El
grueso de los universitarios que hoy marchan y protestan,
eran todavía niños que salían de primaria cuando Chávez
empezó su mando, hace 8 años y medio. La "revolución" no
pudo con ellos y, más todavía, ellos se han rebelado ante la
imposición "revolucionaria", con esa espontaneidad
característica de la juventud.
Pongamos el caso de Freddy Guevara, miembro del Centro de
Estudiantes de la Escuela de Comunicación Social de la UCAB:
tiene 21 años, es decir que no pasaba de 12 al iniciarse el
"gobierno bolivariano", quizás 2 años más de los que ahora
tiene la pequeña Rosinés.
Similar es el calendario para Yon Goicoechea, uno de los más
visibles dirigentes universitarios: apenas cuenta con 22
años y ya está en la recta final de la carrera; o sea que
sus compañeros entre los "nuevos" andarán, en promedio, en
los 18 y 19. Las propias ligas infantiles, de 10 años si
acaso, en los comienzos de la llamada "revolución" por allá
en 1999.
Igual puede decirse para ese incontable elenco de muchachas
y muchachos que a diario vemos recorrer plazas y avenidas, a
lo largo y ancho del país, llevando un mensaje de denuncia y
esperanza, de crítica y solidaridad, de firmeza y
no-violencia.
Por eso, cuando los jerarcas oficialistas preguntan, a modo
de insidia, ¿dónde estaban estos jóvenes durante el "golpe
de abril" del 2002?, se olvidan que hace 5 años eran alumnos
de bachillerato y, en buena medida, ni siquiera del ciclo
diversificado.
En pocas palabras, la masiva y constante propaganda
revolucionaria se cortocircuitó entre la población
adolescente y juvenil de Venezuela, cuyo animo de lucha, sin
duda, tiene mucho más que ver con la laboriosamente labrada
cultura democrática, uno de cuyos frutos más preciados es la
libertad política.
Y eso que casi la única referencia de liderazgo político
continúo que conocen por experiencia personal es la del
señor Chávez, quien lleva cerca de una década de presencia
avasallante en los medios de comunicación, sobre todo a
través del encadenamiento obligatorio mañana, tarde y noche.
Se perdió esa siembra palabrera y publicitaria porque no
consiguió el objetivo de lavarle el cerebro a la nueva
generación. Al contrario.
La razón explícita de su protesta es la defensa de valores y
principios asociados al ideal democrático: la libertad de
expresión, de manifestación, de pensamiento. Están
defendiendo conquistas históricas de la sociedad venezolana
que están en la mira directa del proyecto de dominación que
busca controlar todos los espacios.
Y ello es válido no sólo para los estudiantes de las
universidades privadas, sino en especial para los jóvenes de
la UCV, LUZ, ULA, UC, UDO, USB y el resto de las numerosas
instituciones de educación del Estado, incluyendo también a
la UNEFA y la Universidad Bolivariana, de donde han salido,
contra viento y marea, muchos marchistas en identidad con
sus compañeros de todos los rincones del país. También se
suman los alumnos de educación media.
El detonante de la protesta no es muy difícil de discernir:
la defensa de la libertad de expresión con motivo del cierre
político y arbitrario de RCTV. Pero ese mismo motivo se fue
expandiendo en causas y razones conexas, en la medida en que
la respuesta del régimen imperante se endureció en
vituperios retóricos y en acciones represivas.
El propio presidente Chávez se ha mofado, nerviosamente por
cierto, de las manifestaciones estudiantiles, y toda su
batería mediática se ha dirigido a "encuadrarlas" en el
arrugado formato de "revolución vs imperio". Por lo demás,
los insultos presidenciales han ido subiendo de tono con los
días, incluso con la "ayudita" de colegas extranjeros, como
Daniel Ortega.
Más habilidoso, el ex-vicepresidente José Vicente Rangel se
ha declarado en favor del diálogo, no sin antes tratar de
inocular su típico veneno. Pero el resto de la vocería de
boinacolorá se ha dedicado a competir en la descarga, en
especial después de que los dirigentes estudiantiles se
negaran a servir de carne de cañón para la jauría de la
Asamblea.
Ahora bien, el desconcierto y la irritación que los
estudiantes producen en los círculos del poder, comenzando
por Miraflores, es que la suya no es la lucha política
convencional por cuotas o parcelas de dominio. Su lucha, es
bueno reiterarlo, tiene que ver con valores y principios y
no con cargos y privilegios. Por eso se encuentran en
dimensiones distintas a la de la nomenklatura oficialista y,
de seguro, de algunos grupos de eterno cálculo en la acera
de enfrente.
De allí que el mar de fondo sea ominoso para el régimen
revolucionario y, al mismo tiempo, auspicioso para las
reservas democráticas de la sociedad venezolana.
Inclusive con prescindencia del curso inmediato de los
acontecimientos, porque al fin y al cabo como bien acaba de
escribir Rafael Poleo en su más reciente Péndulo: "Habrá que
esperar un poco para saber si en esta emergencia estudiantil
hay criterio y solidez. Pareciera que sí. Pudiera ser que
esta Generación del 2007 sea para Venezuela tan importante y
creativa como fue la Generación de 1928".
Lo que ya sí sabemos es que el discurso oficial de división,
de amenaza, de dominio, de enfrentamiento político, social y
hasta racial que exudan sus emisarios, no sólo no ha logrado
persuadir a las nuevas generaciones, sino que las está
animando a patear las calles en pie de lucha por una idea de
Venezuela muy distinta a la del presente.
flegana@movistar.net
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |