El segundo congreso del Polo Democrático
reunido en Corferias (Bogotá), podría ser comparado con la
montaña que parió un ratón. Anunciado como “decisivo”, ese
evento fue incapaz de ponerse de acuerdo en torno de una
resolución mínima acerca de la coyuntura política nacional.
Los 1500 delegados sólo votaron puntos secundarios de
mecánica electoral y perdieron así su tiempo. Contra lo que
todos querían, ese evento mostró de nuevo la fractura que
mina esa formación. El ala radical, aliada a un grupo de
centro, se impuso sobre el llamado sector “moderado”. Carlos
Gaviria, quien se hizo reelegir como presidente del Polo,
aunque decía tener una línea muy desinteresada, no pudo
evitar su salva de ataques contra Luis Eduardo Garzón, quien
ha cometido el crimen de apartarse de las toldas marxistas
para acercarse a la fracción liberal dirigida por el
expresidente César Gaviria. Ni “Lucho”, ni María Emma Mejía,
asistieron a la convención del Polo y la rivalidad
personalista entre Gustavo Petro y Carlos Gaviria estalló de
nuevo.
¿Qué es una verdadera izquierda
democrática? ¿Qué piensa el Polo acerca de los problemas
económicos, de seguridad, sociales y culturales de los
colombianos? ¿Qué piensa sobre la amenaza totalitaria que se
cierne sobre América Latina? El Polo no piensa nada al
respecto. No sabe, no discute nada. No vota nada. Todo lo
contrario, el Polo se dice “democrático” pero estima que la
democracia en América Latina es amenazada por los Estados
Unidos y no por las ambiciones de Caracas y de sus aliados
rusos, bielorrusos e iraníes.
El Polo es un partido rarísimo donde la
discusión de los temas cruciales y actuales de Colombia es
substituida por discusiones esotéricas sobre mecanismos
internos. Sin los cuales las fracciones que coexisten en ese
partido no podrían soportarse. Empero, los ideólogos del
Polo se concentran en un tema: ver cómo logran que en 2010
el núcleo central de ese partido (10 senadores y 8
representantes) arrastre en la próxima elección
presidencial a la masa de indecisos, a los liberales “de
avanzada”, estilo Piedad Córdoba, a los conservadores
“progresistas” del Nuevo Siglo, a los “visionarios”
de Antanas Mockus, al grupo de Sergio Fajardo, a los de
Opción Verde, y a cuanto grupo minoritario antiuribista,
violento o no, exista en el país. ¿Para hacer qué? Para
desmantelar lo hecho por el Gobierno y el país en los ocho
últimos años.
No extrañó por eso que las Farc le enviaran
a Carlos Gaviria una carta en la que dicen que se ponen del
lado del Polo en su lucha para
impedir la continuidad del uribismo y de las estrategias de
seguridad del Gobierno. Eclipsado rápidamente por la prensa,
tal incidente es muy diciente. Hay que destacar que la carta
de las Farc fue rechazada púdicamente por dos o tres
personalidades menores de la dirección del Polo, pero no por
ésta, ni por Carlos Gaviria. Las Farc cuentan, pues, con el
Polo para que el país regrese, en agosto de 2010, a las
delicias de los tres mil secuestrados al año y de los 150
pueblitos destruidos en promedio con las bombonas de los
artilleros de las Farc, en nombre de la lucha por “una
sociedad más justa, más incluyente, más equitativa”. Es lo
que ellos llaman “consolidar el Estado Social de Derecho”.
Sin embargo, hubo una resolución que sí
fue votada: la que pretende que en Colombia se debe
despenalizar el consumo de drogas alucinógenas. Es más,
parece (pero la prensa es muy discreta al respecto) que
Carlos Bula, secretario general del Polo, propuso algo peor:
la “despenalización total
del proceso de la droga”, es decir del consumo y de
la producción de drogas. Tal resolución, grotesca por sus
alcances y vergonzosa por su cobardía, hace del Polo un
partido enemigo de la juventud y de la salud pública. En las
sociedades donde tal adefesio fue experimentado fueron los
jóvenes los que pagaron el precio más alto, en beneficio de
los narcotraficantes.
Tal enfoque se ha convertido en un
distintivo de los partidos “bolivarianos” del continente. La
revolución, dicen, debe tener una visión “flexible”, no
“autoritaria” (léase norteamericana) del problema de las
drogas. La droga puede ser un trampolín para la conquista
del poder. La historia de Evo Morales hace soñar a algunos
en el Polo.
La decisión central del congreso del Polo
fue puramente mecánica: ir con candidato propio en 2010. Es
decir, tratar de construir un frente electoral con un grupo
heterogéneo de partidos, pero a condición de que todos ellos
acaten la férula del Polo. Basado en la creencia de que el
Polo es el único factor aglutinante de los enemigos de la
Seguridad Democrática, ese enfoque es sectario y no
funcionará.
La otra decisión votada es la de escoger
en 2009 un candidato presidencial del Polo “a través de una
consulta abierta”. La “consulta abierta”, ya utilizada hace
unos meses, no es democrática. En Europa, ningún partido
serio, ya sea de izquierda o de derecha, acepta que personas
ajenas a su partido puedan inmiscuirse en la vida interna
de éste. En Francia, Segolène Royal fue elegida candidata
presidencial por los miembros del Partido Socialista,
carnetizados y al día con las cotizaciones, y no por el
primer aparecido. Quienes impulsan el sistema espúreo de la
“consulta abierta” pretenden no dejarse contar en esos
comicios internos. Por otra parte, le retiran a los
adherentes del partido su derecho a escoger y le otorgan a
otros ese derecho. Al permitirle a otra gente, adversa o no,
interferir en su partido, el Polo le abre las puertas a las
Farc y al Eln para que intervengan por esa vía en sus
escogencias internas. ¿Qué valor puede tener un candidato
del Polo escogido en esas circunstancias?