Inicio | Editor | Contáctenos 
 

El sectarismo sigue minando al Polo 
Eduardo Mackenzie
viernes, 21 septiembre 2007


La crisis del Polo Democrático Alternativo (PDA) no fue superada por la reunión de su comité ejecutivo nacional. La declaración que sale de esa reunión, luego de nueve horas de intensas discusiones, no permite dudar un instante al respecto. Esa reunión puso en evidencia, por el contrario, que  la cúspide del PDA sigue atravezada por fuertes contradicciones, quizás insuperables dentro del actual marco conceptual y organizacional, y que la unanimidad tan buscada por ella, para corregir la imagen negativa dejada por las diatribas de los últimos días, fue imposible de obtener sobre puntos de enorme importancia. 

El de la violencia, por ejemplo. Es falso decir, como se apresuró a proclamar una radio bogotana[1], que la declaración rechazó “todas las formas de violencia”. Si se examina con atención ese texto, tal fórmula no existe. Lo que los jefes del PDC condenaron son las formas más extremas de la violencia, pero no la violencia política en general, a secas, como lo haría un verdadero partido demócrata.

 

No hay, en efecto, una sola frase que condene, por ejemplo, la rebelión armada, la insurrección, la guerra de guerrillas, los paros armados, los ataques al ejército y a la policía, a las poblaciones inermes, el narcotráfico, las extorsiones, el llamado impuesto revolucionario, el uso de la mentira, de la desinformación y de la calumnia reiterada contra las autoridades legítimas, civiles y militares, del país. Es decir, el PDA, que se dice “civilista”,  se acomoda, se somete a la violencia que ejercen a diario las Farc y el Eln contra los colombianos y contra las instituciones.

 

El PDA condena, claro, ciertas formas de violencia, que él enumera, pero no toda la violencia, ni el programa totalitario que encarnan y tratan de imponerle al país las Farc y el Eln. El país no puede equivocarse al respecto. Una lectura escrupulosa de la declaración del PDA revela todo esto. Tal tipo de lectura se impone para que el país no caiga, de nuevo, en engaños cuyos efectos golpearán la realidad política en un futuro inmediato.

 

En el único párrafo donde los jefes del PDA emplean la fórmula « formas violentas de acción » el propósito de ésta no es señalar a las Farc, ni mucho menos. Todo lo contrario, el destinatario de la fórmula es el presidente Alvaro Uribe. El PDA lo acusa en ese texto de haber ganado las elecciones con el apoyo del paramilitarismo, insulto supremo que se vuelve contra sus autores pues, de hecho, los electores, las mayorías del país, son los agraviados. Los autores de esa declaración irresponsable llegan incluso a decir que el supuesto fraude que ellos agitan está  “judicialmente probado” lo que es una mentira descomunal.

 

Carlos Gaviria Díaz, ex presidente de la Corte Constitucional, debería explicar al país esa frase. Pues si tal fraude fuera cierto, y estuviera  “judicialmente probado”, como él pretende, Gaviria Díaz sería  un prevaricador pues él nada hizo desde la presidencia de la Corte Constitucional para salvar el orden jurídico del país.

 

Cierta prensa condescendiente y amiga del PDA se apresuró  a ver en esa declaración lo que ésta no decía y a darle, en consecuencia, un certificado de santidad inmerecido.

 

Este no es el único problema de ese texto. Si por un lado  Carlos Gaviria y consortes aseguran que rechazan el terrorismo, por el otro  retoman, de manera inequívoca, el discurso de las Farc. Ellos insisten en el dogma fariano de la  “solución política del conflicto armado” es decir en la capitulación del Estado democrático ante las aspiraciones de las bandas armadas. Insisten sobre el llamado “intercambio humanitario”, artefacto retórico que le permite a las Farc explotar miserablemente a los rehenes y a los secuestrados para obtener una zona desmilitarizada.

 

Los jefes del PDA acusan al gobierno, como lo hacen las Farc, de impulsar unas “políticas antidemocráticas, guerreristas y antipopulares”. El tono y la intencionalidad no dejan dudas. El curioso cónclave que firmó esa declaración, quien parece creer que la violencia fue inventada por el presidente Uribe, agrega que las políticas del gobierno son “contrarias a los intereses económicos sociales y políticos de los colombianos y al programa del Polo”.

 

Que la política de Alvaro Uribe sea contraria al “programa del Polo”, de acuerdo (aunque incluso en ese punto se puede disentir pues habría que ver cual es el llamado “programa del Polo”, que nadie conoce). En cuanto al resto de la frase la falsedad es mayor.

 

Si el gobierno colombiano tuviera una política “antidemocrática, guerrerista y antipopular” eso ya se sabría. Si ello fuera cierto el pueblo no respaldaría ampliamente, como lo hace, según todos los sondeos de opinión, la obra del gobierno. Si ello fuera cierto, el PDA no podría deliberar, ni criticar durante media hora al gobierno. Pregúntenle a los disidentes cubanos cuanto tiempo toman los esbirros de los hermanos Castro para arrojar en prisión a quien crítica a esa dictadura. ¿En qué universo mental viven los señores del Polo?

 

Al final de la reunión, el senador Gustavo Petro, contra quien las presiones dentro del Polo se van a agravar probablemente,  lanzó una pica a sus adversarios e hizo, tal vez sin quererlo, una revelación. “El debate sobre cómo sacar al país de la guerra apenas comienza”, dijo. Extraño que un partido fundado hace 15 años y que dice “enmarcar” su acción “en el Estado Social de Derecho” aborde apenas ahora el tema de la violencia. 

 

La declaración del PDA abre más interrogantes que los que cierra. La sinceridad de sus tesis deja mucho que desear.  La inestabilidad continúa.


[1]  Radio Caracol, Bogotá, 20 de septiembre de 2007.

 

 

*

Periodista colombiano, autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de 2005.


© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.