La
Canciller alemana, tras su brillante actuación en la Cumbre
de Lima, viajó a Bogotá. Allí se comprometió a apoyar
firmemente al presidente Alvaro Uribe en la lucha contra el
narco-terrorismo y a acrecentar la cooperación económica y
científica con Colombia. Ella indicó que Alemania sostendrá
el programa colombiano de indemnización de las víctimas de
la violencia y el programa de guardabosques, al que están
vinculadas 60 000 familias. Esas personas, que antes
sembraban coca, ahora son “guardianes de la selva”, explicó
el jefe de Estado colombiano.
La Canciller alemana, quien viajó a Bogotá
con una delegación de 80 personalidades de su país
(empresarios, parlamentarios y ministros), dijo que Berlín
ayudará a Colombia “con equipos y formación” en la
erradicación de cultivos ilegales y en la indemnización de
las víctimas de la violencia.
Ese viaje de Angela Merkel a Bogotá es un
gesto fuerte y de alto simbolismo. La Canciller sabe que
visitar a Colombia en momentos en que el presidente Alvaro
Uribe recibe infames ataques verbales y amenazas de parte de
dos regímenes autoritarios vecinos, dirigidos por déspotas
incurables y amigos de las Farc, tendrá un impacto en el
complicado juego de poderes que Hugo Chávez trata de
imponerle al continente.
Para Angela Merkel, la obscura doctrina que
Chávez llama “socialismo del siglo XXI” no es la mejor base
para consolidar la prosperidad y la libertad en América
Latina. “Hugo Chávez no es el vocero de América Latina”,
declaró Angela Merkel poco antes de partir para Lima. Chávez
le respondió con insultos y declarándola “heredera de Hitler”.
En Lima le pidió disculpas, para ahorrarse un incidente.
Alemania ve, en cambio, a Colombia como un
“socio importante en América Latina, al lado de Brasil y
México”. Fue eso lo que dijo Christian Hellbach, el
embajador alemán en Colombia. Este agregó que Colombia es
visto por Berlín como un “conjunto de nuevas y grandes
oportunidades de negocios, principalmente en el tema de
recursos y energía naturales, especialmente en el tema de
los biocombustibles”.
En la primera visita de un jefe de gobierno
alemán a Colombia hay como una intención muy clara de Berlín
de decir ciertas cosas. Uno de los asesores de la Canciller
subrayó que la visita a Bogotá “puede ser interpretada como
una señal de apoyo a la política del presidente Uribe con
respecto al clima de seguridad y confianza alcanzado.”
Angela Merkel aprovechó su ida a Lima para visitar también
México y Brasil, además de Colombia y Perú. Esa agenda
quiere decir mucho.
Mientras tanto, ¿qué hace el gobierno
francés? ¿Piensa el presidente Nicolas Sarkozy declarar su
respaldo a la gestión pacificadora del presidente Uribe? La
pregunta es legítima pues Francia presidirá desde el 1 de
julio la Unión Europea. ¿El presidente Sarkozy se muestra
dispuesto a jugar la carta colombiana, mexicana y brasileña
como su homóloga alemana? Lamentablemente, nada indica que
esas sean sus intenciones. Pues París no acierta a ver las
relaciones bilaterales con Colombia desde otro prisma que
no sea el tema Ingrid Betancourt.
Ese enfoque, que puede ser muy loable desde
el punto de vista humanitario, obliga sin embargo al Eliseo
a seguir una política errada, cuando no inepta, respecto de
Bogotá : presiones y más presiones exasperantes al gobierno
colombiano para que ceda ante las Farc. Para que éstas, a su
vez, liberen a Ingrid Betancourt. Tal manera de luchar por
la liberación de Ingrid Betancourt, en la que las exigencias
a las Farc no son la verdadera prioridad, ha fracasado desde
hace seis años. En plena fase de descomposición y derrota,
las Farc necesitan más que nunca a esos rehenes, utilizados
como escudos humanos de los grandes caciques de las Farc.
Sin duda es hora de inventar otra cosa para liberar a los
rehenes y para tener una verdadera política de amistad con
Colombia y el continente latinoamericano. Empero, el
gobierno francés no parece estar dispuesto a revisar sus
esquemas.
Ese enfoque lamentable también pone a París
en posición de debilidad frente al régimen de Caracas el
cual, con ayuda de las Farc, pretende dictarle unas
condiciones y aparecer como el dueño absoluto de la suerte
de los rehenes y de Ingrid Betancourt. Lo mismo podría
decirse respecto del régimen de Quito. El envío reciente de
un avión sanitario francés a Bogotá, que estaba listo a
sacar de la selva a Ingrid Betancourt y a otros rehenes,
fracasó pues las Farc se opusieron a ello, sin que Caracas
emitiera una sola crítica.
La visita ulterior de Bernard Kouchner a
Colombia, Ecuador y Venezuela fue un nuevo fracaso. En lugar
de exigirle al presidente Chávez ejercer todo su peso
político ante las Farc para que éstas, arrumadas a su poder
y dependientes de sus suministros, liberen inmediatamente a
los secuestrados, el ministro francés de Relaciones
Exteriores puso la presión sobre Bogotá, para que éste le
permita de nuevo a Chávez ser mediador. Përo quien amenaza
con enviar “diez batallones” de blindados contra Colombia
carece de autoridad moral para jugar tal papel.
Así, mientras Alemania avanza con paso firme
en Colombia, con una política clara de respaldo concreto a
un régimen democrático que basa sus políticas en los valores
de Occidente, Francia trata de implementar una política de
apaciguamiento respecto de tres regimenes duros que, aunque
salidos de elecciones, buscan poner al continente en la
órbita de la entente antiamericana y antioccidental que
integran Rusia, China, Irán, Siria, Cuba y Bielorusia.
Es hora de que París abra los ojos, y se dote
de una política inteligente frente a Colombia y a América
Latina. Pues lo que se está jugando en el continente es
enorme. La lucha popular contra las maniobras de
desestabilización de Hugo Chávez, Raúl Castro y consortes,
ya ha comenzado. Colombia no está sola en su lucha contra el
expansionismo chavista. El electorado venezolano le negó a
Chávez una reforma constitucional que le abriría las puertas
de una presidencia vitalicia. En Bolivia, los ciudadanos del
departamento de Santa Cruz expresaron en otro referendo su
deseo de autonomía frente al poder caudillista que trata de
imponer, mediante bayonetas y tacos de dinamita, el
presidente Evo Morales. Cinco otros departamentos bolivianos
están preparando sus referendos de autonomía, que La Habana
y Chávez condenan violentamente. Por decisión del Senado
boliviano, en manos de la oposición, el pueblo participará,
en agosto, en un referendum que podría revocar el mandato de
Morales.
Hugo Chávez amenazó a los bolivianos con
intervenir directamente si su peón local llega a ser
desbancado. Pero Bolivia no es un país dócil que se dejará
avasallar por los dólares y las armas de Caracas.
El hombre fuerte de Venezuela está, al mismo
tiempo, tratando de impedir el derrumbe definitivo de las
Farc pues quiere utilizarlas en un proyecto secreto
destinado a dividir a Colombia en dos pedazos. Es el
proyecto “Nueva Colombia” en el que zonas del sur del país
con salida hacia el océano Pacífico, además de la Amazonía
colombiana colindante con Ecuador, Perú, y Brasil, quedarían
bajo el control militar de fuerzas “bolivarianas”, es decir
de generales de Cuba y Venezuela. Cali sería la capital de
ese nuevo y triste enclave. Por eso las Farc, desde hace más
de diez años, han intentado implantarse en los departamentos
del Cauca y del Valle y tratado de penetrar esa ciudad y el
puerto de Buenaventura. El desmantelamiento de las redes
narco-terroristas en esas dos ciudades avanza con dificultad
pues para las Farc se trata de un bastión estratégico.
