Antes de trabajar como diplomático
durante 30 años, Noël Saez, ex cónsul de Francia en Bogotá
desde 2001, fue un militar de carrera. “No soy loco y mucho
menos suicida pero yo amo la acción”, confiesa en el libro
que acaba de publicar en París. En “L’émissaire”
(El Emisario, Editions Robert Laffont), Noël Saez narra sus
andanzas en ocho países. La parte colombiana ocupa las dos
terceras partes de la obra.
Noël Saez es recordado en Colombia por
su polémico desempeño en el caso Ingrid Betancourt.
Mandatado por el gobierno francés, y algunas veces con el
permiso de Bogotá, el cónsul, apodado por sus detractores
como “el 008”, incursionó muchas veces, con su amigo suizo
Pierre Gontard, en los territorios nacionales para entrar en
contacto con jefes de las Farc. Su misión: poner en libertad
a Ingrid Betancourt. El final de esas aventuras no fue
glorioso. Ni él ni Gontard lograron sacar a Ingrid, ni a
ningún otro secuestrado, de las garras de las Farc. Por el
contrario, los dos terminaron en una posición incómoda.
Algunos les reprochan haber abusado de su misión y haber
traicionado a Colombia y a su gobierno por haber entrado en
connivencia con el movimiento terrorista. Lo encontrado en
los discos duros de los computadores de Raúl Reyes es
inquietante. Nadie sabe si ese asunto terminará en una
acusación formal de la justicia colombiana.
“Yo no soy un mercenario, ni un cómplice,
ni un consejero de las Farc”, afirma Noël Saez. Dice que él
sólo se esforzó “por mantener las buenas relaciones con las
partes en conflicto”. Sin embargo, su libro muestra que su
actitud “neutral” es de un género raro. El lector descubre
que los elementos claves del asunto Farc, Saez los ignora o
los toma parcialmente. El ex consul se sorprende, por
ejemplo, de que el gobierno de Alvaro Uribe no haya jamás
encontrado un contacto local “capaz de ganarse la confianza
de las Farc” y dice que le parece absurdo que el gobierno y
los colombianos quieran desmantelar ese movimiento
terrorista, el cual, para Saez, “no ha perdido la guerra” y
es practicamente invencible y eterno.
Saez admite que en seis años él le envió
108 mensajes a Raúl Reyes, pero subraya que uno de éstos era
“falso”. Se trata, dijo, de un mensaje donde le dice al
número dos de las Farc que el Parlamento Europeo piensa
darle a éstas una “legitimidad política”. “¡Yo nunca
escribí eso!”, exclama. Más adelante subraya que le informó
a Reyes que la Unión Europea estaba dispuesta a retirar las
Farc de la lista de organizaciones terroristas si liberaba a
todos los rehenes.
Cuando habla de Colombia, Noel Saez
adopta un tono amargo y duro. El presidente Alvaro Uribe y
el Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, son
caricaturizados por él como extremistas que no quieren
dialogar y no piensan sino en “aplastar” a las Farc
“únicamente por medios militares”. En cambio, el lenguaje es
otro cuando habla de las Farc. Estas nunca son calificadas
de terroristas sino de “rebeldes”; sus jefes son siempre
“comandantes” (sin comillas) y sus crímenes (poco evocados)
son presentados con adjetivos etéreos. Las Farc, por
ejemplo, no asesinaron a los 11 rehenes en Urrao, sólo los
“liquidaron pura y simplemente”. En cambio, la muerte de
Raúl Reyes es calificada por él de “asesinato”. El ex cónsul
se extasía ante el recuerdo de las “esculturales
guerrilleras afrocolombianas” que lo acompañaban y le
portaban el morral durante las largas caminatas por la
selva.
Sin matiz alguno, el diplomático adopta
las posiciones de los gobiernos de Ecuador y de Venezuela.
Sobre el ataque al campamento donde murió Raúl Reyes, Saez
dice haber experimentado un sentimiento “de rabia” al
conocer la noticia. La liquidación de su interlocutor
preferido constituyó, según él, una “violación deliberada
del espacio aéreo y terrestre del Ecuador por el ejército
colombiano”. Lo que hacía Reyes en esa parte de Ecuador lo
tiene sin cuidado. El concepto colombiano de legítima
defensa, él no lo acepta. Saez afirma que el ataque contra
Reyes fue hecho para frustrar la negociación que Reyes
estaba a punto de concluir para “liberar a Ingrid
Betancourt”. El libro no aporta una sola prueba en respaldo
de esa tesis. Lo que si incluye son grandes elogios para
los presidentes Hugo Chávez, Rafael Correa y para Alfonso
Cano, y virulentos ataques contre el presidente Alvaro
Uribe. El sucesor de Tirofijo es descrito por Noël Saez como
“un intelectual”, como “un hombre cultivado y por lo tanto
un moderado”. El presidente colombiano es, en cambio, “un
hombre intratable”, un “gobernador implacable”, un
“partidario de la mano dura”, alguien que “no quiere
negociar con la guerrilla”.
El odio no es sólo contra Uribe. Noël
Saez acusa al ex presidente Belisario Betancur de haber
“avalado” la matanza de miembros de la Unión Patriótica,
formación que Saez describe como un “partido de oposición
legal de inspiración comunista”, sin decir jamás que esa
organización era una emanación directa de una banda armada.
La masacre de la UP fue, según Saez, una “traición del
Estado”.
