El
debate público sobre el auge del hampa y la inseguridad
personal adolece de una falla capital: y es que por lo
general se soslaya la relación de causalidad, es decir
causa-efecto, que existe entre el ascenso de la "revolución
bolivariana" y la explosión de los indicadores de
criminalidad en Venezuela. Se subestima, por tanto, el
contexto "político-revolucionario" como factor de este drama
social.
Y conste la siguiente precisión: la causalidad no es entre
"revolución" y criminalidad como fenómeno inseparable de la
vida colectiva, que ello sería un genuino exabrupto. Es
entre "revolución" y el voraz aumento y agravamiento de ese
fenómeno social.
Según cifras oficiales del Estado venezolano, el número de
homicidios o muertes violentas pasó de un promedio de 4.500
a finales de los años noventa, a más de 16.000 en el 2006.
Un aumento de 350% en apenas 8 años. ¿Cómo explicar la
tragedia si no se valora el impacto de la hegemonía política
que impera en el país?
La temática de la inseguridad no puede analizarse como un
mero problema de "políticas públicas", o como una simple
derivación de funcionarios irresponsables, o como una
cuestión de ineficacia gubernativa. Ello estaría bien en un
ambiente de institucionalidad convencional o de democracia
con contrapesos, pero resulta a todas luces insuficiente
para tratar de comprender la magnitud de la crisis.
En este período de "gobierno bolivariano", 1999-2007, el
incremento de la población venezolana se ubica en cerca del
20%: de 23 millones a 27 millones y medio. Sin embargo, el
crecimiento exponencial de los asesinatos alcanza el 350%.
No hay, obviamente, una correlación demográfica. Allí no
está la respuesta. ¿Dónde está entonces?
El tema presupuestario tampoco es excusa sino más bien lo
contrario. En 1999 el presupuesto del recién fusionado
Ministerio de Interior y Justicia, despacho que tiene la
responsabilidad ejecutiva de la seguridad ciudadana, se
sitúo en 2 billones de bolívares, incluyendo el situado
constitucional, fuente principal del financiamiento de las
policías a nivel regional y local.
Pues bien, en la Ley de Presupuesto del 2007, el monto
asignado al Ministerio del Poder Popular de Interior y
Justicia supera los 25 billones de bolívares: 25 billones
300 mil millardos, para ser más precisos. Y ello sin contar
los créditos adicionales que ya comienzan a fluir. En otras
palabras: nunca antes se había dispuesto de tanto dinero
para el sector correspondiente.
Así mismo, Venezuela no ha sido invadida por una potencia
extranjera, al estilo Irak; ni se ha engarzado en una guerra
cruenta con algún vecino, como el conflicto libanés-israelí.
No ha sobrevenido una situación de anarquía producto de una
calamidad natural de gran magnitud, como en zonas de
Indonesia después del tsunami. Y de nuevo, ¿cómo entender
que la sociedad venezolana se haya vuelto una de las más
violentas, no ya de América Latina sino del mundo?
De manera inevitable hay que poner la lupa en algunos
elementos de primer orden: la no tan indirecta justificación
del delito como respuesta a la inequidad social por parte
del discurso oficialista; la imbricación que existen entre
redes delictivas a nivel popular y la maquinaria política de
ciertos sectores "revolucionarios", o dicho de otra forma,
la "legitimación política del hampa".
Y sobre todo, la penetración del Estado por parte de mafias
nacionales e internacionales asociadas al narcotráfico,
fenómeno que se facilita por la ausencia de contrapesos en
el control del funcionamiento estatal. Al fin y al cabo,
toda república que degenere en satrapía se convierte en un
paraíso para el crimen organizado.
Asombra, en este sentido, que las denuncias periodísticas y
documentales sobre los presuntos nexos entre jerarcas
civiles y militares del Estado "revolucionario" y personeros
de carteles regionales del narcolavado, no merezcan ni una
línea de comentario por parte de un gobierno tan discursivo.
Llama la atención, de igual forma, que el grueso de los
medios de comunicación minimicen, si acaso, la relevancia de
estos asuntos.
Si encima de todo lo anterior se agrega la combinación de
negligencia, improvisación y retórica encendida que tanto
identifica el proceder oficialista, entonces la ecuación
produce un desborde delictivo. De allí que cualquier
análisis y cualquier propuesta que pretenda ser seria y
responsable, debe examinar el mencionado vínculo causal
entre la "revolución bolivariana" y la explosión de la
criminalidad.
flegana@movistar.net
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |