La “Operación ALBA”, mediante la
cual el Eje La Habana-Caracas intentó reponer al derrocado
Manuel Zelaya en la presidencia de Honduras, es la segunda
operación internacional militar diseñada, coordinada y
comandada directamente por Chávez que termina en estruendoso
fracaso. La primera de ellas fue la llamada “Operación
Emmanuel”, mediante la cual Chávez y las Farc acordaron la
liberación de la secuestrada Clara Rojas y su hijo Emmanuel,
la cual fracasó porque la guerrilla colombiana mintió sobre
la posesión del niño, el cual ya estaba bajo resguardo del
gobierno colombiano. En aquella ocasión la misión
internacional, diseñada y coordinada por el gobierno
venezolano y la guerrilla a espaldas de Bogotá, para ser
ejecutada en territorio colombiano, fue encabezada por el
para entonces presidente argentino Néstor Kirchner. Chávez,
vestido en traje de faena militar se mostró ante los medios
dirigiendo las operaciones desde un aeropuerto militar
fronterizo venezolano.
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El derrocamiento de Zelaya el domingo 28 de junio, disparó
dos estrategias paralelas por parte del Eje La
Habana-Caracas. Ambas contaron con un amplio despliegue
mediático y de los aparatos de acción internacional
diplomáticos y paralelos de Cuba y Venezuela. Chávez se
convirtió a las pocas horas del derrocamiento de Zelaya en
el vocero de la reacción al golpe, tomó las cámaras de TV en
Caracas para emitir sus mensajes, viajó a Nicaragua para
coordinar acciones con Daniel Ortega, mientras exigía la
presencia de Raúl Castro en Managua. En largas
intervenciones en Caracas y luego en Nicaragua, Chávez se
refirió a la ejecución de una acción militar sobre Honduras
para restablecer a Zelaya, este hecho fue rechazado por
varios países aliados y amigos de Chávez.
El impulso inicial de Chávez logró que en Managua se
produjera una confusa reunión de presidentes, cancilleres y
representantes de gobiernos, quienes el lunes 29
representaban instancias tan variopintas como el ALBA, el
Grupo de Río y el Sistema de Integración Centroamericana. En
este contexto se produce un apoyo generalizado a Zelaya y
comienza a manejarse la tesis de expulsar a Honduras de la
OEA, mientras Chávez insistía en la opción militar. La
decisión de la OEA de otorgar un ultimátum de 72 horas al
gobierno de Roberto Micheletti fue utilizado por el Eje para
armar su estrategia paralela. Y aprovechado por EEUU para
emerger como el intermediario entre Zelaya y Micheletti con
el apoyo de Oscar Arias.
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El regreso de Zelaya a Honduras debía contar con un clima de
tensión política en las calles de Tegucigalpa apoyada por
una amplia cobertura mediática que compensara las imágenes
de las diarias concentraciones de apoyo a Micheletti. La
difusión mediática fue colocada en manos de Telsur, mientras
la organización de la movilización de personas hacia la
capital fue encomendada a una red de activistas vinculados
con Zelaya. Diversas fuentes mencionaron el ingreso a
Honduras de activistas extranjeros, especialmente
venezolanos y nicaragüenses. El periodista Nelson Bocaranda
mencionó en Twitter que la embajada de Venezuela operó como
organizadora de la oposición contra Micheletti.
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La Operación ALBA debía contar con amplio respaldo político
internacional. Chávez logró comprometer a los presidentes de
Ecuador, Paraguay y Argentina, además del Secretario de la
OEA, Miguel Insulza quien anda encampañado para la
reelección en el cargo. Los presidentes debían cumplir el
rol de escudos humanos (y políticos) para garantizar el
aterrizaje de Zelaya y su marcha al Palacio de Gobierno. El
regreso de Zelaya fue desaconsejado por varios presidentes
de la región. Públicamente por algunos (Costa Rica fue
insistente) y en privado por otros. Brasil decidió
mantenerse al margen del plan de Chávez:
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Los presidentes Correa, Lugo y Cristina Kirchner viajarían a
Tegucigalpa a bordo del Tango 01, avión presidencial
argentino. Ante la negativa de Honduras de conceder permiso
de sobrevuelo, Argentina optó por suspender su participación
directa en la Operación y limitarse a esperar sus resultados
desde San Salvador. Por su parte, Venezuela decidió seguir
adelante con la Operación, para lo cual destinó un avión
Falcon 50, con matrícula civil usualmente destinado a
misiones de apoyo a gobiernos amigos de Chávez. El piloto
del avión habría sido un ex piloto militar, aunque Chávez
dijo en declaraciones a Telesur que “la nave era piloteada
por un valiente soldado de la Fuerza Aérea venezolana”. El
venezolano también narró que desde Venezuela, el ministro de
la Secretaría de la Presidencia, el ex piloto militar Luis
Reyes Reyes había guiado a la nave que sobrevolaba Honduras
sin permiso. Según Chávez, buscaban rutas de aproximación a
Tegucigalpa para evadir cualquier control hondureño. El
presidente venezolano se jactó porque el gobierno de
Honduras no tenía control de su espacio aéreo. En realidad,
sobre Tegucigalpa el único avión militar hondureño que fue
avistado era una Tucano adquirido a Brasil en los años
ochenta.
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Un sofisticado sistema de comunicaciones fue utilizado en la
Operación ALBA. La conversaciones entre Zelaya (desde al
aire), Daniel Ortega (en Managua), Fidel Castro (en Cuba),
Hugo Chávez (en Caracas y en Ciudad Bolívar), activistas
políticos y periodistas del canal Telesur (en Tegucigalpa)
fue permanente. Tanto Zelaya como Chávez manifestaron haber
estado en contacto telefónico con dirigentes de la marcha
pro Zelaya concentrada en Tegucigalpa.
El papel de la concentración en el aeropuerto de
Tegucigalpa, según lo confesó Zelaya, era garantizar la
pista al avión que lo transportaba. Analistas de seguridad,
basándose en videos públicos, han concluido que el plan
incluía colocar manifestantes en las afueras del aeropuerto
no sólo para dar la sensación de apoyo popular, mediante las
imágenes transmitidas por Telesur, sino como fuerza de
choque encargada de abrir una ruta de acceso a la pista.
Pocos minutos después de su frustrado intento de aterrizaje,
Zelaya afirmó que “la gente no pudo romper el cerco militar
porque, de haberlo logrado, hubieran sacado los obstáculos".
Se refería a los vehículos con los cuales los militares
hondureños inhabilitaron la pista.
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La Operación ALBA fue concebida suponiendo una movilización
popular que anularía a las fuerzas armadas hondureñas. Esto
nunca se produjo. El apoyo político internacional a la
Operación fue limitado. En la práctica se trató de una
acción aventurera movida por Venezuela, con apoyo de
Nicaragua, reticencia de La Habana y callada molestia de
países amigos de Chávez. El fracaso de la Operación estaba
casi asegurado, al punto que Zelaya ya había tramitado un
encuentro con el gobierno de EEUU, el cual fue anunciado por
Washington cuando aún el derrocado viajaba hacia
Tegucigalpa.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |