Inicio | Editor | Contáctenos 
 

Alfonso Cano impulsado a la cabeza de las Farc
Eduardo Mackenzie
martes, 27 mayo 2008


¿Que significa el hecho de que Timoleón Jiménez haya sido escogido por las Farc para anunciar que el sucesor de Manuel Marulanda es Alfonso Cano ? ¿Hay  en esa aparición del terrible Timochenko un signo que debe ser descifrado?   

Los interrogantes son numerosos pues nada es claro en ese discurso violento, amenazante, falsamente emotivo, en el que el alias Jiménez afirma que “la humanidad no tiene antecedentes de un lider de las condiciones de Manuel Marulanda Vélez” y que éste murió de un infarto y “en brazos de su compañera”, el 26 de marzo de 2008.

 

En la época del stalinismo triunfante, los jefes comunistas (aquellos que no eran liquidados por sus propios camaradas en los sótanos de la Lubianka, en el Goulag o en aviones en pleno vuelo),  eran mostrados como héroes inmensos, como“padres de los pueblos”,  como “grandes timoneles",  “conducatores” y “comandantes en jefe”. La Historia, que nunca fue tierna con los tiranos, los recuerda en cambio como lo que eran, infelices mortales perfectamente inútiles que dejaron tras de ellos inmensos océanos de sangre.

 

El elogio que hizo Timochenko de Pedro Antonio Marín, en el que la historia de su propio movimiento y de su país es falsificada sin verguenza, corresponde a esa misma psicología, a ese mismo cinismo, a esa necesidad patológica de ensalzar a un monstruo que tantas tragedias sembró en Colombia. Pero la época es otra. El comunismo ha fracasado en los cinco continentes.

 

Ese discurso es, sin embargo, un residuo de una época terrible. Es un vestigio de nuestro pasado cercano, en el que los fundadores de las Farc (y Tirofijo no fue uno de ellos, pues el llegó después como un recluta especialmente feroz) le impusieron al país la falsa creencia de que la justicia social sólo podía ser alcanzada mediante la violencia impartida por una minoría de chacales bien organizada y decidida.

 

Colombia terminó por ver lo que esa ideología podía hacer con los seres humanos. Las masacres, los secuestros, las destrucciones, la miseria, es decir, la tarea diaria de las Farc,  es lo que Timochenko le promete de nuevo al país cuando anuncia que su banda continuará “la confrontación”.  Sin embargo, las gesticulaciones de Timochenko no fecundarán el futuro de Colombia. Sus palabras resuenan como una escoria bestial del pasado, como una pesadilla que nadie quiere que se prolonge un día más.

 

Timochenko asegura que Alfonso Cano es el nuevo jefe de las Farc. El habla de “unanimidad” en esa escogencia, pero la duda se impone.  La forma que él escoge para decir eso sorprende:  “Acordamos unánimemente que a la cabeza del secretariado y como nuevo comandante del estado mayor central esté el camarada Alfonso Cano”. Ese “acordamos” no se sabe de dónde viene. El no dice si el secretariado se reunió. Mal podría hacerlo: los miembros que quedan de ese cuerpo están dispersos. Se sabe, por ejemplo, que entre el Bloque Oriental, el más fuerte, y el Occidental, dirigido por Alfonso Cano, y el Noroccidental, no hay puentes y que las comunicaciones son pésimas. Todo el mundo tiene miedo de ser escuchado, ubicado y bombardeado. Esa nominación no convence. Parece más la expresión de la voluntad de un sector sobre los otros, sobre los elementos de ese archipiélago de grupos y columnas errantes que son las Farc de hoy. ¿Ese “acordamos” de dónde viene?  ¿De La Habana? ¿De Caracas? Desde el episodio Fernando Serna[1], en 2001, se sabe que Alfonso Cano tiene excelentes amigos en Venezuela.

     

En la aparición de Timochenko hay como un mensaje subliminal. Timochenko, y no otro, es quien anuncia la llegada de Alfonso Cano a la cúspide de las Farc. ¿Es ello casual? Nada es casual en las Farc. Timochenko tiene fama de “duro”. Cano tiene fama de “político”. ¿Un duro que introniza a su contrario? El mensaje velado se dirige a aquellos que creen saber que en la dirección de las Farc hay dos tendencias, la de los “militaristas” y la de los “políticos”. Los jefes del Polo Democrático y los artistas del semanario comunista Voz,  empeñados en mejorar la imagen de Alfonso Cano, aseguran que tras la muerte de Tirofijo habrá una “lucha interna” en las Farc, entre una línea “guerrerista” y una “política”.

 

Estamos ante el viejo truco bolchevique de la supuesta querella entre los duros y los blandos “en el seno del comité central”. Ficción siempre muy útil y que hace que la gente normal, en este caso,  crea que hay que ceder ante las iniciativas “de los blandos” de las Farc para que su sector más brutal no prevalesca.

 

La perorata de Timochenko dice, entre líneas, eso pero con una variante: que hay un sector “militarista” que apoya al sector “político” y que en las Farc, al menos por ahora, hay  unidad. Que la línea de ambos es “el pensamiento” de Tirofijo y que así el  “gran jefe” sigue de alguna manera vivo.

