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La cita entre Uribe y Chávez estuvo a punto
de suspenderse

por Edgar C. Otálvora
domingo, 13 julio 2008


El encuentro entre Hugo Chávez y Alvaro Uribe, realizado el pasado viernes, estuvo a punto de ser suspendido por el gobierno colombiano, pocas horas antes de concretarse.

En la Casa de Nariño causó malestar la decisión de Miraflores de cambiar la sede del encuentro que originalmente sería en Caracas, donde Uribe aspiraba tener autonomía necesaria para realizar contactos con diversos sectores, incluyendo de la oposición venezolana. La decisión de realizar el encuentro en el interior de una instalación petrolera en la lejana península de Paraguaná, fue la receta escogida por Chávez para aislar a Uribe del entorno venezolano.

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Si bien existió un acuerdo de no comentar en público los “reclamos” que Uribe y Chávez se habrían hecho en privado el pasado viernes, el colombiano no perdió oportunidad para dejar sobre el tapete la causa que llevó a la crisis en las relaciones entre los dos países.

La situación de conflicto que arrancó en diciembre y adquirió la condición de situación pre-bélica en marzo, se debió al malestar personal de Chávez porque Uribe no se comunicó personalmente con él. Según Uribe, Chávez le reclamó el viernes pasado porque el colombiano no lo llamó para notificarle su decisión de suspender el papel de facilitador ante las Farc que el presidente venezolano detentaba. Uribe, molesto por las conversaciones de Chávez con altos militares colombianos, sacó a Chávez del juego el 21 de noviembre: esa noche comenzó a cocinarse la crisis.

Chávez confirmó este hecho, con la expresión de la cara afectada y copiosamente sudando. Se justificó alegando que “yo me sentía muy herido”.

Estas palabras corroboraron la impresión de muchos analistas sobre las causas de origen personal que dieron rienda suelta a la escalada de confrontación de Chávez contra Uribe y su gobierno. El presidente venezolano se sintió íntimamente herido por un gesto político de Uribe, y estuvo a punto de conducir a Venezuela a una guerra con Colombia, en la cual comprometió a Ecuador.

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Un documento enviado por la Embajada de Colombia en Caracas a la Cancillería de ese país, sugería que la agenda de Uribe (que se suponía tendría lugar en Caracas) debía abrir espacio suficiente para atender varios asuntos con plena autonomía. El plan inicial era que tras las actividades oficiales con Chávez, el presidente colombiano se desplazara hasta la residencia oficial del Embajador colombiano. Allí podría reunirse con varios voceros de la comunidad colombiana asentada en Venezuela, incluyendo a un grupo de empresarios. En el programa diseñado por la diplomacia colombiana estaba previsto que Uribe recibiera a “sectores políticos de diversas tendencias”, así como a empresarios venezolanos interesados en abrir negocios en Colombia.

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El gobierno venezolano se habría enterado del plan de la Embajada colombiana, el cual fue enviado desde Caracas a Bogotá el 4 de julio por los canales internos del gobierno colombiano. A ello se sumaron los rumores que corrían en Caracas sobre una concentración de saludo a Uribe que sería simultáneamente apoyada por colombianos residentes en Venezuela y por sectores de la oposición. Miraflores decidió no permitir que Uribe recibiera un baño de popularidad en Caracas y mucho menos que entrara en contacto con la Oposición. Para un gobierno como el de Chávez, que no mantiene puentes de ningún tipo con la Oposición, el hecho de que un mandatario extranjero se reúna con opositores, es motivo de malestar oficial.



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La información sobre el cambio de sede, de Caracas a Amuay, habría provocado una reunión de alto nivel en Casa de Nariño. Comentan que Uribe habría expresado inicialmente su decisión de suspender el encuentro. Colombia alegaría razones de salud del Presidente y pediría buscar una nueva fecha. Tras evaluar la situación, Uribe optó por mantener el compromiso. Las presiones de sectores económicos colombianos no hacían aconsejable que Uribe apareciera retardando la normalización de las relaciones.

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Si bien los dos gobiernos habrían estado en contacto desde finales de mayo para diseñar el encuentro, no existía claridad en ninguna de las dos cancillerías sobre el resultado formal esperable de la misma.

En ambos países se asomaron temas a ser tratados y sobre los cuales eventualmente habría firmas de acuerdos. Desde construcción de ramales ferrocarrileros hasta la participación de ECOPETROL en la Faja del Orinoco, fueron asuntos filtrados desde Caracas, que supuestamente serían objeto de la ofrenda que Chávez haría a Uribe y que se materializarían ese día. Pero a nivel de los gobiernos estaba claro que ese tipo de anuncios dependerían estrictamente de la conversación privada que sostendrían los dos mandatarios. De esa conversación dependería que se firmara una declaración conjunta y eventuales acuerdos temáticos.

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Pese a existir proyectos de declaración elaborados por las respectivas cancillerías, tras la tensa reunión privada de Uribe y Chávez no fueron redactados o firmados documentos conjuntos.

Salvo los pactos secretos a los cuales pudieran haber llegado los dos presidentes, los acuerdos a los cuales llegaron no se compadecen con la espectacularidad de los anuncios que algunos sectores esperaban. Todos dependerán de futuras reuniones a nivel ministerial.

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Por no existir una agenda temática preestablecida, la delegación de ministros y funcionarios que acompañó a los presidentes respondió al interés de cada uno de los países. Llamó la atención la inclusión en la delegación colombiana del general Fredy Padilla, Jefe de las Fuerzas Militares colombianas, es decir, el militar de más alto rango de ese país y quien ha sido blanco de ataques del gobierno venezolano. Padilla no tuvo contraparte venezolana en la delegación que acompañó a Chávez, pero en la rueda de prensa Uribe hizo referencia a la presencia del general reafirmando la continuación de la campaña armada contra la guerrilla.

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El rol del general Padilla en la escena de reconciliación Uribe-Chávez, habría sido ratificarle a los espectadores de ambos países, que el gobierno colombiano no abandonará la línea dura contra la guerrilla. Uribe no está dispuesto a tolerar la ayuda venezolana a las Farc y eso fue uno de los puntos en los cuales Uribe insistió con Chávez. Uribe no vino a reclamar los epítetos que Chávez le había lanzado durante seis meses, ya eso lo había hecho el colombiano en Brasilia. Uribe vino a reclamar el cese de la tolerancia y el abierto respaldo de Caracas a las Farc. Para dar muestra pública de buena voluntad, Chávez habló de operaciones conjuntas contra el narcotráfico. Los demás temas (comercio, ferrocarriles, electricidad, etc.) fueron sólo pasapalos o pasabocas en la fiesta de reconciliación, en la cual Chávez cedió a los múltiples pedidos de Colombia.

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  Artículo publicado originalmente en el diario El Nuevo País


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