El
modus operandi de la llamada "reforma constitucional" del
2007 retrata de cuerpo entero a la satrapía o despotismo
habilidoso que impera en Venezuela. El meollo del asunto es
que el señor Chávez quiere quedarse en Miraflores hasta que
el cuerpo aguante y la Constitución de 1999 no se lo
permite. Busca sustituir el concepto universal y también
bolivariano --pero de Simón Bolívar-- de gobierno
alternativo por el muy primitivo afán del mando perpetuo.
Lo demás es corte y costura para la galería y para una
cierta militancia radicalosa que desea aprovechar la colita
de la "reforma magna" para introducir normas de "alcance
revolucionario" que le den algo de sustancia al eslogan del
"socialismo de siglo XXI". Una de las cuales, por ejemplo,
sería la definitiva destrucción institucional de las Fuerzas
Armadas al colocarlas al servicio de la parcialidad política
que lidera el señor Chávez. Por cierto que debe insistirse
en que el autor intelectual de la reelección indefinida es
el ex-magistrado Luis Velásquez Alvaray.
A todas estas, la opinión pública en la "democracia
participativa y protagónica" desconoce el contenido general
de la reforma elaborada por una Comisión Presidencial co-dirigida
por las titulares de la Asamblea y el Tribunal Supremo,
Cilia Flores y Luisa Estella Morales, porque existe una
"cláusula de confidencialidad" que obliga al secreto de
Estado hasta que el jefe del Estado lo considere pertinente.
Ni en la tiranía del dominicano Rafael Leonidas Trujillo se
habría montando un sainete semejante.
Todo un tributo, por tanto, al principio de separación de
poderes, que ya en el país no llega ni al nivel decorativo,
así como una bofetada al derecho de información veraz y
oportuna de los ciudadanos. Por cierto que otro caso
corriente de similar "transparencia" en materia de
comunicación oficial es la enfermedad del padrino de la
revolución bolivariana, don Fidel Castro Ruz. Hasta en eso
quiere parecerse al régimen cubano, el mandatario
venezolano.
Al parecer el guión miraflorino en el tema de la reforma
constitucional, es que una vez hecho público el documento o
proyecto respectivo, se proceda a consultar al "soberano" a
través de unos operativos de "parlamentarismo de calle" en
algunas zonas del centro de Caracas, y quizá más allá de la
zona metropolitana. Luego de que las "autoridades
legislativas" constaten la unánime receptividad del "pueblo
constituyente" hacia la gran reforma planteada, entonces se
convocaría a una que otra sesión plenaria de la Asamblea
Nacional para terminar de sancionar el proyecto, de seguro
que en medio de sonoros discursos como los de mi antiguo
profesor Carlos Escarrá.
Es probable que también se celebre una "sesión solemne" para
que el señor Chávez hable tres o cuatro horas sobre las
bondades democráticas y socialistas de la nueva
Constitución. Sería interesante conocer los argumentos que
justificarán el entierro prematuro de la Constitución de
1999, luego de ser sacralizada por él mismo como la "mejor
del mundo". Es probable, además, que de librito azul pase a
librito rojo, porque el señor de Sabaneta no debe ser menos
que el Gran Timonel de Beijing.
Un poco más adelante el CNE fijará la fecha para la
realización de un referendo aprobatorio que costará varias
decenas de miles de millones de bolívares, y que sin duda
alguna volverá a suscitar en el país opositor el mismo
debate sobre la conveniencia o no de ir a sufragar. Ya habrá
tiempo para pronunciarse al respecto, pero para nadie será
un secreto que el vice Jorge Rodríguez, si es que la Copa
América lo deja vivo, coordinará con Tibisay Lucena,
presidenta del Poder Electoral, lo conducente para la
satisfactoria celebración de la consulta.
Mientras tanto, esta nueva "iniciativa" de reforma
constitucional pone de manifiesto, una vez más, que el
entramado formal de las instituciones públicas de nuestra
esmirriada República, es una especie de juguete para el uso
exclusivo del mandamás, con el que entretiene a tirios y
troyanos al tiempo que apura el paso para controlar todas
las fuentes del poder. Es la ripiosa historia de Venezuela,
sobre todo de las malas temporadas del siglo XIX, resucitada
en los inicios del siglo XXI.
flegana@movistar.net
* |
Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |