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Carlos Lage, el candidato de Chávez
por Edgar C. Otálvora
domingo, 28 enero 2007


La reciente visita del vicepresidente del Consejo de Estado de Cuba a Caracas pareciera encerrar claves sobre la forma como se estaría batiendo el cobre en preparación a una nueva realidad política en la isla. Oficialmente la estadía de Lage correspondía a una de las ya usuales y periódicas reuniones técnico-políticas de evaluación de los planes conjuntos y, para la también habitual firma de nuevos acuerdos. Las mesas técnicas se reunieron para dar cuerpo a nuevas operaciones conjuntas, como el tendido de un cable submarino desde las costas cubanas hasta La Guaira en Venezuela. Exploración petrolera en el Caribe cubano y en tierra venezolana y, compra masiva de servicios turísticos cubanos para disfrute de miembros de las organizaciones de base del gobierno de Hugo Chávez (las llamadas misiones) fueron parte de los acuerdos públicos anunciados esta vez. Pero tras esta rutina administrativa pareciera existir un mar de fondo.

La foto ceremonial

De acuerdo a la constitución cubana, el Consejo de Estado cuenta con cinco vicepresidentes. Uno de ellos es Lage. Su llegada al Palacio de Miraflores el pasado miércoles 24 de enero, fue gráficamente cubierta por la Agencia Bolivariana de Noticias. En fotografía distribuida a los medios se muestra el momento en el cual se produce la ceremonia de recibimiento de Lage por parte de Hugo Chávez a las puertas de la entrada oeste del palacio, reservada al Jefe de Estado y a sus invitados del más alto rango. Parada militar de los húsares de la Guardia Presidencial con interpretación de los himnos nacionales. Delegaciones de ambos países colocadas en fila a lado y lado de Chávez y Lage, con el vicepresidente ejecutivo, Jorge Rodríguez, encabezando el grupo de funcionarios venezolanos todos ellos de traje oscuro y corbata. Banderas izadas, alfombra roja y los respectivos edecanes militares tras el presidente venezolano y el vicepresidente cubano. En definitiva, un gran montaje del más tradicional ceremonial diplomático que se confiere a un Jefe de Estado extranjero.

El protocolo chavista

El régimen chavista ha ido generando sus propios códigos de ceremonial. El estilo del recibimiento que Chávez ofrece a sus invitados pareciera que es un elemento altamente sensible en la lógica del régimen. Como se recordará, tras la decisión de Rafael Caldera de poner fin al proceso judicial contra Chávez por el cuartelazo de 1992, el ahora presidente viajó a Cuba en 1994. En el aeropuerto de La Habana lo esperaba personalmente Fidel Castro, quien le habría (según cuenta la leyenda) brindado un recibimiento propio de un mandatario extranjero. Analistas del régimen chavista consideran que este gesto de Castro habría marcado a Chávez de múltiples formas, una de ellas en su manera de exagerar en las atenciones ceremoniales a aquellos que desea acercar a su círculo.

Lo que Castro hizo con Chávez, éste ya en la Presidencia lo ha repetido con Alvaro Uribe, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa a quienes ha recibido con ceremoniales propios de jefes de estado aún cuando no habían asumido sus cargos presidenciales. El caso más sonoro lo constituyó el recibimiento dado al, para entonces Secretario General de la OEA, el colombiano Cesar Gaviria Trujillo, quien fue recibido en Maiquetía por el canciller, trasladado a Miraflores en vuelo de helicóptero presidencial y recibido en Palacio con una parada militar con banda y todo. Se trataba del primer viaje de Gaviria en tiempos previos a la constitución de una mesa de diálogo gobierno-oposición en la cual la OEA jugaba el papel de facilitador. El país y el Secretario de la OEA en carne propia, pudieron comprobar que a medida que se agriaron las relaciones entre Gaviria y el gobierno venezolano, fueron desapareciendo las atenciones ceremoniales en Miraflores, y todavía se recuerda que al final el colombiano debió hacer larga antesala para ser atendido por Chávez.

Lage el candidato de Chávez

En suma, el régimen ha ido aprendiendo a mandar mensajes externos e internos con base en el ceremonial palaciego controlado -al parecer- directamente por Chávez y, con mínima o ninguna intervención de la Cancillería.

Con estos antecedentes en mente, la ceremonia de recibimiento de esta semana (y especialmente su amplia difusión) a Carlos Lage en Miraflores, puede interpretarse como una señal de Chávez acerca de la salida a la crisis política que se cierne sobre el estamento cubano ante el debilitamiento físico de Castro. Lage sería el hombre al cual Chávez le brindaría su apoyo para que encabece la etapa post fidelista en Cuba…y de ser así, esta semana en Caracas debieron afinarse pactos políticos que irían más allá de los acuerdos petroleros o turísticos anunciados. Al momento de delegar la presidencia en su hermano Raúl, Fidel Castro simultáneamente designó a Lage como el encargado de la política petrolera y en consecuencia, de las relaciones con Caracas, reforzándolo como la opción sucesoral.


BOCADILLOS

A mediados de los años ochenta, un grupo de empresarios del sector de la publicidad, manejaron la idea de construir una gran estatua de Simón Bolívar para su colocación en el cerro El Avila. Alguno de ellos, con pretensiones de artista plástico, llegó incluso a adelantar una maqueta del monumento. Eran tiempos de exaltación bolivariana en razón de los 200 años del nacimiento del caraqueño. La construcción de la Virgen de la Paz en las afueras de Trujillo había abierto la imaginación por las estatuas monumentales. La onda ha vuelto de la mano del presidente Chávez, quien además de informar sobre su disposición para modificar el himno nacional, tan bien soltó su deseo de colocar en el cerro madre de los caraqueños una estatua gigante de Bolívar. Los trámites, al menos en lo que a diseño se refiere, parece que están adelantados. El presidente aprovechó su estadía en Río de Janeiro para visitar al anciano arquitecto Oscar Niemeyer quien ya dio a la publicidad los términos de lo acordado: el diseñador de los edificios más notables de Brasilia, pope y benefactor del comunismo internacional, se propone ser el autor de una estatua de Bolívar con una altura equivalente a un edificio de 33 pisos y que será incrustada en El Avila para competir con el hotel construido por la dictadura perezjimenista.
 

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  Artículo publicado originalmente en el diario El Nuevo País


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