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Fidel y la salud del pupilo
por Fernando Luis Egaña
viernes, 2 noviembre 2007


Las postrimerías de Fidel Castro le tienen las defensas bajas al señor Chávez. Y no es para menos porque el dictador cubano ha sido la quilla de la revolución bolivarista.

"El maestro de la estrategia perfecta", como ha llamado el discípulo miraflorino al viejo Fidel, está por lo menos en la última curva y ello debe tener al heredero venezolano a punta de medicamentos parapeteantes. Y es que cuando el mayor de los Castro Ruz se embale para el más allá, en el más acá el peso de las dudas y los desmanes caerá con toda fuerza sobre el segundo de los Chávez Frias.

Cierto que gracias al señor Chávez el Fisco nacional se ha echado encima a la República de Cuba con todo y su acumulada depauperación, pero no lo es menos que la tutela constante del señor Castro ha sido de una utilidad sin igual para la supervivencia de la revolución bolivarista.

En cada encrucijada importante ha estado la presencia visible o no del dinosaurio antillano. De seguro el más experimentado de los 6 mil y tantos millones de habitantes del planeta, en las malas artes de perpetuarse en el poder a costa de la ruina de su pueblo.

Pensará el beneficiario venezolano que unos cuantos millardos de dólares al año no valen tanto como estos casi dos quinquenios de poder que Fidel le ha contribuido a facilitar a través de su "insourcing", más que mero "outsourcing", de 24 horas al día y 52 semanas al año.

Pero no es sólo que se acaba el consejero y sus consejos siempre listos y oportunos, sino que empieza una nueva etapa en Cuba que, mucho más temprano que tarde, se orientará por caminos muy distintos a los que hoy plantea nuestro retoño de Nasser, empeñado en la resurrección caribeña de la RAU, o República Arabe Unida entre Egipto y Siria, esta vez, claro está, entre Venezuela y Cuba y él con la batuta.

Sin embargo, tal pareciera que el general Raúl Castro no se encuentra dispuesto a ser mandado por el teniente-coronel Hugo Chávez. Aquél se inclinaría por un modelo a-la-china, con apertura gradual y negociación con los Estados Unidos, y éste se empeñaría en mantener intacto el régimen totalitario, con el "aditamento" de la subordinación formal a los designios de la Caracas enrojecida.

Como los deseos no empreñan, y como la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba están acostumbradas a cuadrársele al general Castro antes que al comandante Chávez, las probabilidades apuntan a la apertura y no a la cerradura que supondría la "unión de repúblicas" que elucubran en Miraflores.

De ser así, ¿qué pasaría con las decenas de miles cubanos que viven en Venezuela al servicio de ambos gobiernos? ¿Qué ocurriría con ese verdadero Estado extranjero dentro del Estado venezolano? ¿Habría estampida hacia fronteras capitalistas o una retirada sin desorden y sin muchas ganas de volver? ¿Se quedarían suficientes como para mantener la madeja de tareas principales que llevan a cabo en el reino de la revolución bolivarista?

Este tipo de preguntas son claramente pertinentes por la sencilla razón de que las columnas vertebrales de las misiones, del Psuv, de los servicios de seguridad del Estado y hasta de la Fuerza Armada Bolivariana están repletas de comisarios cubanos que reportan con original y copia al G-2 y a la Sala Situacional de Misia JacintaŠ y en ese orden.

Quizá en sus cavilaciones de madrugada, el señor Chávez se preguntará una y otra vez: ¿y qué hago yo sin los cubanos? Al fin y al cabo, buena parte de la vanguardia no haragana del gobierno rojo-rojito, tiene el acento cantarín de aquella isla, incluyendo, no faltaba más, al incansable procónsul Germán Sánchez Otero.

Si los finales de Fidel ya suponen el comienzo de nuevos problemas para el pretendido pupilo, es de imaginarse los dolores de cabeza que traería el eventual post-mortem. Con Venezuela cada vez más iracunda por numerosos y justificados motivos, incluso a pesar de la escalada de precios petroleros, el quilombo que se puede armar en Cuba tiene todo de ominoso y nada de auspicioso para los afanes continuistas del señor Chávez.

Suele escribir Rafael Poleo que Carlos Andrés Pérez perdió los papeles cuando se le murió su cerebro, don Pedro TinocoŠ. Salvando las enormes distancias de contexto, tiempo y personajes, ¿acaso no podría pasar algo más o menos similar con el caso que nos ocupa? Sólo el paso de no mucho tiempo podrá contestar la interrogante.

De lo que si no cabe dudas, es que la "nube negra" que se le "posó" al señor Chávez allá en Santa Clara, Cuba, no se le mandó el señor Bush desde la Casa Blanca, sino su propia angustia llena de presagios.
 

flegana@movistar.net.ve

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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