Sólo hasta el
último día de su gira por Latinoamérica, Ingrid Betancourt
dejó ver los contornos de su plan para obtener la liberación
de los rehenes en manos de las Farc. Luego de su entrevista
con Hugo Chávez ella lanzó dos frases aparentemente
inconexas, que permiten, sin embargo, tener una idea acerca
de lo que está pasando. Primero: que era “imposible
adelantar cómo se desarrollará ese proceso” y segundo: que
“el día que las Farc entreguen a los secuestrados dejan de
ser terroristas” (sic).[1]
Presentado a
ocho presidentes latinoamericanos[2],
su proyecto seguirá, pues, siendo secreto para la opinión
pública. Lo que no augura nada bueno. Todo hace pensar que
el gobierno francés respalda ese plan. Ella entregó una
carta de Nicolas Sarkozy al presidente Alvaro Uribe, al
comienzo de su periplo. Tal carta no ha sido dada a conocer
a la prensa. ¿En ella París se compromete a sacar a las Farc
de la lista de organizaciones terroristas “el día que
entreguen a los secuestrados”?
Tampoco se
sabe cómo reaccionaron los ocho jefes de Estado que ella
vio, ni si estos objetaron algunos puntos de su plan, pues
la ex rehén colombo-francesa evitó ese tema en las numerosas
declaraciones que hizo durante la gira. Las conversaciones
con los mandatarios fueron a puerta cerrada.
Ingrid, de
todas formas, expuso ciertos conceptos sobre las Farc. El
más problemático tiene que ver con la naturaleza de esa
organización. “El día que las Farc entreguen a los
secuestrados dejan de ser terroristas”, declaró. Reducir las
Farc a los secuestros equivale a pasar bajo silencio y
amnistiar de hecho la montaña de crímenes que esa
organización armada ha cometido y comete a diario. Si tal
concepto es aceptado, las Farc serán retiradas
automáticamente de la lista europea de organizaciones
terroristas, al día siguiente de que dejen en libertad a sus
víctimas, o cuando éstas escapen por otros medios. Y las
Farc quedarían con carta blanca para seguir su ofensiva
sangrienta.
Es obvio que
Ingrid Betancourt, a pesar de las frases duras que dijo
contra ellas en algunas capitales[3],
sigue convencida de que las Farc no son una organización
terrorista sino una organización que es “considerada como
terrorista”, como lo explicó hace unas semanas en España, y
que, en consecuencia, es posible abrirle a esa gente
“espacios políticos” para que, como dijo, “desde esa
trinchera defiendan sus ideas”.
Para resumir,
las Farc podrían seguir asesinando soldados, policías y
civiles desarmados, como hicieron el pasado 6 de diciembre,
en cercanías de San Vicente del Caguán, donde mataron a un
médico y a un chofer e hirieron a tres enfermeras que iban a
atender a los niños de la región. Podrán seguir poniendo
bombas contra el poder judicial, contra los cuarteles
militares y de policía, seguir sembrando minas, fabricando y
exportando droga, asaltando poblaciones, amenazando y
balaceando alcaldes y otros representantes del pueblo, sin
que se les pueda llamar terroristas. Se les deberá invitar
al Capitolio Nacional para que allí “defiendan sus ideas”.
Se les deberá abrir “espacios políticos”, y todas las
tribunas imaginables, y los medios de información, para que
puedan, al mismo tiempo que devastan el país (sin secuestrar
a nadie), lanzar sus prédicas de odio contra la democracia y
contra el gobierno que los colombianos han elegido. Todo
ello porque Ingrid Betancourt ha presentido en París que las
Farc liberarán a los secuestrados para que les den, en
cambio, “garantías y seguridad” y les permitan “defender
sus ideas”.
Durante su
gira, Ingrid tocó dos temas principales: 1. Cómo hacer para
que las Farc devuelvan la libertad a los 27 rehenes
“políticos” y a los cientos de otros, los llamados
secuestrados “económicos”, y 2 : La actividad política de
ella misma, lo que incluye la obtención, algún día, del
Premio Nobel de la Paz[4].
