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Encuentro entre Chávez y las Farc:
¿quien dirige el avión?

Eduardo Mackenzie
domingo, 7 octubre 2007


Cada día queda más claro cuáles eran las verdaderas motivaciones de la reunión del 8 de octubre en Venezuela entre el presidente Hugo Chávez y las Farc.

Mostrada a la opinión pública internacional como el “paso inicial” para convencer a las Farc de dejar en libertad los 45 rehenes “políticos” que ella detiene desde hace varios años, a cambio de la excarcelación de 400 guerrilleros, y hasta como el “preámbulo” prometedor a un ulterior “acuerdo de paz” en Colombia, la reunión  en Venezuela, estaba siendo preparada, en realidad, para poner en primer plano la liberación eventual de Simón Trinidad y de Sonia, dos miembros de las Farc extraditados y juzgados por narcotráfico y secuestro en Estados Unidos[1].

 

Cuando las Farc vieron que la maniobra que favorecería a esos dos individuos no era acogida ni por Bogotá ni por Washington, hicieron marcha atrás y la reunión en Venezuela con Hugo Chávez fue aplazada indefinidamente.

 

Piedad Córdoba, senadora colombiana de la oposición, inventora del encuentro entre Chávez y las Farc, e interlocutora de confianza del número dos de éstas, Raúl Reyes, fue quien aplazó sin otra explicación, el 3 de octubre, en Washington, esa importante reunión. “Tomé la decisión de aplazar la reunión” dijo Córdoba desde la embajada de Venezuela en Washington. Desbordado por la petulante activista, al presidente Hugo Chávez no le quedó más remedio que aceptar esa salida, quedando de hecho como un segundón que no controla ese proceso que él, sin embargo, preside.

 

Así, todo el andamiaje que el jefe de Estado de Venezuela está tratando de montar para liberar a los rehenes, y para redorar con ello su deteriorado blasón, corre el riesgo de naufragar antes de haber comenzado.

 

Es muy posible que una brecha de confianza se haya abierto ahora entre Piedad Córdoba y el presidente venezolano.

 

La iniciativa de Piedad Córdoba, quien invocó una “falta de garantías”, respondía a las declaraciones hechas la víspera por el presidente Alvaro Uribe, quien dirigiéndose al gobierno norteamericano enfatizó que él se oponía a que Simón Trinidad y Sonia hagan parte del acuerdo humanitario. “De aceptar eso, en el futuro correríamos el riesgo de que cada vez que alguien quiera evitar una extradición o presionar el regreso de un extraditado que está en Estados Unidos secuestren aquí a ciudadanos norteamericanos”, dijo el jefe de Estado, antes de concluir:  “No podemos permitir que se juegue con la extradición”. Sin tardar, el secretario norteamericano de Defensa, Robert Gates, quien estaba en visita oficial en Bogotá, respondió que los Estados Unidos “aceptan los límites que el presidente colombiano ha fijado para un posible intercambio de secuestrados por guerrilleros presos”. Uribe repudió también el intento de las Farc de equiparar a los secuestrados con los guerrilleros presos.

 

Piedad Córdoba, quien poco antes se había reunido con la líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, acusó al presidente Uribe de “atravesarle palos a la rueda del acuerdo humanitario”. Sin embargo, si ella está jugando ese papel ante Hugo Chávez es porque Uribe se lo permite. Después, Córdoba se lanzó a hacer declaraciones que eran privativas del jefe de Estado venezolano: que los congresistas estadounidenses no se reunirán con guerrilleros de las Farc en Caracas; que Nancy Pelosi, Gregory Meeks y Jim McGovern  le pedirían al presidente Uribe dar salvoconductos a los guerrilleros.

 

Ella reveló que Venezuela contrató varios abogados (al parecer los mismos que pidieron la negada extradición de Luis Posada Carriles) para buscarle salidas jurídicas a la situación de Trinidad y Sonia; que Washington está “interesado” en negociar la situación de esos dos guerrilleros; que los congresistas estadounidenses se reunirían con Chávez y Uribe y, además, que ella iba a proponer una nueva cumbre Chávez-Uribe, para “desempantanar el proceso”.

 

¿Al hablar así ella pretende enviar el mensaje de que quien dirige ese proceso es ella y no el presidente Chávez?

