El caso RCTV le ha amargado al presidente brasileño su viaje a Europa y Asia. Una semana atrás se enteró en Londres, durante una rueda de prensa, de los calificativos que su amigo (y “parceiro” como gusta resaltar el brasileño) Hugo Chávez había lanzado contra el Senado brasileño. Lula entró públicamente en cólera y mandó a Chávez a que gobernara en Venezuela. Inmediatamente mandó a que la Cancillería emitiera un comunicado oficial en el cual “repudiaba” las palabras de Chávez.

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En cada parada de su periplo, Lula debió atender a una prensa interesadísima en el tema venezolano. Mientras su canciller Celso Amorin procuraba colocar compresas en las relaciones maltrechas con Caracas, Lula hacía fintas ante las preguntas. En la India dijo que Chávez no era un peligro para Latinoamérica. Luego en otra entrevista calificó el cierre de RCTV como “democrático” y pidió evitar las confrontaciones verbales entre los jefes de Estado de la región.

Estas últimas declaraciones le valieron a Lula una ráfaga de críticas publicadas el sábado en la prensa de São Paulo, venidas de senadores del PMDB (aliado de Chávez) y de los partidos de oposición. El senador del PT, Eduardo Suplicy, intentó delimitar al ámbito extranjero las palabras de Lula. Pero desde ahora la dirigencia de oposición se propone impedir la aprobación de una ley que crearía un canal de TV de cobertura nacional bajo control de la presidencia. Este proyecto está en manos del cantante Gilberto Gil, ministro de Cultura.

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Tras las respuestas de los senadores, ayer desde Alemania, otra vez Lula relativizó su posición sobre el candente tema de sus relaciones con Chávez: "No apoyé a Chávez ni el primer día, ni ayer, ni hoy. Lo único que defiendo es que es un problema de Venezuela", y que "cada país se ocupa de su nariz".

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Aparte del carácter nacional del tema RCTV, las declaraciones de Lula del jueves pusieron el dedo sobre una herida abierta. El ingreso de Venezuela a MERCOSUR, calificado como apresurado por diversos sectores brasileños, ha sido puesto sobre la mesa por el mandatario brasileño. Lula asomó la posibilidad de que el sueño Mercosuriano de Hugo Chávez se estrelle contra la realidad política brasileña donde además de amigos, también ha ido ganando importantes enemigos. Por cierto, Lula recordó a Chávez que el Senado brasileño condeno el “golpe” de abril del 2002.

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Las palabras de Lula fueron claras: Ahora resultará más difícil para él, convencer al Congreso brasileño sobre la necesidad de votar favorablemente el ingreso de Venezuela al Mercosur. En decir, antes de que en el Senado brasileño se hablara de RCTV y de que Chávez calificara a los senadores (incluyendo a los del PT) de loros de EEUU, ya las aguas estaban agitadas en Brasilia contra las intensiones del gobierno venezolano.

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Si bien Venezuela participa desde el año pasado en las distintas instancias del Mercosur, en realidad los requisitos para su ingreso aún no se han completado. Por un lado, están pendientes las aprobaciones de los parlamentos de Brasil y de Paraguay. En sana teoría, la desaprobación por parte de alguno de esos parlamentos del protocolo de ingreso de Venezuela al mecanismo sureño, abortaría todo el proceso. O en todo caso, desataría una crisis interna dentro del grupo, ya que como hecho inédito no existen referencias en el pasado para determinar lo que ocurrirá ante esa hipotética situación.

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Diversas fuentes coinciden en afirmar que el alto empresariado brasileño está decidido a impedir el ingreso -por ahora- de Venezuela al Mercosur. Esta semana la publicación especializada Valor Econômico, en un largo trabajo sobre el tema, citaba a Lúcia Maduro, economista da Confederação Nacional da Indústria quien dijo que “Si el protocolo entrara en vigor hoy, habría un desequilibrio muy grande entre las obligaciones y los deberes de Venezuela en el Mercosur. Ese asunto merece una discusión más amplia”.

