Estoy convencido de que la doctrina de la
Seguridad Democrática seguirá siendo aplicada en Colombia
durante los próximos cuatro años, pues el presidente que
será elegido en mayo de 2010 saldrá del campo uribista, o
será el mismo presidente Álvaro Uribe.
La reelección de un mandatario como Álvaro
Uribe es una necesidad imperiosa dictada por la razón
objetiva. Los enormes desafíos que enfrenta Colombia, a
nivel interno y, sobre todo, en su vecindario internacional,
hacen que los colombianos piensen que la continuidad del
liderazgo político y del modelo seguido desde hace siete
años (y no la ruptura y la improvisación) es la opción más
sabia pues ella ha dado resultados excelentes, que superan
incluso las esperanzas que el electorado tenía en ese aciago
año de 2002.
2002 simboliza toda una época llena de
violencia y oprobio contra el pueblo, aquella de los 30 000
guerrilleros y de los 20 000 paramilitares armados hasta los
dientes, de los 3 000 secuestros al año y de la “negociación
política” como única solución a eso. Todo estaba programado
en aquel entonces para alcanzar la paralización del Estado y
la destrucción de las libertades mediante la política de la
capitulación disimulada ante los terrorismos. Una cierta
enfermedad intelectual triunfaba en todas partes. Esta decía
que la victoria de la guerrilla marxista era “ineluctable” y
que el Estado y la sociedad sólo podían acomodarse a eso
mediante una serie de concesiones. Era la época en que
Colombia era vista en el exterior, con razón, como un
“failed state”.
Gracias a los dos mandatos de Uribe esa
dinámica suicida fue revertida. La integridad institucional
y económica de Colombia fue preservada y fortalecida y la
seguridad interna del país recibió, quizás por primera vez
desde la presidencia de Guillermo León Valencia, la enorme
atención que merecía.
Los más de cuatro millones de personas que
firmaron la iniciativa ciudadana para convocar el referendo
y la encuesta de Invamer-Gallup publicada el 11 de julio de
2009 muestra que los colombianos saben eso y quieren la
continuidad creativa que propone el campo uribista. El 76%
de los consultados estaría, en efecto, dispuesto a votar a
favor del presidente Uribe si finalmente se aprueba la
consulta popular para definir la posibilidad de que él se
postule a un tercer mandato en 2010. Ese mismo sondeo de
opinión dice que en caso de que Uribe no pueda aspirar a un
tercer mandato la preferencia sería para el ex ministro de
Defensa Juan Manuel Santos con un 36 por ciento de respaldo.
Esos resultados echan por tierra la falsa
imagen que estaban creando ciertos círculos, los mismos que
defendían ayer la teoría de la capitulación gradual.
Enquistadas sobre todo en el poder judicial, en el seno de
algunos partidos y en ciertos medios de comunicación, esas
minorías tratan de imponer, mediante una tenaz y tramposa
campaña, un efecto de amnesia sobre lo que el país avanzó
en estos dos mandatos. Quieren desacreditar la doctrina, los
hombres y los héroes de la Seguridad Democrática, relanzar
el tabú de la reelección y dictar a los colombianos lo que
deben pensar. Lamentablemente, ni el mismo Barack Obama se
abstuvo de hacer esto último.
"Nuestra experiencia es que, después de ocho años,
usualmente el pueblo desea un cambio", le dijo el mandatario
norteamericano al presidente Uribe durante su reciente
visita a Washington. Empero, la equívoca estimación de Obama[i]
no convenció a la opinión colombiana quien, de hecho, le
respondió mediante la encuesta de Invamer-Gallup.
Lo que se ve a la luz de ese sondeo, y de la
gran durabilidad del respaldo popular que tiene Álvaro
Uribe, es que, para las mayorías, él es la personificación
misma de Colombia, la expresión viva y actuante de la
capacidad de resistencia del país frente a la violencia, a
la ideología de la decadencia izquierdista, y del vigor de
nuestras instituciones democráticas y republicanas.
Curioso es que los enemigos de la reelección
de Uribe no supieron qué decir ante la propuesta de reforma
constitucional impulsada por el presidente del Brasil, Luis
Inacio Lula da Silva, que le permitiría ser elegido por
tercera vez en 2010. Tal iniciativa fue rechazada por el
Congreso
brasileño pero ahora Lula ha hecho saber que
espera poder ser reelegido en 2014. Parece que tres
elecciones de Lula serían buena cosa para algunos pues él es
socialista[ii]
pero no lo sería para un presidente liberal como Uribe,
quien tiene una trayectoria tan o más brillante y popular
que la del presidente brasileño. Lo que ocurre hoy en
Colombia refleja, no obstante, la crisis de ese maniqueísmo.
Fuera del campo uribista no se perfila un
candidato que tenga claro qué es lo que está exigiendo
Colombia. En el campo variopinto de la oposición casi todos
avanzan con careta. El uno agita la bandera del buenismo,
seductor y vano, el otro blande un catálogo de quimeras por
un mundo mejor, el otro sacude el trapo de la tolerancia
apenas disimulada con la violencia de izquierda, sin olvidar
la música “moderada” y “progresista” del otro que oculta mal
su fiebre antiliberal y chavista.
Ninguno quiere ver la realidad: la amenaza
del “bolivarismo” que pretende hacer de Colombia la narco
republiqueta que estaba en vías de construir en Honduras a
través del señor Zelaya.
En los próximos días, del 20 al 30 de julio,
se realizará en Colombia un movimiento para exigir que “se
dé curso a la conciliación del proyecto de Referendo”. Los
impulsores son los jóvenes que lanzaron las manifestaciones
gigantescas del 4 de febrero de 2008 por la liberación de
los rehenes y contra las Farc. Ellos fustigan ahora la
“ínfima minoría del Congreso que, en alianza perversa con un
sector de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia”,
trata de “desconocer la voluntad de los cuatro millones de
colombianos” que firmaron la iniciativa para convocar el
referendo. Ellos merecen el apoyo de los colombianos. Los
legisladores y la CSJ deben oírlos y aprobar la
conciliación. El momento es crucial para la democracia de
Colombia.
[i]
Si hay un país donde los presidentes son elegidos y
reelegidos son los Estados Unidos. Barack Obama
parece haber olvidado que Franklin Delano Roosevelt
ejerció la presidencia de su país durante tres
mandatos (de 1932 a 1944) y que fue reelegido una
cuarta vez, en 1943, mandato que ejerció hasta su
muerte en abril de 1945. ¿Quién puede olvidar que el
presidente Roosevelt dijo a sus conciudadanos, una y
otra vez, que “no se debe cambiar de piloto en medio
del rio”. Esa frase se puede aplicar al caso de la
Colombia de hoy.
[ii]
Las reelecciones de Hugo Chávez en Venezuela y de
Rafael Correa en Ecuador no son evocadas aquí pues no
son fenómenos comparables. A diferencia de los casos
colombiano y brasileño, en Venezuela y Ecuador los
trámites no respetaron los cauces legales pues en
ellos intervinieron la violencia y el fraude
electoral.
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Periodista
y escritor. Autor de "El enigma IB" (sobre el caso
Ingrid Betancourt), publicado en
diciembre de 2008 (Random House Mondadori, Bogota).
Tambien es autor de "Las Farc, fracaso de un
terrorismo", (Random House Mondadori, Bogota).
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