1. El
Silencio ensordecedor
Amigos me comentan a diario sus apreciaciones sobre la
situación política. “¿Qué te parece el retiro de Leopoldo a
favor de Henrique?”. “Diego y María Corina tienen las
mejores ideas, pero ninguno de los dos tiene posibilidades
de ganarle a Chávez”. “Yo creo que Diego está más claro en
cuanto a la situación política, pero polariza demasiado, y
lo que necesitamos para ganar en octubre es un candidato que
sume en lugar de restar votos”. “Mira lo que dicen las
encuestas, Henrique tiene más apoyo y parece ser el único
que puede sumar votos y salir ganador en octubre”. “Pablo
tiene el apoyo de los grandes partidos, sus propuestas
sintonizan con el chavismo, y puede garantizar una
transición sin violencia”.
Cada vez que escucho este tipo de comentarios, tengo la
sensación de vivir en otro país. A tres semanas de las
primarias muchos de mis amigos alimentan grandes
expectativas hacia el futuro: piensan que elegiremos un
candidato opositor y que si éste logra sumar alrededor de
él una siempre creciente mayoría de votantes insatisfechos
con estos 13 años de chavismo, con propuestas sensatas
englobadas dentro una excelente campaña electoral, tendremos
grandes posibilidades de ganar las elecciones en octubre.
Entiendo su postura, entiendo su razonamiento, y con cierta
nostalgia quisiera compartir su sueño. Pero la cruda e
implacable realidad del entorno político en el que vivimos
no me permite ni soñarlo. En cambio, trato con paciencia de
explicar a mis amigos que a pesar de su optimismo –
reflejado en ese slogan devenido tan ubicuo en estos días,
“2012, el Año del Cambio”- a pesar de la percepción de que
Chávez está cayendo en las encuestas y de que la oposición
está supuestamente más unida que nunca, los venezolanos no vivimos
en democracia, que esta es una dictadura, que los dictadores
pueden celebrar elecciones – como lo hacen en Cuba,
Bielorrusia y otras dictaduras - pero nunca las pierden, y
que la mafia narco-terrorista-militar que se ha ido
adueñando del país tiene tantos expedientes abiertos y por
abrir que nunca, nunca dejará
el poder. Porque perder el poder significa perder la
inmunidad que confiere ser amo de un país soberano.
Usualmente a estas alturas no pierdo mi tiempo en enumerar
los estudios divulgados por publicaciones académicas del más
alto prestigio a nivel mundial que afirman, sin ambages, que
desde el 2004 el sistema electoral venezolano es un casino
donde el dueño del casino reparte las fichas según sus
preferencias y determina quién gana y quién pierde. Ya no
trato de explicar, cifras en mano, cómo la cuarta parte de
los votantes inscritos en los últimos diez años en el
Registro Electoral Permanente existe sólo en nombre. Aún
cuando demuestro que casi el 100% de las personas mayores de
18 años en Venezuela están inscritos en el REP, y que hace
cuatro años, sólo en el Distrito Capital, según cifras del
INE, había una población mayor de 1.514.403 habitantes,
mientras que dos años después, según cifras del CNE,
2.100.977 votantes del Distrito Capital estaban inscritos en
el REP (www.analitica.com/va/politica/opinion/3093490.pdf).
Repito: entre 2008 y 2010 (si uno acepta como verdad la
absurda tesis que 100% de los habitantes mayores de 18 años
en el DF están inscritos en el REP) el número de votantes
aumentó en un 39%.
Tómese un minuto para digerir las implicaciones de estas
cifras oficiales – ¡cifras
oficiales! En
dos años la población de mayores de 18 años en el Distrito
Capital ha crecido en un 39%.
Esto nos lleva indefectiblemente a la conclusión de que 28% de
los inscritos en el Distrito Capital son
votantes fantasmas.
Ud. puede con toda seguridad extrapolar esta fórmula y
aplicarla al resto del país, sobre todo en las regiones
rurales, donde más han crecido los nuevos centros de
votación (y la cantidad de votantes virtuales) y donde hay
menos control por parte de la oposición. Y no olvide que la
oposición nunca ha podido establecer y mantener una
presencia firme en más de 60% de los centros de votación a
nivel nacional.
Examinemos estas cifras desde una perspectiva global: En los
países donde el registro es voluntario, como es el caso de
Venezuela, el porcentaje de votantes elegibles (mayores de
edad) inscritos en el registro electoral de sus respectivos
países oscila entre 70% y 75%, aún en las democracias más
maduras. Partiendo de la premisa razonable de que el 65% de
los venezolanos son mayores de edad, y que tenemos una
población de 28,5 millones de habitantes, son 18.525.000
los venezolanos mayores de 18 años. ¿Qué nos dice el CNE en
cuanto a votantes inscritos en el REP? En diciembre 2011
contabilizó 18.338.913 votantes inscritos. Si aplicamos la
fórmula aceptada según la cual entre 70% y 75% de los
mayores de edad estaría inscritos en el REP, tendríamos una
verdadera inscripción electoral que oscila entre
aproximadamente 13 y 13.9 millones de votantes de carne y
hueso. De ahí la cifra mínima de 5 millones de votantes
fantasmas.
La develación de esta burda y descarada manipulación, esta
mentira tan obvia, tan fácilmente comprobada, debería ser
motivo de indignación ciudadana, de llamadas a la acción, de
manifestaciones nacionales, de reclamos a instancias
regionales e internacionales y de exigencias específicas por
parte de la MUD para que se investiguen de manera exhaustiva
las cifras del REP y las metodologías empleadas por el CNE y
el INE a nivel nacional. Pero nada. Lo que se escucha es un
silencio ensordecedor, para muchos incomprensible, por parte
de quienes se ufanan de ser los dirigentes de la oposición.
2. Cambio de Paradigma
Uno bien podría preguntarse por qué a veces con ciertos
amigos me resigno a no insistir en explicar con detalle la
magnitud del fraude que el régimen sigue montando a diario
(el Registro está abierto; el CNE sigue inscribiendo
votantes, quizás votantes de verdad, seguramente votantes
fantasmas) a fin de asegurarse una holgada victoria el 7 de
octubre.
La respuesta no es fácil. Por un lado, muchas personas
prefieren vivir una ilusión cómoda en lugar de enfrentar una
verdad incómoda. Muchas personas sencillamente no logran
cambiar de paradigma.
Cambiar de paradigma significa desechar todo lo que uno cree
saber sobre un asunto y aceptar, basándose en nuevas
evidencias, una nueva verdad. Nuestro planeta fue creado
hace entre 5 y 6 millardos de años, no es plano, y da
vueltas alrededor del sol, y no al revés. Hoy aceptamos
estas verdades como tales, pero hace 500 años hacía falta
ser un hereje para tener creencias así, y el conjunto de
dogmas de la Iglesia Católica Apostólica
Romana garantizaba
que al expresarlas abiertamente los herejes pagaran con su
vida el atrevimiento.
Frente a las evidencias irrefutables sobre el fraude y
confrontado con el hecho de que no solamente estas
evidencias se han hecho públicas desde hace muchos años
(aunque hayan tenido muy poco eco en los medios masivos de
comunicación) sino que todos
los altos dirigentes políticos y candidatos a las primarias
están al tanto de esta información, el venezolano
inteligente con conciencia cívica se enfrenta a un terrible
dilema. O sigue aferrado al paradigma convencional (la MUD
habla claro, actúa de buena fe, representa mis intereses,
representa un auténtico cambio, aspira apoyar a un candidato
que remplace a Hugo Chávez, etc.) o entra en un mundo
desconocido, un mundo que en los mapamundis del siglo XV los
cartógrafos señalaban como Terra
Incognita, poblada de monstruos. En este mundo abundan
los interrogantes, y escasean las respuestas claras. El mero
hecho de reflexionar sobre estos temas y hacerse estos
interrogantes implica que uno está cambiando un paradigma
cómodo por un paradigma terriblemente inquietante. Y para
algunos eso implica coquetear con la herejía; podría
pagarse caro, muy caro, ese pecado.
Por ejemplo: si la MUD se resiste enérgicamente a reconocer,
denunciar con vehemencia y rectificar el carácter
fraudulento de un sistema electoral que garantizará sin duda
una holgada victoria al candidato oficialista en octubre, ¿A
qué intereses responde? Y la respuesta inevitable es que los
líderes de la MUD no están comprometidos con un cambio de
gobierno. Algunos de los candidatos, evidentemente sí y
otros, aparentemente, no.
Hay un dicho en inglés, “Politics makes strange bedfellows”,
cuya traducción sería algo como “en la política todo es
posible” o, mejor dicho, “en la política hasta los polos
opuestos se pueden juntar”. En nuestro caso, pareciera que
el régimen se ha aliado con algunos poderosos jerarcas de la
MUD, con el apoyo de figuras claves en los medios de
comunicación, para instaurar un Tribunal del Santo Oficio de
la Inquisición Electoral, desde el cual se impone a la
fuerza un dogma que consiste en no hablar del fraude, y así
permitir no solamente la reelección (¿indefinida?) del
dictador o su candidato designado sino también la
instauración de un aparato burocrático opositor alimentado y
controlado por el régimen, el cual fungiría cual Pueblo de
Potemkin, como Partido Unido de la Oposición. Un Partido
Unido de la eterna Oposición que satisfaría la necesidad de
este régimen forajido, criminal y terrorista, de presentarse
como legítimo a los ojos del mundo. Y para seguir
alimentándose a sus anchas del erario público.
Creo que poco a poco los venezolanos opositores conscientes
están cambiando de paradigma. Por supuesto cuesta mucho
hacerlo. Significa deshacerse de las creencias y las
lealtades reflexivas a través de las cuales uno ha ido
construyendo su realidad política durante toda una vida.
Significa ver con ojos muy abiertos quién es quién, de
verdad. Significa, en una palabra, despertar, y ver el mundo
como es, y no como uno quisiese que fuera.
3. Cuentas claras
Como asesor político con más de 35 años trabajando en tres
continentes con decenas de candidatos a todos los niveles,
creía haberlo visto todo. Pero el actual panorama electoral
venezolano (el verdadero,
no el que se le ofrece al público, el pan y circo del show
montado para las masas) desafía la imaginación.
Ahora bien ¿Qué hacer frente al pan y circo de las
primarias? Porque, recordémoslo, el mismo régimen, actuando
a través del CNE – que tiene una trampa mortal montada para
las elecciones de octubre, con la complicidad activa y
pasiva de poderosos sectores de la oposición- es el que
maneja y controla en gran parte el proceso de las primarias.
Estemos muy claros: Chávez quiere medirse contra un
candidato cómodo, un candidato que no lo ofenderá, que no le
hará preguntas indiscretas, que no profundizará en las
incoherencias, mentiras y -llamémoslo por su nombre –
asuntos de la criminalidad en la que se ha incurrido en los
últimos 13 años.
Sea usted el juez. ¿Cuál de los ahora cinco candidatos le
conviene más a Chávez como contrincante? Olvídese por una
vez de los intricados cálculos electorales que hacen los
analistas políticos que salen cada día con sus pronósticos,
de que si éste tiene más carisma que el otro, o que si tal o
cual partido tiene más arraigo; que si la oferta de fulano
supera a la oferta de fulana. Olvídese del viejo paradigma,
que supone que estamos en un ciclo electoral donde, aún si
nos tienden trampas por aquí y por allá, el candidato
opositor podrá ganar si obtiene “una avalancha de votos”.
Volvamos a las cuentas anteriores.
En este momento, el REP tiene inscritos aproximadamente 18
millones de votantes, de los cuales 5 millones (según se
puede extrapolar de las cifras mencionadas anteriormente)
son votantes fantasmas o virtuales. Partiendo de la premisa
de que altas tasas de abstención favorecen al candidato del
gobierno (ya que tiene 5 millones de votos ya tabulados a su
favor), hagamos un ejercicio teórico: supongamos que habrá
este año una participación real de 75% de los electores. Es
decir, 75% de los 13.5 millones de votantes (los de carne y
hueso) decide votar y se abstiene un 25%. Es decir, votan
un poco más de 10 millones de electores.
Supongamos (aunque sea poco probable, ya que el chavismo
maneja mucho mejor que la oposición sus operativos
caza-votos el día de las elecciones) que la mitad sea de
votantes chavistas, y la mitad sea de la oposición.
Imaginemos además que dentro de este universo de votantes
reales, el candidato opositor, haciendo una campaña
brillante frente a un candidato de gobierno débil, logra
captar 65% de los votos. Habrá conseguido 6,5 millones de
votos contra 3.5 millones. Pero, recuérdese, quedan por
contabilizar los 5 millones de votos fantasmas ya que – a
diferencia de las elecciones regionales y municipales, donde
existen más controles a nivel local y se puede fiscalizar
mejor el proceso- el chavismo los verterá a su favor en la
sala de totalización tan fácilmente como uno vierte un tobo
de agua en la bañera.
De repente, estos 5 millones de votos virtuales se agregan a
los 3.5 votos auténticos del chavismo, y Chávez gana con 8.5
millones de votos contra 6.5 de la oposición y el resultado
electoral es 56% a 44%, con un margen de victoria de 2
millones de votos.
Y éste es el mejor de los casos imaginables para la
oposición.
Basándome en estos sencillos cálculos, sostengo que para la
oposición es políticamente y matemáticamente imposible, bajo
las condiciones actuales, ganar las elecciones
presidenciales.
4. La verdadera
alternativa
Entonces ¿Cuál debería ser la postura de la oposición frente
a las primarias? Esto depende de qué buscamos lograr con la
campaña electoral. A sabiendas de que la partida está
perdida de antemano, como ya se supone y se habla en las más
altas esferas de la cúpula oposicionista, ¿Deberíamos buscar
complacer el régimen con una campaña inofensiva, una campaña
basada en estrategias electorales tradicionales?,
¿Buscaremos aglutinar votos de la manera menos ofensiva, y
superar la oferta electoral del opositor con la vana
esperanza de que podremos cohabitar apaciblemente con el
enemigo en el 2013, negociando cuotas de poder según las
viejas reglas del juego político venezolano? ¿Es esto lo que
buscamos?
Esta parece ser ya la estrategia de varios candidatos que se
esfuerzan en no ofender ni acusar a nadie, en no hacer
preguntas incómodas, en quedar bien con todo el mundo.
Una estrategia alternativa consistiría en develar
detalladamente, de manera contundente y sin cortapisas, la
naturaleza intrínsecamente fraudulenta del proceso
electoral. Demostrar que las estructuras legalistas que
sostienen al régimen y le confieren legitimidad son una
mentira. Concentrar los ataques contra el punto en que el
régimen es más vulnerable y así deslegitimarlo a los ojos
del mundo. Porque la cadena de posibles acciones futuras
debe pasar por la deslegitimación de un régimen que proclama
al mundo que es una democracia, mientras actúa en las
sombras como la más cruenta dictadura. Los países que
vivieron la Primavera Árabe están tratando de pasar de
dictaduras a democracias, ya que ellos mismos y el resto del
mundo entienden su historia. El camino venezolano debe ser
distinto: antes de instaurar una auténtica democracia, se
debe demostrar a los ciudadanos y a los ojos del mundo que
aquí se vive en dictadura, no en democracia, y por ende los
venezolanos tienen la responsabilidad y el deber de
desenmascarar la farsa, y deslegitimar a Hugo Chávez y su
régimen, antes de emprender la ardua tarea de reconstruir el
país según principios de justicia, igualdad, respeto y
transparencia.
Pablo Medina viene haciéndolo desde hace tiempo. Diego Arria
lo hace cada día con más convicción y autoridad. Y María
Corina por fin está descubriendo que el cazar águilas con
temple y audacia reporta más dividendos políticos que
ofrecer más y mejores programas sociales.
Los venezolanos deben tener muy claro cuál es el camino que
quieren seguir, porque hay solo dos caminos. Los estudiantes
que hasta ahora han invertido su capital político en
candidatos oportunistas deben decidir qué clase de país
quieren construir, porque el país que se está construyendo,
o destruyendo, ya les pertenece, para bien o para mal. Nos
toca a todos escoger este 12 de febrero entre un perverso puntofijismo del
Siglo 21 y una ruptura sistémica con el pasado. No nos queda
otra.
@xlaconciencia