En
Caracas, Barinas o Maracaibo escasean los alimentos de la
cesta básica, pero en Riad, Teherán o París abundan los
discursos con ínfulas de protagonismo planetario. Es el
delirio en su máxima expresión. Y ni hablar del contrapunteo
entre Miraflores y la Casa de Nariño con motivo de la
terminación de la "gesta pacificadora" del hincha de
Marulanda.
El "loco" Chávez, como le dicen afectivamente sus compañeros
de promoción militar y, a sus espaldas, algunos de los
ministros del Gobierno bolivariano, le dijo al rey Abdullah
que "le entregaba" una Opep con el barril en 100 dólares.
Así sin pestañear, como si estuviera poniendo en manos del
monarca saudí el manejo de la Opep que, supuestamente, él
habría detentado desde la II Cumbre presidencial, por allá
en la Caracas del año 2000. Una verdadera osadía que más
bien raya en la chacota.
Luego precisó la pretendida referencia heroica al manifestar
que si no hubiera sido por su "revolución", la Opep habría
dejado de existir, ergo la trayectoria ascendente de los
precios petroleros en el mercado mundial sería uno de los
"innumerables logros" de su desempeño gubernativo, como por
cierto cantan los folletos publicitarios en varios idiomas
del ministerio informativo de William Lara.
Por supuesto que Abdullah Bin Abdul Aziz no se dio por
aludido, entre otras cosas porque con sus casi 10 millones
de barriles diarios, Arabia Saudita tiene la sartén de la
Opep por el mango desde mucho antes que apareciera en escena
el señor Chávez con su infatigable verborrea. Pero no hay
mal que por bien no venga, habrá pensado atusándose el real
bigote, ya que el ruidoso venezolano ayuda a vociferar
ciertos argumentos que la diplomacia saudí desaconseja en
público y favorece en privado.
Claro que la "propuesta" de politizar a la Opep de acuerdo a
las entendederas roja-rojitas, fue como demasiado incluso
para los impasibles soberanos del Golfo Pérsico. De allí que
en Riad pasara los mismo que en Santiago de Chile: el señor
Chávez aislado con el recién estrenado Correa y el hermano
Ahmadinejad, así como antes se quedó íngrimo con Evo y el
chulo Ortega.
En Teherán volvió con la cantaleta de querer convertir a
Venezuela en una potencia nuclear, y en París se quiso
presentar como el benefactor de la paz colombiana, aunque
Sarkozy se quedara con las ganas de ver las pruebas de vida
de Ingrid Betancourt. Todo un gran operativo de relaciones
publicitarias, en el mejor estilo del fidelismo cubano de
mejores épocas, con la finalidad de conseguir vistosos
titulares de prensa y solazarse con la idea de que el mundo
está alborotado en virtud de sus elucubraciones y andanzas.
Naturalmente que ni su desarticulado canciller Nicolás
Maduro ni su radicalosa ministra miraflorina Erika Farías,
tienen suficiente cacumen como darse cuenta que su mandamás
está desempeñando el papel de payaso de la temporada, que en
otras ocasiones le ha tocado a otros notorios personajes. Y
como era de esperarse, el moribundo Fidel le alimenta el
ego, quien sabe si por postrera crueldad, con inventivas
tipo Chávez vencedor del Waterloo austral contra el borbón
Juan Carlos.
Y mientras el mandatario venezolano anda viajando y
ofreciendo entretenimiento a la massmedia de medio mundo, en
la aprisionada Venezuela ya casi no se consigue leche,
aceite, azúcar, caraota, entre otros rubros de la canasta
alimentaria más elemental. Y además ya comienza a escasear
el papel toalé, no se sabe si por las loqueteras endógenas
de la llamada "política económica", o por un abrupto aumento
del consumo sobre todo en la nomenklatura de boinacolorá.
¿Hasta cuándo y dónde llegarán las paradojas del delirio?
Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero huele a quemado por los
lados de Pagüita.
flegana@movistar.net.ve
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |