Cual
caricatura tropical del legendario Mao Zedong, el señor
Chávez ya se inventó su "libro rojo" como si la "revolución
bolivarera" fuera el repique de la "gran revolución cultural
y proletaria" que, dicho sea de paso, dejó vuelta ñoña a la
China comunista de hace más de tres décadas.
Pero la realidad es mucho más elemental: la planteada
reforma de la Constitución de 1999 lo que busca es darle
ropaje constitucional a la satrapía que impera en Venezuela.
Así de sencillo. Tanto la reelección indefinida como el
contorno de los 33 artículos, son vestimenta seudojurídica
para "legalizar" una enfermiza ambición de poder.
El que tenga un mínimo de duda al respecto, podría
preguntarle a la elogiada escritora mexicana, Elena
Poniatowska, quien luego de 8 horas de tortura en "Aló
Presidente" salió, además de "en posición de silla", con una
desazón mayúscula por la mandonería de su anfitrión.
Las marionetas del oficialismo alegan que la reforma
pretende la "constitucionalización" (vaya palabrota) del
socialismo. Algunos ministros compiten para ver quién logra
ensalzar más la propuesta presidencial como la nueva ola del
socialismo planetario. Claro que en esas lides el zeñó
Ignacio Ramonet les lleva una morena, por no decir una
maleta parisina.
Casi peor que lo anterior es el propósito de darle rango de
"Carta Magna" a los delirios que caracterizan al
incontinente mandatario: ciudades oceánicas, cambiadera de
nombres, ocurrencias territoriales, demagogia ilimitada, en
finŠ Aunque el meollo del asunto, desde luego, sea la
reelección indefinida que, en cualquier satrapía que se
respete, equivale al mando perpetuo.
Pero ello no es suficiente para terminar de cuadrar el
círculo alrededor de la Silla miraflorina. Se requieren
otros dispositivos que atornillen la reelección por encima
del díscolo pueblo venezolano. Al fin y al cabo, la
desconfianza generalizada del señor Chávez hacia todo y
todos, comienza, naturalmente, por ese soberano al que tanto
adula.
De allí que el primero de los referidos dispositivos es que
la soberanía "no nace del sufragio ni de elección alguna",
sino que nace del Poder Popular. Es decir, del tinglado
político-administrativo que el Estado rojizo viene montando,
en nombre del desarrollo social, pero con la rienda corta
del control proselitista y la distribución discriminada de
los recursos económicos.
Claro que el susodicho PP es entiende como Poder Personal,
"mío solito y de más nadie", o sea por encima de las
preferencias políticas de los electores, si es que pudieran
expresarse con libertad en consultas organizadas con sentido
institucional.
Otro es la partidización de "derecho" de unas Fuerzas
Armadas ya politizadas de hecho por el influjo bolivarero.
El propio Chávez se ha encargado de vituperar de la doctrina
institucional y profesional de la FAN, consagrada en la
Constitución de 1999, proclamando que se trata de una
imposición gringa de corte colonial.
Y si así fuera, ¿por qué diablos él propuso esa misma
doctrina, la defendió, la hizo aprobar en la Asamblea
Constituyente de entonces, y tiene 8 años alabándola? Quién
no lo conozca que lo compre.
Así mismo, la sopa de letras de la "nueva geometría del
poder" es la excusa para desmontar cualquier vestigio de
autonomía estadal y municipal, pero guardando las
apariencias de una descentralización formal con elecciones
de comiquita para gobernadores y alcaldes.
De ese modo, los Diosdado Cabello o los Reyes Reyes reciben
un palo por la cabeza, pero no pueden chistar mucho porque
todavía se reconoce en el papel la elección directa de otros
funcionarios.
Igual ocurre con el manejo directo de las reservas
internacionales, que ahora se aspira "constitucionalizar"
con la sepultura definitiva del BCV. Y también con las
"nuevas estructuras de propiedad", dejando un campito para
la privada a fin de manejarlo todo como si la economía y la
sociedad fueran un conuco a merced del plan de machete.
Con la susodicha reforma constitucional, Chávez y su grupo,
en el que no hay nadie parecido ni remotamente a un Chou
Enlai o un Deng Xiaoping, persiguen que Venezuela dejé de
ser una República para convertirse en el botín de una tribu
roja-rojita. Para eso quieren el librito colorao y, no
faltaba más, los maletines llenos de verdes billetes.
flegana@movistar.net
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |