Como
cada cinco de julio, la embajada venezolana en Bogotá abrió
sus puertas este año para recibir a los "amigos de
Venezuela" con motivo de la fiesta nacional. La de este año
fue una reunión inusual con relación a las recepciones
organizadas en las últimas décadas.
La más importante recepción anual de la diplomacia
venezolana fue encabezada este año en Bogotá por un
funcionario sin rango de Embajador, ya que Venezuela no ha
normalizado sus relaciones con Colombia mediante el envío de
un Embajador. El anterior jefe de misión (el profesor Pavel
Rondón) fue sacado de Bogotá en diciembre pasado, en medio
de las tensiones entre Alvaro Uribe y Hugo Chávez por el
tema de las Farc. Caracas optó por mantener la jefatura de
su embajada en un bajo nivel, con el mensaje de
provisionalidad que ello representa en los códigos
diplomáticos. En consonancia, la Cancillería colombiana
decidió enviar un representante a la fiesta del 04 de julio,
atendiendo la invitación de Venezuela en medio de las
gestiones por normalizar relaciones. Pero la anunciada
presencia del canciller Fernando Araujo nunca se produjo.
San Carlos, la quisquillosa cancillería colombiana, optó por
enviar al viceministro Camilo Reyes.
Según cuentan asistentes al ágape, entre los asistentes
predominaban miembros del Polo Democrático, señalando la
especial química que existe entre el gobierno chavista y la
izquierda colombiana. Figura prominente entre los invitados
fue la senadora Piedad Córdoba, aliada y operadora
internacional de Chávez, quien fue objeto de un aplausos por
los concurrentes.
En el salón también estaba presente un pequeño grupo de
hombres de empresas que hacen negocios con Venezuela. Los
aplausos de estos últimos para la señora Córdoba fueron
pocos. Su presencia respondía al deseo de conocer para donde
van las relaciones entre los dos gobierno y cómo quedarán
los mil millonarios negocios que cruzan la frontera.
Vecindad tormentosa
Los pleitos entre Chávez y Uribe ya tienen su propia saga.
Dos momentos de especial exaltación tuvieron ocasión a
principios del año 2005 y a finales del año 2007.
La captura en Caracas en diciembre del 2004 del "embajador
de las Farc", Rodrigo Granda, por un comando militar
colombiano, desencadenó la primera crisis grave entre los
dos gobiernos. La izquierda radical internacional exigió a
Venezuela una conducta fuerte ante Bogotá y el gobierno
venezolano accedió iniciándose una creciente ofensiva verbal
de Chávez contra Uribe sumada a un boicot comercial a
Colombia. Chávez exigía que Uribe viniera a Caracas a
ofrecer explicaciones y disculpas. La crisis se resolvió
rápidamente. En febrero del 2005, un moderado Uribe visitó
Miraflores y se recompuso el clima entre los presidentes. A
lo largo del 2005 las relaciones mejoraron ampliamente.
Acuerdos secretos de cooperación en materia de seguridad se
sumaron a la decisión de adelantar un proyecto gasífero
promovido por la estadounidense Chevron Texaco.
El comercio bilateral florecía, todo parecía normal pero el
mar de fondo de los vínculos entre el gobierno venezolano y
las Farc iba ganando espacio. La muerte de varios oficiales
de inteligencia colombiana en territorio venezolano, dejó en
evidencia que a mediados del 2007 la clase de tensiones que
comenzaban a crearse entre los dos gobiernos. En Bogotá, los
militares encabezados por su ministro Juan Manuel Santos,
insistían ante Uribe sobre el papel que Venezuela cumplía
como apoyo a las Farc, resaltando que tal hecho era
imposible que ocurriera sin el consentimiento de Chávez. Las
alianzas de Chávez con los sectores más radicales del
continente le daban peso a la queja de castrense colombiana.
En ese contexto, Uribe pide a Chávez que interceda ante las
Farc para la liberación de los secuestrados, hecho ocurrido
el 31 de agosto del 2007 en la hacienda presidencial de Hato
Grande en las afueras de Bogotá. Aquel día de alto nivel de
fraternidad, irónicamente quedará marcado como el inicio de
la mayor crisis en las relaciones entre Venezuela y
Colombia.
Tanques a la frontera
Chávez dedicó entre agosto y noviembre del año 2007, todos
sus esfuerzos para meterse de lleno en la política
colombiana. Quedaron al descubierto sus vínculos con la
senadora Piedad Córdoba, quien se transformó en su mano
derecha para una campaña internacional a favor del
intercambio humanitario en los términos en los cuales los
presentaban las Farc. El papel de facilitador que Uribe le
había asignado a Chávez, fue cambiando por decisión
unilateral del presidente venezolano, quien se abrogó el
papel de negociador entre Uribe y las Farc ya no sólo en
materia de secuestrados, sino de un imaginario acuerdo de
paz.
El gobierno de Colombia comenzó a inquietarse y luego a
enfurecerse ante la mediática campaña mundial de Chávez, de
cuyos movimientos Uribe se enteraba por la prensa. La
realización de una reunión cumbre entre el Secretariado de
las Farc, representado por Iván Márquez, y Chávez en
Miraflores, rebasó la paciencia de Uribe. Mientras Chávez se
paseaba por París a cuenta de sus gestiones por los
secuestrados, Uribe anunciaba que las gestiones del
venezolano habían llegado a su fin. Chávez asumió el hecho
como una afrenta personal, habló de traición por parte de
Uribe y mandó a retirar su embajador en Bogotá. Comenzaba a
nivel internacional una descarnada campaña de descrédito
contra Uribe y de apoyo a las Farc, impulsada desde Caracas.
Chávez por cuenta propia, se designa jefe de las operaciones
para liberar secuestrados en territorio colombiano.
Llegado el 2008, Chávez públicamente se casa con las Farc.
En su discurso anual ante la Asamblea Nacional solicitó al
mundo el reconocimiento de las Farc como fuerza beligerante
con estatus y personería internacional. Después, el 01 de
marzo, las fuerzas milites colombianas ejecutan la Operación
Fénix, abatiendo a Raúl Reyes en territorio ecuatoriano. La
estructura de relaciones de alto nivel entre Miraflores y
las Farc se viene a pique y Chávez convence al presiente
ecuatoriano, Rafael Correa, de escalar militarmente en la
confrontación contra Colombia. Son días de movilización de
tanques venezolanos hacia la frontera y de alarma
continental por una inminente guerra.
Los archivos de Reyes
Con el cadáver de Reyes, también llegaron a Bogotá
computadoras, cds y pendrivers en los cuales estaba
depositada el archivo de las Farc. Información sobre la
estructura de la guerrilla y sus intensas relaciones con
políticos y gobiernos extranjeros quedó en manos de Uribe,
quien rápidamente comenzó a filtrarla. Cada periódico
importante del mundo occidental recibió su cuota de
fotocopias que probaban los nexos entre Chávez y las Farc,
con lo cual la cuidada imagen internacional del venezolano
fue seriamente mellada.
Gestiones de Fidel Castro, Lula da Silva, del dominicano
Leonel Fernández y del mexicano Felipe Calderón, hicieron
que las tensiones entre Uribe y Chávez fuera bajando para
tranquilidad regional. Mientras los dos presidentes, cada
uno por sus razones internas, deciden que llegó la hora de
reanudar relaciones y desde finales de mayo los cancilleres
Maduro y Araujo comienzan a tender puentes. Para Chávez,
según analistas internos, es importante recuperar su buena
imagen entre los colombianos residentes en Venezuela,
quienes pueden afectar con su voto las candidaturas
oficialistas en las elecciones regionales de noviembre.
La cita de Falcón
La cita presidencial de este 11 de julio había sido
anunciada para realizarse en Caracas. Venezuela mencionó el
palacio de Miraflores como el escenario del reencuentro. Una
colorida parada militar en la puerta de Palacio formaría
parte del ceremonial con el cual Chávez ofrendaría al
visitante. En los intensos contactos entre ambas
cancillerías se optó por una sede fuera de Caracas, que
garantizara que la reunión no fuera afectada por acciones de
calle. Con esta serán ya dos veces en que la ciudad de Coro
y el Centro de Refinación de Paraguaná sean escenarios de
reuniones Chávez-Uribe. Fue allí donde en noviembre del
2005, en medio de la luna de miel posterior al impasse por
el "Caso Granda", los dos presidentes empujaron la decisión
de construir el gasoducto transguajiro.
Ya en Brasilia a finales de mayo, en un encuentro de
pasillo, Uribe reclamó a Chávez los epítetos que el
venezolano le lanzó en los últimos meses. Palabras
conciliadoras de Chávez mediantes, ese día, los dos
acordaron definir una agenda de puntos positivos para
relanzar sus relaciones. Uribe llega a Venezuela con muchas
cartas a su favor. Viaja a cobrarle a Chávez, quien se
muestra dispuesto a pagar en activos políticos y materiales
el arranque de un nuevo modus vivendi entre los dos países.
Uribe aspira a neutralizar la presencia política de Chávez
en Colombia, garantizar el mercado venezolano a sus
empresarios, arrancar proyectos de infraestructura. Chávez
está dispuesto incluso a convertir a Colombia en
copropietaria de la Faja petrolífera del Orinoco. El juego
de los dos proyectos políticos regionales continúa por otras
vías. El péndulo bilateral se mueve al otro extremo.
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Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta |