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El sindicalismo colombiano a la deriva
Eduardo Mackenzie
sábado, 28 julio 2006


Colombia no puede aceptar que dirigentes sindicales le hagan guiños a las organizaciones terroristas. Colombia no puede aceptar que sus sindicalistas asistan a reuniones en el extranjero donde se leen ponencias de las Farc y del Eln. 

Los activistas sindicales que aceptaron sin chistar que las Farc hicieran presencia y destilaran su propaganda y sus amenazas en el “seminario” sobre la “revolución en latinoamérica”[1], no son dignos de la confianza de los trabajadores colombianos.

 

Los desmentidos verbales ofrecidos por éstos y por Julio R. Gómez, el patrón de la CUT, no son ni claros, ni completos, ni suficientes.

 

Si se toman en serio las disculpas de esos “dirigentes” de la clase obrera,  ellos fueron a Quito, no a discutir acerca de los problemas de “la revolución en latinoamérica” sino a hacer turismo prosaico con el dinero de las bases sindicales, pues ellos, según sus propias declaraciones, “no conocieron”, “no firmaron”, “no supieron”, “no estaban”, “no participaron”, “nunca vieron”, lo que pasaba en ese curioso seminario.

 

¿Quien puede creerles? En lugar de decir la verdad y de asumir las consecuencias políticas de haber participado en ese cónclave marxista (la batuta fué llevada allí por los representantes de los partidos comunistas de Argentina, Brasil, México, Venezuela y República Dominicana), donde el tema sindical no fué más que el pretexto para darle a esa reunión continental de agitadores un aspecto legalista, ellos escogieron la táctica de la disimulación y del desgarre de vestiduras.

 

Los “dirigentes” en cuestión se dijeron ofuscados ante los justificados reproches del presidente Alvaro Uribe y del viceministro Francisco Santos y rechazaron el lenguaje “belicoso” de éstos. Es el mundo al revés. ¿Los “belicosos” no son acaso quienes asistieron gustosos al seminario de Quito donde se discutió la violenta estrategia fariana de la “combinación de todas las formas de lucha” que tantos muertos ha causado en Colombia?

 

Esos sindicalistas anunciaron, además, que “demandarán” a sus críticos “ante la OIT”. Pensándolo bien la idea no es mala. La sede ginebrina de la OIT podría terminar investigando no sólo a quienes llamaron la atención sobre esa incongruencia del sindicalismo colombiano sino a los jefes de Sintraunicol, Sintrateléfonos y Sintraemcali que asistieron sin la menor decencia al opaco conciliábulo donde bandas como las Farc y el Eln, autoras de numerosos secuestros y de asesinatos de sindicalistas, fueron invitadas a presentar una ponencia. Si la OIT no quiere debilitar aún más su statuto internacional debería investigar seriamente ésto último[2].

 

El sindicalismo colombiano debe ser independiente del Estado y de los intereses privados, como lo proclaman los reglamentos internos del sindicalismo de cualquier pais democrático del mundo. Debe serlo también, y sobre todo, respecto de todo tipo de organización armada. El menor acto que suscite dudas al respecto constituye un insulto y una traición a la clase obrera y debe ser objeto de la esmerada atención de ésta.

 

Julio R. Gómez, sin embargo, en lugar de repudiar la conducta de las tres ovejas descarriadas, se puso a defenderlas. ¿Ese es el futuro que la CUT le prepara al sindicalismo colombiano? ¿Un futuro de guiños, connivencias, y por que no de dependencia ante implacables bandas terroristas? 

 

El bochornoso episodio del “seminario” de Quito trata de ser soslayado por leguleyos de la izquierda trasnochada que pretenden hacer creer que el problema es “probar” si los sindicalistas firmaron o no la declaración final que apoya el uso de la violencia para “derrotar la dominación burguesa-imperialista”[3]. El problema no es ese. El problema es que esa gente asistió y que después de estallado el escándalo no repudió lo que ocurrió en el seminario de Quito[4].

 

A ese evento asistió un agitador multicarta, muy conocido de los jefes de las Farc. Narciso Isa Conde,  dirigente castrista dominicano, hace parte de la dirección de la llamada “coordinadora continental bolivariana”, junto con el marxista estadounidense James Petras y el jefe comunista venezolano Jerónimo Carreras. Amigo del separatismo vasco y admirador de Manuel Marulanda, a quien dice haber conocido en San Vicente del Caguán, durante la época de la zona desmilitarizada, Narciso Isa Conde, interlocutor de Iván Márquez, Raúl Reyes y Rodrigo Granda, fué una de las figuras “antiimperialistas” del seminario de Quito[5].

