El
Polo es un partido que cultiva, hacia afuera, la imagen de
un grupo de izquierda, inofensivo y unido. En realidad, es
una formación minada por sus divisiones y sus demonios
internos. Sin embargo, el Polo se presenta como una “opción
de poder”. El está convencido de su buena estrella. El vacío
intelectual y la ausencia de programa es mostrado como una
garantía. Empero, la intransigencia de sus jefes y las
corrientes divergentes en su seno no le permite a esa
formación ser clara. Sus líderes no han logrado los
consensos políticos necesarios para mantener una cierta
coherencia. Sólo el antiuribismo los une. Cuando la batalla
electoral comience, esa frágil unidad explotará. Pese a
todo, el Polo nada hoy en la más feliz utopía: aspira a
movilizar al ex presidente César Gaviria y piensa poner al
Partido Liberal, y a un sector del conservatismo, a cargar
ladrillos.
El Polo vivirá fuertes turbulencias al
momento de elegir su candidato presidencial. ¿Podrá superar
las rivalidades, los celos, las divergencias, en el momento
oportuno y sin llegar a rupturas? Nada garantiza ese grado
de estabilidad. Para eso se necesita un liderazgo fuerte y
ello no existe en el Polo. De hecho, las dificultades ya
asoman la cabeza. Hay varias personalidades, del Polo y
fuera del Polo, que se ven investidos como candidatos por
esa pretendida “izquierda democrática”. La adorable Piedad
Córdoba sueña con eso. El ex alcalde Luis Garzón también. Y
no son los únicos. También suenan Sergio Fajardo, Angelino
Garzón, Wilson Borja, Rafael Pardo, Rodrigo Rivera y hasta
el mismo ex presidente César Gaviria.
Tras una fachada de serenidad interior,
hay una enorme angustia entre los dirigentes del Polo.
¿Cuándo, se preguntan, la opinión abandonará al presidente
Alvaro Uribe? En el Polo muchos parecen estar a la espera de
eso, de un hecho extraordinario, de una convulsión enorme
que golpee al país y les abra a ellos una avenida.
Hay que escuchar lo que dicen los
caciques. El otro día, un Gustavo Petro muy optimista, le
dijo a El Espectador que el será, “indudablemente”,
candidato. Petro ve el panorama despejado: la popularidad
del presidente Uribe, dice, es sólo “un estado de ánimo
coyuntural” de la opinión. El estima que los electores
colombianos variarán de un momento a otro.
Al día siguiente, Carlos Gaviria hizo
saber, a través de El País de Cali, que él también,
como Petro, será candidato y que él está esperando que
“baje el apoyo” al presidente Uribe. Gaviria y Petro no son
amigos pero ambos coinciden en ver el futuro en rosa. ¿La
segunda reelección? Ningún problema. Carlos Gaviria asegura
que la Corte Constitucional la declarará
“inconstitucional”. ¿Así sea por referendo? le pregunta el
periodista. La respuesta del insigne jurista es excelente
pues muestra cómo Carlos Gaviria ve el Estado de Derecho y
las instituciones colombianas, que él dice respetar : la
ley de convocatoria será demandable “así cumpla los
requisitos”.
¿Así cumpla los requisitos, la Corte
Constitucional hundirá la ley de convocatoria? Si eso se
atreve a profetizar Carlos Gaviria es porque alguien le ha
dicho que puede contar con ese golpe de mano ilegal y
arbitrario. Los grandes y verdaderos juristas del país, la
prensa, los partidos políticos, los electores, la
universidad, la Iglesia, el cuerpo diplomático, sectores
inteligentes y despiertos, están notificados: llegado el
momento todos deberán observar cada movimiento de la Corte
Constitucional, pues lo que hace el presidente del Polo es
anunciar el derrumbe moral de ésta.
En el diálogo con El País Carlos
Gaviria insiste en que el Polo deberá contar con él para el
delicado asunto de la candidatura. Sibilino, Gaviria lo dice
de esta manera: que él, “en principio”, no será candidato,
salvo si le piden que lo sea, salvo si “no [le] queda más
remedio”, salvo “si se presenta la situación”, salvo si las
otras candidaturas del Polo “no son viables”.
Gaviria se pretende sutil. El es
simplemente monótono.
Dos días antes de la entrevista de Carlos
Gaviria, otra eminencia del Polo, Roberto Sáenz, el hermano
del nuevo jefe de las Farc, Alfonso Cano, fue entrevistado
por El Tiempo. Sus respuestas fueron un modelo de
ambigüedad pero tienen la ventaja de revelar, entre líneas,
qué es lo que busca realmente el Polo.