 

El 30 de agosto pasado, la víspera del encuentro de Uribe y Chávez en Bogotá, un diplomático europeo dijo esto a la AFP: “Simpatizante de las Farc, Chávez puede obtener de ellos lo que desee, pues cerrándoles la frontera puede asfixiarlas, interrumpir todas sus llegadas de armas, la venta de la droga y las idas y venidas de guerrilleros”. El diplomático agregó: “Las Farc no le pueden rechazar nada a Chávez quien no se lanzaría a esa mediación de implicaciones internacionales sin tener en mano las cartas maestras”.[2]

 

Sin embargo, en pocos días, la imagen de un Hugo Chávez que “puede obtener lo que él desee” de las Farc se ha agrietado. Hugo Chávez no ha podido arrancarles a las Farc ni una sola prueba de que Ingrid Betancourt esté viva. Las Farc, por otra parte, rechazaron su propuesta de efectuar el intercambio de rehenes por prisioneros en una zona “despejada” de Venezuela o en territorio  internacional[3], mientras que el gobierno colombiano había aceptado esa idea: “No importa el sitio con tal de que las Farc liberan a los secuestrados”, dijo el ministro del Interior colombiano, Carlos Holguín Sardi, el 26 de agosto 2007. Pero ello fue rechazado por Raúl Reyes quien insistió en obtener una zona desmilitarizada de 800 Km² en dos municipios colombianos, Pradera y Florida, lo que el gobierno colombiano ha siempre rechazado.

 

Cuando Chávez aceptó ser “mediador” dio la impresión de decir a tirios y troyanos: yo seré capaz de hacer lo que Uribe no ha podido hacer. Pocas semanas después, Chávez constata que bregar con las Farc no es fácil, pues éstos ocultan sus objetivos y no están interesados en soltar a los rehenes.

 

¿Porqué lo harían si éstos hacen parte del dispositivo de seguridad de la dirección nacional de las Farc? Esa gente le debe su vida a los rehenes. Estos, no hay que olvidarlo, son escudos humanos. Esa es su primera función. La segunda es ser instrumento de propaganda.

 

El punto de la liberación de Simón Trinidad y  Sonia no hacía parte de las exigencias principales cuando Chávez aceptó hacer la mediación, ni durante la reunión en Bogotá con Uribe, ni en las conversaciones telefónicas con el presidente francés Nicolás Sarkozy. Hasta esa fecha la idea central era realizar el “intercambio humanitario” entre los 45 rehenes  y los 400 guerrilleros encarcelados por las autoridades. Fue Luciano Marín, alias Iván Márquez, miembro de la dirección nacional de las Farc, quien después puso por delante la consigna de incluir el caso Trinidad y Sonia como una prioridad en las negociaciones en Venezuela, cuando vio que la gestión de Chávez era respaldada por Bogotá, Washington y París.

 

El presidente Alvaro Uribe, de quien se decía que había perdido la iniciativa frente a la mediación de Chávez, descartó la exigencia de Márquez y volvió a poner el problema sobre sus pies: anunció que él no autorizará  un cese de las operaciones militares en ninguna zona del país y descartó la sugerencia hecha por el director del semanario comunista Voz, Carlos Lozano, de darle salvoconductos y otras garantías a los agentes de las Farc para que pudieran trasladarse sin ser arrestados o atacados por los militares. 

 

“¿Cuándo se ha visto que el Gobierno tenga que darle permisos a esos angelitos?”, ironizó Uribe. Si éstos los hubieran obtenido, habrían ganado mucho más que un papel con un sello oficial: sus amigos habrían proclamado que esa medida era una muestra de debilidad de Uribe ante el tinglado que las Farc tratan de montar con el pretexto del “acuerdo humanitario”. En otras palabras, ese salvoconducto sería, para ellas,  el primer paso hacia el reconocimiento de las Farc como “organización beligerante”.

 

Lo que Lozano pide encaja con la vieja táctica de las Farc, a la que estaban habituados los anteriores gobiernos colombianos: cada vez que las Farc dicen que están dispuestas a hablar de paz, el Estado colombiano debe suspender las órdenes de captura contra sus jefes, darles salvoconductos, cesar las operaciones militares y hasta pagarles giras en Europa a los terroristas[4].

