Hasta
que las Farc prueben plenamente que ellas no asesinaron a
los once diputados-rehenes, las Farc deben ser consideradas
como las autoras de esa masacre abominable. Pues la carga
de la prueba corresponde, exclusivamente, a las Farc, y no
al Gobierno, ni a las Fuerzas Armadas, ni a la sociedad
civil colombiana. Son las Farc quienes secuestraron a esos
rehenes. Son las Farc quienes los mantenían en horrible
cautiverio. Ellas deben, pues, probar lo que dicen. Detener
y coleccionar rehenes inocentes es la carta maestra de las
Farc en su lucha contra la democracia. Esa carta les ha dado
ventajas, es cierto, pero ello tiene un inconveniente: todo
lo que le ocurre a un rehén recae directamente sobre su
captor. Esta vez ese principio debe ser aplicado. Las Farc
no pueden escapar a la lógica que ellas mismas crearon.
¿Once de sus rehenes perdieron la vida? Nadie más que los
captores pueden explicar lo que pasó el día fatídico.
Una semana
después del anuncio hecho por las Farc de esa nueva matanza
de inocentes, la condena mundial se precipita, con razón,
sobre las Farc. Esta vez, nadie, o muy pocos, tragaron la
impostura inventada. La extraña historia del grupo militar
“no identificado” que “atacó” el campamento terrorista por
sorpresa, causando la muerte de los rehenes durante el
“intercambio de tiros”, no puede ser aceptada. ¿Un
intercambio de tiros que no deja heridos en el bando
atacante? ¿Que no deja heridos entre los rehenes? ¿Que deja
sin vida únicamente a los once rehenes presentes y
celosalente encarcelados hasta ese momento por sus captores
y durante cinco largos años? La impostura cojea por todos
lados.
¿Quien pudo
haber “atacado” al grupo con rehenes? Las Farc son
incapaces de responder a ello con coherencia. En cambio,
los paramilitares, y la otra guerrilla, el Eln, que libra
combates de vez en cuando contra las Farc por una cuestion
de territorios y de narcóticos, han negado haber
intercambiado tiros con las Farc el 18 de junio de 2007. Las
fuerzas armadas negaron, a su vez, haber lanzado ese día
una ofensiva contra un campamento donde habría rehenes.
Ante la
incapacidad de las Farc para identificar a los pretendidos
atacantes, sólo se puede llegar a una conclusión: las Farc
mienten. Los rehenes, que estaban divididos en varios
grupos, como lo confirmaron algunos parientes de éstos,
fueron concentrados, todos salvo uno, antes de ser abatidos
a sangre fría. ¿Por qué? ¿Para qué? Para intimidar a
Colombia y a la opinión mundial. Para frenar la ofensiva del
gobierno. Para aterrorizar a los presos de las Farc que
cooperarán con el gobierno de Alvaro Uribe en la liberación
de los rehenes. Para sembrar el pánico en las filas de las
Farc, que conocen un desangre importante por las
deserciones. Pero, sobre todo, para desatar contra el Estado
colombiano una ola de rechazo. Pues el objetivo evidente era
presentar esa matanza como una consecuencia de la línea
oficial de rescatar a los rehenes por todos los medios. Ese
plan diabólico se les vino al suelo a las Farc. Nadie les
creyó. La respuesta del presidente Uribe parece plausible[1].
Pues las fuerzas armadas de un país democrático pueden
comprobar, gracias a los controles jurisdiccionales, qué
hacen y cómo obran sus militares y sus funcionarios.
El hecho de
que Raúl Reyes, jefe visible de las Farc, se niegue a
entregar rápidamente los cadáveres, los cuales hablarán
mucho a los expertos sobre las condiciones de la matanza,
agrava el caso de las Farc. El hecho de que Reyes condicione
esa entrega a una “disminución de la confrontación militar”
en la zona “donde sucedieron los hechos” (ocultando el
nombre de esa zona) muestra que las Farc han comenzado a
matar a los rehenes para ganar tiempo, para frenar la
ofensiva militar y para vengarse de las derrotas políticas y
militares sufridas recientemente. Las Farc, con esa nueva
matanza, dejan ver que están más débiles que nunca. El
asunto de los rehenes entra así, probablemente, en una fase
aún más peligrosa: los captores asesinarán a otros rehenes,
maquillando su crimen, ante los progresos de la lucha
antisubversiva. ¿Ese es el mensaje subyacente de la matanza
del 18 de junio?
Esa masacre
pone en evidencia otro hecho: la impotencia de la gestión de
los “países amigos” (Francia, Suiza y España). Esa troika no
ha logrado arrancarle la más mínima concesión a las Farc.
Todo lo contrario: sus consejos y propuestas, acatados por
el gobierno colombiano, terminaron, esta vez, en un nuevo
baño de sangre.
Por eso
resultan tan absurdas las tesis de ciertos “analistas”
colombianos que, según la prensa, dicen que la “salvación”
es la gestión de los “países amigos” porque “los colombianos
no pueden resolver entre sí sus diferencias”. Esos
“analistas” profetizan que “la situación va a continuar en
el mismo nivel si las partes [Uribe y las Farc] no aceptan
los consejos de los tres países facilitadores”. ¿Miopía?
¿Mala fe? ¿Quien puede decir que el combate contra las Farc
es una “diferencia entre colombianos”? En realidad, se
trata de la lucha de un país entero contra una minoría
violenta recalcitrante. Como el combate de España contra la
Eta. Como el de Francia contra el terrorismo corso. Como fue
el del Reino Unido contra el Ira.
En cuando a
la troika, Alvaro Uribe ha aceptado todo lo que ésta le ha
pedido. Las Farc, en cambio, rechazaron todo lo que vino de
los tres países. El fracaso, si fracaso hay, no es de Uribe
sino de los “paises amigos” que siguen obnubilados por el
esquema ilusorio del “despeje”, concesión militar enorme a
las Farc. La troika sigue haciendo equilibrios consternantes
entre las Farc y el gobierno colombiano para no apoyar a
éste último francamente en la lucha antiterrorista. Esa
orientación porta en si el germen del fracaso. Uribe aceptó
la propuesta del presidente Nicolas Sarkozy de sacar de la
cárcel a Rodrigo Granda, un elemento altamente peligroso de
las Farc. Cinco días después de la llegada de Granda a Cuba,
los rehenes murieron. ¿Coincidencia? En los últimos 40 años,
cada vez que a las Farc se les cede un ápice, éstas
responden violentamente. Quizás por ello, una distinguida
editorialista declaró que la masacre de los diputados fué la
“sangrienta respuesta [de las Farc] a la liberación de
'Granda' y de 100 criminales más”[[1]].
Con cinismo
escalofriante, Raúl Reyes envió sus “condolencias” a las
familias de los rehenes asesinados, acusó al presidente
Uribe de no querer “salvar vidas” y anunció, en el mismo
mensaje, “nuevas fatalidades” si el gobierno no acepta un
“retiro de las tropas” de dos municipios, punto que el
presidente Uribe siempre ha rechazado. Es hora de que la
Unión Europea recapacite sobre lo que ocurre en Colombia y
se decida a apoyar sin vacilaciones al poder, antes de que
las Farc anuncien “nuevas fatalidades” respecto de los
rehenes que aún siguen en vida.
1 Comunicado
del Presidente de la República de Colombia;
http://www.presidencia.gov.co ; 28 de junio de 2007.
2 Lucy Nieto
de Samper, El Tiempo, Bogotá, 30 de junio de 2007.
* |
Periodista
colombiano,
autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme
de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de
2005. |