Colombia
no puede aceptar que dirigentes sindicales le hagan guiños a
las organizaciones terroristas. Colombia no puede aceptar
que sus sindicalistas asistan a reuniones en el extranjero
donde se leen ponencias de las Farc y del Eln.
Los activistas
sindicales que aceptaron sin chistar que las Farc hicieran
presencia y destilaran su propaganda y sus amenazas en el
“seminario” sobre la “revolución en latinoamérica”[1],
no son dignos de la confianza de los trabajadores
colombianos.
Los desmentidos verbales ofrecidos por éstos y por Julio R.
Gómez, el patrón de la CUT, no son ni claros, ni completos,
ni suficientes.
Si
se toman en serio las disculpas de esos “dirigentes” de la
clase obrera, ellos fueron a Quito, no a discutir acerca de
los problemas de “la revolución en latinoamérica” sino a
hacer turismo prosaico con el dinero de las bases
sindicales, pues ellos, según sus propias declaraciones, “no
conocieron”, “no firmaron”, “no supieron”, “no estaban”, “no
participaron”, “nunca vieron”, lo que pasaba en ese curioso
seminario.
¿Quien puede creerles? En lugar de decir la verdad y de
asumir las consecuencias políticas de haber participado en
ese cónclave marxista (la batuta fué llevada allí por los
representantes de los partidos comunistas de Argentina,
Brasil, México, Venezuela y República Dominicana), donde el
tema sindical no fué más que el pretexto para darle a esa
reunión continental de agitadores un aspecto legalista,
ellos escogieron la táctica de la disimulación y del
desgarre de vestiduras.
Los “dirigentes” en cuestión se dijeron ofuscados ante los
justificados reproches del presidente Alvaro Uribe y del
viceministro Francisco Santos y rechazaron el lenguaje
“belicoso” de éstos. Es el mundo al revés. ¿Los “belicosos”
no son acaso quienes asistieron gustosos al seminario de
Quito donde se discutió la violenta estrategia fariana de la
“combinación de todas las formas de lucha” que tantos
muertos ha causado en Colombia?
Esos
sindicalistas anunciaron, además, que “demandarán” a sus
críticos “ante la OIT”. Pensándolo bien la idea no es mala.
La sede ginebrina de la OIT podría terminar investigando no
sólo a quienes llamaron la atención sobre esa incongruencia
del sindicalismo colombiano sino a los jefes de Sintraunicol,
Sintrateléfonos y Sintraemcali que asistieron sin la menor
decencia al opaco conciliábulo donde bandas como las Farc y
el Eln, autoras de numerosos secuestros y de asesinatos de
sindicalistas, fueron invitadas a presentar una ponencia. Si
la OIT no quiere debilitar aún más su statuto internacional
debería investigar seriamente ésto último[2].
El
sindicalismo colombiano debe ser independiente del Estado y
de los intereses privados, como lo proclaman los reglamentos
internos del sindicalismo de cualquier pais democrático del
mundo. Debe serlo también, y sobre todo, respecto de todo
tipo de organización armada. El menor acto que suscite dudas
al respecto constituye un insulto y una traición a la clase
obrera y debe ser objeto de la esmerada atención de ésta.
Julio R. Gómez, sin embargo, en lugar de repudiar la
conducta de las tres ovejas descarriadas, se puso a
defenderlas. ¿Ese es el futuro que la CUT le prepara al
sindicalismo colombiano? ¿Un futuro de guiños, connivencias,
y por que no de dependencia ante implacables bandas
terroristas?
El bochornoso
episodio del “seminario” de Quito trata de ser soslayado por
leguleyos de la izquierda trasnochada que pretenden hacer
creer que el problema es “probar” si los sindicalistas
firmaron o no la declaración final que apoya el uso de la
violencia para “derrotar la dominación
burguesa-imperialista”[3].
El problema no es ese. El problema es que esa gente asistió
y que después de estallado el escándalo no repudió lo que
ocurrió en el seminario de Quito[4].
A ese evento
asistió un agitador multicarta, muy conocido de los jefes de
las Farc. Narciso Isa Conde,
dirigente castrista dominicano, hace parte de la dirección
de la llamada “coordinadora continental bolivariana”, junto
con el marxista estadounidense James Petras y el jefe
comunista venezolano Jerónimo Carreras. Amigo del
separatismo vasco y admirador de Manuel Marulanda, a
quien dice haber conocido en San Vicente del Caguán, durante
la época de la zona desmilitarizada, Narciso Isa Conde,
interlocutor de Iván Márquez,
Raúl Reyes y Rodrigo Granda, fué una de las figuras
“antiimperialistas” del seminario de Quito[5].