 

En lugar de buscar disculpas y de lanzar insultos y amenazas grotescas contra sus críticos, la CUT debería aprovechar esta ocasión para repudiar definitivamente una pésima herencia. Todo el mundo sabe (pero nadie se atreve a decirlo) que los sindicatos colombianos sufrieron durante décadas enteras la influencia y la interferencia, política y militar, de las guerrillas y del paramilitarismo. Todo el mundo sabe que centenares de campesinos, obreros y sindicalistas fueron víctimas de esas bandas, en lucha por la supremacía en el plano nacional y en las instancias sindicales. Es una historia cruel y sangrienta a la que el país le ha dado la espalda pero que la razón invita a que se ponga fin.

 

Esa intervención abusiva será derrotada el día en que las centrales obreras y los sindicatos firmen un nuevo pacto civilizador que las dirija correctamente y que diga: las bandas armadas, los organismos revolucionarios, la agitación subversiva, la violencia, no pueden ser más actores de la vida sindical. 

 

Ese pacto debe reinstalar los principios clásicos del sindicalismo y acoger las tesis consigndas en la Carta de Amiens (Francia), votada en 1906. Esta dice que no hay verdadera democracia sin sindicalismo libre y totalmente independiente de los partidos políticos y del Estado; que un sindicalismo libre no puede existir sino en un país democrático.

 

La Carta de Amiens es de inmensa actualidad. En Colombia el principio de la independencia sindical fué abolido por el leninismo quien ve al sindicalismo como una palanca para la conquista del poder y como un peón de la burocracia gobernante. Lenin hizo fusilar a los sindicalistas-revolucionarios, para instaurar en Rusia uno de los regímenes mas abominables de la historia humana. Otro tanto ocurrió en las democracias populares de Europa del Este, en China popular y en Cuba.

 

Por eso el sindicalismo libre condena todas las dictaduras y todo régimen que ataca la demoracia y las libertades. No puede haber sindicalismo por fuera de un régimen democrático de libertades. Tras el derrumbe de la URSS y del colapso de las ideologías totalitarias, el sindicalismo colombiano está hoy en mejores condiciones que nunca para sacudirse esa coyunda bestial y construir un sindicalismo libre capaz de combatir los excesos y las injusticias y ser el contrapeso legítimo, por la via de las reformas, de las empresas y del Estado.

 

La misión suprema del sindicalismo es la defensa de los intereses materiales y morales de los trabajadores. La CUT parece haber olvidado eso, cuando no es capas de decir francamente que es inadmisible que dirigentes sindicales apoyen, directa o indirectamente, a organizaciones armadas que pretenden instaurar una dictadura cuyas primeras víctimas fueron los trabajadores mismos, como lo muestra hasta la saciedad la historia de la URSS y de los demás países “socialistas”. 
 



[1]  Ese fue el título que le dió al seminario de Quito el propio Ciro Guzmán, jefe del partido extremista Movimiento Popular Democrático (MPD) y organizador del evento. Este, tras el comienzo de la polémica, ha cambidado varias veces de nombre.

[2]  El seminario de Quito envió un mensaje de “solidaridad” a  los pueblos del mundo “que luchan por conquistar su liberación social y nacional y por sus reivindicaciones particulares y sus derechos políticos”, a los procesos “democráticos” que se “desenvuelven en Venezuela, Bolivia y Ecuador” y a “la lucha de los movimientos insurgentes en Colombia, Filipinas y Nepal”, entre otros.

[3]  El manifiesto del seminario de Quito dice, entre otras cosas : “Nos apoyamos en todas las formas de lucha que permitan la acumulación de fuerzas para la revolución, que golpeen al enemigo y acerquen el triunfo de nuestros objetivos, entendiendo que sólo el uso de la violencia organizada de las masas permitirá dar los golpes definitivos para derrotar la dominación burguesa-imperialista y conquistar el poder”.  

[4]  El diario colombiano El Tiempo destacó en su editorial del 25 de julio de 2007 que “sería grave -y diciente de lo que aún les cuesta a ciertos sectores de izquierda condenar la lucha armada- que algunos sindicatos firmen una declaración en ese sentido”. Antes de agregar que “el Gobierno, en plena tormenta en Washington por el tema de los asesinatos de sindicalistas, hace bien en señalar que apoyar a la guerrilla es una incongruencia mayúscula de quienes le exigen al Estado protección y respeto a los derechos humanos.”

[5]  Según el documento oficial de migración, al que tuvo acceso la estación televisiva Teleamazonas, de Ecuador, “Narciso Isa Conde estuvo en Quito entre el 7 y 11 de julio pasado. El sujeto, nacido en Cuba y nacionalizado en República Dominicana, ingresó al país sin armas y no se descarta que haya sido quien presentó la ponencia a nombre de las FARC.” (Teleamazonas, Ecuador)
 

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Periodista colombiano, autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de 2005.


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