La reunión de los presidentes
suramericanos para atender el tema de la crisis en Bolivia
fue la escena para una medición de fuerzas entre Lula da
Silva y Hugo Chávez. El resultado no pareciera haber
favorecido al venezolano. La reunión se materializó el lunes
15 de septiembre en Santiago de Chile, pero las tensiones
comenzaron a sentirse desde la semana anterior.
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Brasilia tenía en mente jugar en la crisis de Bolivia, un
rol análogo al cumplido en otras circunstancias como árbitro
subregional. Lula da Silva ordenó a su operador
internacional, Marco Aurelio García, que viajara a La Paz
como emisario especial para canalizar la creación de un
mecanismo de diálogo entre Evo Morales y la oposición.
García viajaría a Bolivia acompañado de Samuel Pinheiro
Guimarães, el Secretario General de la Cancillería de
Brasil: dos hombres de izquierda que podían garantizar la
confianza de Evo en la propuesta brasileña.
En el mecanismo ideado por Brasil, este país actuaría como
el facilitador de la pacificación de Bolivia, acompañado por
Colombia y Argentina. Diversas fuentes de la capital
brasileña confirman que el viaje llegó a ser planeado y
concertado con la cancillería boliviana y personalmente por
Lula da Silva con Evo Morales.
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Una aeronave militar brasileña estuvo preparada en la Base
Aérea de Brasilia para levantar vuelo en la mañana del
jueves 11 de septiembre y llevar a García y Guimarães a su
misión. El viaje se habría abortado ante un mensaje llegado
desde La Paz, mediante el cual el gobierno boliviano
suspendía la visita de los brasileños y, transmitía a Lula
da Silva el desinterés de Morales en las gestiones de
Brasil. Para los operadores diplomáticos brasileños no era
un secreto que la mano e inspiración de Hugo Chávez estaba
operando en las decisiones de Morales. Y en ese momento,
Chávez estaba en una onda de aguda confrontación verbal
contra EEUU de la cual Morales se había convertido en su
justificación.
La expulsión de los embajadores de EEUU en La Paz y Caracas
fueron hechos concatenados y coordinados previamente por
Chávez y Morales, según las más diversas fuentes. El
malestar de múltiples sectores bolivianos por la
omnipresencia de Chávez en la gestión de Morales, se vio
agudizada esos días, además, por las reiteradas
declaraciones de Chávez y su canciller en contra del jefe de
las Fuerzas Armadas bolivianas. Chávez es parte de las
causas de la crisis en Bolivia, es una conclusión que
comparten diversas cancillerías suramericanas.
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La reacción de Lula da Silva fue inmediata. Ante las
gestiones de Cristina Kirchner para que Chile convocara una
reunión extraordinaria de Unasur, Lula públicamente se
mostró poco interesado en asistir al evento. Lula afirmó que
esa reunión sería inútil si no existía el compromiso de los
bolivianos de aceptar las conclusiones de ese evento. En los
corredores del poder en Brasilia se daba como un hecho que
Morales tenía poco interés en una solución pacífica a la
crisis y que por el contrario, estaba agregando nuevos
elementos de tensión. De hecho, Morales no confirmó su
asistencia a la reunión de Unasur sino hasta último momento.
A Santiago de Chile, el presidente boliviano arribó en un
jet suministrado por el gobierno de Chávez.
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Unasur aún no existe, es la opinión de diversos expertos en
derecho internacional. Si bien el tratado constitutivo fue
firmado el 23 de mayo pasado, su ratificación por los
parlamentos de cada uno de los países, aún no se ha
producido. De hecho, sólo Bolivia ha ratificado el tratado.
Así las cosas, la reunión de Santiago fue un encuentro
presidencial de consultas pero sin que sus decisiones sean
obligantes para las partes.
En todo caso, Unasur se estrenó como un espacio de debate
político. Por lo menos dos temas conflictivos fueron
tratados en la mesa. Venezuela, con el apoyo de Bolivia,
buscó convertir a Unasur en un resonador de su discurso anti
EEUU. Chávez aspiraba que en la declaración de La Moneda se
incluyera un párrafo denunciando a EEUU por injerencia.
Chávez fue derrotado en esta aspiración.
El propio Chávez ha confesado que él se opuso, por su parte,
a que la declaración hiciera una mención al papel que podía
cumplir la OEA en la solución del caso boliviano. De esa
manera, Chávez le sacó la alfombra al Secretario de la OEA,
el chileno José Insulza, presente en la sala y que anda en
campaña pre-electoral presidencial en su país.
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Las luces de emergencia están prendidas en Brasilia ante la
crisis boliviana. Las respuestas se están dando en diversos
terrenos. Los pasos fronterizos con Bolivia fueron
militarizados ante la creciente salida de bolivianos hacia
territorio de Brasil, buscando refugio. Alternativas al
suministro de gas boliviano comienzan a ser percibidas como
de emergencia, en algunos sectores empresariales.
En el plano diplomático, Lula designó a un respetadísimo
miembro de Itamaraty, el embajador Luiz Felipe de Macedo
Soares, como su representante en la Comisión de Apoyo al
gobierno de Bolivia creada por Unasur. Venezuela, por su
parte, designó a Bernardo Álvarez quien encabezara la misión
diplomática de Venezuela en Washington y que fuera expulsado
por EEUU una semana atrás.
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Tanto en las alturas políticas como en medios militares
brasileños, se siete alto malestar por la apertura de
Venezuela a naves y personal militar ruso. La importación a
tierras suramericanas del conflicto Rusia-EEUU es visto con
preocupación incluso a nivel de la Presidencia brasileña.
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Sergei Chemezov, director general del poderoso conglomerado
industrial militar ruso Rostekhnologii, develó las próximas
compras armamentistas venezolanas. Tal como se había
comentado en medios internacionales en los últimos meses,
Chávez aspira comprar una flotilla de aviones Su-35,
superiores a los 24 Su-30 que ya posee.
La producción de Su-35 apenas comienza y los nuevos aviones
de combate podrían estar en manos venezolanas, de
concretarse en negocio, en un plazo de tres o cuatro años.
El Su-35 fue el equipo que Rusia ofreció a Brasil, país que
está en vía de renovar su arsenal aéreo. El gobierno Lula
optó por una alianza con Francia, rechazando ofertas de EEUU
y Rusia.
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El rol de Venezuela como sitio de desembarco de Rusia en
tierra firme en Latinoamérica, ha convertido al país en
elemento usualmente citado en diversos análisis y
comentarios (muchos de ellos con franco carácter
propagandístico) que la prensa rusa pro oficialista suele
publicar en relación al cuadro político internacional. El
analista Alexei Pankin de la agencia RIA Novosti, por
ejemplo, no ha dudado en calificar a Hugo Chávez como un
“recurso estratégico de Rusia”.
Aparte de ansioso comprador de armas, Venezuela comienza a
ser divisada en Moscú como terreno para instalar industria
militar de baja tecnología (transportes militares, v.g.)
para atender el creciente mercado regional. También la
prensa rusa presenta a Venezuela como la plataforma para que
Rusia gane presencia en la poco vigilada frontera sur de
EEUU.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |