La
victoria del 2-D puede marcar el principio del fin de la
hegemonía de boinacolorá. Pero la lucha será muy dura, y el
coraje y la esperanza de los venezolanos, también.
La derrota de la "reforma constitucional" en el referendo
del domingo 2 de diciembre de 2007 significa un importante
punto de inflexión para la trayectoria de ese proyecto de
dominio que se llama "revolución bolivariana", tanto dentro
y fuera de nuestras fronteras. Una mayoría de los electores
le dijo "no" a la propuesta del señor Chávez, es decir a la
reelección indefinida, es decir a la perpetuación del poder
rojo-rojito.
Y ese "no" va acompañado por el surgimiento de un novedoso
contrapeso político a la fuerza del oficialismo. No ya en
los partidos políticos en sentido estricto, o en las
instancias tradicionales del gremialismo, o en la influencia
de los denominados "poderes fácticos", sino en el vasto
mundo de los jóvenes universitarios que poco a poco se han
venido acuerpando con pasión y razón generacional.
El triunfo del "no" vigoriza la cultura democrática del
país, porque fortalece el camino del sufragio, aún a pesar
de la elevada abstención del 2-D, 44,11%, y aún a pesar de
la permanencia de numerosos mecanismos de control del Estado
bolivariano sobre el sistema electoral que, por lo menos,
tienden a producir un condicionamiento de los resultados.
Tan es así que los números finales del boletín del CNE lucen
mucho más apretados de los surgidos del voto popular.
En ese sentido, debo reconocer que el escepticismo de
muchos, incluyéndome, con respecto a las posibilidades
reales de un reconocimiento oficial al triunfo del "no", fue
superado gracias a una clara demostración de voluntad y
entusiasmo colectivo, sobre todo entre los estudiantes que
se empeñaron a fondo sin importar riesgos ni obstáculos,
como si estuvieran investidos de la grave responsabilidad de
sacar adelante al conjunto de la nación. En verdad, una
lección inolvidable.
Pero esta victoria tan significativa no debe conllevar a la
percepción de que el afán totalitario de la "revolución" de
pronto cesó y hasta se transformó en un cordial abrazo de
reconciliación democrática. Eso no es así, y el propio señor
Chávez en sus habilidosas palabras de aceptación lo ha
reiterado.
Cierto que el "por ahora" luce manido y cansado, pero no lo
es menos que su proyecto de dominación depende de que pueda
prolongarse en Miraflores, y a esa mezcla de necesidad y
obsesión se dedicará, quién sabe por cuáles medios e
instrumentos, incluido el intento de concreción a trancas y
barrancas de muchos aspectos de la derrotada reforma
constitucional.
Pero aquella autopista despejada de la que hablaba José
Vicente Rangel hace un año, por donde pretendieron empujar a
los "motores de la revolución", ya no es ni puede ser la
misma. A la hegemonía de boinacolorá se le empiezan a
descoser las costuras. Y es que pocas veces como ahora han
sido tan certeras esas palabras que los venezolanos
aprendemos muy temprano: "Gloria al bravo pueblo... que el
yugó lanzó"...
flegana@movistar.net.ve
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |