partida en el
despacho central de Misia Jacinta.
Por otra parte, la menguada y errática distribución de los
alimentos de la cesta básica cada día opera menos a través
de las redes comerciales y cada día más mediante los
operativos militares que organiza el general del Ejercito
Rafael Oropeza, ministro de Alimentación, y el mayor Osorio,
presidente de Mercal.
En otras palabras, el racionamiento forzoso se viste de
uniforme verde-oliva, y la desbaratada "soberanía
alimentaria" depende de la burocracia castrense, como si
nuestro país se equiparara a aquellas naciones que padecen
emergencias humanitarias causadas por catástrofes
ambientales, guerras civiles o invasiones extranjeras.
Así mismo, los servicios de salud del Estado ya no se
encuentran bajo la dirección de profesionales de la
medicina, sino de un "estado mayor militar" que dirige el
teniente coronel del Ejercito, Jesús Mantilla, ministro de
Salud, y ex-presidente del Seguro Social, en donde dejó a un
compañero de armas.
Y ahora el control y la censura a los medios de comunicación
independientes también se va a terminar de militarizar, de
acuerdo a las ordenes impartidas por el señor Chávez al
teniente (r) y ministro del ramo, Jesse Chacón, acusado de
blandengue por el propio mandatario en su reciente discurso
de la avenida Bolívar.
Inclusive, el ministerio de la Secretaría, que debería ser
la contraparte civil de la Casa Militar en el funcionamiento
de la Presidencia, acaba de pasar a manos de un militar
activo, el general Alexander López, luego que a Hugo Cabezas
le cortaran la testa ministerial.
Salvando las distancias continentales, en algo se parecen
los casos del general Musharraf en Pakistan y del comandante
Chávez en Venezuela. De eso ha escrito, con su lucidez
característica, Oswaldo Barreto. Ambos mandamases
militarizan a sus respectivos países aunque por razones
opuestas: aquél para tratar de contener el extremismo
islámico, y éste para tratar de acallar la protesta nacional
en contra de su extremismo disparatado.
Increíble que con el petróleo venezolano cotizándose muy por
encima de los 80 dólares por barril, el Estado nacional no
pueda gobernar por las buenas y tenga que apelar a las malas
y las peores para infundir temor a la población con el
ejercicio militarizado del poder público.
El señor Chávez, siempre tan habilidoso para tratar de
sintonizarse con sentimientos y emociones populares, está
colocándose a contravía de las percepciones mayoritarias. ¿O
acaso qué significa que al mismo tiempo en que acusa a los
estudiantes venezolanos de terroristas y delincuentes, le
extienda alfombra palaciega a los guerrilleros colombianos
de las FARC?
El rechazo a la presidencia perpetua de la reforma
constitucional, y la creciente convicción de que el supuesto
"socialismo de siglo XXI" lo que en verdad traerá será
carestía, escasez, racionamiento y penuria, como ha sido y
es en todos los regímenes del mismo corte, son las
principales razones que movilizan a densos sectores,
empezando por los estudiantes, a salir a la calle y defender
su futuro.
Contra eso, la militarización y su carnal para-militar
pueden convertirse en armas de doble filo, porque suele
suceder que los fusiles que apuntalan al gendarme mayor se
resistan a cumplir comandos que supongan graves violaciones
a los derechos humanos. Eso fue lo decisivo que pasó el 11
de abril del 2002 con el criminal intento de activación y
despliegue del Plan Avila, y eso es lo que la ambición
desenfrenada incuba aquí y en cualquier parte.
flegana@movistar.net.ve
* |
Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |