Las
Farc le han cerrado las puertas de la liberación de los
rehenes a todos, menos al presidente Hugo Chávez. A la
Iglesia católica, a España, a los Estados Unidos, a la
Unión Europea, al presidente Alvaro Uribe. Todos ellos
están vetados por las Farc. Sobre todo Uribe, su peor
enemigo, quien las ha vencido en el terreno militar y
político. Las doce o más propuestas de negociación que el
jefe de Estado colombiano ha lanzado, incluso aquellas
respaldadas por la Unión Europea, son sistemáticamente
rechazadas por las Farc.
¿En esas
condiciones es razonable hacerle crear a la opinión
pública que todo depende de la buena voluntad de Alvaro
Uribe? ¿A quien pretende engañar con eso el presidente
Hugo Chávez? Decir que Uribe tiene la clave de la
liberación de Ingrid Betancourt y de los otros rehenes es
colaborar con la barbarie de las Farc. Lo que buscan las
Farc es mostrar a Uribe como un hombre recalcitrante. A
ellas no les interesa negociar nada con Uribe, ni con
nadie. Las Farc sólo buscan que Uribe dé la orden de
paralizar el Ejército y la Policía, los jueces y la
Defensoría del Pueblo, en una zona que es vital para los
planes de las Farc respecto de la ciudad de Cali, la
tercera en importancia del país. Pedir a Alvaro Uribe que
ceda esas posiciones ante la organización narco-terrorista
es hundir aún más a los rehenes en la incertidumbre, es
aplazar la solución de ese drama.
Este 27 de febrero, una vez
liberado, Luis Eladio Pérez declaró que Ingrid Betancourt
"está muy maltratada” por las Farc, que esa guerrilla “se
ha ensañado” contra ella. El ex congresista[1]
agregó que Ingrid vive en “condiciones infrahumanas,
rodeada de personajes que no le han hecho para nada la
vida agradable". La otra rehén liberada ese día, la ex
parlamentaria Gloria Polanco[2],
precisó que Ingrid “ha quedado en la selva muy enferma" y
que podría estar viviendo “sus últimos días”.
Esas
terribles revelaciones desataron una ola de indignación en
Colombia y en Francia. El caso de los rehenes, en
particular la situación dramática que viven Ingrid
Betancourt y el coronel Mendieta, muy enfermo él también,
cuya carta estremeció de horror a la opinión pública en
enero pasado, constituye una prueba más de la barbarie
comunista. Pues las Farc no son sólo gangsters.
Las Farc son narcotraficantes por accidente, o por
necesidad, y secuestradores leninistas por convicción. Sin
embargo, muy pocas personas quieren ver
en Francia que el drama de Ingrid Betancourt, y de los
demás rehenes en Colombia, es uno de los espectáculos más
infames que puede ofrecer el comunismo en el siglo XXI.
Insensibles
al clamor de los doce millones de colombianos que salieron
a las calles el 4 de febrero de 2008 para repudiar a las
Farc y exigir la liberación de todos los secuestrados, los
jefes de esa organización criminal reiteraron, el 27 de
febrero pasado, que “no habrá más liberaciones
unilaterales” hasta que el gobierno del presidente Uribe
no “desmilitarice” Pradera y Florida, dos pueblos del
suroeste de Colombia, con 110 000 habitantes, a sólo 30
kilometros de Cali.
Uribe
respondió que está dispuesto a soltar prisioneros de las
Farc si ello sirve a la liberación de los rehenes, pero
que no desmilitarizará un sólo metro cuadrado del
territorio colombiano ni abandonará la población
colombiana a la violencia de las Farc.
Incluso si
Uribe dijera sí a esa desmilitarización, el impacto
positivo sobre los rehenes tomará mucho tiempo. Pues una
“negociación”, como las que suele practicar ese
movimiento, tomará meses y hasta años. Fue eso lo que
hicieron las Farc durante la presidencia de Andrés
Pastrana[3].
En esas
condiciones, sólo el presidente Hugo Chávez está en
posibilidad de obrar rápidamente. Hugo Chávez tiene en sus
manos la solución del caso Ingrid Betancourt
y de los otros rehenes. El no puede escapar ahora a esa
realidad, a esa responsabilidad. Las Farc han sido
vencidas en Colombia. Ellas se han arrimado a Venezuela
para evitar el colapso militar definitivo. La
supervivencia de las Farc depende de la voluntad de Hugo
Chávez. Varios de los jefes más altos de las Farc están
escondidos en Venezuela. Las Farc dependen de ese régimen
para recibir desde armas y municiones hasta raciones
alimenticias y medicamentos.
El
presidente Chávez puede obligar a esa gente a liberar
todos los rehenes, y rápidamente. Hugo Chávez no puede
esconderse detrás de la superchería inventada por él en el
sentido de que “todo el mundo está de acuerdo salvo Uribe”[4].
