“Colombie à balles réelles” es
un reportaje intenso de 23 minutos que uno termina de ver
con lágrimas en los ojos. Pues varios de los comandos
antinarcóticos que Romeo Langlois interroga y filma desde la
madrugada del 28 de abril pasado, van a morir horas más
tarde ante su cámara, ante el espectador. Las imágenes de
esos jóvenes que van al combate en silencio, con serenidad y
orgullo, pues se saben al servicio de su país, genera una
simpatía inmediata en el espectador normal. Verlos caer
luego, es algo insoportable.
Langlois quería filmar una
operación de rutina destinada a desmantelar varios
laboratorios de procesamiento de pasta base de coca en
Caquetá. Sus imágenes muestran a los comandos en la base
militar de Larandia a las 5 de la mañana. El capitán Gómez,
ya en el helicóptero, explica al reportero el sentido de la
operación. Aterrizan cerca de un caserío. Los soldados
interrogan a tres civiles. Estos admiten que fabrican pasta
para ganarse la vida. Los comandos destruyen el exiguo
“laboratorio” y parten hacia un segundo destino. El
helicóptero donde va Langlois con 15 hombres aterriza sobre
una pequeña colina. Allí encuentran una vivienda
rudimentaria habitada. De pronto, y casi que por sorpresa,
los uniformados descubren que un destacamento de las Farc no
está lejos, pues éste ha visto el desembarco y comienza a
dispararles.
Eso impide la llegada de los
otros 15 combatientes. El helicóptero dispara desde el aire
sin “ablandar” a los guerrilleros. La balacera continúa y,
en tierra, los militares piden apoyo. Un avión tipo gun ship,
un lento DC3 de la segunda guerra mundial, llega tarde.
Sobrevuela el lugar, dispara ráfagas contra los asaltantes
pero los resultados de su acción son inciertos. Los
refuerzos que necesitan los comandos no aparecen. El segundo
helicóptero no podrá aterrizar.
Mientras tanto, el sargento
Cortés trata de reagrupar a sus hombres. Durante el primer
tiroteo la guerrilla había logrado dispersar a los comandos.
Los irregulares, cruzan un camino, avanzan hacia el
montículo desde donde los soldados de Cortés responden con
fusiles y con una ametralladora. Cuando descubren que los
guerrilleros están a menos de 150 metros de allí, el
sargento Cortés decide, o recibe la orden, de evacuar a
Langlois.
El reportero y el militar
avanzan entre matorrales pero no van lejos. Los guerrilleros
siguen ocultos y nuevas ráfagas de metralla salen de varios
puntos. Un soldado reporta que ya hay tres compañeros
heridos. Contra el suelo, siguiendo las instrucciones y
tratando de esquivar los tiros, Langlois sigue al lado del
sargento Cortés. A las 12 y 45 del día, una bala hiere el
antebrazo de Langlois. El informa de eso a Cortés, pero
éste, minutos más tarde, y a pocos metros de él, cae
mortalmente herido. La cámara de Langlois registra esos
instantes trágicos.
Lo que ocurrió después no es
captado por la cámara. En la rueda de prensa de anoche, en
París, en el salón de la Scam, Langlois dijo que al ver
muerto al sargento, apagó su cámara, extrajo el cassette con
las imágenes, lo escondió en su “banana”, se quitó el casco
y el chaleco anti balas y abandonó la posición, reptando, no
corriendo, como algunos dijeron, hasta ser capturado por los
guerrilleros.
No dijo qué pasó entre ese
momento y el comienzo de su interrogatorio en el frente 15
de las Farc. Este lo trató “super bien”, dijo, pues
verificaron que él era periodista. Langlois pidió que no lo
ataran. Anotó que ellos descubrieron sin tardar el cassette
y se lo decomisaron. Pero que más tarde lo recuperó pues
habían visto que lo grabado allí mostraba nada menos que una
victoria de las Farc sobre el Ejército. Langlois dice que
sus captores le aseguraron que ese día ellos habían matado a
17 soldados, cuestión que él no pudo verificar. El Ejército
dice por su parte que en ese enfrentamiento murieron cuatro
militares.
El resto fue la repetición de lo
que ya Langlois había dicho en Bogotá. El único punto nuevo
lo tocó al final: para Langlois todo el mundo en Colombia
vive de la droga: “los industriales, la burguesía, los
militares, todos ganan con la droga”, subrayó. Oirlo decir
eso fue para mí como regresar 20 años atrás, cuando los
“expertos” más ignorantes de París decían lo mismo. Después
esa línea calumniadora y generalizante fue desechada por la
gente más seria. ¿Langlois trata de volver a servir ese
plato? ¿Por qué?
Langlois pasó 10 años en
Colombia. El sabe lo que son y lo que hacen las Farc. Por
eso me asombró la aridez, el tono frío, aséptico, neutral
(¿o indiferente?) con el que narra la tragedia colombiana.
El da la impresión de rechazar toda valoración moral de lo
que vive Colombia. Es incapaz de aceptar dónde está el bien
y donde está el mal en el inmenso drama. Guerrilleros y
soldados son, para él, actores de legitimidad comparable,
si no idéntica. El dedica su filme al sargento Cortés, es
cierto, pero en la rueda de prensa en París no se dignó
decir una palabra en homenaje a ese militar valiente que
posiblemente le salvó la vida al sacarlo del punto más
álgido de la emboscada.
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Periodista
y escritor. Autor de "El enigma IB" (sobre el caso
Ingrid Betancourt), publicado en
diciembre de 2008 (Random House Mondadori, Bogota).
Tambien es autor de "Las Farc, fracaso de un
terrorismo", (Random House Mondadori, Bogota).
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