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Esa no es la pregunta
por Fernando Luis Egaña
sábado, 7 julio 2007


La pregunta clave no es si en Venezuela ­todavía- existe o no libertad de expresión, sino si el régimen de Chávez la respeta o la ataca. Y hay que ser un empecinado partidario de la "revolución" para dar una respuesta acorde con la idea básica de democracia a la segunda, y principal, interrogante.

Los voceros del periodismo oficial, como Earle Herrera o Maripili Hernández, a manera de sofisma, a cada rato lanzan su pregunta de rigor: "pero digan y contesten, ¿hay o no hay libertad de expresión en Venezuela?". Quien de manera pública, es decir a través de algún medio de comunicación, responda que no o que menos que más, entonces se le pretende refutar de inmediato señalando que la mejor prueba de que sí hay libertad de expresión es que se puede afirmar lo contrario en prensa, radio o televisión.

Y desde luego que en nuestro país hay, a pesar de los pesares que se originan desde el poder público, espacios de libertad informativa; decrecientes por lo demás, aunque con vigor para continuar la lucha. Pero la existencia o supervivencia de esos espacios no prueba ni mucho menos que la libertad de expresión "esté vivita y coleando", como alega el ministro Willian Lara, y por supuesto no tiene nada que ver con el exabrupto que suele repetir José Vicente Rangel: "nunca ha habido tanta (Š) libertad de expresión en Venezuela".

El sentido de las libertades públicas y de los derechos humanos no es que "beneficien" a algunos pocos o que imperen de manera excepcional o parcial. No. Es que sean universales, para todos los ciudadanos, que constituyan la regla general y no la excepción particular. De allí que lo verdaderamente crucial sea la actitud y la política del Estado, en este caso del Estado "revolucionario", hacia la libertad de expresión y de prensa. Este es el meollo del asunto.

Al respecto, ¿qué puede decirse de un régimen gubernativo que cierra canales de televisión por razones de carácter político? ¿O que amenaza cerrar a la única televisora dedicada a la información, por el mismo motivo? ¿O que restringe al máximo el acceso a la principal fuente de información oficial, el Palacio de Miraflores, a la prensa no oficial? ¿O que promueve el enjuiciamiento de gran cantidad de periodistas independientes? ¿O que utiliza su poder sancionatorio, sea judicial, administrativo o tributario, para tratar de inducir la autocensura? ¿O que destina los medios de comunicación del Estado a la propaganda sectaria y partisana?

Las conclusiones son obvias y uniformes: el régimen de Chávez está en guerra contra la libertad de prensa y expresión, y si no ha llegado más allá, no es porque no haya querido sino porque no ha podido doblegar a uno de los valores más arraigados de la cultura democrática venezolana.

Y que no se venga con la cantaleta esa "de que eso siempre ha sido así", porque sencillamente es falso. El día que el presidente Chávez empezó su mandato, en Venezuela no había ni un solo medio de comunicación cerrado o perseguido, y ni un solo periodista preso o enjuiciado por razones de carácter político.

Es más, Eleazar Díaz Rangel, quien no oculta sus simpatías políticas por el régimen de boinacolorá, reconoció en un discurso pronunciado en la Asamblea Nacional, el 23 de Enero del 2002, que en el quinquenio anterior a 1999 no se conocieron limitaciones a la libertad de expresión. De manera que "eso" del atropello gobiernero no siempre ha sido asíŠ

Ahora, en cambio, los desmanes no se limitan al Gobierno Nacional propiamente dicho, ya que también deben denunciarse a variados gobiernos regionales y municipales, de militancia oficialista, que han hecho del atropello a medios y periodistas críticos su marca de gestión. Baste nombrar los casos de Manuitt en el Guárico, Rangel Gómez en Bolívar y Yánez Rangel en Cojedes, para constatar la situación. Un civil y un par de militares retirados que le tienen muy poco aprecio a las normas elementales de la convivencia y respeto cívico.

Por otra parte, los espacios de libertad de expresión que todavía se mantienen en el país no son una concesión graciosa de la "revolución", aunque cobre actualidad la tesis de la hegemonía comunicacional, cuyo truco consiste en que pervivan algunas franjas de disidencia para impedir que se materialice el concepto formal e impresentable del monopolio a la cubana o a la coreana del norte.

Dichos espacios se vienen preservando a fuerza de convicción y coraje, enfrentando todos los riesgos, amenazas y sanciones que caracterizan la naturaleza y orientación autoritaria del régimen de Chávez. Se trata de derechos conquistados a pulso por varias generaciones de venezolanos y que, por cierto, la Constitución de 1999 reconoció de manera especifica y adecuada.

En verdad, el solo hecho que la libertad de expresión sea noticia de primera página, e incluso de última o página roja, como las recientes agresiones al periodista Roger Santodomingo y a su familia, son una evidencia lamentable de que las cosas andan muy mal en el campo de la libertad de prensa y expresión. Y no precisamente por culpa de los comunicadores sociales, con todos los aciertos y errores habidos y por haber, sino por la manifiesta incompatibilidad entre la comunicación abierta, crítica, beligerante, y un Estado cada vez más despótico y represor.
 

flegana@movistar.net

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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