Cada
día queda más claro cuáles eran las verdaderas motivaciones
de la reunión del 8 de octubre en Venezuela entre el
presidente Hugo Chávez y las Farc.
Mostrada a la
opinión pública internacional como el “paso inicial” para
convencer a las Farc de dejar en libertad los 45 rehenes
“políticos” que ella detiene desde hace varios años, a
cambio de la excarcelación de 400 guerrilleros, y hasta como
el “preámbulo” prometedor a un ulterior “acuerdo de paz” en
Colombia, la reunión en Venezuela, estaba siendo preparada,
en realidad, para poner en primer plano la liberación
eventual de Simón Trinidad y de Sonia, dos miembros de las
Farc extraditados y juzgados por narcotráfico y secuestro en
Estados Unidos[1].
Cuando las Farc
vieron que la maniobra que favorecería a esos dos individuos
no era acogida ni por Bogotá ni por Washington, hicieron
marcha atrás y la reunión en Venezuela con Hugo Chávez fue
aplazada indefinidamente.
Piedad Córdoba,
senadora colombiana de la oposición, inventora del encuentro
entre Chávez y las Farc, e interlocutora de confianza del
número dos de éstas, Raúl Reyes, fue quien aplazó sin otra
explicación, el 3 de octubre, en Washington, esa importante
reunión. “Tomé la decisión de aplazar la reunión” dijo
Córdoba desde la embajada de Venezuela en Washington.
Desbordado por la petulante activista, al presidente Hugo
Chávez no le quedó más remedio que aceptar esa salida,
quedando de hecho como un segundón que no controla ese
proceso que él, sin embargo, preside.
Así, todo el
andamiaje que el jefe de Estado de Venezuela está tratando
de montar para liberar a los rehenes, y para redorar con
ello su deteriorado blasón, corre el riesgo de naufragar
antes de haber comenzado.
Es muy posible
que una brecha de confianza se haya abierto ahora entre
Piedad Córdoba y el presidente venezolano.
La iniciativa de
Piedad Córdoba, quien invocó una “falta de garantías”,
respondía a las declaraciones hechas la víspera por el
presidente Alvaro Uribe, quien dirigiéndose al gobierno
norteamericano enfatizó que él se oponía a que Simón
Trinidad y Sonia hagan parte del acuerdo humanitario. “De
aceptar eso, en el futuro correríamos el riesgo de que cada
vez que alguien quiera evitar una extradición o presionar el
regreso de un extraditado que está en Estados Unidos
secuestren aquí a ciudadanos norteamericanos”, dijo el jefe
de Estado, antes de concluir: “No podemos permitir que se
juegue con la extradición”. Sin tardar, el secretario
norteamericano de Defensa, Robert Gates, quien estaba en
visita oficial en Bogotá, respondió que los Estados Unidos
“aceptan los límites que el presidente colombiano ha fijado
para un posible intercambio de secuestrados por guerrilleros
presos”. Uribe repudió también el intento de las Farc de
equiparar a los secuestrados con los guerrilleros presos.
Piedad Córdoba,
quien poco antes se había reunido con la líder demócrata de
la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, acusó al
presidente Uribe de “atravesarle palos a la rueda del
acuerdo humanitario”. Sin embargo, si ella está jugando ese
papel ante Hugo Chávez es porque Uribe se lo permite.
Después, Córdoba se lanzó a hacer declaraciones
que eran privativas del jefe de Estado venezolano: que los
congresistas estadounidenses no se reunirán con guerrilleros
de las Farc en Caracas; que Nancy Pelosi, Gregory Meeks y
Jim McGovern le pedirían al presidente Uribe dar
salvoconductos a los guerrilleros.
Ella reveló que
Venezuela contrató varios abogados (al parecer los mismos
que pidieron la negada extradición de Luis Posada Carriles)
para buscarle salidas jurídicas a la situación de Trinidad y
Sonia; que Washington está “interesado” en negociar la
situación de esos dos guerrilleros; que los congresistas
estadounidenses se reunirían con Chávez y Uribe y, además,
que ella iba a proponer una nueva cumbre Chávez-Uribe, para
“desempantanar el proceso”.
¿Al hablar así
ella pretende enviar el mensaje de que quien dirige ese
proceso es ella y no el presidente Chávez?
El 30 de agosto
pasado, la víspera del encuentro de Uribe y Chávez en
Bogotá, un diplomático europeo dijo esto a la AFP:
“Simpatizante de las Farc, Chávez puede obtener de ellos lo
que desee, pues cerrándoles la frontera puede asfixiarlas,
interrumpir todas sus llegadas de armas, la venta de la
droga y las idas y venidas de guerrilleros”. El diplomático
agregó: “Las Farc no le pueden rechazar nada a Chávez quien
no se lanzaría a esa mediación de implicaciones
internacionales sin tener en mano las cartas maestras”.[2]
Sin embargo, en
pocos días, la imagen de un Hugo Chávez que “puede obtener
lo que él desee” de las Farc se ha agrietado. Hugo Chávez no
ha podido arrancarles a las Farc ni una sola prueba de que
Ingrid Betancourt esté viva. Las Farc, por otra parte,
rechazaron su propuesta de efectuar el intercambio de
rehenes por prisioneros en una zona “despejada” de Venezuela
o en territorio internacional[3],
mientras que el gobierno colombiano había aceptado esa idea:
“No importa el sitio con tal de que las Farc liberan a los
secuestrados”, dijo el ministro del Interior colombiano,
Carlos Holguín Sardi, el 26 de agosto 2007. Pero ello fue
rechazado por Raúl Reyes quien insistió en obtener una zona
desmilitarizada de 800 Km² en dos municipios colombianos,
Pradera y Florida, lo que el gobierno colombiano ha siempre
rechazado.
Cuando Chávez
aceptó ser “mediador” dio la impresión de decir a tirios y
troyanos: yo seré capaz de hacer lo que Uribe no ha podido
hacer. Pocas semanas después, Chávez constata que bregar con
las Farc no es fácil, pues éstos ocultan sus objetivos y no
están interesados en soltar a los rehenes.
¿Porqué lo
harían si éstos hacen parte del dispositivo de seguridad de
la dirección nacional de las Farc? Esa gente le debe su vida
a los rehenes. Estos, no hay que olvidarlo, son escudos
humanos. Esa es su primera función. La segunda es ser
instrumento de propaganda.
El punto de la
liberación de Simón Trinidad y Sonia no hacía parte de las
exigencias principales cuando Chávez aceptó hacer la
mediación, ni durante la reunión en Bogotá con Uribe, ni en
las conversaciones telefónicas con el presidente francés
Nicolás Sarkozy. Hasta esa fecha la idea central era
realizar el “intercambio humanitario” entre los 45 rehenes
y los 400 guerrilleros encarcelados por las autoridades. Fue
Luciano Marín, alias Iván Márquez, miembro de la dirección
nacional de las Farc, quien después puso por delante la
consigna de incluir el caso Trinidad y Sonia como una
prioridad en las negociaciones en Venezuela, cuando vio que
la gestión de Chávez era respaldada por Bogotá, Washington y
París.
El presidente
Alvaro Uribe, de quien se decía que había perdido la
iniciativa frente a la mediación de Chávez, descartó la
exigencia de Márquez y volvió a poner el problema sobre sus
pies: anunció que él no autorizará un cese de las
operaciones militares en ninguna zona del país y descartó la
sugerencia hecha por el director del semanario comunista
Voz, Carlos Lozano, de darle salvoconductos y otras
garantías a los agentes de las Farc para que pudieran
trasladarse sin ser arrestados o atacados por los
militares.
“¿Cuándo se ha
visto que el Gobierno tenga que darle permisos a esos
angelitos?”, ironizó Uribe. Si éstos los hubieran obtenido,
habrían ganado mucho más que un papel con un sello oficial:
sus amigos habrían proclamado que esa medida era una muestra
de debilidad de Uribe ante el tinglado que las Farc tratan
de montar con el pretexto del “acuerdo humanitario”. En
otras palabras, ese salvoconducto sería, para ellas, el
primer paso hacia el reconocimiento de las Farc como
“organización beligerante”.
Lo que Lozano
pide encaja con la vieja táctica de las Farc, a la que
estaban habituados los anteriores gobiernos colombianos:
cada vez que las Farc dicen que están dispuestas a hablar de
paz, el Estado colombiano debe suspender las órdenes de
captura contra sus jefes, darles salvoconductos, cesar las
operaciones militares y hasta pagarles giras en Europa a los
terroristas[4].
