La
reciente visita del vicepresidente del Consejo de Estado de
Cuba a Caracas pareciera encerrar claves sobre la forma como
se estaría batiendo el cobre en preparación a una nueva
realidad política en la isla. Oficialmente la estadía de
Lage correspondía a una de las ya usuales y periódicas
reuniones técnico-políticas de evaluación de los planes
conjuntos y, para la también habitual firma de nuevos
acuerdos. Las mesas técnicas se reunieron para dar cuerpo a
nuevas operaciones conjuntas, como el tendido de un cable
submarino desde las costas cubanas hasta La Guaira en
Venezuela. Exploración petrolera en el Caribe cubano y en
tierra venezolana y, compra masiva de servicios turísticos
cubanos para disfrute de miembros de las organizaciones de
base del gobierno de Hugo Chávez (las llamadas misiones)
fueron parte de los acuerdos públicos anunciados esta vez.
Pero tras esta rutina administrativa pareciera existir un
mar de fondo.
La foto ceremonial
De acuerdo a la constitución cubana, el Consejo de Estado
cuenta con cinco vicepresidentes. Uno de ellos es Lage. Su
llegada al Palacio de Miraflores el pasado miércoles 24 de
enero, fue gráficamente cubierta por la Agencia Bolivariana
de Noticias. En fotografía distribuida a los medios se
muestra el momento en el cual se produce la ceremonia de
recibimiento de Lage por parte de Hugo Chávez a las puertas
de la entrada oeste del palacio, reservada al Jefe de Estado
y a sus invitados del más alto rango. Parada militar de los
húsares de la Guardia Presidencial con interpretación de los
himnos nacionales. Delegaciones de ambos países colocadas en
fila a lado y lado de Chávez y Lage, con el vicepresidente
ejecutivo, Jorge Rodríguez, encabezando el grupo de
funcionarios venezolanos todos ellos de traje oscuro y
corbata. Banderas izadas, alfombra roja y los respectivos
edecanes militares tras el presidente venezolano y el
vicepresidente cubano. En definitiva, un gran montaje del
más tradicional ceremonial diplomático que se confiere a un
Jefe de Estado extranjero.
El protocolo chavista
El régimen chavista ha ido generando sus propios códigos de
ceremonial. El estilo del recibimiento que Chávez ofrece a
sus invitados pareciera que es un elemento altamente
sensible en la lógica del régimen. Como se recordará, tras
la decisión de Rafael Caldera de poner fin al proceso
judicial contra Chávez por el cuartelazo de 1992, el ahora
presidente viajó a Cuba en 1994. En el aeropuerto de La
Habana lo esperaba personalmente Fidel Castro, quien le
habría (según cuenta la leyenda) brindado un recibimiento
propio de un mandatario extranjero. Analistas del régimen
chavista consideran que este gesto de Castro habría marcado
a Chávez de múltiples formas, una de ellas en su manera de
exagerar en las atenciones ceremoniales a aquellos que desea
acercar a su círculo.
Lo que Castro hizo con Chávez, éste ya en la Presidencia lo
ha repetido con Alvaro Uribe, Evo Morales, Daniel Ortega y
Rafael Correa a quienes ha recibido con ceremoniales propios
de jefes de estado aún cuando no habían asumido sus cargos
presidenciales. El caso más sonoro lo constituyó el
recibimiento dado al, para entonces Secretario General de la
OEA, el colombiano Cesar Gaviria Trujillo, quien fue
recibido en Maiquetía por el canciller, trasladado a
Miraflores en vuelo de helicóptero presidencial y recibido
en Palacio con una parada militar con banda y todo. Se
trataba del primer viaje de Gaviria en tiempos previos a la
constitución de una mesa de diálogo gobierno-oposición en la
cual la OEA jugaba el papel de facilitador. El país y el
Secretario de la OEA en carne propia, pudieron comprobar que
a medida que se agriaron las relaciones entre Gaviria y el
gobierno venezolano, fueron desapareciendo las atenciones
ceremoniales en Miraflores, y todavía se recuerda que al
final el colombiano debió hacer larga antesala para ser
atendido por Chávez.
Lage el candidato de Chávez
En suma, el régimen ha ido aprendiendo a mandar mensajes
externos e internos con base en el ceremonial palaciego
controlado -al parecer- directamente por Chávez y, con
mínima o ninguna intervención de la Cancillería.
Con estos antecedentes en mente, la ceremonia de
recibimiento de esta semana (y especialmente su amplia
difusión) a Carlos Lage en Miraflores, puede interpretarse
como una señal de Chávez acerca de la salida a la crisis
política que se cierne sobre el estamento cubano ante el
debilitamiento físico de Castro. Lage sería el hombre al
cual Chávez le brindaría su apoyo para que encabece la etapa
post fidelista en Cuba…y de ser así, esta semana en Caracas
debieron afinarse pactos políticos que irían más allá de los
acuerdos petroleros o turísticos anunciados. Al momento de
delegar la presidencia en su hermano Raúl, Fidel Castro
simultáneamente designó a Lage como el encargado de la
política petrolera y en consecuencia, de las relaciones con
Caracas, reforzándolo como la opción sucesoral.
BOCADILLOS
A mediados de los años ochenta, un grupo de empresarios del
sector de la publicidad, manejaron la idea de construir una
gran estatua de Simón Bolívar para su colocación en el cerro
El Avila. Alguno de ellos, con pretensiones de artista
plástico, llegó incluso a adelantar una maqueta del
monumento. Eran tiempos de exaltación bolivariana en razón
de los 200 años del nacimiento del caraqueño. La
construcción de la Virgen de la Paz en las afueras de
Trujillo había abierto la imaginación por las estatuas
monumentales. La onda ha vuelto de la mano del presidente
Chávez, quien además de informar sobre su disposición para
modificar el himno nacional, tan bien soltó su deseo de
colocar en el cerro madre de los caraqueños una estatua
gigante de Bolívar. Los trámites, al menos en lo que a
diseño se refiere, parece que están adelantados. El
presidente aprovechó su estadía en Río de Janeiro para
visitar al anciano arquitecto Oscar Niemeyer quien ya dio a
la publicidad los términos de lo acordado: el diseñador de
los edificios más notables de Brasilia, pope y benefactor
del comunismo internacional, se propone ser el autor de una
estatua de Bolívar con una altura equivalente a un edificio
de 33 pisos y que será incrustada en El Avila para competir
con el hotel construido por la dictadura perezjimenista.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |