El próximo 10 de agosto el jefe de Estado colombiano no
asistirá a la reunión de Unasur en Quito y eso está muy
bien. El presidente Álvaro Uribe tomó la decisión correcta
al anunciar que no iría a ese cónclave, aunque enviará a uno
o dos funcionarios para que tomen atenta nota de lo que se
discutirá allí. Eso era lo que Colombia debía hacer.
En medio de la nueva ofensiva de amenazas e insultos
desatada contra Colombia por el gobierno venezolano ir a esa
reunión habría sido una capitulación. Y ello no sólo porque
las voces cantantes de Unasur, Hugo Chávez y Rafael Correa,
aparecen cada vez más articulados a los planes de las Farc,
entidad terrorista que recibe armas, explosivos y sostén
territorial y diplomático de éstos, como ha sido probado
hasta la saciedad en los últimos años, y no sólo porque
miembros de Unasur querían que Álvaro Uribe negociara con
ellos algo que es propio de la soberanía nacional
colombiana, como sus acuerdos con Estados Unidos, sino
porque Unasur es, en realidad, un organismo de dudosa
legitimidad.
Los objetivos de Unasur (Unión
de Naciones Suramericanas) siempre han sido
opacos. A diferencia de la OEA, organismo que Unasur
quisiera suplantar, Unasur, no es el resultado de una
verdadera discusión jurídica-política entre las naciones. Si
la construcción de la OEA necesitó varias décadas de
intensos trabajos, nueve conferencias panamericanas,
precedidas cada una de éstas de muchos meses de discusiones
intensas en las cancillerías respectivas, y de conferencias
finales en las que se discutieron y votaron numerosos
acuerdos, resoluciones y tratados de gran altura política y
jurídica, lo de Unasur es pálido reflejo de ello. La firma
del tratado constitutivo de Unasur necesitó una corta
reunión el 23 de mayo de 2008 en Brasilia y la firma del
texto por doce jefes de Estado latinoamericanos.
La OEA reposa en cambio sobre un movimiento cuyo origen
remonta a 1890, año de la primera conferencia de la Unión
Panamericana. La carta de la OEA fue aprobada en 1948 en la
IX Conferencia Panamericana de Bogotá. Esta reunión fue
objeto de una brutal campaña de difamación de parte de la
URSS, la cual se esforzaba en esos años por reducir la
influencia de los Estados Unidos en América Latina y en
Europa. Moscú quería arruinar el concepto de solidaridad
continental, central en el movimiento panamericano, contra
las amenazas extra continentales. El sangriento intento de
golpe de Estado que Moscú organizó en la capital colombiana
el 9 de abril de 1948 estuvo a punto de hacer fracasar la IX
Conferencia. Los soviéticos organizaron el asesinato de un
líder político colombiano para desatar la ira popular,
obtener la clausura precipitada de la IX Conferencia
Panamericana y lograr la caída del gobierno conservador. El
plan consistía en instalar en el poder una fracción liberal
que ellos manipularían a su antojo como habían hecho poco
antes con los liberales de España y Checoslovaquia. Pero el
putsch fracasó. Tras una semana de graves destrucciones y
violencias en casi todo el país el gobierno pudo restablecer
el orden público. Desde entonces, la OEA fue el blanco de
todo tipo de ataques del campo comunista, los cuales se
agravaron desde la llegada al poder de Fidel Castro en Cuba.
El proceso de destrucción actual de la OEA en manos del Foro
de Sao Paulo corresponde a esa vieja querella.
Los antecedentes de Unasur son muy precarios. Todo comenzó
en 2000 con un encuentro de mandatarios en Brasilia y con la
creación en 2004 de la llamada Comunidad Sudamericana de
Naciones, acogida por el encuentro presidencial de Cuzco
(Perú). Pero sería inexacto decir que esos eventos fueron el
resultado de
verdaderas discusiones entre jurisconsultos y la clase
política de cada país, como en el movimiento panamericano.
Unasur fue creado a espaldas de las opiniones públicas y de
la prensa internacional. Como desde el inicio se dejaba por
fuera a la mitad del continente latinoamericano y tenía la
obsesión de excluir, a como diera lugar, a los Estados
Unidos, ese movimiento fue manejado discretamente, como un
organismo que ocultaba sus reales propósitos.
