Con una
ingenuidad que roza lo inefable, un grupo de intelectuales
brasileros, acompañados de otros de diferentes países, han
publicado un Manifiesto en el cual expresan su apoyo al presidente
Hugo Chávez, y dicen que si fueran venezolanos votarían por él el
15 de agosto. Son pocas las
figuras
de gran relevancia que firman, a juzgar por los solo tres o cuatro
nombres que figuran en los despachos periodísticos que dan cuenta
de la publicación. Entre los demás, dicen los mismos despachos,
aparecen muchos de gente desconocida, el clásico relleno que suele
acompañar estos manifiestos, de uno u otro bando.
La primera ingenuidad que demuestra, además, que los firmantes
no saben muy bien sobre qué firmaron reside en la frase-consigna
de que si fueran venezolanos votarían por Hugo Chávez, sin
darse cuenta de que el 15 de agosto no se va a votar por Chávez ni
contra Chávez, pues se trata de un referendo en que sólo se podrá
vota SÍ o NO, según se esté de acuerdo o no con que Chávez siga en
la presidencia. Más inteligente hubiera sido decir Si fuéramos
venezolanos votaríamos NO.
Otra ingenuidad es persistir en la afirmación de que ³los medios
de comunicación han pretendido presentar como un tirano a un
Presidente respetuoso de la Constitución y las Leyes², repitiendo
de ese modo una de las más torpes falacias de Chávez y sus
seguidores, según la cual son los medios de comunicación los que
han creado una imagen negativa de su gobierno, como si los hechos
no estuviesen a la vista de todos los que quieran verlos. La
violación flagrante de la Constitución y las leyes por el propio
presidente es escandalosa, lo mismo que la que practican casi
sistemáticamente los organismos llamados a velar por su efectivo
cumplimiento: la Asamblea Nacional, la Fiscalìa General, la
Contraloría, la Defensoría del Pueblo, y sobre todo el Tribunal
Supremo de Justicia y demás tribunales de la República. Esas
violaciones son a la vista de todos, pues ni siqueira se cubren
las espaldas ni se guardan las apariencias, como se hacía antes,
cuando igual se violaba el Estado de Derecho, pero se trataba de
disimularlo. El gobierno de la revolución bonita practica
así el descaro como nunca antes se había conocido en nuestro país,
y persiste sistemáticamente en multiplicar los males y vicios de
los gobiernos anteriores, a los que cínicamente dice combatir.
Entre ellos la corrupción, hoy generalizada como nunca, también
con el mayor descaro y sin el menor rubor.
Los pocos nombres que mencionan los despachos periodísticos entre
los firmantes son gente seria. Todos, además, se identifican desde
siempre con la izquierda, con diversos matices. Y es desde esa
posoción que pretenden avalar un gobierno al que juzgan
revolucionario. El problema es que lo juzgan desde lejos, sin
saber exactamente lo que está pasando en nuestro país desde hace
casi seis años. La información que reciben es amañada, producida
por el propio gobierno, muchas veces al costo de grandes sumas
extraídas de las arcas públicas. Me consta que muchos
intelectuales de izquierda que apoyan a Chávez ni siquiera conocen
lo que publican los medios no oficiales, porque se niegan a leer
sus periódicos y a sintonizar los canales de radio y TV privados,
pues dan por cierto, a priori, que esos medios mienten y
manipulan en todo lo que dicen y muestran, pero no hacen ni
siquiera un mínimo esfuerzo por deslindar de su información lo que
pudiera ser claramente falaz, y lo que pueda haber también de
cierto, que algo debe haber. Un deslinde que para un escritor, un
artista, un intelectual de avanzada no es nada difícil, si actúa
honestamente y sin prejuicios.
En algunos casos lo que he llamado ingenuidad llega a límites
inauditos. Hace pocos meses estuvo en Caracas, durante una semana,
un dirigente del Partido Comunista portugués. Ese escaso tiempo le
permitió escribir un sesudo ensayo, de casi veinte páginas, sobre
la realidad actual de Venezuela. No se limita a describir lo que
vio en esos escasos siete días, en un paso razante por Caracas. Va
mucho más allá, y ensaya una interpretación sociopolítica,
pretendidamente marxista, de esa realidad. Un breve párrafo sirve
de muestra de lo que dice y de cómo lo dice, de la ³profundidad²
de su análisis: ³Desde las revoluciones rusas del año 17 país
alguno fue, como Venezuela, palco de tan intensa lucha de clases².
(Miguel Urbano Rodrigues: ³Una semana en la Venezuela bolivariana².
Publicado en Avante!, órgano oficial del Partido Comunista
portugués). Juzgue el lector por sí mismo. Sólo apuntaré que este
señor, con todo su marxismo, cae en la trampa de confundir
lucha de clases con odio de clases, que es lo que Chávez ha
fomentado. Y aquí lo que he llamado ingenuidad, me parece
que linda con lo irresponsable.
Pero
por muy serios que sean los firmantes, y más allá de buenas o
malas intenciones, es obvio que un Noam Chomsky, un Eduardo
Galeano o un Manu Chao no pueden estar mejor informados sobre lo
que ocurre en Venezuela que nuestros Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez,
Rafael Cadenas, Pedro León Zapata, Adriano González León, Soledad
Bravo, Héctor Malavé Mata, Simón Muñoz, Oscar Sambrano Urdaneta,
Eugenio Montejo, Rodolfo Izaguirre, Héctor Silva Michelena, Ana
Teresa Torres, Leonardo Azparren, Yolanda Pantin, Milagros
Socorro, Rafael Di Prisco, Carlos Pacheco, Elisa Lerner, Luis
Barrera Linares, Manuel Caballero, Elías Pino Iturrieta y tantos
otros se cuentan por centenares, cuyas firmas han figurado en
numerosos manifiestos y comunicados condenando la gravísima
situación política, económica y social de nuestro vapuleado país.
Como es natural, su credibilidad ante el pueblo venezolano es
inmensamente mayor que la de los firmantes del manifiesto pro
Chávez. Todos ellos son, como estos, intelectuales de gran valía,
políticamente independientes, pero identificados desde siempre con
un pensamiento de izquierda, con sus naturales matices, y
titulares de una honestidad intelectual y ciudadana universalmente
reconocida. ¿Son estos los oligarcas, conspiradores y golpistas al
servicio del Imperialismo, que la propaganda oficial, con Chávez a
la cabeza, pretende hacer creer que están tratando de
desestabilizar el gobierno y echarlo por la fuerza?
Si los firmantes que declaran que si fuesen venezolanos votarían
por Chávez viniesen a Venezuela, no por una volátil semana, sino
por un tiempo suficiente para enterarse
realmente de la dramática situación del país, con libertad para ir
a todas las fuentes de información, oficiales y de oposición,
acabarían de comprender por qué la auténtica izquierda venezolana,
marxista o de cualquier otro signo ideológico, considera, y lo ha
dicho a los cuatro vientos, que la pretendida revolución
bolivariana es una farsa, una impostura, una grotesca
deformación del verdadero concepto de revolución, un fraude desde
todo punto de vista, utilizado por Chávez y los chavistas para
engañar a gente como los arriba mencionados, y como coartada para
encubrir sus latrocinios. Lo cual ha hecho un grave daño, porque
ha desprestigiado el concepto de revolución, el pensamiento de
izquierda y la idea socialista, sembrando, especialmente en los
jóvenes, un pensamiento reaccionario y de derecha.