Cogido
con las manos en la masa, el embajador de Venezuela en
Colombia, Pavel Rondón, no tuvo más
remedio que negar los hechos. Sin embargo, alguien había
filmado la escena y un canal de televisión de Bogotá no se
privó de mostrar las imágenes de los abusivos actos del
diplomático. En el video se ve a Rondón
presidiendo la mesa directiva de un mitin en Armenia
(Quindío), a 286 kilómetros al oeste de Bogotá, organizado
por el grupo extremista Polo Democrático Alternativo, donde
fueron lanzadas violentas arengas contra el gobierno de
Álvaro Uribe y vivas al régimen chavista.
El activo Pavel Rondón,
quien asumió ese cargo en Bogotá hace apenas tres meses,
agravó su caso al declarar, el mismo día, en otra reunión en
Armenia, que el Partido Liberal colombiano, formación que él
dice estar siguiendo “desde hace tiempo” desaparecerá dentro
de unos meses, pues Fidel Castro se “lo ha dicho”.
Específicamente, Rondón dijo estas palabras: "Yo creo que lo
que va a pasar dentro de un año con el partido Liberal es
que puede desaparecer. ¿Por qué? Porque lo estamos
analizando. Eso nos lo dijo Fidel [Castro]. El partido
Liberal de Colombia, lo dijimos en aquel momento, claro, eso
fue internamente en la Embajada y le vamos a hacer
seguimiento".
La extraña actuación de Rondón,
ocurrida el pasado 3 de febrero, pero conocida por los
media un mes más tarde, suscitó un vivo rechazo de la
opinión. Carlos Holguín Sardi, ministro colombiano del
Interior, dijo que ese acto era una “demostración
contundente de intromisión en los asuntos internos de
Colombia”. Fernando Araújo, el canciller colombiano, exigió
por su parte “respeto para los asuntos internos de
Colombia”, y prometió que “de ninguna manera vamos a
permitir que un gobierno extranjero intervenga en nuestros
procesos electorales”. Araújo reveló que hubo, en efecto,
dos otras intromisiones venezolanas recientes. La primera:
una candidata a la alcaldía de la isla caribeña de
Providencia, recibió promesas de respaldo político y
económico de Caracas. Por otra parte, Araújo informó que
Caracas está organizando grupos de “instrucción política”
para incitar a colombianos que viven en Venezuela (y que
tienen la doble nacionalidad) para que voten en el limítrofe
departamento de Arauca por el opositor PDA en las elecciones
regionales colombianas de octubre.
Aberrantes, las andanzas de Pavel Rondón,
violatorias de la Convención de Viena, habrían suscitado una
declaración de persona non grata si él las hubiera cometido
en Europa o en Estados Unidos. En Colombia no. Pensando
quizás que más vale un agente conocido que uno por conocer,
y que el comercio entre los dos países no debe ser
perturbado por los desafueros de un diplomático extranjero,
Bogotá parece haber aceptado las confusas explicaciones del
funcionario chavista y declaró, a pesar de las frases de los
ministros Holguín y Araújo, cerrado el incidente. Empero,
el senador Jairo Clopatofsky y un grupo de políticos
uribistas pidieron la expulsión del diplomático.
El caso Rondón merece, sin embargo, más
reflexión. Es cierto que ese episodio ha sido leído de
diferentes maneras. Para la oposición castro-marxista
colombiana, y para los liberales “de avanzada”, lo de Rondón
no es más que un error aislado de un funcionario imprudente[1].
Esa lectura falsamente ingenua de las cosas tiene el mérito
de aletargar la acción vigilante del Estado y distraer la
atención del público sobre los continuos esfuerzos de
penetración del chavismo en Colombia. Caracas no se contenta
con ayudar a las Farc, permitiéndole, como ha sido
constatado por la prensa de los dos países, instalar
unidades de combate en su territorio, donde éstas podrían
estar escondiendo algunos de sus secuestrados, sino que
intenta además instrumentalizar a los grupos de oposición
colombianos. El caso del PDA es el ejemplo más visible pero
no es el único. La crisis del Partido Liberal colombiano no
es ajena a actividades de sapa similares[2]
a las que precedieron el derrumbe de los dos grandes
partidos tradicionales venezolanos, el socialdemócrata
Acción Democrática y el social-cristiano Copei, blancos de
la subversión castrista durante décadas. El colapso de esas
formaciones abrió las puertas a la aventura golpista y
electoral del coronel Hugo Chávez.
Los chavistas colombianos intentan borrar de
la conciencia ciudadana el hecho de que una amenaza
totalitaria se está erigiendo en Venezuela, donde el
régimen, remilitarizado por el eje Rusia-Irán-Corea del
Norte, apuesta a la derrota de los planes de Uribe de
consolidación de la democracia representativa y de
desmantelamiento de las Farc. Ese eje internacional combate
la línea de George W. Bush de impedir la proliferación en el
continente de gobiernos liberticidas bajo la tutela de los
petrodólares de Chávez.
Otro aspecto no menos crucial del episodio Rondón
es que expuso parcialmente la actividad consecuente de los
agentes de Chávez en Colombia. Mostró que dentro de la
llamada “oposición democrática” colombiana hay grupos
cipayos dispuestos a hacerle el juego a esos intereses. Es
posible que el recién descubierto “comité de solidaridad y
amistad con Venezuela”, animado por el PDA, no sea sino uno
de los tantos aparatos diseñados para permitirle a Venezuela
inmiscuye en la vida de los partidos colombianos y de la
vida de las ciudades. No es por casualidad que en los
últimos meses la prensa haya constatado un aumento de
candidatos a las elecciones regionales de octubre que
exhiben su simpatía por el régimen chavista. Según un diario
colombiano[3],
esa tendencia es patente en ciudades importantes como
Medellín, Cali, Cúcuta, Bucaramanga, Armenia y Riohacha, así
como en los departamentos de Atlántico, Arauca y en los dos
Santanderes.
Como si fuera poco, se hace más evidente que
Chávez pretende explotar la carta del diferendo que existe
entre Colombia y Nicaragua. Este último país, presidido
ahora por el tristemente célebre líder sandinista Daniel
Ortega, ex títere de Fidel Castro en los años 80 y ahora
muñeco de Hugo Chávez[4],
pretende desconocer un tratado firmado el siglo pasado por
Nicaragua y Colombia que otorga a Colombia la soberanía
sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia.
Las premisas de la “desaparición” del
partido liberal, prevista por Chávez y Castro, comienzan ya
a ser visibles, por la división y confusión ideológica que
reina en el seno de esa colectividad. Ese deterioro avanza
por la vía disimulada de la alianza-fusión que el marxista
PDA le propone al sector liberal anti-uribista. Por otra
parte, el PDA trata de frenar a quienes aspiran a reunificar
al partido liberal y reconciliarlo con Uribe. Los
arquitectos de la absurda movida antiliberal invocan la
creencia de que una concordancia estable entre una
organización marxista como el PDA y un partido liberal es
posible. Ellos hacen como si la Guerra Fría hubiera
terminado no en el derrumbe del comunismo y en la victoria
espléndida del liberalismo económico y político, sino en una
convergencia entre partidos marxistas y partidos
“burgueses”.
Es obvio que la “desaparición” del partido
liberal colombiano a que aspira Caracas, sería la primera
fase de un plan destinado a destruir el bipartidismo
colombiano, es decir la personalidad histórico-política de
los colombianos. Lo que están haciendo en Ecuador los
discípulos de Chávez va en el mismo sentido y es un anticipo
de lo que podría ocurrir en Colombia: el presidente Rafael
Correa quiere “reducir el poder de los partidos
tradicionales” para conducir el país hacia el socialismo[5].
Para eso, destituyó arbitrariamente a 57 legisladores de la
oposición, con la complicidad de una corte electoral que
carece de poderes para destituir a los legisladores.
La destrucción de los partidos “burgueses”
no es suficiente. Como lo muestra el caso venezolano, al
mismo tiempo que la demolición de las formaciones políticas
avanza, otro proceso más subterráneo toma cuerpo: la
formación de grupos de acción dentro de las fuerzas armadas
para neutralizar o paralizar en el momento necesario a los
mandos legítimos y reemplazarlos por mandos adictos a la
conjura liberticida.
Lo ocurrido en Armenia, Colombia, debería
hacer abrir los ojos al gobierno y a las mayorías políticas
sobre los peligros que se ciernen en estos momentos contra
la vida democrática por la acción, no sólo del terrorismo de
las Farc, sino por el trabajo de minorías extremistas que
apoyadas desde el extranjero tratan de ocupar el terreno
minando y desmantelando los actores tradicionales de la vida
socio-política del país.
[1]
El principal diario de Bogota, El
Tiempo, estimó que el incidente era una “tormenta en
un vaso de agua”, en su editorial del 8 de marzo de
2007. Ese texto le resta importancia a un eventual
financiamiento de los partidos colombianos de oposición
por parte del régimen chavista diciendo que “los vasos
comunicantes entre políticos de diversos países son casi
inevitables”. Ese editorial pretende que el
financiamiento del Partido Comunista Colombiano por
parte de Moscú es comparable al recibido por los
liberales de fundaciones de Estados Unidos o de la
socialdemocracia europea, o la de la Falange española a
los conservadores. Esa comparación es inaceptable: los
partidos europeos y norteamericanos nunca financiaron la
creación en Colombia de organizaciones armadas
subversivas, mientras que la URSS sí.
[2]
Piedad Córdoba, una de las artífices
de división del Partido Liberal, admitió ser admiradora
de las Farc, según revelaciones que ella mismo hizo al
semanario comunista Voz (14-27 de octubre de
1998). Hoy ella es una incondicional del régimen
chavista y enemiga acérrima del gobierno de Álvaro
Uribe.
[3]
Ver el editorial del diario La
Patria, de Manizales, del 7 de marzo de 2007.
[4]
Para agradecerle la ayuda financiera prestada a su
campaña electoral, Daniel Ortega le regaló a Chávez
varios manuscritos originales de Rubén Darío, gesto
abusivo que desató las criticas de varios intelectuales
nicaraguayos quienes piden la restitución de los mismos
por hacer parte del patrimonio cultural de Nicaragua.
[5]
Reuters, 8 de marzo de 2007.
* |
Periodista
colombiano,
autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme
de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de
2005. |