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Aparte de la aprobación legislativa, Venezuela debe acordar con el Mercosur el cronograma de su incorporación efectiva a las reglas comerciales del bloque. Cuando Venezuela suscribió el protocolo de ingreso en julio del 2006, los miembros del MERCOSUR convinieron en crear una comisión que en plazo de ocho meses definiera todos los asuntos que deben coordinarse.

Llegado el mes de marzo pasado, la comisión no había alcanzado resolver temas fundamentales. De esta manera Venezuela ganó un año más de plazo para seguir negociando los términos de su ingreso real al Mercosur. Mientras tanto, la situación de Venezuela es de absoluta provisionalidad en el mecanismo. Más figuración política que participación en las reglas comerciales mercosurianas. En el caso de Brasil, las relaciones comerciales están funcionando aún con base en un acuerdo previo.

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Para ingresar efectivamente al Mercosur, Venezuela tendrá que reducir significativamente sus aranceles para ajustarse al Arancel Externo Común Mercosuriano. Pero curiosamente, según los informes que circulan en las cancillerías del sur, el tema que menos ha logrado avanzar es el referente a los acuerdos entre Venezuela con Brasil y Argentina para liberalizar el comercio entre ellos mismos.

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Quienes en el alto gobierno venezolano pensaban que el ingreso al MERCOSUR era simplemente firmar un protocolo y esperar su ratificación, han ido descubriendo que es algo más complejo que ello. Se estima que Venezuela tendrá que asumir un mínimo de 783 normas comunitarias, muchas de las cuales significan fuertes modificaciones en la legislación venezolana que hasta ahora había operado en el marco legal de la Comunidad Andina de Naciones.

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Las relaciones de Venezuela con Colombia, parecían entrar en una nueva etapa de actividad bilateral integracionista, luego de la visita del canciller Nicolás Maduro a Bogotá el pasado lunes. Pero una vez más, las relaciones fueron puestas en tensión casi inmediatamente, esta vez por una medida de tipo aduanera venezolana. Ese mismo lunes, desde Venezuela llegó un golpe a la dinámica de las relaciones fronterizas tradicionales: el Seniat ordenó la suspensión del tránsito de camiones colombianos que conectan por territorio venezolano al departamento de Norte de Santander (Cúcuta) con el llanero departamento de Arauca. Se trata de un permiso que por décadas ha otorgado Venezuela a Colombia y que le garantiza a los colombianos una conexión con la capital araucana.

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El pasado martes, el ministro de Defensa brasileño, Waldir Pires, se reunió con el Consejo Militar de la Defensa para informar sobre las prioridades acordadas por el gobierno Lula en materia de política de adquisiciones militares. Pires en sus palabras reiteró que se pretende aumentar los medios de defensa del país para consolidar “la estrategia de disuasión” adoptada por Brasil como línea política de seguridad.

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Ante los comandantes de las tres fuerzas y del Jefe del Estado Mayor, el ministro brasileño de Defensa definió el programa de re-equipamiento aprobado por Lula, el cual tendrá como prioridades retomar los proyectos de construcción de submarinos, incluyendo uno de propulsión nuclear, adquisición de nuevos navíos para patrullaje oceánico y fluvial, estos últimos para uso en la frontera amazónica. La lista de compras incluye aviones de superioridad aérea, helicópteros de transporte de tropas, compra y desarrollo de misiles e, incremento en el número de radares para control del espacio aéreo.

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Un reportaje distribuido ayer por la agencia AP da cuenta del incremento, en los últimos dos años, del tránsito de cocaína desde Bolivia hacia Brasil. La permeabilidad de su frontera con Bolivia es uno de los temas que más están preocupando a los cerebros de la reorganización militar brasileña.

*	Artículo publicado originalmente en el diario El Nuevo País