En
lugar de buscar disculpas y de lanzar insultos y amenazas
grotescas contra sus críticos, la CUT debería aprovechar
esta ocasión para repudiar definitivamente una pésima
herencia. Todo el mundo sabe (pero nadie se atreve a
decirlo) que los sindicatos colombianos sufrieron durante
décadas enteras la influencia y la interferencia, política y
militar, de las guerrillas y del paramilitarismo. Todo el
mundo sabe que centenares de campesinos, obreros y
sindicalistas fueron víctimas de esas bandas, en lucha por
la supremacía en el plano nacional y en las instancias
sindicales. Es una historia cruel y sangrienta a la que el
país le ha dado la espalda pero que la razón invita a que se
ponga fin.
Esa intervención abusiva será derrotada el día en que las
centrales obreras y los sindicatos firmen un nuevo pacto
civilizador que las dirija correctamente y que diga: las
bandas armadas, los organismos revolucionarios, la agitación
subversiva, la violencia, no pueden ser más actores de la
vida sindical.
Ese pacto debe reinstalar los principios clásicos del
sindicalismo y acoger las tesis consigndas en la Carta de
Amiens (Francia), votada en 1906. Esta dice que no hay
verdadera democracia sin sindicalismo libre y totalmente
independiente de los partidos políticos y del Estado; que un
sindicalismo libre no puede existir sino en un país
democrático.
La
Carta de Amiens es de inmensa actualidad. En Colombia el
principio de la independencia sindical fué abolido por el
leninismo quien ve al sindicalismo como una palanca para la
conquista del poder y como un peón de la burocracia
gobernante. Lenin hizo fusilar a los
sindicalistas-revolucionarios, para instaurar en Rusia uno
de los regímenes mas abominables de la historia humana. Otro
tanto ocurrió en las democracias populares de Europa del
Este, en China popular y en Cuba.
Por eso el sindicalismo libre condena todas las dictaduras y
todo régimen que ataca la demoracia y las libertades. No
puede haber sindicalismo por fuera de un régimen democrático
de libertades. Tras el derrumbe de la URSS y del colapso de
las ideologías totalitarias, el sindicalismo colombiano está
hoy en mejores condiciones que nunca para sacudirse esa
coyunda bestial y construir un sindicalismo libre capaz de
combatir los excesos y las injusticias y ser el contrapeso
legítimo, por la via de las reformas, de las empresas y del
Estado.
La
misión suprema del sindicalismo es la defensa de los
intereses materiales y morales de los trabajadores. La CUT
parece haber olvidado eso, cuando no es capas de decir
francamente que es inadmisible que dirigentes sindicales
apoyen, directa o indirectamente, a organizaciones armadas
que pretenden instaurar una dictadura cuyas primeras
víctimas fueron los trabajadores mismos, como lo muestra
hasta la saciedad la historia de la URSS y de los demás
países “socialistas”.
[1]
Ese fue el título
que le dió al seminario de Quito el propio Ciro Guzmán,
jefe del partido extremista Movimiento Popular
Democrático (MPD) y organizador del evento. Este, tras
el comienzo de la polémica, ha cambidado varias veces de
nombre.
[2]
El seminario de
Quito envió un mensaje de “solidaridad”
a los pueblos del mundo “que luchan por conquistar su
liberación social y nacional y por sus reivindicaciones
particulares y sus derechos políticos”, a los procesos
“democráticos” que se “desenvuelven en Venezuela,
Bolivia y Ecuador” y a “la lucha de los movimientos
insurgentes en Colombia, Filipinas y Nepal”, entre
otros.
[3]
El manifiesto del seminario de Quito dice, entre otras
cosas : “Nos apoyamos en todas las formas de lucha que
permitan la acumulación de fuerzas para la revolución,
que golpeen al enemigo y acerquen el triunfo de nuestros
objetivos, entendiendo que sólo el uso de la violencia
organizada de las masas permitirá dar los golpes
definitivos para derrotar la dominación
burguesa-imperialista y conquistar el poder”.
[4]
El diario
colombiano El Tiempo destacó en su editorial del
25 de julio de 2007 que “sería grave -y diciente de lo
que aún les cuesta a ciertos sectores de izquierda
condenar la lucha armada- que algunos sindicatos firmen
una declaración en ese sentido”. Antes de agregar que
“el Gobierno, en plena tormenta en Washington por el
tema de los asesinatos de sindicalistas, hace bien en
señalar que apoyar a la guerrilla es una incongruencia
mayúscula de quienes le exigen al Estado protección y
respeto a los derechos humanos.”
[5]
Según el documento oficial de
migración, al que tuvo acceso la estación televisiva
Teleamazonas, de Ecuador, “Narciso Isa Conde estuvo en
Quito entre el 7 y 11 de julio pasado. El sujeto, nacido
en Cuba y nacionalizado en República Dominicana, ingresó
al país sin armas y no se descarta que haya sido quien
presentó la ponencia a nombre de las FARC.” (Teleamazonas,
Ecuador)
* |
Periodista
colombiano,
autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme
de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de
2005. |