Parece que luchar por una curul en el Congreso no le
interesa a Ingrid.[5]
Ella ve la política partidaria, la contienda electoral,
como una serie de “bajezas”, donde “se engaña y se
traiciona”. Ella estima que “hay otras maneras de servir al
mundo’.
Dirigiéndose
a los rehenes, durante una rueda de prensa en la embajada
de Francia en Buenos Aires, dijo: “Le pedí a Dios que ésta
sea la última navidad que ustedes pasen en cautiverio y
estoy absolutamente segura de que así será”. ¿El enfoque
místico y el carácter abstracto y secreto de los planes que
ella tiene para las Farc será un consuelo para los
desesperados rehenes que captarán esas palabras en la
selva?
Ingrid
subraya que la única posibilidad de rescatar a los
secuestrados es la negociación. Ella estima que es
impensable una liberación por la vía militar, o por el
derrumbe de los núcleos que los mantienen cautivos, o por la
deserción de los combatientes que tienen rehenes[6].
Su idea de
base es que los presidentes latinoamericanos que ella
visitó, en especial Hugo Chávez, ejercerán una presión moral
y diplomática tal sobre la dirección de las Farc que ésta
cederá y dejará en libertad a los rehenes. Las Farc nunca
han hecho nada parecido. Si el esquema de Betancourt es
válido quiere decir que las Farc estarían a punto de
realizar una revolución política-doctrinal interna: ceder
sus escudos humanos, abandonar el crimen del secuestro, y
librar batalla contra el gobierno colombiano con lo que les
queda: sus escuadras dispersas en algunas regiones de
Colombia, sus frentes afincados en Venezuela y Ecuador, sus
redes urbanas y sus agentes en el extranjero.
¿Esa es la
orientación del nuevo liderazgo de las Farc? Nada permite
pensar que ese sea el caso.
A finales de
noviembre de 2008, poco antes de que comenzara la gira de
Ingrid Betancourt, la senadora Piedad Córdoba y un grupo de
activistas enviaron una carta a las Farc en la que dicen que
es “urgente” realizar “el intercambio humanitario” y
“diseñar escenarios” donde sea posible “plantear y debatir
con la sociedad alternativas políticas” para encontrar una
“salida política”.
Tal
planteamiento no es muy diferente de la propuesta de Ingrid
Betancourt de dejar de ver a las Farc como una organización
terrorista (después de que liberen a los rehenes), para
abrirle “el espacio político”.
En ambos
planteamientos, el horizonte es el mismo: adaptarse a las
obsesiones ideológicas de las Farc, llegar a la ruptura
constitucional e instaurar un régimen “revolucionario”, o de
“transición hacia el socialismo”, como trata de hacerlo el
chavismo en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. En ese
esquema lo que cuenta es preservar, en últimas, al precio
que sea, a las Farc como componente del nuevo régimen que
esa gente aspira a erigir. De ese modo, las Farc podrían ser
vencidas militarmente, pero ellas vencerían políticamente a
la democracia.
Eso es lo que
está detrás de la idea de Piedad Córdoba de ir por la “senda
transicional hacia una sociedad justa”. Es, probablemente,
lo que Ingrid evoca cuando dice, como dijo en Oviedo,
España, que en Colombia hay que “cambiar las estructuras del
poder”, y cambiar incluso “la realidad”.
“Pienso que tiene que haber un
cambio dentro del Estado, del gobierno [colombiano], y
Uribe en particular, del vocabulario que se utiliza”,
reiteró ante un periodista en París el 8 de julio de
2008.
En Chile,
Ingrid dijo que aconsejaba a las Farc observar más a la
América Latina donde algunos gobiernos “son
revolucionarios” y “tomaron el poder sin secuestrar ni matar
a nadie”. A pesar de los matices,
ambos enfoques, el de Piedad Córdoba y el de Ingrid
Betancourt, son solubles y afines con el proyecto
continental del déspota anti-liberal venezolano. “Yo
siempre seré de izquierda”, había advertido Ingrid en París
el 8 de julio de 2008, antes de precisar: “Pero no de una
izquierda tontarrona ni ingenua. Es decir, yo creo que uno
tiene que estar donde la gente sufre, donde uno puede hacer
la diferencia. A mí me parece, por ejemplo, que las Farc no
son de izquierda. A mí me parece que son la extrema derecha
de alguna izquierda de otro tiempo prehistórico. Pero de
izquierda no son.”
