Hugo Chávez juega fuerte para
garantizar la permanencia de Evo Morales en la presidencia
de Bolivia. El arranque en fuerte de la campaña del
presidente en busca de su reelección se produjo el viernes
pasado en el estadio olímpico de La Paz. Morales arengó a
sus seguidores y anunció la entrega de dos centenas de
ambulancias donadas por el gobierno venezolano. Noticias
llegadas desde los departamentos del oriente boliviano,
donde la Oposición mantiene su fortaleza, dan cuenta de
operaciones cívico-militares venezolanas orientadas a
granjear apoyos a Morales, mediante obras públicas y
programas sociales. Para acallar las críticas por la falta
de pagos de Venezuela a los exportadores bolivianos, esta
semana Caracas creó un fondo rotatorio de US$ 20 millones.
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La crisis política desatada en
Honduras ante el intento del presidente Manuel Zelaya de
forzar una reforma constitucional, puso en el tapete el tema
de la obediencia debida por parte de los militares
latinoamericanos. Igualmente evidenció el entramado de
acuerdos de mutua asistencia política que el Eje La
Habana-Caracas ha venido formando con los miembros del
esquema ALBA.
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El presidente Zelaya, quien
debería entregar la presidencia el próximo mes de enero,
escenificó una voltereta política durante su mandato. De ser
un reconocido representante de la élite gobernante de su
país, fue aproximándose a los gobiernos de Cuba y Venezuela,
para finalmente asociarse al ALBA. El viernes pasado, en
conversación televisada en vivo desde Caracas y Tegucigalpa,
Zelaya dijo a Chávez que su aspiración es instaurar en su
país "la misma democracia" que
impera en Venezuela.
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Zelaya no contó con el apoyo de
las fuerzas armadas en su plan para abrir paso a su propia
reelección. El general Romeo Vásquez,
jefe del Estado Mayor Conjunto,
rehusó dar órdenes para que los militares atendieran los
detalles logísticos en la consulta promovida por Zelaya. La
consulta es calificada de ilegal por instituciones tan
variadas como la Sala Constitucional y la Iglesia.
La actitud de Vásquez fue apoyada por el Congreso y la Corte
Suprema de Justicia, órganos que alegaron el correcto
proceder del jefe castrense al negarse a cumplir una orden
ilegal emitida por su Comandante. La “obediencia debida” no
funcionó en este caso.
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En coro, los gobiernos de
Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba calificaron la acción
del general hondureño como un golpe contra Zelaya. Chávez,
como ya lo hizo en septiembre pasado contra un alto general
boliviano, emitió gruesos calificativos sobre Vásquez.
Chávez señaló a Vásquez por no atender al criterio de la
“obediencia debida”. A nivel de varias cancillerías de la
región este hecho fue evaluado como una nueva injerencia
directa y ostensiva de Venezuela en la política de uno de
sus socios. El presidente venezolano incluso protestó porque
CNN dedicó más tiempo a cubrir la muerte de
Michael Jackson
que a los hechos en Honduras. Mientras tanto, desde
Tegucigalpa, diversos reportes daban cuenta de apoyo
organizativo y financiero que Cuba y Venezuela habrían
proporcionado a Zelaya para la consulta por él ideada.
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El caso hondureño fue llevado
por Zelaya a la OEA en procura de una decisión que avalara
la consulta sobre la reforma constitucional. El argumento
del “golpe de Estado” no convenció al grueso de países de la
región y la resolución del Consejo Permanente de la OEA del
viernes 26 de junio se limitó a hacer un llamado “a
todos los actores políticos y sociales para que sus acciones
se enmarquen en el respeto al Estado de Derecho”. Casi al
calco, los países miembros y asociados del Mercosur
emitieron un escueto comunicado “haciendo
un llamamiento a todas las fuerzas políticas y sociales para
que contribuyan a la gobernabilidad democrática”.
Sobre la consulta de Zelaya, la OEA y Mercosur se lavaron
las manos y no dijeron nada.
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Las relaciones de Hugo Chávez
con el régimen iraní son el epicentro conflictivo de la
actual diplomacia de EEUU hacia Venezuela. Esta apreciación
quedó confirmada con las declaraciones del nuevo jefe del
Comando Sur (SOUTHCOM),
el general Douglas M. Fraser.
Esta semana, con motivo de su
ascenso a nuevo cargo y rango, Fraser conversó con la prensa
sobre las tareas que asume y su percepción de la región en
la cual actuará. Los temas críticos expuestos por Frase
fueron tres: la presencia de Irán en Latinoamérica de la
mano de Venezuela, las relaciones de Irán con organizaciones
terroristas y el armamentismo venezolano. La ecuación de
Fraser pareciera simple: Venezuela estaría, a los ojos del
aparato militar de EEUU, relacionada con las organizaciones
terroristas internacionales vía Irán.
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Según fuentes del gobierno
venezolano, Chávez esperaba que con la victoria de Barack H.
Obama se redujeran las declaraciones duras de funcionarios
de EEUU hacia el gobierno venezolano. Pero pareciera difícil
que el propio presidente Obama -de estar interesado en
hacerlo- pueda impedirlo. De hecho, el cambio de mando del
SOUTHCOM,
se produjo en presencia del Secretario de
Defensa, Robert Gates, dándole al acto un contenido
político, más que simplemente formal administrativo. Fue en
ese escenario donde el general Fraser se expresó sobre las
relaciones de Irán y Venezuela.
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En septiembre pasado, Chávez
expulsó de Venezuela al embajador estadounidense Patrick
Duddy, alegando la supuesta injerencia de EEUU en Bolivia.
En reciprocidad, Washington declaró persona no grata al
embajador de Chávez en Washington, Bernardo Álvarez, con lo
cual las misiones diplomáticas quedaron en manos de
encargados de negocios. A raíz de las conversaciones
personales entre Obama y Chávez en abril pasado en Puerto
España, los dos gobiernos acordaron reestablecer
embajadores. Con no disimulada euforia, Chávez se apresuró a
mencionar a Roy Chaderton como su nuevo embajador en EEUU,
obviando los usuales mecanismos diplomáticos para este tipo
de designaciones. Se comenta en mentideros de Washington que
el nombre de Chaderton es mal visto puertas adentro del
Departamento de Estado.
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Tras varias semanas de
negociaciones, EEUU y Venezuela acordaron resolver la
ausencia de embajadores. El esquema escogido fue el de
restablecer en sus cargos a los antiguos embajadores. Con
ello, Washington buscaría impedir un inconveniente debate en
el Congreso de EEUU sobre la posición de Obama ante Chávez.
Al mismo tiempo, impedir que el Departamento de Estado
eventualmente vete al candidato propuesto por Chávez para
ocupar la jefatura de la Misión venezolana en Washington.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |