El
pasado 15 de enero tomó posesión de la Presidencia de
Ecuador, el economista Rafael Correa. Durante su campaña
electoral, Correa fue identificado por sus rivales como el
candidato de Hugo Chávez. El señalamiento se hacía sobre la
base de tres elementos bastante precisos.
Primero. Las posiciones que Correa había asumido en los
últimos años en materias de política interna, en temas
económicos y de relaciones internacionales, tales como su
oposición a la dolarización, su rechazo a la firma de un TLC
y a los acuerdos de cooperación militar con EEUU. De hecho,
la firma de Rafael Correa aparece en diversos comunicados
que organizaciones de izquierda continental ha emitido en
los últimos años, en referencia a estos asuntos.
Segundo. Correa durante su corta estadía en el gabinete del
anterior gobierno, creó situaciones conflictivas con los
organismos internacionales de crédito, a la vez que abrió
rápidamente una línea de contacto con Caracas. De hecho, los
acuerdos de “cooperación” petrolera anunciados por Correa y
Hugo Chávez esta semana, ya habían sido diseñados en aquel
entonces. La pasantía de Correa por el gobierno de Alfredo
Correa le abrió las puertas de Miraflores, donde lo
identificaron como su “hombre en Quito”. Fue Correa quien
negoció con Chávez la operación para que Venezuela comprara
en el año 2005, US$200 millones de deuda ecuatoriana,
repitiendo el esquema utilizado para beneficiar al gobierno
argentino de Néstor Kirchner.
Tercero. Tanto Correa como otros miembros del grupo que
acaba de hacerse con el poder en Ecuador, han estado
afiliados y participan activamente en las diversas
organizaciones que el Eje La Habana-Caracas soportan como
parte de su aparato organizativo continental, tales como el
Foro de Sao Paulo o el Foro Social. Los vínculos del entorno
de Correa con La Habana nunca han sido desmentidos.
Durante la campaña electoral, Correa se mostró -en público-
contradictorio en cuanto a sus proximidades con el proyecto
político internacional de Chávez. En la primera vuelta se
calificó de bolivariano, buscando montarse en la ola de la
buena imagen que algunas encuestas daban a Chávez entre la
población ecuatoriana. En la segunda vuelta, Correa prefirió
marcar diferencias con Caracas. Su gira como presidente
electo, le proporcionó una imagen de independencia, la cual
quedó afectada cuando abrió fuegos desde Caracas contra el
gobierno de Alvaro Uribe. Ya desde antes de asumir el
gobierno, Correa abrió una línea de confrontación contra el
único gobierno no izquierdista de la región. No pareciera
ser casual.
La presencia por tres días de Chávez en Ecuador para la toma
de posesión (repitiendo el esquema que ya utilizó en Bolivia
y Nicaragua), y con la obvia complacencia de Correa,
convirtió al presidente venezolano en el aliado principal
del nuevo gobierno ecuatoriano. Las fotos muestran amplias
sonrisas entre Chávez y Correa. El venezolano ahora tiene un
interlocutor calificado con quien hablar de sus proyectos
financieros regionales, como el Banco del Sur. El
ecuatoriano se estrenó con el apoyo político y financiero
que Chávez reserva para sus aliados. Por ahora, Chávez ya
ofreció US$10 millones en créditos “no reembolsables
destinados a proyectos sociales”.
El doctor Correa no es el cocalero Evo Morales y, en el
entorno del ecuatoriano insisten en que no pretende seguir
el camino satelital del presidente boliviano con respecto a
Caracas. El impacto internacional de este entronque está aún
por verse…
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |