Chávez
y los
militares
colombianos
por
Edgar C.
Otálvora
viernes,
23
noviembre
2007
El
miércoles en la noche en el Palacio de Nariño en Bogotá, el
presidente Alvaro Uribe completó una tarea que se habría
propuesto varias semanas atrás: poner fina la intervención
del presidente Hugo Chávez en las negociaciones para el
intercambio humanitario. El hecho mismo de la negociación
con las Farc a manos de extranjeros, más las infidencias de
Chávez y la espectacularidad mediática que este le concedía
a sus movimientos y a los de la senadora Piedad Córdoba,
estaban causando crecientes problemas a Uribe.
Desde los medios militares se sentía el malestar. Mantener
la moral de la tropa en medio de la guerra no es fácil,
alegaban los mandos militares y se dificulta ante los
anuncios de mano blanda por parte de Uribe para con los
jefes de las Farc. Esa razón llevaba a que Uribe
sistemáticamente aclarara que la ofensiva contra las Farc se
mantenía. El bombardeo de un campamento donde poco antes la
senadora Córdoba se había reunido con el jefe guerrillero
Raúl Reyes fue una de las diversas pruebas de que la
estrategia de fuego contra las Farc la sostienen los
militares colombianos con pleno apoyo de la Presidencia.
Según la evaluación estratégica que hacen las fuerzas
militares y que es compartida por Uribe, la estrategia de
seguridad democrática y el Plan Colombia han impactado en la
estructura de las Farc en zonas específicas de la geografía
colombiana. No parece el momento para detener esa ofensiva,
a juicio de los planificadores castrenses en Bogotá.
El fracaso de Chávez al llegar a París sin prueba de
supervivencia de los secuestrados para su reunión con el
presidente francés, Nicolas Sarkozy, creó las
condiciones para debilitar al venezolano en su papel de
facilitador. El lunes ya Uribe había limitado hasta el 31 de
diciembre la participación de Chávez, pero el miércoles
Uribe tuvo la pieza que buscaba para sacar en frío a Chávez
de la escena. Una llamada de Córdoba y Chávez al Comandante
del Ejército, general Mario Montoya, fue el detonante para
que Uribe y su equipo redactara un comunicado poco
ceremonial en el cual dio las gracias y despidió a los dos
facilitadores.
Chávez no sólo había violado las normas sobre las relaciones
diplomáticas entre dos países. Además había hecho caso omiso
de las reglas establecidas por Uribe, en cuanto no pasar por
encima de la Presidencia en contactos con los mandos
militares de Colombia. Montoya, uno de los oficiales más
próximos a Uribe, informó personalmente y de inmediato al
Presidente desatando el fin del experimento que colocó a
Chávez como un virtual negociador con las Farc.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País