La
vieja
guardia y
los viejos
valores
Eduardo
Mackenzie
domingo, 3
febrero
2008
|
La
vieja guardia bolchevique de las ciencias sociales francesas
y sus discípulos colombianos han despertado del largo
letargo en que estaba (nunca nadie los vio protestar en
todos estos años contra las atrocidades cometidas por las
Farc contra la sociedad civil colombiana) para dar una
muestra final de su curioso conocimiento de las realidades
de nuestro país.
En una declaración intitulada “Une
issue pour la Colombie”, publicada por el matutino
francés Libération, el 31 de enero de 2008, 19
“intelectuales y ciudadanos progresistas”, en plena forma
dialéctica, subrayan, en sustancia, que no puede haber una
salida para Colombia sin las Farc.
Las Farc, para ellos, son una entidad que conduce una
“lucha” legítima pero mancillada quizás por “la práctica del
secuestro”, y que, en consecuencia, sólo bastaría que ellas
liberen a todos sus “prisioneros” (también los llaman
“detenidos”) para poder hacer valer ante el mundo el
“sentido de su lucha”.
Los firmantes, acompañados por el maestro de todos ellos,
Noam Chomsky, están persuadidos de que las Farc están en
posibilidad de hacer eso y mucho más por la paz de Colombia.
Su frase acerca de la necesidad de que las Farc prueben su
“responsabilidad política” y su “coherencia ética” y su
creencia en que las Farc serán capaces de “crear las
condiciones para un desenlace” feliz del asunto de los
rehenes, es el elemento estructurador de ese extraño
manifiesto.
Los optimistas profesores dejan ver, sin embargo, una
hilacha de ignorancia, o de despiste frente a hechos
notorios, al afirmar que las Farc sólo son responsables de
“un poco menos de la tercera parte” de los secuestrados que
hay en Colombia, pues las otras víctimas de ese crimen
estarían, según ellos, en poder de “las otras guerrillas”
(sic), de los paramilitares, de la delincuencia común y de
“elementos de la fuerza publica” (resic).
Ante ese esquema inexacto, cuando no mentiroso, ante el cual
todo colombiano medianamente informado sonreirá escéptico,
no puede uno menos que rendirse ante una evidencia: ese
grupo de intelectuales se libra a un desesperado ejercicio
de desculpabilización de las Farc, la víspera, precisamente,
de las manifestaciones inmensas del 4 de febrero de 2008 en
que millones de colombianos lanzarán en Colombia y en
numerosas ciudades extranjeras, un grito de repudio
definitivo contra la organización terrorista Farc.
Los profesores franceses y sus comparsas, molestos
seguramente por la amplitud que toma ese clamor contra las
Farc, intentan beneficiar a todo el mundo con su verdad
revelada: el verdadero problema no son las Farc sino el
Estado colombiano. Ellos piden, en efecto, en su artículo,
todo tipo de sanciones contra éste, y sugieren que se
instalen en Colombia toda suerte de comisiones de vigilancia
contra el Estado colombiano, integradas por funcionarios de
la ONU y de la UE, y de la Corte Interamericana de Derechos
del Hombre.
Metiendo en un mismo costal al terrorismo totalitario y al
Estado democrático, ellos lanzan una “condena” con “idéntica
firmeza”, dicen, contra el gobierno colombiano, por el hecho
de que éste no reconoce “la existencia del conflicto armado”
y no aplica “los principios del derecho internacional
humanitario”.
Es la falsa y fracasada teoría de los “actores armados” que
ellos, como buenos marxólogos, enseñaron siempre: el Estado
colombiano es el “culpable” de haber originado la violencia
en Colombia (la tesis preferida de Orlando Fals Borda, uno
de los firmantes) y las guerrillas colombianas sólo son
organismos de “autodefensa”, que “no quieren tomarse el
poder” pues sólo buscan hacer una “reforma agraria” (la
creencia de otros firmantes).
En la grotesca teoría de los “actores armados” el Estado
colombiano, la subversión armada comunista y la subversión
armada anti comunista, son la cara de una misma moneda,
actores armados ilegítimos, ante los cuales la UE debe ser
estrictamente neutral.
No obstante, los autores del texto citado, van mas allá de
su propia teoría pues son incapaces de condenar a las Farc
con la misma “firmeza” que lo hacen respecto del Estado
colombiano. En ninguna parte de ese texto luminoso se
encontrará, en efecto, el pedido de que las Farc, organismo
que llevó a un refinamiento diabólico el maltrato y el
asesinato de rehenes y la manipulación de sus familias, sean
disueltas, ni reprimidas, ni desmanteladas, ni condenadas
moralmente, ni siquiera vigiladas por organismos de la ONU,
ni de la UE, ni de la Corte Interamericana de Derechos del
Hombre.
No, las “tres demandas especificas” de este grupo de
“intelectuales progresistas” son puramente unilaterales:
pretenden “reforzar el impacto diplomático europeo” no sobre
los captores y masacradores de rehenes, ni sobre los
asesinos de diputados y alcaldes y candidatos en las
elecciones regionales, ni sobre los reclutadores y
torturadores de niños, sino sobre el gobierno colombiano, el
mismo que logró desmantelar las organizaciones paramilitares
de extrema derecha más fuertes del mundo occidental, y que
está avanzando hacia el derrumbe definitivo del organismo
terrorista más peligroso del continente americano. El mismo
que logró reducir drásticamente las violaciones de derechos
humanos en los últimos seis años.
Los académicos están lejos de admitir esa evidencia. Ellos
están penetrados de una verdad típica de ellos: la política
de seguridad democrática es “incapaz de garantizar la vida a
los desposeídos”.
Tales afirmaciones son lanzadas desde una tribuna parisina
por personas que dicen sentir “verguenza” ante la suerte
“que corren los secuestrados” y ante la “amplitud de la
tragedia humanitaria colombiana”. Ellos callan, empero, el
papel principal que jugaron las Farc en la creación de los
3,9 millones de desplazados.
Ellos formulan críticas acerbas contra el “régimen
colombiano”, sin decir si éste es democrático o dictatorial.
Dictatorial debe ser sin duda, pues ellos parecen
convencidos de que éste, no las Farc, dirige, con ayuda del
gobierno estadounidense, una “guerra atroz”. ¿Guerra atroz
contra quien? ¿Contra qué? Los profesores no lo dicen. ¿Una
“guerra atroz” contra las Farc? Los 19 tampoco lo dicen.
Pero lo sugieren.
Las Farc son, para ellos, una víctima, no un victimario. En
consecuencia, ellos le exigen al “régimen” colombiano que
“abandone definitivamente la hipótesis de un rescate
militar” de los rehenes y que se someta, en cambio, a los
dictados de las Farc, es decir que acepte resolver el
problema de los secuestrados, mediante un “acuerdo
humanitario”, el cual, como todo el mundo sabe, salvo los 19
firmantes, implicaría poner en manos de las muy responsables
y muy éticas Farc, 112 000 colombianos inermes, habitantes
en una región que tendría que quedar desmilitarizada y
desprotegida durante un mes. Esa región, donde están los
municipios de Pradera y Florida, es vecina de Cali, la
tercera ciudad colombiana en importancia. ¿Qué más pide el
pueblo?
Llama la atención que ese rosario de lugares comunes de la
moderna ciencia social francesa sobre Colombia sea relanzado
en momentos en que la dictadura chavista amenaza económica y
militarmente a Colombia y a los Estados Unidos, y a pocas
horas de las manifestaciones del 4 de febrero, propuestas y
dirigidas por la juventud colombiana. Los firmantes parecen
haberse dado cuenta de que esas manifestaciones contra las
Farc marcan una ruptura intelectual y psicológica mayor
respecto de ciertos valores que algunos impusieron durante
cinco décadas en Colombia. Reinstalar la vieja ideología es
lo que pretenden con su llamado. Sin embargo, el grupo de
“intelectuales progresistas” se despertó muy tarde. Todo
indica que la nueva generación colombiana podrá, por fin,
ser una generación de hombres y de mujeres libres.
* |
Periodista
colombiano,
autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme
de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de
2005. |
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