El ambicioso
plan de Ingrid exige un vocabulario específico y unos
aliados en el exterior. Ante los presidentes que visitó,
ella insistió en la necesidad de comenzar una “reflexión
común” que permita poner en libertad a las personas
secuestradas. Obviamente esa “reflexión común” debería ir
más allá del tema de los secuestrados.
Los excesos
cometidos por la ex rehén al elogiar a ciertos mandatarios
llaman la atención. De Rafael Correa dijo que era “el mejor
aliado de Colombia contra el terrorismo”, al mismo tiempo
que el gobierno de Alvaro Uribe denunciaba la desidia de las
autoridades de Quito para expulsar de su territorio las
bandas de las Farc. La paradoja es que ella defendió en
Quito la operación que provocó la muerte de Raúl Reyes. “Yo
tal vez lo dije mal, pero no soy neutral. La muerte de Reyes
perturbó considerablemente las comunicaciones entre el
estado mayor de las Farc y el comandante que me tenía
cautiva. Sin esa operación yo no estaría aquí. Por eso, para
mí, eso fue una bendición”. Horas después, Rafael Correa
hacía saber que estaba furioso con esas declaraciones.
Rafael Correa había quizás
olvidado que Ingrid había sido excesivamente favorable con
él y con el régimen de Caracas cuando dijo, tras su
liberación: “Me tiene sin cuidado (lo que revela el
computador de Raúl Reyes sobre los vínculos de Chávez y
Correa con las Farc). Me parece que ese es un tema
secundario que no debería ni siquiera ser discutido en
público”.[7]
Ingrid
estima, sin embargo, que todos los presidentes que visitó
son “admirables”. Ello es discutible. Algunos no merecen ese
calificativo. ¿Es admirable lo que hace Hugo Chávez en
Venezuela? En ese país el tráfico de droga aumentó un 400%
en 2008. Chávez acaba de tener un nuevo revés electoral: las
partes más pobladas de Venezuela votaron contra él el 23 de
noviembre pasado. En represalia, el presidente amenazó
violentamente a los nuevos gobernadores y alcaldes de
oposición, a quienes calificó de “fascistas”, y ordenó al
Parlamento fantoche de Caracas montar un mecanismo que le
garantice el control total del país y la presidencia
vitalicia, reforma que había sido rechazada por los
venezolanos el 2 de diciembre de 2007.
Ingrid
Betancourt cree que Hugo Chávez es “admirable”, y al mismo
tiempo desliza críticas duras a Alvaro Uribe, a quien ella
debe su libertad. El 8 de julio pasado, Ingrid explicó esto
a un periodista en París : “El único país que todavía tiene
guerrilla es Colombia y por eso es que estamos en la extrema
derecha. Quienes han hecho elegir a Uribe son las Farc. Si
no hubiera Farc, no habría Uribe. Los colombianos votan por
Uribe porque están hasta la coronilla de las Farc.” Ella
dice tener con Alvaro Uribe una “diferencia fundamental” :
que Uribe “concibe el problema colombiano como una crisis de
violencia, de seguridad, y esa crisis de seguridad, esa
violencia es la que produce un malestar social”, mientras
que ella “piens[a] al revés”. “Yo pienso que es porque hay
un malestar social que hay violencia. Esas interpretaciones
diferentes hacen que las políticas para atacar el problema
se piensen de manera diferente.”[8]
En Buenos
Aires, Ingrid volvió sobre el punto de lo “social”, como
causa, según ella, del terrorismo. Dijo que, además de
enfrentar militarmente a las Farc, se deben “aplicar
políticas sociales”, como si en Colombia esas “políticas
sociales” no existieran, ni fueran aplicadas, ni hicieran
parte del universo intelectual y político del sistema de
gobierno liberal colombiano. Ella parece ignorar la
naturaleza política de la agresión terrorista en Colombia.
