Ventriloquia
durante la
visita de
Hugo
Chávez
Eduardo
Mackenzie
martes, 27
enero 2009
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En Colombia está de moda la
ventriloquia. El presidente Hugo Chávez va a Cartagena y se
entrevista con el presidente Alvaro Uribe. Chávez lanza allí
algunas frases de cajón. Asegura, por ejemplo, que él no
apoya a la guerrilla colombiana. En ese mismo instante, a
cientos de kilómetros de allí, en Bogotá, uno de sus muñecos
parlanchines es puesto en acción, para que diga lo que su
maestro no puede decir.
La sincronización fue perfecta. Chávez hizo frases y
gesticuló ante la televisión y todo el mundo vio su
performance. El aseguró esto, por ejemplo: "Si yo estuviera
apoyando en Colombia cualquier movimiento subversivo,
terrorista o violento, ¿qué haría aquí? Yo amo a esta
tierra”. Y a continuación, estrujándose el vientre, lanzó
esta otra frase que decía lo contrario: “El presidente Uribe
fue elegido con el apoyo de los paramilitares, en la primera
y en la segunda elección”.
Todo el circo quedó maravillado pues nadie había visto el
truco utilizado por el gran artista: quien tranquilizó al
auditorio en Cartagena era el maestro ventrílocuo y quien
lanzó en Bogotá, ante una periodista, la injusta acusación
era su triste muñeco, un santón rosado de barba blanca con
nariz postiza.
“Quiero para Colombia lo mismo para mi país, prometió Hugo
Chávez, paz, unidad, progreso". Y su muñeco replicó: “En
Colombia no hay Estado de Derecho”.
La ventriloquia es un arte antiguo. Sus inventores fueron
los sacerdotes de Faraón. Los griegos fueron los
continuadores. Hoy hay grandes ventrílocuos en muchos
países. El arte de todos ellos es hacerle decir a sus
peleles lo que ellos no pueden siquiera insinuar. El diálogo
entre el ventrílocuo y su criatura es, en general, cómico,
disparatado o cruel. En Cartagena de Indias el artista dijo:
“Estamos al frente de una crisis que puede semejarse a un
virus mutante”. Antes de que su marioneta agregara, en otra
tónica : “El presidente Uribe no respeta los derechos
humanos”.
El títere dice es lo que le dicta su maestro. Pero a veces
el primero toma sus iniciativas y escapa al control del
segundo, y hasta puede ser brutal. Charlie, la creación del
célebre ventrílocuo alemán Edgar Bergen, insultaba a Candice,
la gran actriz, cuando era una niña. En Cartagena ocurrió
algo parecido. Hugo Chávez dejó de hablar de política y
declaró “Estamos de acuerdo con el aumento de las ventas de
automotores”, pero su engendro, en Bogotá, siguió en la vena
política, y eructó: “Los colombianos que votaron o que
votarán por Uribe son todos paramilitares”.
A veces el muñeco alcanza tal grado de autonomía que se le
enredan los cables y termina por perder la cabeza. El pelele
de Hugo Chávez sufrió ese tipo de colapso. En Bogotá, sin
saber qué más decir contra el presidente Uribe, aunque su
maestro trataba de hacer la comedia de la reconciliación y
declaraba: “La confianza es como el piso sobre el cual se
puede construir”, el muñeco acusó a Alvaro Uribe de ser un
agente del Opus Dei, antes de asegurar, en tono delirante,
que el presidente colombiano era, también, un “calvinista”,
sin ver, el pobre guiñol, la enorme contradicción.
Ya totalmente fuera de si, la criatura de circo acusó al
presidente Uribe de haber cometido muchos “crímenes” y
terminó asegurando que unos misteriosos “organismos
internacionales” perseguirán al mandatario colombiano cuando
deje de ser presidente. Mientras tanto, su maestro, el
presidente Hugo Chávez regresaba a Caracas después de haber
causado muy buena impresión entre los observadores en Bogotá
y sin haber sido incomodado por los periodistas. El número
del asombros ventrílocuo había sido ejecutado con maestría.
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Periodista
y escritor.
Ultima obra publicada: “Las Farc, fracaso de un
terrorismo” (Ediciones Random House Mondadori/Debates,
Bogotá, 2007) |
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