France 24 me invitó anoche a participar en un
debate en directo con tres especialistas sobre el tema de
las Farc y Colombia (1). Romeo Langlois, el periodista
secuestrado hace 32 días por las Farc y liberado ayer en el
Caquetá, fue el hilo conductor de la discusión. Langlois
era el corresponsal en Colombia de France 24, un canal
público de televisión, el equivalente francés de CNN.
Me agradó ver que, esta vez, entre quienes
fuimos invitados, no hubo un solo defensor de las Farc.
Todos reconocieron el carácter terrorista y narco-traficante
de esa organización, sus orígenes comunistas, sus derrotas
políticas y militares recientes y el apoyo permanente que
reciben de la dictadura venezolana. Hasta hubo elogios, por
parte de algunos de ellos, al gobierno del ex presidente
Álvaro Uribe, quien combatió a las Farc con decisión y
éxito hasta arrinconarlas en las selvas y en zonas de
frontera.
Durante el debate, Vanessa Burggraf, la
periodista presentadora, intercaló una breve entrevista en
directo desde Bogotá con Romeo Langlois y pasó luego el
extracto de un reportaje de éste y de Chris Moore, de
octubre de 2010, intitulado “La marcha sin fin de los
guerrilleros de las Farc”.
Ese reportaje, que yo veía por primera vez,
mostró bastante bien el tipo de trabajo periodístico que
hacía en Colombia el señor Langlois. Las imágenes duraron
menos de dos minutos. Sin embargo, eso bastó para que los
cuatro nos diéramos una idea de los métodos empleados por
Langlois.
La cámara muestra una columna de las Farc
marchando por una montaña del Cauca.
El grupo entra a un caserío indígena. Los
guerrilleros se instalan y controlan el lugar. En off,
Langlois hace esta descripción: “Pese a la modernización del
Ejército, en las montañas del Cauca la guerrilla está
todavía en su casa. Hace décadas que los rebeldes recorren
estas tierras miserables. Para los indígenas que viven en la
región ellos hacen parte del paisaje. Con frecuencia, las
Farc se instalan alrededor de las casas por más comodidad.
Los campesinos no pueden escoger. Pero es la ocasión para
ganarse una comida gratuita”. Langlois muestra a una
guerrillera dándole un plato de comida a un campesino.
Langlois prosigue: “Por supuesto, los abusos de las Farc son
frecuentes pero aquí es el Ejército quien es visto como una
verdadera fuerza de ocupación”.
Para corroborar lo que dice, Langlois le pasa
el micrófono a un hombre vestido de civil. No se sabe quién
es, ni si es un lugareño o un miliciano.
Este declama: “En este gobierno de Uribe el
Ejército nos agredió verdaderamente a nosotros los
indígenas. Ellos envían soldados drogados que roban las
casas. Si una muchacha pasa por allá la violan. Hay unas
señoritas por ahí que nos dicen que los guerrilleros son
malos pero para mí eso no es verdad. Lo que es cierto es
que si no obedecen a las guerrillas ellos nos castigan. Aquí
la ley son ellos. Entonces hay que sujetarse así (sic)”.
Enseguida, Langlois, de nuevo en off, remata
con esta frase no menos sorprendente: “La mayoría de los
guerrilleros son indígenas que hablan todavía su lengua.
Ingresar a las Farc, aquí, es una manera de mejorar su vida
cotidiana”.
Tras eso la cámara le da la palabra a
Marcela, una joven guerrillera en uniforme. Como recitando
un guión preparado ella lanza: “En la casa no tenemos todas
las ventajas que tenemos aquí; aquí nos dan la salud, la
educación, es como un colegio, uno aprende muchas cosas”.
Langlois cierra con esta proposición: “A
pesar de los riesgos, los jóvenes, sin porvenir, siguen
ingresando a las Farc. Estos muchachos de 14 años dentro de
un año se convertirán en guerrilleros. Por el momento sólo
están en periodo de prueba”.
¿Un periodista puede interrogar a un civil
ante hombres armados amenazantes? No. La deontología del
periodismo condena el empleo de métodos desleales para
obtener una información (2).