Ella parece haber olvidado que los regímenes socialistas han
sido una verdadera catástrofe para “lo social”. Lo que
ocurre hoy en Venezuela, donde la pobreza se amplía, es el
ejemplo más reciente de eso.
En Buenos
Aires, Ingrid afirmó que la “reflexión común” que ella pide
a los presidentes latinoamericanos debería ser el primer
paso hacia la “integración” del continente. “Deberíamos
hacer lo que hizo Europa”, agregó, antes de lanzar: “Quiero
que mi pasaporte diga América Latina y no Colombia”[9].
Tal declaración sorprende y choca. ¿Por que el nombre de
Colombia debería desaparecer de los pasaportes de un futuro
bloque latinoamericano? Misterio. Si Ingrid quiere tomar el
ejemplo de Europa, ella debería saber que ningún país
miembro de la Unión Europea ha renunciado a su nombre, ni a
su identidad, ni a su orden jurídico interno. No es sino que
Ingrid observe bien su pasaporte francés, que dice esto:
“Union européenne-République française”. ¿Por que el nombre
de Colombia debería desaparecer en el caso de una futura
integración latinoamericana? Como se ve, la gira de Ingrid
Betancourt por América del Sur deja sobre el tapete más
dudas e interrogantes que respuestas.
[1]
Radio Caracol, Bogotá, 9 de diciembre de 2008.
[2]
El
periplo de Ingrid Betancourt por el continente
latinoamericano la llevó a Bogotá, Quito, Lima, Santiago
de Chile, Buenos Aires, Sao Paulo, La Paz y Caracas.
Todo el tiempo fue escoltada por dos funcionarios
franceses, Laurent y Pierre-Yves, del Servicio de
protección de altas personalidades.
[3]
Durante su etapa quiteña ella dijo que las Farc es una
« organización que se dirige hacia el abismo ». (Ver
Eric Samson, La Croix, Paris, 5 de diciembre de
2008). En otro momento de la gira ella dijo: “A las Farc
hay que enfrentarlas militarmente. Porque es una
organización de guerra, cuyos argumentos se resuelven en
ese terreno. Pero no es suficiente: el problema también
es social”. (La Nación, Buenos Aires, 3 de
diciembre de 2008).
El 8 de julio de 2008,
Ingrid había declarado: “La negociación hay que buscarla
como prioridad, pero la presión militar hay que
mantenerla, porque las Farc nunca van a negociar
mientras piensen que tienen una opción militar para
conquistar el poder.”
[4]
Es
lo que le prometió a la presidente de Chile, Michèle
Bachelet. La gira fue prevista para dar a conocer la
creación de la futura fundación de Ingrid Betancourt
consagrada a los derechos humanos y para agradecer a los
presidentes los esfuerzos que hicieron para liberarla.
[5]
A un periodista del diario Clarín, de Buenos
Aires, le dijo que « su intención no es llegar a ser
presidente de Colombia ». (Ver Augusto Rojas, Clarín, 1
de diciembre de 2008)
[6]
Como fue el caso de Wilson Bueno
Largo, alias Isaza, quien huyó de las Farc y se entregó
el 26 de octubre de 2008 a las autoridades colombianas
en compañía de su mujer, Lilia Isabel, también
guerrillera, y de Oscar Tulio Lizcano, un ex diputado
que las Farc habían secuestrado en agosto de 2000.
Indultados por el gobierno colombiano, alias Isaza y
Lilia Isabel ingresaron a Francia, escoltados por Ingrid
Betancourt, el 10 de diciembre de 2008.
[7]
Ver la entrevista de Gerardo Lissardy, BBC Mundo,
París, 8 de julio de 2008.
[9]
Ver el artículo de Leandro Uria intitulado “Betancourt
vuelve a la política, sin ser candidata”, La Nación,
Buenos Aires, 4 de diciembre de 2008.
* |
Periodista
y escritor.
Ultima obra publicada: “Las Farc, fracaso de un
terrorismo” (Ediciones Random House Mondadori/Debates,
Bogotá, 2007) |