Poseído por tales clichés de propaganda,
Noël Saez orientó mal su acción en Colombia. En ninguna
parte el lector encontrará la menor crítica de la inepta
estrategia que Saez aplicó de plegarse a las exigencias de
las Farc, lo que dilató varios años el rescate de Ingrid y
de otros secuestrados y afectó las relaciones de Colombia
con varios países.
Más que revelaciones, lo que ofrece el
libro es un mosaico de interpretaciones de episodios
conocidos. Las apreciaciones de Saez son muy parecidas, si
no idénticas, en muchos puntos, a las explicaciones dadas
por las Farc. ¿La Operación Jaque? Una “traición” de César.
Saez cree que éste “se dejó corromper” por el gobierno de
Uribe “a cambio de una promesa de no extradición a los
Estados Unidos”. ¿Las acusaciones de los ex rehenes
norteamericanos contra Ingrid Betancourt? “No creo en lo que
dicen. La vida en la selva es un infierno. Hubo roces entre
ella y ellos e Ingrid tuvo quizás una reacción normal de
defensa. Eso es todo”. Lo que no le impide decir, a renglón
seguido, que Ingrid fue una “ingrata” con él pues tras su
liberación no lo llamó ni una sola vez en París para darle
las gracias por todo lo que él había hecho por ella.
Las “íntimas convicciones” de Noel Saez
chocan con la realidad y con los hechos notorios, con lo que
todo el mundo sabe, y con lo dicho por muchos actores: el
Gobierno colombiano, los militares colombianos, los ex
rehenes, Interpol, Ingrid Betancourt y hasta las mismas
Farc. Leyendo esas páginas es imposible no pensar que la
ideología, no los hechos, es lo que orienta su visión. Saez
cree lo que le dicen las Farc. Saez afirma, por ejemplo, que
éstas “no buscan la conquista del poder”. “Yo discutí con
cinco dirigentes de las Farc y ninguno me dijo eso”. “Ellas
no sólo lo dicen sino que lo escriben en todos sus
documentos”, le repliqué. “Eso es para consumo de sus
militantes”, me respondió Saez, antes de lanzar el conocido
refrán: “Las Farc son una guerrilla campesina que sólo lucha
para hacer unas reformas”.
Los errores y confusiones del libro son
sintomáticos. Saez elude el papel de la URSS en el asesinato
de Gaitán, y dice que ese atentado ocurrió “durante el
gobierno de Laureano Gómez” (el presidente era Mariano
Ospina Pérez), que el creador de las Farc fue Marulanda
Vélez (Tirofijo llegó más tarde cuando la actividad armada
comunista ya existía y su dirección había pasado por las
manos de Olimpo, de Jacobo Prías Alape y de Ciro Trujillo),
que las “raíces políticas” de las Farc son “el movimiento
bolivariano y el partido comunista clandestino” (¡sic!), que
los primeros secuestros “económicos” de las Farc comenzaron
“en 1991” (estos arrancaron en 1963 con los secuestros y
asesinatos de Harold Eder y Oliverio Lara), que la matanza
de los once diputados-rehenes ocurrió “en 2004” (ocurrió el
5 de mayo de 2003).
El diplomático reconoce que las Farc son
las “responsables de miles de muertes en Colombia”, pero
relativisa inmediatamente eso diciendo que hay otros actores
que hacen lo mismo: los militares, los paramilitares y la
delincuencia común. El diplomático confunde muchas cosas y
utiliza el esquema cómodo pero muy deformante según el cual
en Colombia hay un “conflicto armado” en el que intervienen
varias “partes”, las cuales son equivalentes política y
moralmente: el gobierno, las guerrillas, los militares, los
paramilitares, etc. El no ve a Colombia como un país
atacado por el terrorismo, sino a un país en guerra consigo
mismo. Los defensores de una de las democracias más antiguas
y civilistas del continente americano no valen para él más
que los fanáticos enemigos de ésta. En el esquema del
diplomático, las Farc sólo se defienden de los ataques de
sus enemigos, desde Marquetalia hasta el secuestro de Ingrid
Betancourt. Este último crimen, por ejemplo, es la
consecuencia de una “provocación” de Ingrid. Noël Saez
afirma que Raúl Reyes le dijo un día que las Farc no la
hubieran secuestrado si ella no los hubiera “provocado” y
“humillado” en la famosa reunión del Caguán unos días antes
del secuestro. Noel Saez parece creer todo eso.
¿Como ve el ex “mediador” Noël Saez el
futuro de las Farc? El estima que las Farc están
“declinando” y que no lograrán restaurar sus “fuerzas
vivas”. Empero, Saez agrega que “a pesar de las
deserciones y de las traiciones”, siempre habrá en Colombia
“un vivero de jóvenes que se sumarán” a esa banda y que las
masivas manifestaciones urbanas de repudio a las Farc son
inútiles. El diplomático francés deja correr su afiebrada
imaginación al decir que el gobierno colombiano se dispone a
“desatar” una “ofensiva militar por todas partes”. Según
sus “fuentes”, esa “ofensiva” será catastrófica pues incluye
la posibilidad de “destruir la selva del sur del país para
facilitar la exterminación de los frentes de las Farc que
operan en esa vasta zona”.
Por esa razón a Alfonso Cano no le queda
sino un camino, según Saez: “consolidar su poder dentro de
las Farc antes de negociar con el gobierno”, y obtener el
envío de “observadores imparciales de la comunidad
internacional para prevenirlas contra los abusos de un
gobierno que las arrincona hacia la rendición y la
humillación”. ¿Si eso es lo que Noël Saez llama ser
“neutral” que podría Colombia esperar de él si no lo
fuese?