El respeto de la verdad se ve comprometido
cuando una fuente, un civil, en este caso, es interrogado
en presencia de guerrilleros. Pues el civil –o hasta un
guerrillero-- no pueden decir sino lo que los jefes
guerrilleros quieren oír. En caso contrario, el civil, o el
guerrillero, sufrirá las consecuencias de su “indisciplina”.
El reportaje de Langlois/Moore deviene así en
pieza de propaganda a favor de las Farc. ¿Qué se puede
esperar de una “entrevista” realizada en esas condiciones?
Nada distinto a lo que dijo el civil quien probablemente
habría dicho lo contrario si hubiera estado rodeado de
militares. Ese civil no puede ser considerado como una
fuente fiable o fidedigna.
El mensaje subliminal que se desprende de esa
combinación hábil de imágenes y frases calibradas es éste:
el Ejército colombiano es una fuerza de ocupación en su
propio país; la guerrilla Farc, en cambio, recibe el apoyo
de los campesinos, pues ella alimenta al pueblo, le da
educación y salud y le ofrece a los jóvenes sin porvenir
un futuro. Los jóvenes guerrilleros son voluntarios, no han
sido reclutados por la fuerza y deben pasar un “periodo de
prueba” de un año antes de ser admitidos definitivamente.
Los jóvenes guerrilleros viven mejor en el seno de las Farc
que en libertad.
Para el gobierno de Colombia, para el
gobierno de los Estados Unidos y para la Unión Europea, las
Farc son una fuerza terrorista y depredadora. Durante 50
años las Farc han cometido centenas de miles de atrocidades
contra los colombianos, de todas las condiciones, edades y
clases sociales. Las Farc no mejoran sino deterioran la
vida de los campesinos. ¿ Fuera de Langlois quien duda al
respecto?
Langlois trata de hacer pasar en Europa una
visión idílica y obsoleta de las Farc, un movimiento armado
subversivo que, además, durante más de 40 años ha tratado de
doblegar las comunidades indígenas del Cauca, mediante
amenazas, asesinatos, secuestros, incendios y torturas, como
lo denuncian los líderes indígenas colombianos. Esas
comunidades son para las Farc un filón para reforzar sus
filas. (3).
Tras ser liberado, Langlois dijo que el
“conflicto colombiano” no está siendo cubierto por la
prensa. Eso no es cierto. Su frase denigra injustamente a
los periodistas colombianos que, durante 50 años, con
abnegación, audacia y no pocos sacrificios en vidas humanas
han hecho bien su trabajo. Langlois apunta quizás a otra
cosa. Su enfado es contra la probidad de los periodistas. El
espera probablemente que ese “cubrimiento” se haga desde el
ángulo que expone el reportaje y con esos métodos. ¿En ese
caso donde quedarán las reglas de “libertad, verdad,
imparcialidad y pluralismo”?
No creo, francamente, que los periodistas que
trabajan en Colombia vean en Langlois el ejemplo a seguir.
Notas
(1).
Ellos son Michel Gandilhon, investigador del Observatorio
Francés de las Drogas y de la Toxicomanía; Jean-Jacques
Kourliandsky, investigador del Instituto de Relaciones
Internacionales y Estratégicas, y Jean-Pierre Ferro, miembro
de Inter Lira Risk Consultancy. Eduardo Mackenzie es
periodista y escritor. Es autor de Las Farc fracaso de un
terrorismo (Random House-Mondadori, Bogotá, 2007).
(2). Ver la Carta de Deberes Profesionales
de los Periodistas Franceses de 1918, del Sindicato Nacional
de Periodistas, completada en 1938. Ver también la
Declaración de los deberes y derechos de los periodistas,
aprobada en Munich en noviembre de 1971 y adoptada por la
Federación Internacional de periodistas (FIJ), por la
Organización internacional de Periodistas (OIJ) y por la
mayor parte de sindicatos de periodistas de Europa.
(3). Vea el debate en France 24 en:
(parte :1) : http://www.france24.com/fr/20120601-debat-partie-1
(parte 2) : http://www.france24.com/fr/20120601-debat-partie-2
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Periodista
y escritor. Autor de "El enigma IB" (sobre el caso
Ingrid Betancourt), publicado en
diciembre de 2008 (Random House Mondadori, Bogota).
Tambien es autor de "Las Farc, fracaso de un
terrorismo", (Random House Mondadori, Bogota).
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