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Los engañados de afuera 
por Alexis Márquez Rodríguez

martes, 20 julio 2004


Con una ingenuidad que roza lo inefable, un grupo de intelectuales brasileros, acompañados de otros de diferentes países, han publicado un Manifiesto en el cual expresan su apoyo al presidente Hugo Chávez, y dicen que si fueran venezolanos votarían por él el 15 de agosto. Son pocas las figuras de gran relevancia que firman, a juzgar por los solo tres o cuatro nombres que figuran en los despachos periodísticos que dan cuenta de la publicación. Entre los demás, dicen los mismos despachos, aparecen muchos de gente desconocida, el clásico relleno que suele acompañar estos manifiestos, de uno u otro bando.

La primera ingenuidad ­ que demuestra, además, que los firmantes no saben muy bien sobre qué firmaron­ reside en la frase-consigna de que si fueran venezolanos votarían por Hugo Chávez, sin darse cuenta de que el 15 de agosto no se va a votar por Chávez ni contra Chávez, pues se trata de un referendo en que sólo se podrá vota SÍ o NO, según se esté de acuerdo o no con que Chávez siga en la presidencia. Más inteligente hubiera sido decir Si fuéramos venezolanos votaríamos NO.

Otra ingenuidad es persistir en la afirmación de que ³los medios de comunicación han pretendido presentar como un tirano a un Presidente respetuoso de la Constitución y las Leyes², repitiendo de ese modo una de las más torpes falacias de Chávez y sus seguidores, según la cual son los medios de comunicación los que han creado una imagen negativa de su gobierno, como si los hechos no estuviesen a la vista de todos los que quieran verlos. La violación flagrante de la Constitución y las leyes por el propio presidente es escandalosa, lo mismo que la que practican casi sistemáticamente los organismos llamados a velar por su efectivo cumplimiento: la Asamblea Nacional, la Fiscalìa General, la Contraloría, la Defensoría del Pueblo, y sobre todo el Tribunal Supremo de Justicia y demás tribunales de la República. Esas violaciones son a la vista de todos, pues ni siqueira se cubren las espaldas ni se guardan las apariencias, como se hacía antes, cuando igual se violaba el Estado de Derecho, pero se trataba de disimularlo. El gobierno de la revolución bonita practica así el descaro como nunca antes se había conocido en nuestro país, y persiste sistemáticamente en multiplicar los males y vicios de los gobiernos anteriores, a los que cínicamente dice combatir. Entre ellos la corrupción, hoy generalizada como nunca, también con el mayor descaro y sin el menor rubor.

Los pocos nombres que mencionan los despachos periodísticos entre los firmantes son gente seria. Todos, además, se identifican desde siempre con la izquierda, con diversos matices. Y es desde esa posoción que pretenden avalar un gobierno al que juzgan revolucionario. El problema es que lo juzgan desde lejos, sin saber exactamente lo que está pasando en nuestro país desde hace casi seis años. La información que reciben es amañada, producida por el propio gobierno, muchas veces al costo de grandes sumas extraídas de las arcas públicas. Me consta que muchos intelectuales de izquierda que apoyan a Chávez ni siquiera conocen lo que publican los medios no oficiales, porque se niegan a leer sus periódicos y a sintonizar los canales de radio y TV privados, pues dan por cierto, a priori, que esos medios mienten y manipulan en todo lo que dicen y muestran, pero no hacen ni siquiera un mínimo esfuerzo por deslindar de su información lo que pudiera ser claramente falaz, y lo que pueda haber también de cierto, que algo debe haber. Un deslinde que para un escritor, un artista, un intelectual de avanzada no es nada difícil, si actúa honestamente y sin prejuicios.

En algunos casos lo que he llamado ingenuidad llega a límites inauditos. Hace pocos meses estuvo en Caracas, durante una semana, un dirigente del Partido Comunista portugués. Ese escaso tiempo le permitió escribir un sesudo ensayo, de casi veinte páginas, sobre la realidad actual de Venezuela. No se limita a describir lo que vio en esos escasos siete días, en un paso razante por Caracas. Va mucho más allá, y ensaya una interpretación sociopolítica, pretendidamente marxista, de esa realidad. Un breve párrafo sirve de muestra de lo que dice y de cómo lo dice, de la ³profundidad² de su análisis: ³Desde las revoluciones rusas del año 17 país alguno fue, como Venezuela, palco de tan intensa lucha de clases². (Miguel Urbano Rodrigues: ³Una semana en la Venezuela bolivariana². Publicado en Avante!, órgano oficial del Partido Comunista portugués). Juzgue el lector por sí mismo. Sólo apuntaré que este señor, con todo su marxismo, cae en la trampa de confundir lucha de clases con odio de clases, que es lo que Chávez ha fomentado. Y aquí lo que he llamado ingenuidad, me parece que linda con lo irresponsable.

Pero por muy serios que sean los firmantes, y más allá de buenas o malas intenciones, es obvio que un Noam Chomsky, un Eduardo Galeano o un Manu Chao no pueden estar mejor informados sobre lo que ocurre en Venezuela que nuestros Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez, Rafael Cadenas, Pedro León Zapata, Adriano González León, Soledad Bravo, Héctor Malavé Mata, Simón Muñoz, Oscar Sambrano Urdaneta, Eugenio Montejo, Rodolfo Izaguirre, Héctor Silva Michelena, Ana Teresa Torres, Leonardo Azparren, Yolanda Pantin, Milagros Socorro, Rafael Di Prisco, Carlos Pacheco, Elisa Lerner, Luis Barrera Linares, Manuel Caballero, Elías Pino Iturrieta y tantos otros ­se cuentan por centenares­, cuyas firmas han figurado en numerosos manifiestos y comunicados condenando la gravísima situación política, económica y social de nuestro vapuleado país. Como es natural, su credibilidad ante el pueblo venezolano es inmensamente mayor que la de los firmantes del manifiesto pro Chávez. Todos ellos son, como estos, intelectuales de gran valía, políticamente independientes, pero identificados desde siempre con un pensamiento de izquierda, con sus naturales matices, y titulares de una honestidad intelectual y ciudadana universalmente reconocida. ¿Son estos los oligarcas, conspiradores y golpistas al servicio del Imperialismo, que la propaganda oficial, con Chávez a la cabeza, pretende hacer creer que están tratando de desestabilizar el gobierno y echarlo por la fuerza?

Si los firmantes que declaran que si fuesen venezolanos votarían por Chávez viniesen a Venezuela, no por una volátil semana, sino por un tiempo suficiente para enterarse realmente de la dramática situación del país, con libertad para ir a todas las fuentes de información, oficiales y de oposición, acabarían de comprender por qué la auténtica izquierda venezolana, marxista o de cualquier otro signo ideológico, considera, y lo ha dicho a los cuatro vientos, que la pretendida revolución bolivariana es una farsa, una impostura, una grotesca deformación del verdadero concepto de revolución, un fraude desde todo punto de vista, utilizado por Chávez y los chavistas para engañar a gente como los arriba mencionados, y como coartada para encubrir sus latrocinios. Lo cual ha hecho un grave daño, porque ha desprestigiado el concepto de revolución, el pensamiento de izquierda y la idea socialista, sembrando, especialmente en los jóvenes, un pensamiento reaccionario y de derecha.
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