Unasur fue erigido como instrumento de combate político,
como un ariete del llamado “socialismo del siglo XXI”,
contra las democracias del continente. Su creación fue por
ello muy poco discutida por los países y los representantes
de los pueblos que firmaron el tratado constitutivo.
El chavismo asegura que la Unión Europea fue el modelo
inspirador de Unasur; que ésta buscaba crear la “identidad
sudamericana”, como si ésta no existiera. La construcción de
Unasur poco o nada tiene en realidad que ver con el espíritu
liberal, inclusivo y democrático que hizo posible la
creación de la Unión Europea. En la creación de la UE no
intervino la visión sectaria que inspira a Unasur. Es como
si la Unión Europea hubiera sido fundada excluyendo a la
Europa del Sur, es decir a Portugal, España, Italia, Grecia
y únicamente con los países de Europa del Norte.
Por otra parte, Unasur fue creada como un arma contra el
ALCA, el gran proyecto de zona de libre cambio, de Alaska
hasta la Patagonia, que el gobierno de George Bush propuso
en 1990 al continente.
Contra esa zona de libre cambio, el castrismo y sus
variantes recientes, como el pretendido “bolivarismo”, se
opusieron con furor. No es sino recordar que la guerrilla
zapatista del llamado “subcomandante Marcos”, justificó su
violenta aparición en México como una respuesta a la
propuesta del ALCA. Si Unasur tiene una “filosofía”, ésta es
la del rechazo y del odio al sistema liberal-capitalista.
Unasur nació bajo el signo del gran temor que inspira a
algunos el desarrollo de la colaboración económica, jurídica
y política entre los países del continente americano.
Unasur es el resultado, pues, de un sectarismo y de un
cálculo político solapado e intolerante, justificable
únicamente desde la perspectiva utópica neo-marxista,
contraria al ideal democrático. Para oponerse al ALCA, los
actores “antiimperialistas” tuvieron que inventar una serie
de imposturas: que la agricultura mexicana había sido
“devastada” por el acuerdo de libre cambio con Estados
Unidos, que el país de Juárez iba directo hacia la crisis
total y hacia una “recesión profunda”. Ninguna de esas
falsas profecías se cumplió. Todo lo contrario: gracias a su
ingreso en 1994 al Acuerdo de libre cambio para América del
Norte (Alena), México se convirtió en el segundo socio
comercial de los Estados Unidos después del Canadá. Sin
embargo, eso no hizo cambiar la visión de los jefes de
Unasur. Ese organismo se opone a los tratados comerciales
con Estados Unidos (la guerrilla contra el tratado de libre
comercio entre Estados Unidos y Colombia es un ejemplo),
privilegia los acuerdos sur—sur, y los negocios entre los
países miembros de Unasur.
Unasur siempre cojeó y no sólo desde el punto de vista
económico. Desde el punto de vista político, fue incapaz de
dotarse de un liderazgo consensual y principista. La
candidatura de Néstor Kirchner para presidir el organismo
fue rechazada por el gobierno de Uruguay, y hasta las
rivalidades de fronteras entre Bolivia y Chile se hicieron
sentir en esas negociaciones.
En sus diez años de existencia, Unasur no ha contribuido a
solucionar ninguno de los problemas de Suramérica. Todo lo
contrario. Los jefes de gobierno que ejercen una influencia
desmedida en Unasur, como Chávez, Correa y Morales, han
hecho de la opresión política, de la miseria y el
descontento popular sus signos distintivos. La miserable
vendetta que Venezuela y Ecuador alimentan contra Colombia
porque este país nunca tomó en serio la basura ideológica
chavista, jamás encontró en Unasur el menor principio de
pista de solución diplomática. Todo lo contrario, los jefes
del organismo azuzan el fuego anti colombiano cada día.
Esto es apenas obvio. Si se lee el tratado de constitución
de Unasur se verá que la prioridad de ese organismo
supranacional no es aliviar las tensiones y consolidar la
democracia del continente. Dicho texto habla más bien del
“diálogo político” como prioridad. Sólo en el marco de ese
“diálogo político”, forjado bajo criterios confusos, la
noción de “fortalecer la democracia” tiene alguna cabida,
pero como una noción subordinada y secundaria.
En el artículo 3 del tratado constitutivo, que fija los
“objetivos específicos” de Unasur, no aparece ni una sola
vez la palabra democracia. Sin embargo, ese artículo incluye
21 párrafos donde se habla de todo, pero no de democracia.
Esta palabra es citada una sola vez en el artículo
precedente donde se invoca lacónicamente el principio de
“fortalecer la democracia”. Y eso es todo. En cambio, la
noción que se repite varias veces a lo largo y ancho de ese
tratado es la misteriosa “reducción (o superación) de las
asimetrías” (ver:
http://www.integracionsur.com/sudamerica/TratadoUnasurBrasil08.pdf).
El jefe de hecho de Unasur, Hugo Chávez, se esfuerza por
destruir los intercambios económicos entre Colombia y
Venezuela. Eso es quizás lo que él llama reducir las
“asimetrías”.
En los debates que precedieron la firma del tratado de
Unasur, la ambigüedad frente al concepto de democracia
también estuvo presente. En la declaración de la primera
cumbre sudamericana de presidentes, en 2000, en Brasilia,
fue utilizada una fórmula importante y prometedora que habla
de configurar “una área singular de democracia, paz y
cooperación solidaria”. Sin embargo, esa fórmula
desaparecerá curiosa y completamente de las declaraciones
subsiguientes (ver las declaraciones emitidas en las
reuniones de 2002 en Guayaquil, de 2004 en Cuzco, de 2006 en
Brasilia y de 2006 en Cochabamba).
En lugar de sentar el criterio de que cada Estado deberá
respetar la democracia representativa, el tratado
constitutivo dice, por el contrario, que “cada Estado
adquiere los compromisos según su realidad”. Es decir, la
democracia representativa en Unasur es una noción de segunda
clase, espuria, revisable, dudosa. Por ende, su aplicación y
defensa depende de terceros factores, como éste de la
curiosa “realidad” de cada Estado.
Los ejemplos de cómo Unasur ve la democracia y la adapta a
la “realidad de cada Estado” son conocidos. Rafael Correa
expulsa a patadas a los miembros del Congreso ecuatoriano
que se oponen a sus planes.
Evo Morales entra en conflicto
con la mitad de Bolivia y arresta a los prefectos disidentes
(como en el caso de Leopoldo Fernández) y propicia masacres
como la de Pando para luego acusar de ello a sus
adversarios. En Venezuela, Hugo Chávez
desconoce los resultados de las elecciones que no le son
favorables, encarcela sindicalistas, instaura la censura de
prensa, tortura, dispara contra manifestantes desarmados,
expropia empresas extranjeras, destruye la economía, llena
las cárceles de opositores y apoya a las Farc, un movimiento
terrorista extranjero.
El fracaso de los padrinos de Unasur es doble. No solo
fracasaron con Unasur sino que hicieron fracasar también a
la OEA, puesta por ellos en manos del marxista chileno
Insulza, a quien le prometieron también la presidencia de
Chile. Más preocupado por no perder tales apoyos, Insulza se
concertó con Caracas ante cada crisis. Los resultados de eso
todo el mundo los ha visto.
Ese organismo de reputación y legitimidad dudosa era el que
se quería constituir en tribunal ante el cual el presidente
Uribe debía ir a pedir perdón y permiso para firmar un
acuerdo militar con Estados Unidos. Ese organismo pretende
impedir la segunda reelección del presidente Uribe y hasta
quiere vetar la candidatura del ex ministro Juan Manuel
Santos. Unasur es un organismo que nació muerto y que es
incapaz de aportarle soluciones a Suramérica. La vía sigue
siendo la de la unión panamericana, con todos los países del
continente. A la OEA habrá que reconstruirla y ponerla en
manos de gente razonable.
* |
Periodista
y escritor. Autor de "El enigma IB" (sobre el caso
Ingrid Betancourt), publicado en
diciembre de 2008 (Random House Mondadori, Bogota).
Tambien es autor de "Las Farc, fracaso de un
terrorismo", (Random House Mondadori, Bogota).
|