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¿Cual es el mensaje de la matanza del 18 de junio?
Eduardo Mackenzie
domingo, 1 julio 2007


Hasta que las Farc prueben plenamente que ellas no asesinaron a los once diputados-rehenes, las Farc deben ser consideradas como las autoras de esa masacre abominable.  Pues la carga de la prueba corresponde, exclusivamente, a las Farc, y no al Gobierno, ni a las Fuerzas Armadas, ni a la sociedad civil colombiana. Son las Farc quienes secuestraron a esos rehenes. Son las Farc quienes los mantenían en horrible cautiverio. Ellas deben, pues, probar lo que dicen. Detener y coleccionar rehenes inocentes es la carta maestra de las Farc en su lucha contra la democracia. Esa carta les ha dado ventajas, es cierto, pero  ello tiene un inconveniente: todo lo que le ocurre a un rehén recae directamente sobre su captor. Esta vez ese principio debe ser aplicado.  Las Farc no pueden escapar a la lógica que ellas mismas crearon. ¿Once de sus rehenes perdieron la vida? Nadie más que los captores pueden explicar lo que pasó el día fatídico. 

Una semana después del anuncio hecho por las Farc de esa nueva matanza de inocentes, la condena mundial se precipita, con razón, sobre las Farc. Esta vez, nadie, o muy pocos, tragaron  la impostura inventada. La extraña historia del grupo militar “no identificado” que “atacó” el campamento terrorista por sorpresa, causando la muerte de los rehenes durante el “intercambio de tiros”, no puede ser aceptada. ¿Un intercambio de tiros que no deja heridos en el bando atacante? ¿Que no deja heridos entre los rehenes? ¿Que  deja sin vida únicamente a los once rehenes presentes y celosalente encarcelados hasta ese momento por sus captores y durante cinco largos años? La impostura cojea por todos lados.

 

¿Quien pudo haber “atacado” al grupo con rehenes?  Las Farc son incapaces de responder a ello con coherencia. En cambio,  los paramilitares, y la otra guerrilla, el Eln, que libra combates de vez en cuando contra las Farc por una cuestion de territorios y de narcóticos, han negado haber intercambiado tiros con las Farc el 18 de junio de 2007. Las fuerzas armadas negaron, a  su vez, haber lanzado ese día una ofensiva contra un campamento donde habría rehenes.

 

Ante la incapacidad de las Farc para identificar a los pretendidos atacantes, sólo se puede llegar a una conclusión: las Farc mienten. Los rehenes, que estaban divididos en varios grupos, como lo confirmaron algunos parientes de éstos, fueron concentrados, todos salvo uno, antes de ser  abatidos a sangre fría. ¿Por qué? ¿Para qué? Para intimidar a Colombia y a la opinión mundial. Para frenar la ofensiva del gobierno. Para aterrorizar a los presos de las Farc que cooperarán con el gobierno de Alvaro Uribe en la liberación de los rehenes. Para sembrar el pánico en las filas de las Farc, que conocen un desangre importante por las deserciones. Pero, sobre todo, para desatar contra el Estado colombiano una ola de rechazo. Pues el objetivo evidente era presentar esa matanza como una consecuencia de la línea oficial de rescatar a los rehenes por todos los medios. Ese plan diabólico se les vino al suelo a las Farc.  Nadie les creyó. La respuesta del presidente Uribe parece plausible[1]. Pues las fuerzas armadas de un país democrático pueden comprobar, gracias a los controles jurisdiccionales, qué hacen y cómo obran sus militares y sus funcionarios.

 

El hecho de que Raúl Reyes, jefe visible de las Farc, se niegue a entregar rápidamente los cadáveres, los cuales hablarán mucho a los expertos sobre las condiciones de la matanza, agrava el caso de las Farc. El hecho de que Reyes condicione esa entrega a una “disminución de la confrontación militar” en la zona “donde sucedieron los hechos” (ocultando el nombre de esa zona) muestra que las Farc han comenzado a matar a los rehenes para ganar tiempo, para frenar la ofensiva militar y para vengarse de las derrotas políticas y militares sufridas recientemente. Las Farc, con esa nueva matanza, dejan ver que están más débiles que nunca. El asunto de los rehenes entra así, probablemente, en una fase aún más peligrosa: los captores asesinarán a otros rehenes, maquillando su crimen, ante los progresos de la lucha antisubversiva. ¿Ese es el mensaje subyacente de la matanza del 18 de junio?

 

Esa masacre pone en evidencia otro hecho: la impotencia de la gestión de los “países amigos” (Francia, Suiza y España). Esa troika no ha logrado arrancarle la más mínima concesión a las Farc. Todo lo contrario: sus consejos y propuestas, acatados por el gobierno colombiano, terminaron, esta vez, en un nuevo baño de sangre.

 

Por eso resultan tan absurdas las tesis de ciertos “analistas” colombianos que, según la prensa, dicen que la “salvación” es la gestión de los “países amigos” porque “los colombianos no pueden resolver entre sí sus diferencias”. Esos “analistas” profetizan que  “la situación va a continuar en el mismo nivel si las partes [Uribe y las Farc] no aceptan los consejos de los tres  países facilitadores”. ¿Miopía?  ¿Mala fe?  ¿Quien puede decir que el combate contra las Farc es  una “diferencia entre colombianos”? En realidad, se trata de la lucha de un país entero contra una minoría violenta recalcitrante. Como el combate de España contra la Eta. Como el de Francia contra el terrorismo corso. Como fue el del Reino Unido contra el Ira.

 

En cuando a la troika, Alvaro Uribe ha aceptado todo lo que ésta le ha pedido. Las Farc, en cambio, rechazaron todo lo que vino de los tres países. El fracaso, si fracaso hay, no es de Uribe sino de los “paises amigos” que siguen obnubilados por el esquema ilusorio del “despeje”, concesión militar enorme a las Farc. La troika sigue haciendo equilibrios consternantes entre las Farc y el gobierno colombiano para no apoyar a éste último francamente en la lucha antiterrorista. Esa orientación porta en si el germen del fracaso. Uribe aceptó la propuesta del presidente Nicolas Sarkozy de sacar de la cárcel a Rodrigo Granda, un elemento altamente peligroso de las Farc. Cinco días después de la llegada de Granda a Cuba, los rehenes murieron. ¿Coincidencia? En los últimos 40 años, cada vez que a las Farc se les cede un ápice, éstas responden violentamente. Quizás por ello, una distinguida editorialista declaró que la masacre de los diputados fué la “sangrienta respuesta [de las Farc] a la liberación de 'Granda' y de 100 criminales más”[[1]].  

 

Con cinismo escalofriante, Raúl Reyes envió sus “condolencias” a las familias de los rehenes asesinados, acusó al presidente Uribe de no querer “salvar vidas” y anunció, en el mismo mensaje,  “nuevas fatalidades” si el gobierno no acepta un “retiro de las tropas” de dos municipios, punto que el presidente Uribe siempre ha rechazado. Es hora de que la Unión Europea recapacite sobre lo que ocurre en Colombia y se decida a apoyar sin vacilaciones al poder, antes de que las  Farc anuncien “nuevas fatalidades” respecto de los rehenes que aún siguen en vida.

 

1  Comunicado del Presidente de la República de Colombia; http://www.presidencia.gov.co ; 28 de junio de 2007.

 

2  Lucy Nieto de Samper, El Tiempo, Bogotá, 30 de junio de 2007.

 

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Periodista colombiano, autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de 2005.


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