La
sonrisa de Al Gore se le congeló en la cara la madrugada del
miércoles 8 de noviembre de 2002 cuando la cadena Fox anunció que
el ganador de la presidencia de los Estados Unidos no era él, como
se había anunciado unas seis horas antes, sino su contendor George
W. Bush. Errores de cálculo en los exit polls llevaron a las
cadenas de televisión a anunciar la victoria de Gore, para después
corregirse e iniciar uno de los capítulos más vergonzosos de la
historia electoral estadounidense. Finalmente 537 votos decidieron
el resultado. ¿Quién llevó a Bush a la Casa Blanca? El presentador
del noticiero de Univisión Jorge Ramos argumenta que bien pudieron
haber sido los cubanoamericanos, y además, que algo similar puede
ocurrir en noviembre de este año.
En su
libro, La ola latina: cómo los hispanos elegirán al próximo
presidente de los Estados Unidos, Ramos ofrece una radiografía
de la población hispana y su comportamiento más allá de las
elecciones. Con 40 millones de personas que se definen como
latinos, y 8 millones de votantes inscritos, el voto hispano
podría ser el fiel de la balanza en esta cerrada contienda donde
ambos candidatos tienen porcentajes similares en las encuestas.
Tanto Kerry como Bush lo han dicho públicamente: el voto latino
será vital para ganar estados claves como Florida, Nevada, Nuevo
México, Colorado y Arizona.
Pero el
libro tira el anzuelo más allá para mostrar como se latiniza
Estados Unidos con el crecimiento astronómico de la población
hispana, un fenómeno que obedece a las altas tasas de inmigración
y natalidad. “En 1951 el 89% de las inmigraciones venían de Europa
y regiones fuera de América Latina, Asia y Africa. Veinticinco
años después las cosas han cambiado totalmente: 3 de cada 4
inmigrantes legales (79%) eran latinoamericanos, asiáticos y
africanos. Y el grupo más grande era de mexicanos (14.5%)” Cuando
se proyecta el número de ilegales, que nadie sabe a ciencia cierta
cuántos son, pero que la Oficina del Censo calcula en 7 millones,
con casi 400 mil cruzando la frontera cada año, es fácil entender
porque Jorge Ramos dice que Estados Unidos será un país hispano.
Los datos del censo lo respaldan: para el 2125 el número de
latinos será mayor que el de blancos no hispanos. Algunos hablan
de la reconquista, otros hablan de invasión. Lo cierto es que la
ola parece indetenible.
Pero ¿qué
significa ser hispano? El asunto no es tan sencillo y homogéneo
como parece. El escritor Ilan Stavans lo define como una condición
cultural producto del mestizaje que determina un modo de ser entre
dos aguas y que encuentra su mejor expresión en el spanglish, esa
suerte de dialecto bastardo que cada día gana más independencia y
reconocimiento. Para Jorge Ramos lo latino es una forma de ser y
pensar que esta presente tanto en el descendiente de una familia
de Nuevo México que tiene 200 años viviendo en esas tierras, como
en el puertorriqueño que viaja constantemente entre Nueva York y
San Juan. Ante diferencias nacionales y socio-económicas tan
grandes, ciertos elementos son comunes: el uso del español, la
importancia que se le otorga a la religión y la preocupación por
los temas de educación e inmigración.
Una de las
grandes interrogantes es si los latinos se asimilan a la cultura
estadounidense para fundirse en el melting pot. Ramos
piensa que los latinos son distintos. “La comunidad hispana ha
crecido tanto que suena impensable que pudiera asimilarse a la
mayoría anglosajona. La cultura hispana es sui generis y se
retroalimenta con cada inmigrante, con cada programa de televisión
en español, con cada llamada a larga distancia, con cada remesa
enviada a Latinoamérica, con cada libro en castellano”
Este fenómeno irrita
pieles sensibles como las de Samuel Huntington quien presagia el
fin de los valores anglo-protestantes que han definido a Estados
Unidos. Pero una cosa son las tradiciones y otra la realidad: EEUU
es el quinto país con la población de habla hispana más grande del
mundo. La calidad del español que se habla es asunto aparte, a lo
que Ramos salta con una respuesta práctica “hablamos como vivimos
y, lejos de denotar falta de profundidad o flojera, nuestro
lenguaje expresa a la vez conflicto y una vastísima riqueza
cultural”
Una nación
hispana y bilingüe, ese podría ser el futuro de los Estados
Unidos. Por ahora la decisión entre un país gobernado por
Demócratas o Republicanos parece recaer en buena parte sobre los
latinos. Y ya no bastan unas cuantas palabras en español para
cautivarlos.