¿Que los gobiernos de Brasil, Ecuador y Argentina están a
favor de entregarle 110 000 colombianos a las Farc bajo el
pretexto de unas hipotéticas “negociaciones”? Permítanme
dudar. De esos tres gobiernos el único que podría
convalidar semejante crimen es el del Ecuador. Rafael
Correa, quien también le ha dado santuarios a las Farc, no
suele disgustar al dictador venezolano, su patrón.
Gloria
Polanco abogó ante Hugo Chávez por la liberación de los
policías y soldados rehenes, y por la de los tres
estadounidenses cautivos de las Farc. Esa insistencia de
Polanco es oportuna, pues las Farc acaban de lanzar una
nueva doctrina: negociar únicamente la suerte de los
“rehenes civiles”, lo que dejaría por fuera de todo
arreglo a los policías y soldados y a los tres norteamericanos.
Las Farc quieren hacer de ellos los escudos humanos más
expuestos. Eso es ilegal e inadmisible.
El
presidente Nicolas Sarkozy exigió a las Farc, desde
Sudáfrica, la liberación inmediata de Ingrid Betancourt y
dijo estar dispuesto a ir a buscarla a Venezuela, si las
Farc se lo exigen. Hace unos meses, las Farc traicionaron
al presidente Sarkozy. El había logrado que el presidente
Uribe sacara de la cárcel a Rodrigo Granda, un jefe de las
Farc. Ese gesto no fue seguido de resultados por parte de
las Farc. Sarkozy les había pedido la liberación de Ingrid
Betancourt y ellos liberaron, para mejorar la decaída
imagen de Hugo Chávez, a Clara Rojas y a Consuelo
González. Y pusieron en marcha un dispositivo para
entregar por cuenta gotas a ciertos rehenes, haciendo ver
que Ingrid sería la última en ser liberada.
Sarkozy no
debería equivocarse una segunda vez. La presión de París
debería ser puesta sobre el presidente venezolano, quien
controla todos los hilos de las Farc. Chávez está, a su
vez, atrapado por esa organización, por el cinismo y por
la barbarie de esa banda que él acogió y protege.
Chávez
puede exigirle al jefe de las Farc, Manuel Marulanda, no
el traslado de Ingrid Betancourt a su lado, para que no
siga siendo maltratada, pues con el jefe brutal que es
Marulanda, ella podría quedar en condiciones peores.
Chávez tiene la obligación no sólo de pedirle a Marulanda
decisiones ridículas como ese traslado. El puede exigir a
Marulanda que libere los 39 o 40 rehenes “políticos”, y
sin perder tiempo. La familia Betancourt debería estar
interesada en adoptar una estrategia basada en la
omnipotencia de Hugo Chávez. Las horas y días que siguen
serán decisivos para la supervivencia de Ingrid
Betancourt.
Las Farc
creían que tenían todo el tiempo del mundo para crear sus
“escenarios”, sus miserables plataformas
autojustificadoras. Pero el tiempo se les ha acabado. Sus
rehenes están enfermos, agotados, algunos están a punto de
morir. Si ello ocurre, la condena será total y universal.
Y podría tener consecuencias para el mismo régimen
chavista, quien tendrá que responder por esas muertes si
no hace ya, ahora mismo, lo que está en sus manos hacer
para poner a salvo esas vidas. En Francia, algunos
responsables políticos comienzan a criticar la
“indulgencia culpable” que se tiene aquí hacia las Farc,
como lo hizo, el 28 de febrero, François Bayrou, jefe del
Movimiento Democrático (Modem). Las Farc, sin embargo,
siguen burlándose de todos. Menos de Hugo Chávez. Ellas no
están en capacidad de negarle nada a ese personaje.
[1]
Luis Eladio
Pérez, era senador cuando el 10 de junio de 2001 fue
secuestrado. Antes había sido concejal, gobernador del
departamento de Nariño y diplomático.
[2]
Gloria
Polanco Lozada había sido secuestrada junto a sus dos
hijos, Juan Sebastián y Jaime Felipe, el 26 de julio
de 2001, cuando ejercía el cargo de congresista por el
departamento de Huila. Tres años más tarde, su esposo
-asesinado poco después en una emboscada- pagó una
fuerte suma para liberar a sus hijos pero no pudo
liberar a su esposa.
[3]
De 1999 a 2002, el gobierno de Andrés Patrana
desmilitarizó una zona de 41 000 Km² para discutir
allí con las Farc. Las Farc salieron reforzadas de ese
experimento y las “negociaciones” no dieron ningún
resultado.
[4]
Rfi Actualité, 29 février 2008.
* |
Periodista
y
escritor. Ultima obra publicada: “Las Farc,
fracaso de un terrorismo” (Ediciones Random House
Mondadori/Debates, Bogotá, 2007) |