La presencia, el domingo 1 de febrero de 2009, de los
periodistas Hollman Morris, Leonardo Acevedo y Camilo
Raigozo (el primero corresponsal de Radio France
Internationale, RFI, y los dos otros del semanario
comunista colombiano Voz), en el lugar escogido por
las Farc para poner en libertad los cuatro rehenes (policías
y militares), puso en peligro la vida de éstos y puso en
peligro la realización de ese rescate. Son ellas, las Farc,
las que montaron esa provocación, no el Gobierno, quizás con
la intención de que el Ejército las atacara y todo
concluyera en un baño de sangre. Lo grave es que en esa
provocación está involucrado un media francés (RFI) y
el órgano del Partido Comunista colombiano. Lo grave también
es que, sin embargo, nadie le recrimina eso hoy a las Farc,
mientras que los media, por el contrario, difundieron de
manera acrítica el infundio inventado por el periodista
Jorge Enrique Botero, miembro de la misión humanitaria, en
el sentido de que el Ejército colombiano intentó
"entorpecer" ese rescate.
Es obvio que el propósito de los cuatro periodistas
involucrados en ese asunto (Botero, Morris, Acevedo y
Raigozo) no era contribuir al éxito de la misión humanitaria
sino ayudar a montar una operación de propaganda en favor de
las Farc, así ello hiciera correr riesgos a los
secuestrados. Las Farc rompieron de esa manera el acuerdo
que tenían con la Cruz Roja Internacional al invitar y al
internar subrepticiamente a tres personas (Morris, Acevedo
y Raigozo) que no estaban previstas en los planes de la
mision, para que llegaran a la zona del rescate antes que la
misión humanitaria. Tal incursión, abusiva y peligrosísima,
era imposible de realizar sin la ayuda directa de las Farc
(por los anillos de seguridad de éstas y del Ejército y por
las minas antipersonas que rodean algunos campamentos de las
Farc). Los tres estaban, pues, en contubernio con los
secuestradores ya que las coordenadas del lugar donde
estaban los rehenes no las conocían sino las Farc, las
autoridades brasileñas y la CRI.
Por otra parte, Jorge Enrique Botero, autor de la falsa
información ulterior acerca las "operaciones militares" que
habrían "entorpecido" la entrega de los cuatro rehenes,
elemento desmentido por los cuatro liberados, por las
autoridades colombianas y por el coronel brasileño Aquiles
Furlán, quien negó rotundamente ante la radio colombiana que
el domingo hubiera habido disparos o cosa parecida contra
ellos, le vendió a la prensa norteamericana, a la
Associated Press en particular, algunas fotos de ese
evento (el Washington Post publicó esas fotos el 2 de
febrero) lo que prueba que él, Jorge Enrique Botero, no
estaba en esa misión de rescate de rehenes en calidad de
testigo y garante sino en calidad de periodista y agitador.
Botero quien afirmó que aviones militares colombianos
hicieron sobrevuelos "en círculos" sobre el punto donde se
encontraban los cuatro secuestrados, reveló, además, que
llegó al campamento guerrillero portando equipo electrónico
que le permitió grabar las "conversaciones de tripulantes
militares que (sic) dan órdenes y dicen que hay que
buscarlos por tierra". (El Espectador, Bogotá, 2 de
febrero de 2009). Todo indica que el sofisticado equipo
electrónico utilizado por Jorge Enrique Botero es propiedad
de Telesur. Botero es el corresponsal de esa agencia
de prensa venezolana. Sin embargo, su presencia en esa
misión no tenía nada que ver con el periodismo, acuerdo que
el aceptó y luego violó. A diferencia de Botero, el
periodista Daniel Samper Pizano, quien también hizo parte de
esa misión humanitaria, en calidad de garante, tuvo un
comportamiento de total respeto al estatuto de neutralidad
exigido a los miembros de esa misión.
Como la tripulación del helicóptero brasileño involucrado de
la misión humanitaria no aceptó transportar a Hollman Morris
luego del rescate de los rehenes, por no hacer éste parte de
la misión, el periodista abandonó el campamento guerrillero
por tierra y fue sometido ulteriormente, en la Unión Peneya,
a un control por parte de los militares. Un comunicado del
ministerio colombiano de Relaciones Exteriores admitió ese
hecho y explicó que “el comandante de la base militar le
ofreció, de manera preventiva, protección, lo que fue
rechazado por el señor Morris.”
La cancillería colombiana subrayó que Hollman Morris “cuenta
con medidas cautelares solicitadas por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos” y que “a pesar de alegar
riesgo extraordinario para su vida, [él] se sometió a riesgo
extremo [al viajar al campamento de las Farc], sin informar
al Estado del cual demanda protección.”
El ministerio público colombiano (Fiscalía) abrió una
investigación preliminar para determinar si Hollman Morris
incurrió "en el delito de constrenimiento ilegal, amenaza u
otro delito, en los hechos que vivieron los uniformados
antes de la liberación". (El País, Cali, 4 de febrero
de 2009). Pero no se ha pronunciado sobre el papel jugado
por Jorge Enrique Botero y los dos periodistas de Voz,
en los hechos del domingo 1 de febrero pasado. En cuanto a
RFI todo indica que esa radio trata de distanciarse
del asunto en que está involucrado su corresponsal en
Colombia. En un comunicado, RFI indicó que "ninguna
entrevista relacionada con esta liberación [de los policías
y militares] fue propuesta por Hollman Morris” a RFI
y que esa radio no se la había encargado. "Ninguna
declaración de los rehenes fue difundida o utilizada en los
programas de RFI", agregó el comunicado. Si no Morris
no tomó esas declaraciones para RFI no se entiende
por qué aceptó correr tan enormes riesgos vitales, para él
y para los rehenes.
Un hecho que no debe ser olvidado: las declaraciones muy
claras de los ex rehenes liberados el 1 de diciembre, sobre
todo las de Juan Fernando Galicia y Walter José Lozano.
Ellos explicaron en Bogotá cómo los hombres de las Farc los
habían preparado y obligado, a ellos, los rehenes
"liberables", bajo la amenaza de matarlos o de no dejarlos
en libertad, para que dijeran mentiras a unos periodistas
que los iban a entrevistar (Morris, Acevedo y Raigozo),
antes del rescate.
El presidente Alvaro Uribe quien suspendió los sobrevuelos
en zona de liberación de secuestrados, a una altura superior
a los 20 mil pies, explicó que los sobrevuelos militares del
l de febrero habían estado incluidos en los acuerdos con la
misión humanitaria. El jefe de Estado criticó con fuerza la
actitud de Jorge Enrique Botero y Hollman Morris, quienes,
según él, aprovecharon la misión humanitaria para ser
“cómplices permisivos del terrorismo”. Uribe cuestionó en
particular la actitud de Botero quien “incumplió las reglas
de juego" de la misión humanitaria. “No fue de garante,
dijo, sino de publicista del terrorismo. Una cosa es la
libertad de la prensa y otra utilizar el carné de periodista
para convertirse en publicista del terrorismo”.
Botero, Morris, Acevedo y Raigozo son una verguenza, un
descrédito, para la profesión de periodista. Lo que hicieron
en esta ocasión es un insulto para todo periodista que se
respete. Ellos no fueron a esos lugares para conseguir
honestamente información para los lectores. Fueron allí para
jugar un papel preconcebido por otros, para ponerse al
servicio de una propaganda, de la propaganda de un grupo
terrorista.
Con esa maniobra, las Farc violaron su acuerdo con la CRI y
se burlaron del resto de los periodistas del país y del
mundo. En dos cartas dirigidas a Antoine Schwarts,
presidente de RFI, y a la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos, los ex rehenes liberados, Walter José
Lozano Guarnizo, Alexis Torres Zapata, Juan Fernando Galicia
Uribe y William Giovanny Domínguez Castro, pidieron que las
declaraciones forzadas y bajo amenazas de muerte que ellos
les dieron al corresponsal de RFI no sean
difundidas. Los métodos utilizados por las Farc,
consistentes en intimidar y hacer mentir a sus víctimas
indefensas para tratar de darse una imagen internacional
positiva, explica lo que ocurrió después: la liberación
del rehén Alan Jara fue seguida de unas declaraciones
inadmisibles de éste. Nadie puede dudar más: las Farc
someten a sus rehenes a amenazas y a un tratamiento
psicológico devastador para que éstos, aún después de
alcanzar la libertad, jueguen un papel nefasto en favor de
los terroristas, como la cosa más natural.
Esperemos que con el paso del tiempo, Alan Jara recupere su
verdadera identidad moral e intelectual y rechace las
violentas declaraciones que lanzó contra el gobierno
colombiano y contra el país en general, preñadas a su vez de
amabilidades y matices disculpadores para sus ex-verdugos,
las Farc. Jara dijo, por ejemplo, que los guerrilleros les
ponen cadenas a los secuestrados “por seguridad, más no como
método de tortura”. ¿Qué nuevos embuchados y que nuevas
provocaciones habrán montado las Farc para explotar la
puesta en libertad de Sigifredo López?
Colombia debería abrir los ojos ante las sofisticadas
maniobras mediáticas de las Farc. Los periodistas deberían
plantearse esta pregunta: ¿Cómo es posible que un periodista
acepte jugar un papel en una operación de propaganda de las
Farc? ¿Cómo es posible que un periodista interroge de manera
insistente a una persona que acababa de salir de más de
siete años de cautiverio en manos de las Farc, como lo fue
Alan Jara? ¿Un ser humano que ha sufrido tal aislamiento y
tales traumatismos puede responder a las preguntas y a las
insinuaciones de los periodistas? Yo no lo creo. Una cosa es
darle la palabra a los ex rehenes, para que se expresen
libremente, como ocurrió en la Casa de Nariño, y otra
someterlos, como fue el caso de Jara en Villavicencio, a una
ametralladora de preguntas dificiles. Los periodistas
deberíamos negarnos a aprovechar la debilidad de los ex
secuestrados para sonsacarles declaraciones de alta política
que éste puede más tarde deplorar.
Lo ocurrido con los periodistas Morris, Acevedo, Raigozo y
Botero muestra hasta qué punto las Farc han logrado penetrar
el mundo de la prensa. Eso debe llamarnos la atención. La
profesión debe encontrar un correctivo para esa falla, o de
lo contrario las Farc, y los demás actores de la subversión,
lograrán imponer cada vez más su voluntad a los media
colombianos. La deontología del periodismo existe y todos
los periodistas debemos luchar para impedir que los
violentos la destruyan.