No por casualidad, las Farc están pidiendo la
creación de una zona desmilitarizada del doble del tamaño de
París, en los municipios de Florida y Pradera, no lejos de
Cali. Allí, bajo el pretexto de negociar el “canje de
prisioneros”, las Farc harían converger cinco de sus
numerosos frentes dispersos para reforzar su amenaza contra
Cali y las ciudades aledañas. Por eso el gobierno rechaza
esa propuesta.
En todo caso, la muerte de Raúl Reyes, número
dos de las Farc, en un ataque de las fuerzas armadas
colombianas, el 1 de marzo de 2008, en territorio
ecuatoriano, fue un duro revés para los arquitectos de ese
plan divisionista.
No es todo. Las intrigas del chavismo están
afectando a otros países. Agentes de Caracas están urdiendo
un levantamiento de la comunidad mapuche de Chile, contra
las autoridades de Santiago. El plan de crear un “país
mapuche” es visto por el Estado chileno como una amenaza
subversiva. Brasil también podría despertarse un día con la
noticia de que los indios yanomami de la Amazonía brasileña,
azuzados por chavistas, proclamaron su independencia. El
congreso brasileño y el gobierno de Lula toman muy en serio
lo que está ocurriendo. Los puestos militares de la región
están siendo reforzados (1).
Las gesticulaciones de Chávez son
especialmente fuertes respecto de Bolivia. Pues ese país
está llamado a convertirse en bastión de la subversión
“bolivariana”. El ministro cubano de Relaciones Exteriores,
Felipe Pérez Roque, explicó eso en una conferencia en
Caracas, en diciembre de 2007. Una veintena de nuevos
cuarteles militares, bajo control cubano y venezolano, serán
edificados de cara a las cinco fronteras que tiene ese país:
Brasil, Perú, Chile, Argentina y Paraguay. El plan de
apoderarse de Bolivia para exportar la revolución a
Argentina y al resto del cono sur latinoamericano, aventura
que le costó la vida a Ernesto Guevara en 1967, no ha sido
archivado por los hermanos Castro. Con Evo Morales en el
poder, con los petrodólares de Hugo Chávez y los
suministros militares rusos, la operación Bolivia está
cobrando vida.
Para ambientar y legitimar esos planes ante
las opiniones públicas, el castro-chavismo ha creado un
organismo, la Coordinadora Continental Bolivariana. Días
antes de que Raúl Reyes fuera abatido, ese aparato se reunió
en Quito, bajo el patrocinio de las autoridades. Algunos de
sus delegados fueron a dar luego al campamento de Reyes
donde perecieron junto con éste.
Francia no puede ignorar lo que está
ocurriendo en América Latina. París no pude jugar la mala
carta en la confrontación que ha comenzado por la defensa de
las libertades. De un lado está la mayoría de países libres
del continente, los unos con gobiernos de izquierda
moderada, como Chile, Brasil, Perú y Argentina, los otros
con gobiernos liberal-conservadores, como los de Colombia,
México y Guatemala. Todos defienden el sistema de mercado y
de libertades. Frente a ese bloque emerge el bloque de la
contestación violenta neo-marxista del llamado “bolivarismo”,
que controla los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y
Nicaragua.
¿Cual de los dos bloques escogerá Francia?
¿Hacia donde portará su ayuda? La Alemania de Angela Merkel
ha mostrado la buena dirección. ¿Nicolas Sarkozy la
seguirá? ¿O adoptará una postura ambigua, consistente en
estar con los unos y con los otros? Eso sería lamentable y
muy difícil. Ello beneficiaría al peor y agravaría el
problema. ¿Qué hará la Unión Europea? ¿Cerrará los ojos o
asumirá una posición valiente? Es hora de que el Viejo
Continente, que ha vencido los dos más grandes imperios
totalitarios, el hitleriano y el comunista, sostenga a
quienes defienden las libertades en América Latina.
Notas
(1) Edgar C. Otalvora
Chávez
apoya
movimientos separatistas latinoamericanos, El Nuevo
País, Caracas, 13 de mayo de 2008.
* |
Periodista
y escritor.
Ultima obra publicada: “Las Farc, fracaso de un
terrorismo” (Ediciones Random House Mondadori/Debates,
Bogotá, 2007) |