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EL NIÑO, POLITICA Y CRISIS ENERGETICA *
Luis DE LION


La palabra crisis, la escuchamos y la padecemos con la misma frecuencia con que se repite que Latinoamérica es una región promisoria y rica en recursos naturales. Sin embargo, entre las joyas que la naturaleza le obsequió a la región está el fenómeno del Niño, anomalía climática que pareciera haber contagiado nuestra clase dirigente volviéndola infantil e incompetente en cuanto a previsión se refiere.

Pasemos a los hechos; entramos al siglo XXI en medio de una crisis energética por diferentes causas; bien sea el incremento normal de la demanda eléctrica, la falta de políticas energéticas visionarias y los caprichos del clima. Las consecuencias de todo esto, son que se repetirán en otros países de la región las crisis eléctricas que padecieran Colombia en 1992 y Chile en 1997. Latinoamérica depende mayoritariamente en el Sur y en el Centro de plantas hidroeléctricas instaladas en megarepresas obsoletas y sujetas a niveles de precipitaciones específicos; y el Caribe depende de plantas termoeléctricas, sujetas a los cambios en los precios del petróleo.

Si bien, no por las mismas causas, pareciera que la crisis energética persigue a los latinoamericanos donde quiera que se encuentren, sin límites geográficos, alcanzando al estado de California y en cierto modo a la península ibérica en donde la realidad está siendo desestimada por los responsables del Ministerio de Economía español.

La quiebra de Pacific Gas and Electric Co. - principal distribuidora de energía en California - producto de la sequía y del aumento de los precios del gas, al tiempo que se daba un proceso de desinversión en el sector y se desregulaba el mercado, provocaron cortes de luz en el pasado verano, algo inexplicable en los Estados Unidos.

Honduras y Costa Rica, altamente dependientes de la generación de energía a través de plantas hidroeléctricas son víctimas potenciales, tanto de las travesuras del Niño como de la falta de inversiones en el sector y del desperdicio en los hábitos de consumo.

Venezuela, con un consumo residencial por encima del promedio regional, así como también un alto nivel de morosidad en el pago del servicio eléctrico principalmente de parte de los organismos públicos, unido al desinterés en los planes de reforma del sector, constituyen un alerta ante una crisis inminente; considerando además, que la cuenca amazónica venezolana donde se encuentra su mayor represa - Guri - se ha visto especialmente afectada por el fenómeno del Niño.

Pero el racionamiento de electricidad que se implementó en Brasil en el año 2001, electrocutó la popularidad del presidente Cardoso. Un estudio de Coopers & Lybrand había advertido cinco años atrás, el grave riesgo de déficit energético. Los racionamientos que comenzaron en junio pasado y se extendieron hasta noviembre, buscando en principio reducir el consumo, provocaron inevitablemente una caída en la producción industrial de la principal economía de la región. Una dependencia casi que exclusiva de los recursos hídricos, obliga al Estado brasileño ante la crisis a pensar en fuentes alternas capaces de generar energía eléctrica a bajo costo. Si las lluvias catastróficas de estos primeros días del año 2002, con un costo altísimo en vidas humanas alejaron el peligro de apagones, la naturaleza por su parte en una suerte de ensañamiento, hizo aún más patente la falta de seriedad con que el gobierno del gigante amazónico estaría buscando soluciones a la crisis energética.

Finalmente, no podemos ser otra cosa que pesimistas; por cuanto en el debate acerca de las causas y soluciones a la crisis energética, los responsables se muestran miopes y cortoplazistas ante la toma de decisiones. Nuestra riqueza en recursos naturales es malgastada sin duda, a causa de la falta de audacia y visión de nuestros dirigentes.

Una campaña sostenida de educación para evitar el despilfarro, una mayor inversión en el sector que promueva la diversificación de fuentes generadoras de energía, al igual que un servicio eficiente sometido a las fuerzas del mercado, nos otorgaría las herramientas indispensables para mejor afrontar los cambios climáticos, que junto a políticas energéticas erróneas son las causantes de la actual crisis energética latinoamericana.

* Artículo publicado en Eco.Latino, edición Febrero-Marzo 2002 New York

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