Con la reunión
del 8 de octubre aplazada sine die, los familiares de
los rehenes, a quienes se les había prometido en Caracas
maravillas a corto plazo, regresan a la situación inicial
de desespero total. “Postergar la reunión (de Caracas) es
postergar más el sufrimiento de los secuestrados y sus
familiares”, dijo Marleny Orjuela, presidenta de Asfamipaz.
Empero, las ilusiones persisten. Gloria Ramírez, presidenta
de la comisión de paz del Senado, insistió en que todo va
bien. Daniel Parfait, emisario de Nicolas Sarkozy, perdió su
viaje a Caracas por la bravuconada de Piedad Córdoba. Para
las víctimas de las Farc es difícil admitir que la
liberación de Trinidad y Sonia es la prioridad de Raúl Reyes
y no los rehenes.
Piedad Córdoba
exagera cuando culpa a Uribe de obstruir el proceso por no
cesar los operativos militares. “Los guerrilleros de las
Farc saben inventarse la manera de llegar hasta allá”,
indicó Uribe. ¿Los jefes de las Farc no se mueven acaso por
Venezuela a su antojo, como lo probó el caso Rodrigo Granda?[5]
El mismo Raúl Reyes habría sido visto en Caracas, según el
diario El Universal, unas semanas atrás. El
canciller de Venezuela, Nicolás Maduro, desmintió claro está
esa versión el 23 de agosto pasado.
¿Cuándo será
entonces la reunión del presidente Chávez con el o los
dirigentes de las Farc? ¿El diálogo que Chávez sostendrá con
Sarkozy en noviembre relanzará la propuesta? Nada lo
garantiza. No se sabe siquiera si Manuel Marulanda está
vivo. Sobre ese punto sólo cuentan las frases de Reyes, como
en el caso de Ingrid Betancourt. ¿Si Tirofijo está vivo
dónde está? Algunos observadores estiman que él no está en
Colombia y que un encuentro con Chávez en Caracas es más
difícil de lo que se piensa pues el hombre, astuto y
desconfiado, no viaja en avión de miedo de ser interceptado
por los norteamericanos.
“Las Farc tratan
de embolatar a Chávez como ellas se burlaron de todos los
mediadores desde hace cinco años”, estimó el ministro
colombiano Fernando Araújo, ex rehén de las Farc. La
anulación de la reunión del 8 de octubre y lo que se ha
visto hasta hoy no hace sino confirmar esa apreciación. Si
Hugo Chávez no vigila más de cerca la actividad de la
mediadora Piedad Córdoba él podría terminar pagando los
platos rotos de un nuevo fracaso en la liberación de los
rehenes.
[1]
Simón Trinidad fue condenado en Estados Unidos en
septiembre de 2007 por conspiración en el secuestro de
los tres contratistas norteamericanos del Pentágono.
Trinidad debe responder ante un segundo proceso en
Washington por narcotráfico. Alias Sonia fue condenada
por tráfico de drogas.
[2]
Jean-Luc Porte, AFP-Bogotá, 30 de
agosto de 2007.
[3]
Ver las declaraciones de Raúl Reyes a El Clarín,
de Buenos Aires, a finales de agosto de 2007.
[4]
En 1985, Braulio Herrera, un jefe de las Farc y jefe de
la Unión Patriótica, un partido de las Farc, hizo una
gira por Europa con dineros del Parlamento colombiano.
El gobierno de Andrés Pastrana organizó en febrero de
2000 otra gira por Europa con media docena de jefes de
las Farc, durante las inútiles conversaciones “de paz”
en el Cagúan.
[5]
El 14 de diciembre de 2004, Rodrigo Granda Escobar,
alias Arturo Campos, encargado de las relaciones
« diplomáticas » de las Farc, fue detenido en Caracas y
entregado a las autoridades colombianas antes de que el
presidente Chávez pudiera oponerse. Granda vivía en
Venezuela y tenía papeles venezolanos. Granda fue
excarcelado por orden del presidente Uribe, el 4 de
junio de 2007, quien aceptó el pedido que le hiciera el
presidente francés Nicolás Sarkozy. Granda, quien se
negó a jugar papel alguno en la liberación de los
rehenes, viajó poco después a La Habana.
* |
Periodista
colombiano,
autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme
de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de
2005. |