Inicio | Editor | Contáctenos 
 

Chávez y la huida hacia adelante
Eduardo Mackenzie
viernes, 7 septiembre 2006


La “mediación” que intentará hacer el mandatario venezolano tendrá más que ver con un posicionamiento de sus ambiciones políticas, y de sus agentes, en el paisaje colombiano, que con un esfuerzo sincero en favor de la liberación de los secuestrados en poder de las Farc y de la paz.

A la luz de lo ocurrido en Bogotá, durante el encuentro de 16 horas entre los presidentes Alvaro Uribe y Hugo Chávez, el 31 de agosto pasado, se puede deducir que los parientes de los secuestrados pueden irse preparando para otra larga espera.

Es obvio que la prioridad de Chávez y la obsesión de su admirado “comandante” Manuel Marulanda, no es poner fin lo antes posible al cautiverio de los secuestrados. La apuesta de las Farc es egoísta: salir del atolladero militar y diplomático en que se encuentran, ganar visibilidad internacional así sea reducida, y abrir, de nuevo, una oficina en Caracas. Todo ello bajo el pretexto irresistible de que se encuentran “dialogando” con el régimen venezolano “por el bien” de los rehenes.

En lugar de buscar un “intercambio humanitario”, lo que pretenden las Farc es utilizar a los rehenes una vez más para dotarse de una pretendida virginidad, salir del túnel, al menos en Venezuela, y escapar a la lista negra de organizaciones terroristas de la Unión Europea. Marulanda sueña con obtener, por qué no, en una fase ulterior, el derecho de tener una representación “diplomática” en París, y abrirse una avenida hacia el Parlamento europeo y los partidos de izquierda europeos con los cuales los negocios políticos son lucrativos, sobre todo si se hacen a la luz del día.

Si el gobierno del presidente Uribe tolera esa vasta maniobra diversionista perderá no poco apoyo en Colombia y afectará su posición ante los gobiernos extranjeros y hasta ante el mismo Congreso norteamericano. Si el gobierno de Nicolas Sarkozy empuja en esa misma dirección su campo político podría dividirse.

Las instigaciones del chavismo en Colombia, destinadas a abrirle el expediente de los rehenes a Chávez, para que éste aparezca como el salvador de Colombia, (Chávez también quiere tener ingerencia en las negociaciones con el Eln) podrían así terminar desestabilizando la agenda de Bogotá, mantenida hasta hora con firmeza por Alvaro Uribe. No por casualidad, el mismo día del viaje de Chávez, las fuerzas militares colombianas desataban una operación que terminó dándole un golpe tremendo a las Farc con la muerte de su principal tesorero, Tomás Medina Caracas, el “comandante” del frente 36 de las Farc, el más activo en el tráfico de cocaína. Ese día, el Ejército le echó mano, además, al computador de Carlos Lozada, otro alto jefe de las Farc que tuvo que salir corriendo ante el empuje de los soldados. En ese computador fueron encontrados 14 mil documentos secretos, muchos cifrados, incluyendo los planes de las Farc hasta el 2012, y un listado de miembros del clandestino PC3, el nuevo instrumento de penetración de las Farc en las ciudades.

Si a Chávez le importara la suerte de los secuestrados él no habría llegado a Bogotá con las manos vacias. Lo que las familias de los secuestrados esperaban era que él aportara, al menos, una prueba de que ellos estaban vivos. El gobierno francés le había pedido lo mismo respecto de Ingrid Betancourt. Chávez dejó ver que no traía nada sobre ellos y se cuidó de desarrollar una argumentación seria al respecto, aunque dijo haber recibido, antes de viajar, información muy “positiva” de las Farc.

Lo que Chávez sí repartió en Bogotá fueron frases y promesas efectistas de intervención “enérgica” en el drama de los rehenes: “Amo a Colombia”, “soy aprendiz de ayudante de la paz”, “estoy dispuesto a ir al quinto infierno, pasando por selvas y charcos infestados de cocodrilos, para buscar el intercambio humanitario”. En el dificil arte de las frases cursis él es un campeón.

De regreso a Caracas, con la bendición de Uribe para sus reuniones con las Farc en el bolsillo, el presidente que ya se vé vitalicio anunció que está listo a trabajar con Tirofijo. “Yo soy militar y esto hay que hablarlo con los jefes (...) si es Manuel Marulanda, ojalá, porque a mi me gustaría mucho conocerlo y conversar con el.”[1] La situación es grotesca. Chávez arreglando la paz de Colombia con Marulanda es como ver al presidente Ahmadinejad gestionando ante Hassan Nasrallah el cese del terrorismo de Hezbollah contra Israel.

Es obvio que el mandatario venezolano está urgido por encontrar nuevo impulso. La juventud venezolana le está dando la espalda y en Bolivia sus planes para instaurar el “socialismo del siglo XXI” encuentran una amplia resistencia popular y empresarial. Chávez se ve así obligado a acelerar sus planes en Colombia, país que encarna, a pesar de sus dificultades, un modelo de sociedad y de gobierno diferente, opuesto a la aventura totalitaria que él está tratando de imponer por todos los medios en Venezuela y en el hemisferio. Si el ejemplo colombiano no es vencido, otros países podrían insistir en la vía democrática.

La estrategia de Chávez ante el asunto de los secuestrados es audaz. A los reproches que la opinión colombiana le lanza por sus vínculos opacos con las Farc (presencia comprobada de las huestes de Marulanda en Venezuela, punto siempre desmentido por la burocracia chavista), el presidente Chávez y los ideólogos “bolivarianos” responden con la táctica de la huída hacia adelante: hacer de ese vínculo con las Farc, hoy encubierto, una cosa pública, abierta, bajo el pretexto de una tarea “humanitaria”. Las “discusiones” de los “rebeldes” colombianos con el presidente Chávez no podrían hacerse, todo el mundo lo sabe, en la selva.

La inteligente operación comienza a dar frutos. Al día siguiente de la visita de Chávez, la prensa liberal de Bogotá encerraba en el desván su habitual perspicacia y aseguraba haber descubierto que el 31 de agosto se había “fortalecido” una “alianza Uribe-Chávez”[2]. Y se complacía ante el hecho de que Chávez y los jefes de las Farc entren en contacto explícito. Es lamentable que en momentos en que Colombia necesita del más acerado realismo en el manejo de sus asuntos internos y externos, pues lo que está en juego son sus libertades, cierta prensa se deje abusar por las ilusiones.

Por fortuna, Alvaro Uribe había tomado una precaución. Antes de ver a Chávez reiteró sus dos conocidos “inamovibles”: el no autorizará el “despeje” de dos municipios (Florida y Pradera) en los términos exigidos por las Farc, y no aceptará que los guerrilleros encarcelados salgan de prisión para ponerse al servicio de Tirofijo.

Toda la habilidad de Chávez es desafiada por esas dos condiciones, pues sin el respeto de éstas el arreglo del problema de los rehenes es poco menos que impensable. Si las Farc no curvan la espalda, Chavez perderá unas cuántas plumas. Su prestigio de lider de la “revolución” latinoamericana está, pues, en vilo.

El plan de Chavez tiene dos aspectos y las Farc es sólo uno de éstos. El otro es el avance electoral de un organismo, el llamado Polo Democrático Alternativo (PDA), cuyos dirigentes, Carlos Gaviria y Gustavo Petro, quisieran ser vistos no como dogmáticos leninistas, sino como paladines del “socialismo democrático”. Si el PDA hace un buen desempeño en las elecciones regionales de octubre próximo, Chávez habrá ganado. Sin embargo, la pregunta es: ¿el PDA será bien visto por los electores sin que Chávez haya logrado liberar a los rehenes?

Hay que admitirlo, para el PDA será difícil reformarse y adoptar las vestituras del “socialismo democrático”. Sobretodo después de la revelación de Raúl Reyes quien admitió la “predilección” del grupo terrorista por ese partido. Reyes pidió, además, la conformación de “un gobierno del Polo Democrático”[3]. A lo que el presidente Uribe respondió que su gobierno “no permitirá que ningún actor armado ilegal interfiera, a través de las armas, en la libre determinación democrática de los colombianos”[4].

Ofuscado por la propuesta de Raúl Reyes, Petro dijo que las Farc querían “destruir” al PDA. No obstante, la opinión colombiana constató de nuevo que entre los jefes del PDA no hay una clara línea de repudio a la violencia. Entre Gaviria y Petro las contradicciones se acumulan. Al primero le parece “atractivo” que las Farc “hagan política”. El otro promete que, en caso de ser gobierno, ellos no van a “negociar las reformas” con las Farc. La verdad es que el Polo se merece los elogios escalofriantes de las Farc, pues ha trabajado duro para eso. La guerrilla difamatoria que pretende montarle al gobierno de Uribe es saludada por las Farc, como lo prueban las tesis de Reyes. ¿Dónde están, al fin y al cabo, las resoluciones del Polo de ruptura con la visión marxista del mundo? ¿Dónde sus resoluciones de aceptación de la economía de mercado? ¿Dónde sus resoluciones de repudio del terrorismo “de izquierda”? ¿Cuándo hicieron un balance de la trayectoria criminal de las Farc, del Eln? Jamás. Los electores deben tener esto en mente el próximo 28 de octubre, sin dejarse obnubilar por las promesas del “bolivarismo”.

*

Periodista colombiano, autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de 2005.


© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.