 

Ello hace improbable que Alfonso Cano, un puro producto de la cultura Juco (juventud comunista), estrene su nuevo cargo con un acto de cordura, de generosidad, como sería poner en libertad a los rehenes y secuestrados, o cediendo en cuanto a la aspiración exorbitante de negociar un acuerdo humanitario en una zona desmilitarizada en Pradera y Florida, a sólo 33 kilómetros de Cali en línea recta, en donde 112 000 personas y sus bienes quedarían a la merced de los narco-guerrilleros.

 

Soltar a los rehenes es una tentación en boga. Los actores socialo-comunistas que hacen lobby ante la Unión Europea para que las Farc sean retiradas de la lista de organizaciones terroristas, necesitan munición para redoblar esa exigencia. Es lo que ellos quieren que Cano haga, para avanzar hacia el reconocimiento de las Farc como fuerza beligerante. No obstante, tal movida agravaría los celos de quienes aspiraban, como el Mono Jojoy, a reemplazar a Marulanda en la jefatura máxima. Y como los asesinatos inter-farianos están de moda, Cano se cuidará de dar un paso en falso.

 

Aún si tal retiro es votado, el problema militar, el central de las Farc en este momento, sigue intacto. ¿Cómo recuperar el terreno perdido ante el empuje de las Fuerzas Militares? ¿Cómo parar la desmoralización de sus filas, cómo detener las deserciones (lo de Karina es un caso más entre otros), cómo desviar la acción de la seguridad democrática?

 

Alfonso Cano, quien no comenzó en las Farc como un jefe de frente, como sí lo hicieron otros miembros del secretariado, tampoco es un hombre de diálogo, ni un ideólogo moderado. El comparte la responsabilidad de los fracasos de las conversaciones en Tlaxcala y en Caracas. La violencia guerrillera desatada en esos meses de “diálogo de paz” arruinó esas iniciativas. Cano fue uno de los que demolió, junto con Raúl Reyes, los acuerdos de Los Pozos, luego de tres años de falso “diálogo” en la zona desmilitarizada del Caguán. Cano  hizo saber, en abril de 2002, que la intención de las Farc era dividir en dos a Colombia. Los colombianos le respondieron eligiendo un mes después a Alvaro Uribe. Cano propuso entonces a Andrés Pastrana, en junio de 2002, que le diera a las Farc el Putumayo y el Caquetá (una superficie de 115 755 km²), pues había que “compartir el poder”.

 

Hace ocho años, Cano creó un organismo llamado “partido comunista colombiano clandestino” (PCCC o PC3), un brazo adicional de las Farc destinado a infiltrar el Estado y los sectores claves de la sociedad civil, en particular las universidades y los medios de comunicación e información. Inventó también un “movimiento bolivariano”, organismo pretendidamente “amplio” llamado a servir de vivero y de mampara al PC3. El problema es que una parte de los pasos de esos instrumentos podría haber quedado visible gracias al rescate de los computadores de Raúl Reyes.
 

Guillermo León Saenz Vargas, alias Alfonso Cano, soñó siempre con apoderarse de la mitad sur de Colombia. Los ataques en los departamentos del Cauca, Nariño, Putumayo y Huila corresponden a ésa lógica. Sus hombres trataron de instalar redes terroristas en Buenaventura, puerto sobre el océano Pacífico, para controlar todo tipo de tráficos. Cano sueña con hacer de Cali la capital de esa “Nueva Colombia” que las Farc quisieran dominar. Cano arrastra una reciente condena de prisión adicional por haber ordenado el fusilamiento de 40 guerrilleros tras un “consejo de guerra” por “indisciplina”.

 

Ese es el personaje que Yolanda Pulecio, la madre de Ingrid Betancourt, llama hombre “cultivado y progresista” y que los jefes del comité parisino de apoyo a IB toman por un “moderado en el seno de la guerrilla”. Como el angelismo nunca ha sido un buen argumento ante las Farc, el panorama de los rehenes y secuestrados seguirá siendo incierto. Un comunicado de las Farc, expedido tras el anuncio de Timochenko, no permite pensar otra cosa. Alfonso Cano, dice el texto, seguirá en la línea habitual sobre el acuerdo humanitario y las otras “soluciones políticas”.

 

Por el momento, en el Cañón de las Hermosas, al sur del Tolima, un destacamento del ejército está buscando a Cano. Dicen que se había escondido en el campamento de El Diamante. Sáenz, en todo caso, está huyendo de los militares sin saber qué suerte le reservan sus propios camaradas de la comandancia de las Farc.

 

[1]  Fernando Serna es un pistolero de las Farc que se entregó a las autoridades. El confesó haber estado a punto de asesinar al presidente Andrés Pastrana durante una visita del presidente Hugo Chávez a Bogotá, en mayo de 2001. Serna hacía parte del servicio de seguridad de Chávez, gracias a las intrigas de Alfonso Cano en esa capital.

 

*

Periodista y escritor. Ultima obra publicada: “Las Farc, fracaso de un terrorismo” (Ediciones Random House Mondadori/Debates, Bogotá, 2007)


© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.