A la luz de los últimos acontecimientos
internacionales se puede concluir que hay un retorno sutil e
inesperado, pero fuerte, de los intereses geoestratégicos
europeos hacia Latinoamérica. El episodio mayor que confirma
claramente ese fenómeno ocurrió en diciembre de 2008. En ese
mes, el gobierno de Brasil firmó una alianza estratégica con
Francia. Esa alianza había sido
anunciada discretamente por Nicolas Sarkozy y
Luis Inacio Lula da Silva once meses atrás. En
virtud de esos acuerdos, el gobierno de Brasil le comprará
al Estado francés cuatro submarinos de ataque Scorpène y uno
más a propulsión nuclear. Esto último romperá la línea del
mismo Brasil y de otros países, como Colombia, de mantener
el continente latinoamericano alejado de las armas atómicas[1].
Brasil también adquirirá una treintena de helicópteros
EC-725 para transportar tropas. Se habla igualmente, aunque
sin mayores precisiones, de la compra de aviones de combate
a Francia. Para resumir: la modernización de las fuerzas
armadas brasileñas se hará esta vez con Francia y sin
Estados Unidos.
Lula había puesto una condición para firmar
esa compra de armamento: que Francia acepte la transferencia
de la tecnología involucrada en ese plan de adquisiciones, y
que París acepte que esas compras estén conectadas con la
idea brasileña de crear una fuerte industria bélica para la
exportación. Para alcanzar ese nivel de intimidad
comercial-militar con la potencia emergente del continente
latinoamericano, el gobierno de Nicolas Sarkozy aceptó esas
cláusulas. La citada operación global aumentará
considerablemente el peso político de Francia en el
continente americano.
“Los franceses han ofrecido lo que
estadounidenses y rusos no están dispuestos a dar: la
instalación en Brasil de líneas de producción de aviones de
combate de última generación, y la libertad para vender esa
tecnología a terceros países”, subrayó el observador
venezolano Edgar C. Otálvora.
La nueva estrategia de defensa de Brasil no
se limita, en todo caso, a temas como la defensa de la
soberanía, sino que avanza en el terreno de la producción de
armamentos con alta participación de la industria privada y
del estamento militar.
Las compras de Brasil a Francia serán del
orden de los 8,6 mil millones de euros (la cifra fue dada
por el vespertino francés Le Monde). Por otra parte,
el Congreso brasileño discute un nuevo plan, el segundo
desde 2005, de refuerzo del presupuesto de las fuerzas
militares de un 50%. Eso va de la mano con un esquema
diplomático continental específicamente brasileño: crear
nuevas instancias diplomáticas regionales (como Unasur y el
Consejo Suramericano de Defensa) sin la presencia de Estados
Unidos y con la participación directa de Cuba.
La evolución brasileña no puede dejar de ser
cotejada con la que ocurre por el lado de Venezuela. Existe
ya, de hecho, entre Caracas y Moscú una alianza estratégica
aún más inquietante. El presidente Hugo Chávez no sólo
invita al presidente Dimitri Medvedev a Caracas, y realiza
maniobras marítimas con navíos de guerra rusos en el mar
Caribe[2],
sino que le compra armas a Moscú por valor de 4,5 mil
millones de dólares[3].
Chávez también trata de reestructurar el sistema militar
venezolano con apoyo ruso[4],
mientras que los planes políticos-doctrinarios del gobierno
“bolivariano” para la región latinomericana, desde México a
la Patagonia, son cada vez más ambiciosos y visibles. Todo
ello pretende encontrar una coherencia con un plan político
continental más vasto: introducir e instalar a Rusia, China
e Irán en el mundo latinoamericano[5],
mediante operaciones diplomáticas, militares y comerciales,
tan desiguales como opacas, para minar la influencia
política-económica y cultural del coloso Norteamericano y de
Occidente en general, en el continente.
Tal proyecto en esa zona geográfica sólo
tiene un antecedente, bastante desgraciado y fracasado por
cierto : las actividades de penetración legal, subversiva y
sangrienta de la ex URSS en Latinoamérica durante la Guerra
Fría.
Junto con Brasilia, Caracas aspira, por otra
parte, a crear varias instancias diplomáticas en el espacio
latinoamericano, sin la presencia y más bien contra los
intereses de la democracia estadounidense. En cambio, la
participación de la dictadura cubana en los nuevos
organismos será no solo requerida sino que se vé como algo
obligatorio. La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur),
integrado por doce países, aunque su estatuto de base sólo
ha sido aprobado sino por Venezuela y Bolivia, es junto con
el Foro de Sao Paulo la instancia más activa. El Consejo
Suramericano de Defensa fue creado en diciembre de 2008,
durante la cumbre de Costa do Sauipe, Brasil, donde 33
mandatarios latinoamericanos y del Caribe se reunieron bajo
la batuta de Lula. A ello se suman los cónclaves ya
existentes como el Grupo de Río y Mercosur, más específicos
y consolidados, que también hacen parte de alguna manera de
esa ambición.
Lo de Costa do Sauipe fue la mayor cumbre
hemisférica sin representación de Estados Unidos. Allí Raúl
Castro fue recibido como un héroe. Algunos de los
presidentes creyeron inaugurar ese día una “nueva era de
independencia regional” de Washington.
Los planes continentales de
Luis Inacio Lula da Silva
y de Hugo Chávez tienen un elemento clave
común: la destrucción del
sistema interamericano, la demolición del
ideal panamericano, que fue durante varias
décadas la “póliza de seguros para la integridad de
América”, como dijera en 1933 el diplomático chileno Nieto
del Río. Gracias a ese sistema, ningún litigio inter-latinoamericano
se prolongó en el tiempo, ni dió origen a largos conflictos
bélicos. Empero, el propósito liquidador del panamericanismo
avanza rápidamente, ante la aparente indiferencia de
Washington y el conformismo de los gobiernos
latinoamericanos, incluso de aquellos, como Colombia, Perú y
México, contrarios al desafío subversivo del “socialismo
del siglo XXI”.
Para resumir: tras las actividades de dos
jefes de Estado latinoamericanos de izquierda, de dos
izquierdas que todo el mundo dice diferentes, pero que
tienen, ambas, excelentes relaciones con la dictadura
cubana, se proyecta ahora la ambición de dos potencias
europeas, que todo el mundo vé con destinos disímiles :
Rusia y Francia.
Lo que viene ocurriendo en la Organización de
Estados Americanos (OEA) es la consecuencia de esa
evolución, pero también de la inercia de los gobiernos
democráticos del continente. La OEA, organismo
interamericano por excelencia, creado en abril de 1948 por
la Novena Conferencia Panamericana de Bogotá, a pesar del
golpe soviético que buscaba impedir esa creación[6],
viene siendo objeto desde hace más de diez años de
complicadas intrigas destinadas a obtener un control
“bolivariano” del mismo. Lo que comenzó con la entronización
en la secretaría general de la OEA del socialista
chileno José Miguel Insulza, con el apoyo explícito del
chavismo internacional, será continuado con una eventual
candidatura para ese alto cargo de otro lider
“bolivariano”, particularmente agresivo respecto de
Colombia, el ex vicepresidente venezolano José Vicente
Rangel, en el caso de que Insulza renuncie a la OEA y lance
su candidatura presidencial en Chile.
La labor de Insulza al frente de la OEA ha
sumido ese organismo en la parálisis y el descrédito. El
deterioro de la democracia en países como Venezuela,
Bolivia, Ecuador y Nicaragua, bajo los golpes calculados y
constantes del chavismo, encontraron en Insulza un
observador pasivo. Insulza tampoco tuvo éxito en el arreglo
del conflicto entre Colombia y Ecuador tras la muerte de un
jefe de las Farc en Ecuador, ni en la solución de la crisis
interna de Bolivia.
En ese contexto vale la pena preguntar:
¿La alianza estratégica de Brasil con Francia abre una
nueva etapa, una etapa diferente, en los planes
latinoamericanos de Brasil? ¿Brasil se alía de manera
durable a Francia pues ve que la creciente imbricación de
Rusia en el rearme de Venezuela constituye una amenaza a
sus intereses regionales?
Los designios de Moscú en ese juego
latinoamericano son más o menos previsibles, pues no
difieren de los que tiene a nivel global: rehacer el espacio
politico-diplomático ruso-soviético que el derrumbe de la
URSS había dejado en ruinas, creación de nuevas zonas de
influencia rusa en Europa, Medio Oriente, Africa y América
Latina[7].
Nadie ignora que las relaciones entre Rusia y Cuba han
vuelto a ser “prometedoras”, según la fórmula escogida por
Felipe Pérez Roque, ministro cubano de relaciones
exteriores. Dos importantes delegaciones ministeriales rusas
viajaron a La Habana en julio y septiembre de 2008. Una de
éstas incluyó al general Nikolai Petrushev, secretario del
Consejo de Seguridad ruso. “Nosotros aumentamos nuestra
presencia en América Latina. Los países de la región lo
piden. Hay una gran potencia al norte, ellos necesitan un
contrapeso”, argumentó en septiembre Igor Lyakin-Frolov,
vocero del ministerio ruso de Relaciones Exteriores.[8]
¿Qué busca Francia a largo plazo en América
Latina ? Los objetivos del París en América Latina, sobre
todo tras la consolidación de su influencia en Brasil, son
poco conocidos. ¿Qué hará París con esa poderosa palanca?
¿Fomentará el deterioro del panamericanismo y del
sectarismo populista en el continente y, por lo tanto, el
deterioro de la influencia de Estados Unidos en el
continente americano? Por el momento París no tiene una
respuesta al respecto.
Sería lamentable que Francia fomentara o
fuera indiferente ante tales aventuras. Cometería un grave
error respecto del continente americano y respecto de la
misma Unión Europea. París requiere de la ayuda de Estados
Unidos y de la Alianza Atlántica para hacerle frente a las
ambiciones hegemonistas de la Rusia de Putin-Medvedev
respecto de la Unión Europea, cristalizadas por el momento
en la propuesta de un “pacto de seguridad pan-europeo”,
propuesto por Medvedev a Alemania, en junio de 2008. Plan
que en el fondo es la misma falacia que Moscú presenta a los
latinoamericanos: como hay una potencia vecina de ustedes,
ustedes necesitan el contrapeso ruso.
Por el momento el presidente Nicolas Sarkozy
tiene una línea que no coincide del todo con los cálculos de
Putin. La ampliación al Este de la UE y la propuesta de
Sarkozy de Unión del Mediterráneo no le gustan nada a Moscú.
Durante el encuentro de Evian, entre Nicolas Sarkozy y
Dimitri Medvedev, en octubre de 2008, el mandatario francés
le dijo a su interlocutor ruso que “la democracia y los
derechos del Hombre son factores esenciales” para “una
seguridad estable” del mundo. El mandatario francés fue
incluso más lejos al exigir que se “renuncie definitivamente
a la ambición de las esferas de influencia”, pues, recordó,
el “extranjero próximo de Rusia es frecuentemente la misma
Unión Europea”. Otro buen signo: la UE decidió aplazar las
negociaciones de un nuevo acuerdo UE-Rusia cuando las tropas
rusas ocuparon Georgia. En julio de 2008, el presidente
Sarkozy declaró: “Con más Francia en la Otan, Europa podrá
hacer oir mucho más su voz”.[9]
Sin embargo, la línea de fondo de la UE
frente a Rusia está lejos de ser votada y de haber
conquistado la unanimidad. Fuerzas políticas europeas, de
derecha y de izquierda, algunas extremistas[10]
y otras de centro, quieren imponer a los europeos una línea
de alianza estratégica con Rusia, en lugar de un
reforzamiento de la Alianza Atlántica, lo que inquieta sin
duda a los Estados Unidos y a los países europeos que
integraban hasta el verano de 1991 la llamada Europa del
Este, como Polonia, Checoslovaquia, Ukrania, los países
bálticos, etc. Los más ardientes defensores de esa idea se
encuentran en Alemania y hasta ministros de Angela Merkel
piensan en eso[11].
Hay pues un evidente regreso de Europa sobre
el continente latinoamericano, después del fin de la guerra
fría, y justamente en pleno comienzo de una nueva fase de
tensión global que algunos ven como una “segunda
guerra fría”. Ese regreso ocurre en momentos en que el ideal
panamericano se halla debilitado y el desafío a las
políticas liberales-democráticas en América del Sur es
considerable. Ese regreso de Europa es incierto pues no
contribuye a disipar las amenazas totalitarias que pesan
sobre el continente americano. Rusia tiene la política que
tiene y Francia no es especialmente activa en la crítica del
modelo que preconizan Hugo Chávez y Fidel Castro. París fue
especialmente dura con el gobierno del presidente Alvaro
Uribe durante los seis años de cautiverio de Ingrid
Betancourt, secuestrada por las Farc. Rusia no oculta su
hostilidad ante los países occidentales y no vacila a acudir
al expediente altamente explosivo del cambio unilateral de
las fronteras de un Estado vecino. Lo ocurrido recientemente
en Georgia, Ossetia del Sur[12]
y Abkazia, es una muestra de ello.
La propagación de tales métodos puede tener
efectos nefastos en Latinoamérica donde los regímenes
autoritarios venezolano y ecuatoriano, clientes de Moscú,
trabajan contra la estabilidad en Colombia. Por otra parte,
el brusco manejo del asunto de las exportaciones de gas ruso
a Ukrania y a Europa, muestra que los líderes moscovitas son
capaces de ir lejos y hasta cortar brutalmente el suministro
de gas no sólo a países que ellos había satelizado en el
pasado, sino a los poderosos mercados de Europa occidental
de los cuales depende el desarrollo de la industria de
hidrocarburos rusos.
Toda pérdida de espacio de Estados Unidos en
América latina será interpretado por la ambición rusa y
china como una invitación a actuar, con el pretexto de que
Venezuela y Cuba lo “solicitan”. La aparente complicidad en
esos planes del gobierno de
Luis Inacio Lula da Silva
no hace sino agravar la amenaza. Todo refuerzo del
autoritarismo chavista, corriente decidida a acabar con el
panamericanismo, es una mala noticia para las democracias
liberales del mundo entero. Por eso será de capital
importancia la actitud que Francia tome frente a la
contienda en América Latina entre democracia representativa
y totalitarismo. ¿Reforzará París el campo del sectarismo?
¿Ayudará, por el contrario, a la recuperación del terreno
perdido por el sistema democrático en el continente?
Washington, por su parte, se muestra poco
lúcido respecto de la evolución negativa en América Latina,
vasto espacio que antes era una de sus prioridades
estratégicas. De hecho, la influencia de Estados Unidos en
Latinoamérica parece estar en su punto más bajo desde el fin
de la Guerra Fría. El presidente George W. Bush, quien
apoyó con determinación la lucha de Colombia contra el
narco-terrorismo de las Farc, y quien visitó varias veces la
región e invitó a varios presidentes latinoamericanos a la
Casa Blanca, no le prestó la debida atención al accionar
subversivo del castro-chavismo y a las escaramuzas del Foro
de Sao Paulo.
Thomas A. Shannon Jr., el jefe de asuntos
hemisféricos del Departamento de Estado, no parece inquieto
ante la actual coyuntura. En diciembre pasado dijo:
“Preferimos considerar estos acontecimientos [lo ocurrido
en la cumbre de Costa do Sauipe] como escalones hacia una
cumbre más grande, que es la Cumbre de las Américas
[patrocinada por Estados Unidos] que se celebrará en abril,
en la que sí estaremos presentes''.[13]
Coincidiendo con Shannon, el analista Andrés
Oppenheimer tampoco pierde el sueño ante los avances del
chavismo. El estima que “el deterioro de las relaciones
entre Estados Unidos y Latinoamérica es un fenómeno real,
pero probablemente pasajero, que podría empezar a revertirse
en la cumbre estadounidense-latinoamericana de abril”.
[14]
Colombia no debería esperar hasta abril para
dotarse de una visión de conjunto de la evolución en
Latinoamérica y de sus remedios. Bogotá parece tener un
plan de reforzamiento de sus relaciones diplomáticas y
comerciales con Estados Unidos pero no exhibe la misma
energía frente a la UE, ni ante sus aliados en América
Latina, entre los cuales cuentan no sólo varios gobiernos
democráticos sino los pueblos de Venezuela, Bolivia y
Ecuador. Esa carencia no parece alarmar a la clase política
colombiana. Todo parece como si hubiera sido dejado en el
congelador a la espera de que el nuevo presidente de Estados
Unidos, Barack Obama, comience a ejercer su mandato y
exteriorice una visión más precisa sobre América Latina y el
continente europeo. Hasta el momento, Barack Obama no ha
sido prolijo en anuncios sobre las perspectivas del
continente latinoamericano, aunque ha dejado pensar que él
podría cambiar la orientación de Washington frente al
régimen cubano.
Los círculos oficiales en Colombia no tienen
todavía una visión crítica de las opciones diplomáticas
espurias (Unasur, CSD, etc) que se están formando, ni ante
la degradación acelerada del ideal panamericano. Por el
contrario, Bogotá da la impresión de querer acomodarse a los
nuevos engendros como Unasur. Las dificultades que plantea
Venezuela a Colombia en el terreno diplomático, comercial y
político (sobre todo por la ayuda que Caracas le presta a
las Farc), ha monopolizado la atención de los responsables
colombianos. Ello explica en parte la actitud discreta y
neutralista de Bogotá ante hechos como la llegada de la
flota rusa al Mar Caribe, donde Colombia tiene jurisdicción
y posesiones.
No sería un error si Colombia se plantea el
tema de cuán actual puede ser pensar en un nuevo plan de
modernización de sus fuerzas armadas. Hasta el momento,
los sectores gobernantes consideran que esa modernización
ya fue hecha con la importante ayuda norteamericana y
gracias al Plan Colombia y al Plan Patriota. Los triunfos
militares y políticos recientes de Bogotá contra las Farc
hacen pensar a la clase política que esa amenaza contra la
estabilidad está relativamente dominada. Sin embargo, el
núcleo dirigente de las Farc sigue en pié, y el rearme
venezolano y brasileño, y los otros desafíos que están
surgiendo en el entorno geográfico más vasto, obligan a un
replanteamiento de este tema. Tampoco sería inútil
replantear el tema de la Otan.
En años pasados, Colombia se mostró favorable
a una participación en esa alianza. Pero ese expediente fue
aparentemente soslayado. No obstante, en agosto de 2008, el
presidente Alvaro Uribe reveló que la Otan le había pedido a
Colombia aportar su ayuda en Afganistán, no con tropas de
combate, sino enviando un grupo de expertos en erradicación
de minas antipersonales y en erradicación de cultivos
ilegales. Discretamente, Bogotá estudia esa propuesta. Si la
acepta, contaría con el apoyo del contingente español en
Afganistán. Si eso se realiza, Colombia sería el único país
latinoamericano que haría parte del l'ISAF (International
Security and Assistance Force), la coalición de 40 países
que dispone de más de 50.000 hombres en Afganistán. Ante la
llegada de armas y navíos de guerra rusos al continente
latinoamericano, es hora de reabrir el tema de la Otan y
Latinoamérica.
En todo caso, Colombia cometería una falta si
no reacciona rápidamente, junto con sus aliados
hemisféricos, contra la degradación sistemática y artificial
de la OEA y del sistema panamericano[15].
El trabajo que le queda por hacer a Colombia antes de la
Cumbre de las Américas en abril próximo es voluminoso. ¿Se
lanzará Bogotá a tiempo a esa empresa?
[1]
Algunos estiman que un submarino con propulsión nuclear
no es un submarino nuclear; que sólo cuenta la
naturaleza de las ojivas que él porta. Otros piensan
que sí, pues la propulsión de un submarino de combate
es parte esencial de su sistema defensivo/ofensivo.
[2]
Entre el 1 y 3 de diciembre de 2008, cuatro navíos de
guerra rusos fueron recibidos con honores por la Armada
venezolana. Se trata del crucero de propulsión atómica
“Pedro el Grande”, el destructor “almirante Chabanenko”,
el tanquero “Ivan Bubnov” y el remolcador “Nikolay
Chiker”. La tripulación de esos navíos fue de 1 600
militares. Las maniobras fueron realizadas “en puerto” y
en “alta mar” y en ella participaron 700 marineros
venezolanos a bordo de tres fragatas, un transporte
anfibio y ocho guardacostas. Algunos aviones Sukhoi de
Venezuela participaron también en la maniobra.
[3]
Entre 2005 y 2007 Venezuela firmó doce contratos de
compra de armas con Rusia. Así pudo adquirir 24
cazabombarderos Sukhoi-30, 50 helicópteros MI-17, MI-26,
MI-35, y cien mil fusiles Kalashnikov AK-103 y sistemas
de defensa antiaéreos.