 

Con la reunión del 8 de octubre aplazada sine die, los familiares de los rehenes, a quienes se les había prometido en Caracas maravillas a corto plazo,  regresan a la situación inicial de desespero total.  “Postergar la reunión (de Caracas) es postergar más el sufrimiento de los secuestrados y sus familiares”, dijo Marleny Orjuela, presidenta de Asfamipaz. Empero, las ilusiones persisten. Gloria Ramírez, presidenta de la comisión de paz del Senado, insistió en que  todo va bien. Daniel Parfait, emisario de Nicolas Sarkozy, perdió su viaje a Caracas por la bravuconada de Piedad Córdoba. Para las víctimas de las Farc es difícil admitir que la liberación de Trinidad y Sonia es la prioridad de Raúl Reyes y no los rehenes.

 

Piedad Córdoba exagera cuando culpa a Uribe de obstruir el proceso por no cesar los operativos militares. “Los guerrilleros de las Farc saben inventarse la manera de llegar hasta allá”, indicó Uribe. ¿Los jefes de las Farc no se mueven acaso por Venezuela a su antojo, como lo probó el caso Rodrigo Granda?[5] El mismo Raúl Reyes habría sido visto en Caracas, según el diario El Universal, unas semanas atrás.  El canciller de Venezuela, Nicolás Maduro, desmintió claro está esa versión el 23 de agosto pasado.

 

¿Cuándo será entonces la reunión del presidente Chávez con el o los dirigentes de las Farc? ¿El diálogo que Chávez sostendrá con Sarkozy en noviembre relanzará la propuesta? Nada lo garantiza. No se sabe siquiera si Manuel Marulanda está vivo. Sobre ese punto sólo cuentan las frases de Reyes, como en el caso de Ingrid Betancourt. ¿Si Tirofijo está vivo dónde está?  Algunos observadores estiman que él no está en Colombia y que un encuentro con Chávez en Caracas es más difícil de lo que se piensa pues el hombre, astuto y desconfiado, no viaja en avión de miedo de ser interceptado por los norteamericanos.

 

“Las Farc tratan de embolatar a Chávez como ellas se burlaron de todos los mediadores desde hace cinco años”, estimó el ministro colombiano Fernando Araújo, ex rehén de las Farc. La anulación de la reunión del 8 de octubre y lo que se ha visto hasta hoy no hace sino confirmar esa apreciación. Si Hugo Chávez no vigila más de cerca la actividad de la mediadora Piedad Córdoba él podría terminar pagando los platos rotos de un nuevo fracaso en la liberación de los rehenes.

 


[1]   Simón Trinidad fue condenado en Estados Unidos en septiembre de 2007 por conspiración en el secuestro de los tres contratistas norteamericanos del Pentágono. Trinidad debe responder ante un segundo proceso en Washington por narcotráfico. Alias Sonia fue condenada por tráfico de drogas.

[2]  Jean-Luc Porte, AFP-Bogotá, 30 de agosto de 2007.

[3]   Ver las declaraciones de Raúl Reyes a El Clarín, de Buenos Aires, a finales de agosto de 2007.

[4]   En 1985, Braulio Herrera, un jefe de las Farc y jefe de la Unión Patriótica, un partido de las Farc, hizo una gira por Europa con dineros del Parlamento colombiano. El gobierno de Andrés Pastrana organizó en febrero de 2000 otra gira por Europa con media docena de jefes de las Farc, durante las inútiles conversaciones “de paz” en el Cagúan.

[5] El 14 de diciembre de 2004, Rodrigo Granda Escobar, alias Arturo Campos, encargado de las relaciones « diplomáticas » de las Farc, fue detenido en Caracas y entregado a las autoridades colombianas antes de que el presidente Chávez pudiera oponerse. Granda vivía en Venezuela y tenía papeles venezolanos. Granda fue excarcelado por orden del presidente Uribe, el 4 de junio de 2007, quien aceptó el pedido que le hiciera el presidente francés Nicolás Sarkozy. Granda, quien se negó a jugar papel alguno en la liberación de los rehenes, viajó poco después a La Habana.

 

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Periodista colombiano, autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de 2005.


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