El
mandatario de boinacolorá está tratando de levantar un Muro
de Berlín alrededor de la nación venezolana. Un muro de
aislamiento exterior y retroceso interno para terminar de
imponer su voluntad despótica.
Para muestra el botón de sus recientes declaraciones
moscovitas en las que confiesa "añorar a la Unión
Soviética". Por cierto que un tanto descorteses hacia
Bielorrusia, la segunda parada de su enésimo periplo
euro-asiático, porque al fin y al cabo Minsk consiguió su
anhelada independencia al acabarse la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS), a partir de 1991.
Pero nada, a casi 18 años de la caída del viejo Muro de
Berlín, el usuario de Miraflores anda empeñado en exhumar el
cadáver del socialismo fideloide e imponérselo a trancas y
barrancas a la Venezuela democrática.
Es un brinco adicional en esa especie de túnel del tiempo
que significa la llamada "revolución bolivariana", acaso uno
de los fenómenos más claramente reaccionarios del panorama
político latinoamericano del siglo XXI. Acertada, por ende,
la definición del "líder supremo" que recién hiciera el
escritor mexicano Carlos Fuentes: un fascista disfrazado de
izquierdista.
Basta enumerar algunos de los objetivos y realidades
preferidas por el señor Chávez para demostrar el argumento
más allá de cualquier duda razonable: comisión central de
planificación, presidencia perpetua, eliminación de la
autonomía administrativa, recentralización del poder,
economía socialista, hegemonía comunicacional,
militarización social, control ideológico-educativo,
politización policial, carrera armamentista y, como guinda
de la torta, el montaje de una industria nuclearŠ Nada
menos.
Exactamente lo contrario o hasta lo contradictorio de la
estrategia de desarrollo y modernización que llevan adelante
los países con más empuje continental, incluyendo aquellos
que tienen gobiernos socialistas-democráticos y
socialdemócratas, como Chile, Brasil y Costa Rica. ¿Qué
estarán pensando, por ejemplo, líderes afirmativos y
progresistas del hemisferio como Fernando Henrique Cardoso o
Ricardo Lagos de las tendencias involutivas del antiguo
colega?
Si acaso Evo Morales, Daniel Ortega y el infaltable Fidel
Castro aplaudirán las ejecutorias prehistóricas del
presidente venezolano, y, de seguro que no sólo por
intimidad ideológica sino también por pragmatismo
crematístico.
En un mundo de creciente globalización que se orienta hacia
un "solo mercado, un solo ecosistema y una sola comunidad",
como bien se entiende desde Beijing a Madrid, o desde Sao
Paulo a Nueva Delhi, el Estado que comanda el señor Chávez
se aísla cada vez más en nombre de un nacionalismo
ultramontano que parece derivarse, más bien, de complejos
personales y patológicos.
En verdad, un nacionalismo de retórica ya que gracias al
denominado "desarrollo endógeno" el país se está
convirtiendo en un inmenso Maicao de 916.445 kilómetros
cuadrados continentales, subsidiado por el boom petrolero a
costa de sacrificar el potencial productivo e innovador de
la economía nacional.
Así se ordena el retiro de Venezuela de la Comunidad Andina
de Naciones, del Grupo de los Tres que nos integraba con
México, del Banco Mundial y del FMI. Se amenaza con el
salida de la OEA y hasta del Mercosur, cuya entrada, por
cierto, aún no se perfecciona como advierte con fina ironía
diplomática el canciller brasileño Celso Amorim.
Pero además se despotrica del libre comercio hemisférico y
se denuncia la posibilidad de acuerdos de integración con la
Comunidad Europea. En otras palabras, se plantea, más o
menos por descarte, que la patria del integracionista
máximo, Simón Bolívar, degenere en una especie de burbuja
petrolífera, cerrada a la inversión indispensable y
obsesionada con el reparto regional del erario público a los
gobiernos latinoamericanos de probada filiación política,
que no otra cosa es el "Alba".
Mientras tanto, en el dominio internacional la Venezuela
revolucionaria se alía "estratégicamente" con Irán,
Biuelorrusia, Zimbabue, Siria y Cuba, toda una pléyade
ejemplar del mundo del futuroŠ. Y no se incluye en el elenco
a Corea del Norte, al menos por ahora, porque el mismo Fidel
le aconseja al adinerado pupilo que modere sus instintos
"fraternales" hacia la Choson Minchuchui Inmin Konghwaguk,
mejor conocida como la República Democrática Popular de
Corea, capital Pyongyang, "la cosmopolita".
Y en el dominio doméstico, el Estado "bolivariano" continúa
dedicando gran parte de sus ingresos petroleros a importar
todo tipo de alimentos y mercancías, al precio que sea, para
tratar de evitar que cunda la escasez y la eventual
hambruna. Controles, nacionalizaciones, nuevos impuestos,
más burocracia, menos propiedad, amenazas y sanciones,
inseguridad generalizada son algunas de las características
principales del modelo socialista que se busca establecer.
¿A qué suena todo eso sino al mundo vencido del otro lado
del muro?
En la era de la nanotécnica y el mercado planetario, del
empoderamiento individual y la red mundial de información,
de la biotecnología y la visión global, el régimen imperante
en Venezuela se ufana y se afinca en el trueque, los
gallineros verticales, la colectivización, la censura, el
imaginario militar y el culto a la personalidad. Con razón
Chávez se siente tan cómodo con Lukashenko, Mugabe, Assad y
Fidel. No se nombra a Saddam por razones obvias.
Al empeñado en levantar este Muro de Berlín para que la
"revolución" encierre al país, hay que recordarle que el
original fue derribado por una nueva generación que se hizo
incompatible con el opresivo y desvencijado sistema, y a
esta mala copia le puede pasar lo mismo.
flegana@movistar.net
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |