La
época más fértil para la epopeyas históricas fue en la segunda
posguerra, cuando una Hollywood repotenciada pudo realizar sus
producciones más importantes en el género histórico. En los años
50 salieron de allí espectaculares cintas
con
fondo histórico (por ej. Quo Vadis, El manto sagrado y Ben-Hur ),
entre otras epopeyas de alto nivel de calidad, algunas de las
cuales están siendo reeditadas este año aprovechando los recursos
tecnológicos de que disponen hoy día los estudios para los efectos
especiales. Nos referimos a tres títulos que pronto veremos en
nuestras pantallas: Alejandro, Troya y Espartaco , costosos
remakes de películas que causaron sensación en sus versiones
originales por su gran realismo y espectacularidad.
Precoz forjador de un imperio
Alejandro Magno ha sido
considerado siempre un personaje heroico por su formidable logro,
al construir en apenas diez años el imperio más grande de la era
griega, tres siglos antes de que el poderío romano dominara el
escenario de Europa y el mediano oriente. De este modo Alejandro,
con su juventud y coraje, es un héroe ideal para ser apropiado por
Hollywood, ya que sus hazañas son bien conocidas y su muerte
prematura es ideal para darle un toque de tragedia al relato de su
azarosa vida. En 1956, el director Robert Rossen, recordado por el
filme Decepción (All the king’s men), fue el encargado de realizar
la biografía fílmica, Alejandro el grande, donde tuvo la suerte de
contar con estrellas consagradas como Richard Burton y Fredric
March en los papeles del conquistador y su padre Felipe, mientras
la francesa Danielle Darrieux interpretaba a Olimpia, la dominante
madre del joven monarca.
El tema se prestaba para
un lujoso remake de ese filme, integrando ahora en el guión
ciertos aspectos que no fueron
tratados adecuadamente en la primera versión –por la estricta
censura de la época- tales como la latente homosexualidad de
Alejandro y el uso de sus uniones con princesas locales para
congraciarse con las culturas asiáticas dominadas por su ejército.
El candidato escogido para dirigir esta epopeya fue Oliver Stone,
ya acostumbrado a reconstrucciones históricas ( JFK, Nacido el 4
de julio y Nixon) , y con cierta experiencia en escenas de
batallas (Pelotón y Salvador). Su fama y talento le hicieron
disponer de un sustancioso presupuesto –nada menos que $150
millones- lo cual le permitió filmar en escenarios adecuados de
Marruecos y Egipto para las secuencias del mediano oriente, y en
Tailandia para las peripecias en los territorios afganos e indios.
Para el papel de Alejandro escogió al irlandés Colin Farell (héroe
de S.W.A.T. y Daredevil), mientras Val Kilmer interpreta a su
padre y la sensual Angelina Jolie se presta admirablemente –con su
aire de femme fatale- para encarnar a la intrigante Olimpia.
Mientras Stone realizaba
la superproducción en Marruecos en 2003, ocurrió el sangriento
ataque terrorista en Casablanca, pero si bien este hecho desanimó
al director australiano Baz Luhrmann (el de Moulin Rouge), quien
tenía un proyecto competidor sobre Alejandro que se filmaría en
ese país (con Leonardo DiCaprio y Nicole Kidman), Stone no se
acobardó y mudó los escenarios para el interior, en Marrakech,
completando su producción a tiempo, gracias a la cooperación que
le concedió el reino marroquí en materia de efectivos militares
que sirvieron de combatientes en las batallas. Por su parte,
Luhrmann había mudado la filmación para Australia, donde estaría
más seguro (y más a gusto, al igual que su paisana Nicole), pero
al ver que Stone estaba muy adelantado, sus productores le
retiraron el apoyo financiero. Es una lástima, ya que DiCaprio
hubiera sido un excelente Alejandro, con su aspecto más juvenil y
mediterráneo que Farrell. Otro gran director, Martín Scorsese,
también tenía en proyecto a la biografía fílmica de Alejandro,
pero se desanimó al ver la fuerte competencia que tendría en el
filme de Oliver Stone, quien ganó así “la batalla de los
Alejandros” con esta costosa producción que se estrenará a
mediados de mayo en EE.UU.
La Ilíada nuevamente en la pantalla
Otro filme histórico que
fue una sensación en su época por su espectacularidad fue Helena
de Troya, que contó en 1956 con un presupuesto generoso y la
dirección del laureado Robert Wise (realizador de West Side Story
y La novicia Rebelde). Filmada totalmente en los estudios de
Cinecittá en Roma, esa producción contó con la bella actriz
Rossana Podestá, entonces muy de moda, en el papel de la mujer que
provocó la sonada guerra, mientras que Jacques Sernas y Stanley
Baker interpretaron personajes clave como Paris y Aquiles. El
filme trató de ceñirse a la Ilíada de Homero, pero se vio obligada
a enfatizar el aspecto romántico, muy subestimado en el intricado
texto homérico, donde abundan demasiados aspectos guerreros y
mitológicos.
No hay duda que el relato
de un romance adúltero entre
la
reina de Esparta y un príncipe troyano, con la consecuente guerra
de diez años de los griegos para recuperarla, se prestaba
admirablemente para una nueva versión, por lo cual la Warner
Brothers –que también había producido la cinta de Wise- invirtió
gustosamente unos $100 millones en el proyecto.
El remake se le encargó al
director alemán Wolfgang Petersen, cuyo talento para manejar
escenas espectaculares fue ampliamente probada en La historia sin
fin, Air Force One y La tormenta perfecta. Las costas vírgenes de
Baja California, en el norte de México, fueron ideales para la
reconstrucción de la fortaleza de Troya y su asedio. (Muy cerca se
había realizado antes otra superproducción, Titanic). La isla
mediterránea de Malta complementó los escenarios naturales,
escogidos después de que Venezuela fuera descartada por su
turbulencia política. Para mostrar el millar de naves que salieron
al rescate de Helena, sin recargar mucho el presupuesto, se
utilizó extensamente la técnica de animación computarizada,
logrando más realismo que en la primera versión, donde utilizaron
fondos pintados y superpuestos.
Había que poner a algunas
luminarias en los papeles clave, pero mientras Aquiles y Paris
fueron encarnados por dos estrellas del momento, Brad Pitt y
Orlando Bloom (el Legolas de El señor de los anillos), el papel de
Helena le fue confiado por Petersen a su paisana Diane Kruger, una
bella rubia novata, en vista de que el guión hace más énfasis en
los aspectos bélicos y no al personaje de Helena, a diferencia de
la versión original. Como atractivo adicional, el reparto se
complementó con dos nombres muy conocidos en papeles clave, los
veteranos británicos Peter O’Toole y Julie Christie, que
interpretan los ancianos monarcas de Troya. La nueva versión se
estrenó en mayo en el Festival de Cannes, y a pesar de que Troya
es una película bien hecha y cautivante, en opinión de los
entendidos no fue capaz de superar en calidad a la elegante y
recordada obra de Robert Wise, aunque contó con recursos muy
superiores. En efecto costó más de $200 millones, mientras la
primera versión no pasó de
$6 millones, que se
convertirían en unos $ 90 con la inflación habida desde entonces.
Pero al menos la versión actual contó con las computadoras para
generar miles de guerreros griegos y troyanos. Ya las noticias
reportan que se convirtió en un blockbuster de taquilla, así que
la inversión inicial seguramente se pagará en pocos meses.
Compitiendo con una epopeya inmejorable
Otra cinta espectacular
que difícilmente superará a la original es la serie televisiva
Espartaco, máxime cuando se considera que el director de la
versión fílmica fue el mítico
Stanley Kubrick, ciertamente el cineasta norteamericano más
original y talentoso del último medio siglo. La versión de 1960,
que se retransmite a menudo en la televisión por cable, contó con
un guión inteligente de Dalton Trumbo, basado en la novela de
Howard Fast, marcando el retorno de estos escritores izquierdistas
a la palestra, después de que fueron discriminados en la era
macartista. Un elenco de lujo, con actores de la talla de Kirk
Douglas, Laurence Olivier. Jean Simmons, Peter Ustinov, Tony
Curtis y Charles Laughton, junto con el formato de alta definición
(65mm) con que fue filmado y exhibido, hizo mucho por darle a la
cinta una calidad y una categoría especial, y todavía el Espartaco
de Kubrick se considera como la mejor epopeya histórica producida
totalmente en los estudios de Hollywood.
Así las cosas, la nueva
Espartaco, una miniserie de cuatro horas realizada para el canal
USA en Australia, tuvo un singular reto, al no tener ni un
presupuesto ni unos técnicos o artistas de la misma categoría que
la obra original. Un actor croata como Goran Visnjic, quien se
conoce mayormente como uno de los médicos de la exitosa serie E.R.,
difícilmente podría encajar en un drama histórico ni atraer la
atención del gran público, por más que se esforzara en el rol
principal y aunque estuviera acompañado por distinguidos actores
británicos como Ben Cross y el recordado Alan Bates (en su último
papel antes de dejarnos para siempre, el buen amigo de Zorba).
Compensando por la falta de recursos para lograr espectaculares
escenas de batalla, las computadoras se esmeraron en mostrar a
miles de combatientes digitales en el fondo, un recurso muy
utilizado hoy día para evitar el costo asociado al manejo de
extras, algo que quizás no se note mucho en el pequeño formato
televisivo.
Aún con los recursos
modernos con que contó, la nueva versión de Espartaco pasó sin
pena ni gloria en su estreno norteamericano, demostrando que fue
una empresa absurda y fútil el tratar de rehacer la excelente obra
de Kubrick, difícilmente perfectible, y que igualmente hubiera
llenado adecuadamente -con sus tres horas de duración y los
comerciales- los
cuatro episodios de una hora vistos en la televisión. Como puede
verse por estos tres ejemplos, la tendencia es que Hollywood
seguirá produciendo epopeyas históricas –especialmente desde el
éxito de Gladiador de Ridley Scott- , pero éstas se filmarán
preferiblemente en estudios y parajes foráneos, ya que el rodaje
en estudios californianos se ha tornado muy costoso, debido a los
altos salarios de la multitud de técnicos y extras necesarios para
estas colosales producciones.
