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Reforma con cara de satrapía
por Fernando Luis Egaña
martes, 7 agosto 2007


El proceso de la llamada "reforma constitucional" es en sí mismo una glorificación de la satrapía, porque todo-todito depende del "puño y letra" del mandamás de Miraflores. Y no lo dice un critico convicto y confeso sino el abogado y diputado Carlos Escarrá Malavé, suerte de "conciencia jurídica" de la pretendida revolución. Por lo demás, la declaración de Escarrá es secundada por todo aquel que se pronuncie sobre la "iniciativa" desde la acera del sector oficial.

En efecto, pocas veces la satrapía imperante ha estado mejor retratada que con el "método" seleccionado para clavarle al país la "nueva" Constitución roja-rojita. En principio, y según declaraciones de la presidenta de la Asamblea Nacional, Cilia Flores, apenas faltarían 8 quincenas para la realización del referendo aprobatorio de la susodicha reforma; fuentes oficiosas del CNE hablan de estarse preparando para el primer domingo de diciembre, y a estas alturas el señor Chávez se maneja cual déspota oriental, tirándole mendrugos a la colectividad sobre lo que serían algunas de las perlas o "cambios" al ya casi disecado "librito azul".

Desde luego que todo el mundo sabe que el meollo del asunto es la reelección indefinida o la presidencia perpetua, pero el resto del transplante constitucional permanece en un limbo escabroso, y hasta los más allegados se lavan las manos arguyendo que todo depende, en definitiva, de lo que le parezca al señor Chávez. Así es el modus operandi de una satrapía, sea encabezada por Chapita Trujillo, o Tacho Somoza, o el general Noriega, o el viejo Mugabe, o el terminal Fidel, o el discípulo de Miraflores.

En el caso que nos ocupa, se traspasan los límites del delirio porque las televisoras oficiales y "comunitarias" ya iniciaron una campaña con el eslogan: "los venezolanos apoyan la reforma constitucional", y resulta que su contenido formal permanece entre el buche y espalda del mandatario bolivarero. Vaya desprecio por la inteligencia del propio colectivo social que se alega representar.

Y eso que ya han transcurrido casi 8 meses desde la creación de una Comisión Presidencial encargada de preparar el anteproyecto respectivo; por cierto que integrada por titulares de "poderes públicos" y un selecto elenco de juristas expertos en las acrobacias legales del régimen venezolano. Acaso la licenciada Eva Gollinger, tan enterada de todo, sea una de las premiadas en conocer el cartapacio de la reforma.

Al fin y al cabo, la opinión nacional se entera de una que otra de sus interioridades a través de lo que informan los musiues acreditados en la Venezuela "revolucionaria", incluyendo a los embajadores extranjeros. Recordemos que el borrador "filtrado" a la prensa ponía en salmuera a la opción de la doble nacionalidad consagrada en la Constitución de 1999 , y el embajador de Italia tuvo la cortesía de señalar públicamente que ello no será así. Todo un homenaje a esa sacrosanta soberanía que tan ardorosamente defienden los "intelectuales viajeros" de la revolución, en especial desde París, Madrid, y hasta en La Habana.

Por si fuera poco, los voceros del "alto gobierno" le caen encima a cualquiera que ose discrepar de lo que se ha colado de la fulana reforma, espetando que se trataría de "posiciones adelantadas o injustas", ya que aún el señor Presidente no ha tenido a bien presentar su proyecto ante la Asamblea. Si de eso se trata precisamente porque ¿dónde queda la cacareada democracia participativa, si ya se anuncian fechas para aprobar una "reforma constitucional" en la que el único participante es el señor Chávez? Tan crasa o grotesca es la cosa, que las habilidades dialécticas del vice Rodríguez para justificar lo injustificable no han servido para absolutamente nada.

Es de prever, por otra parte, que la técnica de "entre gallos y medianoche" también será aplicada una vez que el legajo sea consignado en estos días por venir. Quizás alrededor del 8 de agosto, cuando se cumplan 8 años de la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999. Recibido el material, el oficialismo montará unas cuantos eventos de "parlamentarismo de calle", para que el pueblo se "pronuncie", naturalmente que a favor, y quién si no el propio Chávez decidirá la oportunidad ideal para que se produzca la sanción protocolar. A todas estas, las previsiones de la Constitución de 1999 quedarán, por enésima vez, a nivel de papel toalé.

Una satrapía, debemos repetirlo, es un despotismo habilidoso que suele simular una cierta actuación institucional, aunque en verdad todos los hilos del poder público estén sujetos a la voluntad personal del jefe único. Si alguien con dos dedos de frente y con vocación de buena fe, podía albergar dudas acerca de que la "revolución bolivarera" no fuera una oronda y lironda satrapía, entonces el camino culebrero de la "reforma constitucional" debería despejarlas.


flegana@movistar.net

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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