[4]
Durante la visita de Dimitri Medvedev el presidente
Chávez habló con él de la posibilidad de comprar un
nuevo lote de armas rusas. El jefe del Comando
Estratégico Operacional venezolano, mayor general Jesús
Gregorio González González, declaró que Caracas
compraría a los rusos tanques T-72 M, carros blindados
de infantería BMP-3, lanzaderas de misiles de bocas
múltiples, sistemas de defensa antiaérea TOR-1, así como
un número no determinado de submarinos, aviones
patrullas y nuevos helicópteros. En noviembre de 2008,
Moscú y Caracas anunciaron que Rusia construirá una
planta nuclear en Venezuela.
[5]
En diciembre de 2006, el presidente de Irán, Mahmud
Ahmadineyad, viajó a Quito y asistió a la toma del poder
del presidente Rafael Correa. Este estableció
relaciones diplomáticas con la República Islámica de
Irán. En diciembre de 2008, Rafael Correa reveló que
está pidiendo asistencia militar a Irán para proteger la
zona fronteriza con Colombia. El citado mandatario
espera que Teherán le suministre a Quito, a precios
políticos, equipos de comunicaciones, radares, visores
nocturnos y medios de transporte.
[6]
El 9 de abril de 1948, cuando
comenzaban en Bogotá los debates de la Novena
Conferencia Panamericana, un atentado mortal contra una
figura política colombiana de primer plano, fue seguido
de un intento de golpe de Estado contra el gobierno
elegido de Mariano Ospina Pérez. Ello estuvo a punto de
hacer fracasar la aprobación de la carta fundamental de
la OEA. Agentes de la Internacional Comunista, así como
un personaje cubano desconocido en esa época, Fidel
Castro Ruz, actuaron en esos incidentes que destruyeron
el centro histórico de Bogotá.
[7]
Las maniobras de los rusos en el Caribe ocurrieron poco
después de que el presidente Medvedev realizara una
visita oficial a Brasil, Venezuela y Cuba. Al mismo
tiempo, el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, quien
firmó varios ''acuerdos estratégicos'' con Bolivia y
Venezuela, se reunía en Teherán con el presidente
ecuatoriano Correa.
[8]
Ver el artículo de Jean-Michel Caroit, « Réchauffement
des relations entre La Havane et Moscou », Le Monde,
Paris, 23 de septiembre de 2008.
[9]
Ver la entrevista concedida por
Nicolas Sarkozy a la revista francesa Politique
Internationale, N. 120, verano de 2008, página 15.
[10]
En el partido de Jean Marie Le Pen, en Francia, hablan
del “gran presidente Putin” y de la “santa” Rusia como
el nuevo Norte para el continente europeo. Hay un auge
de un cierto neo-estalinismo en sectores de la extrema
derecha francesa, alimentado por su violento
antiamericanismo.
[11]
El ex canciller alemán Gerhard
Schröder es el gran impulsor de la idea de una alianza
estratégica de la Unión Europea con Rusia. El actual
ministro alemán de Relaciones Exteriores, Frank-Walter
Steinmeier, prosigue esa política, a pesar de las
reticencias de la canciller Angela Merkel. Lo mismo hace
el ministro del Medio Ambiente, Sigmar Gabriel,
partidario del abandono de la energía nuclear, lo que
acentuaría la dependencia europea de los hidrocarburos
rusos.
[12]
Sólo el gobierno de Nicaragua,
dirigido por Daniel Ortega, ha reconocido la
“independencia” de la Ossetia del Sur, como lo desea
Moscú.
[13]
Ver el artículo de Andrés Oppenheimer en
El Nuevo Herald,
Miami, del
21 de diciembre de 2008.
Sobre la
presencia de Irán en Latinoamérica, Shannon le dijo a
Oppenheimer: “Podemos lidiar con los chinos y con los
rusos. Pero Irán, debido a las sanciones a las que está
sometido por sus programas nucleares, debido a lo que
Ahmadinejad dice sobre Israel, y debido a la conexión
histórica de Irán con el terrorismo en las Américas,
especialmente [el atentado de 1994] en Argentina, es
algo preocupante''.
[15]
Colombia siempre hizo parte de los pilares de la OEA.
Dos expresidentes colombianos, Alberto Lleras Camargo y
César Gaviria, fueron secretarios generales de ese
organismo.
* |
Periodista
y escritor.
Ultima obra publicada: “Las Farc, fracaso de un
terrorismo” (Ediciones Random House Mondadori/Debates,
Bogotá, 2007) |