“He estado contra la lucha armada”,
asegura Roberto Sáenz. Sin embargo, él estima que, al
comienzo, cuando Tirofijo se fue al monte, “no había otro
camino”. Luego, para el concejal del Polo, la violencia fue
una forma de lucha legítima en el pasado, aunque no lo es
ahora. ¿Por que no ahora? Porque, dice, “las fuerzas
políticas que actuamos en la lucha política abierta (...)
logramos poner en marcha una Constitución que (...) permite
hacer transformaciones de fondo”.
No se sabe qué quiere decir Sáenz con eso
de las “transformaciones de fondo” que el Polo quiere hacer.
¿Una democracia popular a la manera china ? ¿Una dictadura
“del proletariado” de tipo soviético?, ¿ Un gobierno
chavista? ¿Un Gulag estilo castrista? No se sabe. Roberto
Sáenz es mudo al respecto. En todo caso, en el seno del Polo
existen corrientes que defienden esas opciones y la cosa
promete ser catastrófica pues esas “transformaciones de
fondo” se harán, según el hermano de Alfonso Cano, mediante
una negociación con las Farc.
Roberto Saenz es muy claro al respecto.
El habla de un “escenario”, de “rescatar” una tradición: “el
país se puede sentar a conversar” con la guerrilla. Como
buen militante del Polo, Roberto Sáenz no puede concebir el
futuro de Colombia sin pasar por la ventanilla de la
“negociación” con las Farc. Esa es la obsesión eterna del
Polo. Esa idea marca la frontera neurótica de los hombres
del Polo.
El Polo no es un partido, es un
partido-rescoldo donde las brazas casi extinguidas de la
férula de las Farc permanecen agazapadas bajo las cenizas.
Roberto Sáenz lo dice muy tranquilamente:
el aspira a que el país regrese a la época de Andrés
Pastrana. De hecho, él se declara firme partidario del ex
presidente. “Hay que sentarse a negociar” repite. Hay que
ponerle una hoja en blanco a las Farc y decirles: “Escriban
ahí lo que quieran”. Así es como el Polo ve su actitud ante
las Farc y ante los violentos: que nos digan que quieren
para hacerlo. “El tema de los inamovibles es una tontería”,
concluye con desfachatez Roberto Sáenz. Todo eso es
excelente: con esos voceros el Polo muestra su juego. “Hay
que buscar una solución política y unos diálogos de paz”,
insiste hasta el hartazgo esa gente.
El concejal Sáenz exhibe el punto nodal
del pensamiento del Polo, desnuda la idea central, el
compromiso que tan secretamente ese grupo pretende tener con
las fuerzas guerrilleras: si el Polo llega al poder, el país
irá hacia una nueva fase de acomodamientos y de
capitulaciones ante las Farc.
El trampolín para llegar a ese nuevo
abismo es, como dice Luis Garzón, una gran coalición. Una
gran coalición antiuribista, anti reelección. El problema es
que el Polo quiere erigirla con aliados que no están, al
menos hoy, dispuestos a ponerse al servicio de una dinámica
de transacción con el terrorismo, como son la franja liberal
que orienta el ex presidente César Gaviria y el sector
conservador que responde a las inclinaciones del ex
presidente Pastrana. Por eso ese aspecto central, la postura
ante las Farc, es soslayado.
No obstante, Roberto Sáenz cree que ello
es posible. El no descarta “que haya un grupo muy importante
de fuerzas democráticas (...) que logre seducir (...) a la
guerrilla” y que esté dispuesto a “avanzar en ese camino”.
Hace más de ocho años que Gustavo Petro,
Carlos Gaviria y Luis Garzón ocultan sus planes, sueñan con
un viraje brusco de la opinión pública gracias a un súbito
acceso de amnesia colectiva, que los redima de su pasado y
los erija en forjadores de una nueva democracia. Cuando le
preguntan a Petro por su militancia
en el M-19, él responde: “Mi pasado es el de un rebelde que
no le dio temor enfrentarse a la tiranía”. Petro estima que
el gobierno de Belisario Betancourt era una “tiranía”, y que
el gobierno de Alvaro Uribe es la “descomposición de la
democracia”. La deducción es obvia: según Petro, la
“verdadera” democracia sería únicamente aquella que resulte
de una discusión-negociación entre el Polo y las Farc.
Habrá que ver si César Gaviria, quien en
carne propia (el secuestro y asesinato de su hermana
Liliana Gaviria, el 27 de abril del 2006)
y como ex presidente de la República, conoce bien el
altruismo de las Farc, se prestará a ese juego dudoso de la
“gran coalición”.
* |
Periodista
y escritor.
Ultima obra publicada: “Las Farc, fracaso de un
terrorismo” (Ediciones Random House Mondadori/Debates,
Bogotá, 2007) |